17 | Ingreso
El usuario que buscas se encuentra fuera de tu perímetro en estos momentos.
Otra vez el mismo mensaje. Ay, Dios mío. ¿Era Yoon Gi? ¿Al final era Yoon Gi? Abrí la mensajería. Obvié el chat de X4, que me había escrito algo que no había leído, y me fui directa al de Lonely, con el corazón en la garganta.
"No puedo dejarte en paz. Estoy muy preocupada por ti". Pensé en llamarle por su nombre y en confirmar su identidad pero me abstuve. "Por favor, si has logrado que alguien te conozca, no te rindas y dale una oportunidad. Date una oportunidad".
Por supuesto, no me contestó y, como me quedé intranquila, convoqué a mis amigos a una reunión de emergencia en donde conté todo. Soo Bin se echó a llorar. So Ho se llevó las manos a la cabeza, con la frustración pintada en la cara. Yo Young propuso hacernos los tontos y llamarle por teléfono con cualquier excusa, como, por ejemplo, las clases particulares que anunciaba.
—No creo que eso vaya a funcionar —intervine—. Yoon Gi está ingresado. No tiene móvil.
—Llamemos a su familia entonces —buscó alternativas—. Lo que sea con tal de enterarnos de dónde está.
—Yo lo sé. —El timbre de Jimin se escuchó tímido—. He hablado con su madre y ella me ha dado su número de habitación y también el horario de las visitas —continuó—. Pensaba ir a verle después de comer.
—¡Por Dios, déjanos ir contigo! —Soo Bin no dudó en agarrarle de las manos y a punto estuvo de tirarse de rodillas ante él—. ¡Necesito saber cómo está! ¡Necesito entender lo que le ha pasado! ¡Necesito ayudarle! —Se sorbió la nariz; las lágrimas ya le caían como ríos salados—. Y yo que no le había dado importancia a lo de la app... Me siento tan mal... He sido muy frívola con ese asunto.
—Creo que todos menos Verónica lo hemos sido —se lamentó Yo Young—. Coincido en que es momento de que le mostremos apoyo.
Y así, sin más, allá que fuimos. A las seis y cuarto nos plantamos en el susodicho hospital con un ramo de flores, una taza de desayuno de esas motivacionales y unas caras de "ánimo, tu puedes" que seguramente no servirían de nada. Al fin y al cabo, Yoon Gi no era precisamente la simpatía en persona y solo nos conocía de vernos por los pasillos. Lo normal sería que se molestara al sentirnos invadir su intimidad de esa forma.
—Lo agradecerá. —Jimin me leyó el pensamiento—. Es un buen tipo. Parece arisco pero en verdad se siente incomprendido.
"Deseo que, cuando ponga fin a mi vida, alguien haya sido capaz de conocerme".
Demonios. Ya. Ya empezaba a hilarlo. Incomprensión. Deseo de ser valorado.
—Eso no quita que me sienta una intrusa.
"Déjame tranquilo".
Nos dirigimos al ascensor, al fondo del hall de la recepción, al que llegamos después de sortear una camilla que nos salió al paso, un carrito de las sábanas y otros dos de botellas de agua.
—No creo que sea el mejor momento para que nos autoproclamemos los amigos del año —concluí.
—¿Y cuándo lo será? —So Ho pulsó el botón del aparato, con resolución—. ¿Cuándo logre hacer realidad su deseo? —me cuestionó—. Mira que te dije desde el principio que tenía toda la pinta de ser él.
Fue entonces cuando mi madre me llamó. Me aparté del grupo para atenderla. Se le había antojado hacer una tarta de fresas y quería que fuera al supermercado a por algunos ingredientes.
—¿Qué celebramos? —Mis zapatos se pasearon por el pavimento de la entrada—. No sueles hacer pastel.
—Celebramos que somos un familia unida y feliz —respondió—. Ah, y si ves a Jung Kook, dile que venga, que le invito, ¿vale, cielo?
—¿A comer tarta? —parpadeé, atónita—. Mamá, ¿qué es lo que pasa?
No alcancé a escuchar la respuesta porque entonces torcí por el pasillo contiguo y ahí, en la zona de pagos, le vi. Estaba pie, frente al mostrador de gestión de facturas y el pijama verde del hospital, y el impacto que me llevé fue tal que corté la llamada sin darme cuenta.
Cielos santo.
Observé, aterrada, la enorme venda que le cubría la frente y gran parte de la cabeza mientras forcejeaba con un hombre de traje impoluto y peinado de ejecutivo que, a su lado, intentaba abonar la factura.
—¡Te he dicho que no! —Jung Kook le quitó la tarjeta de crédito y la arrojó contra el suelo—. ¡Lárgate! ¡No necesito tu puto dinero, maldita sea! ¡No lo necesito!
—Créeme que si de mi dependiera no te ofrecería ni un miserable won. —Su interlocutor, lejos de achantarse, le clavó una mirada cargada de desprecio—. Lo hago por no deprimir más a tu pobre madre, que bastante tiene ya con la desgracia de haberte tenido.
Semejante hostilidad me puso los pelos de punta. ¿Cómo podía hablarle así? Se me antojaba demasiado cruel y, sin embargo, Jung Kook, lejos de ofenderse (como cualquier otro hubiera hecho) rompió a reír a mandíbula batiente.
—Hay que ver cuántas tonterías sueltas por la boca, profesor Hang. —Se mofó—. Puede que sea una decepción pero, por si no te has dado cuenta, no fue cosa mía nacer.
El rostro del tal Hang se congestionó.
—Sin embargo, coincido en lo de no querer deprimir a mamá. —La mirada se le oscureció—. Yo también me esfuerzo mucho. De lo contrario, ayer te hubiera estampado la pesa de musculación en la cabeza y ahora el ingresado serías tu.
—Y entonces, ¿quién pagaría la casa y tendría a tu omma como una reina? —La réplica retumbó en el rellano—. ¿Tu?
La administrativa levantó la vista de ordenador y la pareja de ancianos que acababa de entrar se giró también hacia ellos. La tensión era el centro de todas las miradas.
—¿Por qué? ¿Crees que no puedo? —Los ojos castaños de Jung Kook relampaguearon como si tuvieran brasas en su interior—. Cuando gane la carrera abriré el camino que necesito para hacerte desaparecer.
—Permíteme que lo dude. —El hombre recogió su tarjeta de crédito y la devolvió a la billetera, antes de dirigirse, hinchado como un pavo, a la salida—. Ya seas medallista olímpico o traficante de drogas del antro de Kaisoo que frecuentas, tu madre jamás me dejará.
—Eso está por ver.
—También está por ver cómo te las arreglas para correr con la cabeza reventada.
Los zapatos de marca repiquetearon, en eco.
—Y, ya que estamos hablando de esto, te aviso de que salimos de viaje. Estaremos fuera toda la semana así que no esperes encontrarnos en tu mierda de competición.
—Contaba con ello.
—Es excelente que lo hagas —finalizó el hombre—. La aceptación es lo único que te queda. Después de todo, nadie en su sano juicio perdería el tiempo yendo a un estadio a apoyar a una escoria como tu.
El pecho se me agarrotó y un malestar increíble me empezó a recorrer por las entrañas. Quise salir, cortarle el paso y gritarle a aquel déspota que era un malnacido y esas no eran formas de dirigirse a nadie pero me contuve. ¿Qué rayos iba a hacer yo si Jung Kook ni siquiera me había contado lo que le pasaba? Desde luego, ya le valía. De verdad que sí.
Me refugié tras la máquina expendedora de bebidas. Observé marchar al desagradable profesor y a Jung Kook acercarse al mostrador, coger su factura y perderse por el pasillo con tanta mala vibra que estaba segura de que si se hubiera topado con alguna papelera le hubiera propinado, como mínimo, un puntapié.
"Verónica, ya estamos en Psiquiatría y te estamos esperando". El mensaje de Jimin me vibró en el teléfono. "La doctora que nos ha recibido insiste en que tiene que cerrar la puerta con llave antes de llamar a Yoon Gi y que no la puede volver a abrir hasta que regrese a la habituación".
Oh. Se me había olvidado. ¡Pero cómo podía tener tan mala cabeza!
"¡Ahora mismo voy! ¡Perdón!"
Subí por las escaleras, que me quedaban más cerca que el ascensor, con el corazón en un puño y la mente como una centrifugadora. Tenía dos opciones. Uno: fingir no haber visto a Jung Kook y seguir a lo mío (eso quizás fuera lo más prudente). Dos: dejarlo todo y buscarle (eso era lo que me nacía). Si me oyeran, mis amigos argumentarían que su falta de sinceridad era motivo más que suficiente para elegir la uno. Mi madre, sin embargo, hablaría de la importancia de la comprensión en los malos momentos y elegiría la dos. Y yo también elegiría la dos. A fin de cuentas, estaba herido. Y solo. Y se sentiría mal. ¿Y si le dolía el golpe? El profesor le solía echar de casa. Por Dios. Entonces, ¿ese Hang era el culpable de que viniera a dormir a la mía? ¿Cómo podía su madre permitir algo así? ¿Encima el tipejo había dicho se iban a ir de viaje? ¿Adrede, sabiendo que tenía una carrera importante? Rayos. Qué familia tan impresentable.
No pude apartar el tema de la cabeza en todo lo que duró la visita. Jimin me presentó formalmente a Yoon Gi y éste, con la cara pálida como la cal, aguantó con un desánimo evidentemente la charla de Soo Bin, que hacía unos esfuerzos tremendos por parecer despreocupada, y los chistes malos de So Ho. Aceptó las flores y la taza. Nos respondió con educación a todo. No dijo nada sobre lo que había intentado hacer.
—Gracias por haber venido —murmuró, cuando el auxiliar se nos acercó para informarnos de que nuestro tiempo allí había terminado—. Me ha gustado veros aunque, la verdad, también me siento un poco mal porque por mi culpa habéis perdido clase.
No parecía el mismo Yoon Gi que apenas movía la cabeza un milímetro cuando se le saludaba. Era cierto que era mucho más amable que la imagen que trasmitía.
—¡Pero cómo no íbamos a estar pendientes de ti! —Jimin le propinó un cariñoso golpecito en el hombro—. Yo no iba a dejar de hacerlo así me tuviera que saltar cinco exámenes.
El comentario hizo que los ojos se le empañaran.
—Siempre estás al tanto. —Yoon Gi clavó la vista en el suelo—. Sabes que no me lo merezco y aún así lo sigues haciendo.
—Por favor, no digas eso.
—Pero es que es la verdad —insistió, sin molestarse en apartar las lágrimas, que ya se le empezaban a deslizar por las mejillas—. Me siento un fracaso —continuó—. El sábado ya se cumplieron dos años desde que todo sucedió, tu lo sigues pasando mal y el tiempo tampoco cambia que yo lo piense menos.
No me hizo falta más para entender. Se refería al accidente.
—Es cierto que estos días han sido complicados. —Éste se esforzó por sonreír—. Sin embargo, en esta ocasión, mientras estaba delante del altar conmemorativo, me vino un pensamiento a la cabeza en el que jamás antes había reparado.
Yoon Gi se sorbió la nariz y su expresión, lánguida y llorosa, buscó a su interlocutor, con cierto atisbo de curiosidad.
—¿Y cuál fue?
—Que mi Hyung se enfadaría mucho con nosotros si supiera que no nos estamos esforzando por remontar nuestras vidas.
—Esa ha sido buena. —Los labios de Yoon Gi alcanzaron a dibujar una medio sonrisa—. Me has dado un "touché" en toda regla.
Una vez abajo, de nuevo en la recepción, me enteré que la familia de Yoon Gi había estado implicada en el choque. Al parecer, circulaban por el carril contiguo al camión y estuvieron a punto de estrellarse también. La suerte quiso que las ruedas derraparan en sentido contrario y terminaran dándose contra el salva raíl algo que, pese al susto, les salvó de colisionar contra los otros vehículos.
—Su madre es médico —explicó Jimin—. Mis padres me contaron que no dudó en bajarse, llamar a la ambulancia y asistir a mi hermano con el kit de Primeros Auxilios que llevaban en el maletero. Luego supe que Yoon Gi la ayudó.
Me podía imaginar lo que debía de haberle supuesto atender a alguien atrapado en un amasijo de hierros, seguramente sangrando e insconsciente. Sonaba a trago amargo, de los que te dejan marcado. Tan marcado como para recordar el día exacto y llevar la cuenta del tiempo que había transcurrido desde entonces pero, si había colaborado en la reanimación, su actuación en la escena había sido positiva. Desde ese punto, ni la sensación de fracaso ni sus deseos de muerte tenían sentido. ¿Por qué relacionaba su estado con el accidente? ¿Era porque no habían conseguido salvarlo? Pero eso no tenía nada que ver con ansiar que alguien le valorara, ¿o sí?
—¿Crees que pudo ocurrir algo ese día? —La pregunta me salió sin meditar—. ¿Algo que le haga plantearse que nadie le conoce y que merece morir cuando alguien lo haga?
Jimin se encogió de hombros.
—No creo pero tampoco lo podría asegurar. Cuando le conocí, en el tanatorio, ya estaba mal.
—Ya veo.
Pasamos por el punto de información y los ojos se me fueron sin querer a la cabina de admisión de pacientes. Ya que estaba allí, podía acercarme y preguntar por Jung Kook, ¿no? ¿Lo hacía? Quería verle. Quería saber cómo se encontraba. Quería decirle que no estaba solo.
—¿En qué piensas? —Yo Young dio un salto hacia delante y me pasó el brazo por el hombro—. Arrastras mala cara desde hace un buen rato.
Lógico.
—¿Quieres que salgamos a distraernos por ahí? —No respondí de modo que se dirigió al resto—. ¿Y vosotros? ¿Qué me decís? ¿Nos atascamos a pollo y cerveza? ¿Vamos a cantar? ¿A una disco?
—¡Yo apoyo lo de beber y comer! —A Soo Bin le faltó tiempo para levantar la mano—. ¡Necesito emborracharme y echarme unas risas o voy a entrar en depresión!
—Voto por lo mismo —la secundó So Ho.
—Yo tengo cosas que hacer pero puedo quedarme un rato —añadió Jimin—. No soy el alma de las fiestas pero despejarme me vendrá bien.
Todas las miradas recayeron en mí. Era la única que faltaba por opinar.
—Yo...
Ay, mierda. "Yo paso porque quiero ir a ver al tipo con el que estoy follando y del que resulta que me estoy enamorando". No, no, no. ¿Pero cómo iba a decirles eso?
—No puedo. Tengo que hacer unos recados.
—¿Y no los puedes dejar para otro momento?
Mi amiga arqueó la ceja. Normal que se sorprendiera. Yo siempre me apuntaba a todo.
—Es que son para mi madre —esgrimí lo de la lista de la compra—. Me ha pedido cosas para la cena —y añadí—: Pasadlo bien.
Mi argumento no pareció convencer porque no cejaron en sus expresiones de extrañeza pero tampoco insistieron y, al poco, nos despedimos en la parada del autobús. Me quedé muy quieta, observando cómo su siluetas se volvían diminutas mientras discutían sobre cuáles eran los mejores sitios para hartarse a patas y alitas hasta que dejé de verles. Entonces y solo entonces me di la vuelta y regresé al hospital, directa al punto de información.
—Buenas tardes —saludé a la primera administrativa que pillé—. Estoy aquí para preguntar por Jeon Jung Kook.
—¿Nombre? —La mujer no apartó la vista del ordenador.
—Park Verónica.
—¿Condición?
—¿Qué?
—Que quién es usted. —Levantó la ceja—. Relación con el ingresado.
—Ah... Pues...
Mira tu qué buena pregunta. ¿Cómo podía denominarme con solo un par días juntos y uno de ellos con mensajes evasivos y chocantes?
—Soy su... —titubeé—. Amiga —elegí—. Su amiga de la Universidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro