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16 | Dudas

Me miró largamente, como si esperara que le preguntara al respecto, y, con sinceridad, ganas no me faltaron. Que el dúo inseparable hubiera dejado de serlo era, sin duda, toda una novedad pero no me parecía correcto meterme en el asunto sin haber escuchado primero la versión de Jung Kook, menos aún después del estupendo domingo que habíamos pasado juntos.

Por eso me llevé la mano al colgante, dejé que mis dedos acariciaran la superficie pulida de la piedra y me saqué de la manga una batería de dudas sobre el funcionamiento de los exámenes en la carrera de Ciencias del Deporte con la única intención de cambiar de tema. Y la estrategia funcionó porque el asunto llevó a las calificaciones, éstas dieron pie a hablar de nuevo de Min Yoon Gi, famoso por sacar sobresalientes en todo, y Soo Bin se ocupó de que ya no hubiera punto de retorno.

—¿Sabíais que da clases de refuerzo? —retomó su cantinela de fanática apasionada—. Y pensar que hoy era el día en el que iba a armarme de valor y pedirle que me diera algunas... —Cerró el puño en el aire—. El destino se empeña en separarnos y arrojar mis ilusiones al pozo de desolación.

—Se ha equivocado de carrera. —Tae Hyung se inclinó sobre mi oído, con aire divertido—. Le pega más ser actriz.

—¿Sí, verdad? —Le seguí la broma—. Ya le dije que se cambiara de facultad pero ya ves que Min Yoon Gi la retiene aquí.

—Ese Yoon Gi tiene que ser la repera.

—¿Qué estás murmurando, salta vallas? —La aludida frunció el ceño—. Si quieres quedarte en nuestro club, abstente de hacer comentarios sobre él.

—Sí, sí, entendido. —Éste se apresuró a asentir—. Ya me queda claro que Yoon Gi es un "papi sagrado".

La ocurrencia dio un filón a comentarios alucinante. Estuvimos riéndonos todo lo que quedó de comida y, bajo la cara disgustada de Soo Bin, que nos miraba como si le estuviéramos haciendo una afrenta directa, nos inventamos por lo menos mil situaciones en las que utilizar el nuevo y flamante apelativo. No paramos hasta que nos tuvimos que separar para ir a nuestras materias optativas y a mí me tocó correr (para variar) y tirar de Tae Hyung, que no parecía tener ninguna prisa y sí muchas ganas de seguir de guasa, a fin de llegar a tiempo a Psicología del Deporte. No terminé en la escalera porque Dios, que había bajado del cielo y había adoptado la forma de Jimin, tuvo el increíble detalle de guardarme un sitio en segunda fila.

—¿Qué tal todo? ¿Cómo estás? —me interesé mientras echaba un vistazo rápido por los asientos y Tae Hyung le suplicaba a la chica de atrás que le dejara un hueco en la banca—. ¿Cómo fue el acto conmemorativo?

—Algo duro.

—Lo imagino.

—Puse el helado junto a las ofrendas —murmuró, con una tremenda emoción contenida en la voz—. Me costó mucho. Lloré a mares.

—Es que afrontar asuntos pendientes es muy difícil.

—Lo he comprobado —asintió—. Y también he pensado que parte de lo que me pasa es que la culpa no me permitía dejarlo ir. Era como si el hecho de no haberle despedido, de tener algo inacabado con él, me hiciera creer de un modo absurdo que en algún momento podría regresar y que entonces yo podría pedirle perdón con ese helado. —Sacudió el cabello rubio a ambos lados—. Es raro de explicar. Suena a disparate.

—Suena humano —corregí.

Me devolvió una expresión agradecida a la que correspondí con una sonrisa antes de pasar a concentrarme en las filas de atrás. Me había parecido ver que algunos de los del grupo de prácticas de prisiones estaban por allí. Sin embargo, mi nuevo objetivo seguía sin aparecer y, mira tu qué cosas, resultaba que el deseo suicida tampoco estaba dentro del radar de geolicalización de la app. Lo comprobé al intentar revisar los deseos objetivo y recibir ese "el usuario que buscas se encuentra fuera de tu perímetro en estos momentos" que tan mal me sentó.

Si no funcionaba cuando la necesitaba, ¿para qué la quería? Era difícil de entender, los mensajitos de recordatorio sobre tal o cual cosa me seguían poniendo enferma y encima... Mis ojos terminaron, por inercia, en el parche. Ay; con él que podría ver el grado en el que Jung Kook me...

No. Alto. No. No iba a caer en la manipulación de Seok Jin. Eso jamás.

—¿Necesitas ayuda? —Jimin siguió con atención mis movimientos—. ¿Buscas a alguien?

—Sí pero no creo que sepas quién es. —Regresé la vista a la pantalla electrónica; el profesor acababa de entrar—. Es un sumbae de mi carrera que no habla mucho y que se suele sentar delante.

—¿Yoon Gi?

—¿Le conoces? —parpadeé. Vaya.

—Bastante. —Bajó la voz. La explicación ya había comenzado—. Su madre es médico. Fue la que auxilió a mi hermano los primeros momentos tras el accidente.

—¡¿En serio?!

La exclamación se me fue demasiado alta. El compañero de atrás me mandó un chistido y el profesor se interrumpió, con el puntero láser en el aire, y me miró con cara vinagre.

—Perdón. —Hundí la cabeza en el cuaderno. Diablos. Qué vergüenza.

—Si quiere hablar, váyase al parque —me indicó, seco.

—No, no, disculpe.

El resto de la clase me mantuve en un escrupuloso silencio. Atendí lo mejor que pude a los modelos de superación que iban presentándose pero, a eso de las seis y media, la cabeza se me empezó a ir de forma inevitable a Jung Kook y las diapositivas dejaron de tener sentido.

Me moría por verle. ¿Iría a la máquina? No me había respondido. ¿Y si iba yo a buscarle al entrenamiento? ¿Le gustaría? Tampoco quería parecer pesada.

"No voy a poder ir" contestó, a tan solo diez minutos de las siete.

Me mordí el labio. Bueno, no pasaba nada, ¿no? Tampoco me iba a poner a dramatizar como Soo Bin. Había muchos días por delante.

"No te preocupes" escribí. "Yo tampoco he terminado la clase. ¿Lo dejamos para otro día?"

Lo leyó pero no respondió hasta bien entrada la noche, cuando ya estaba acostada y medio dormida gracias al libro ese, que había entrado en la fase de la ruptura de los protagonistas y que me había dejado de interesar.

"No sé. Ya te diré".

La frase se me antojó cortante. No se parecía en nada al tono cariñoso con el que me había hablado por la mañana.

"¿Has tenido un día difícil?" Me espabilé automáticamente. "¿Estás cansado?"

"Algo".

"Supongo que prepararse para una carrera es muy duro pero piensa que solo serán unos días" traté de animarle. "Cuando te quieras dar cuenta, estaremos a sábado y ya habrás competido".

"Ok".

Rayos. ¿Y ese hermetismo?

"¿Estás bien?" me interesé, claro. "Tae Hyung dice que habéis discutido".

"¿Y qué más te ha dicho Tae Hyung?"

"No le he querido preguntar".

De nuevo lo leyó y lo dejó ahí. Al rato hizo ademán de escribir pero se lo pensó mejor porque no llegó a enviar nada. El chat se apagó. Le di con el dedo para reactivarlo.

"¿Puedo llamarte?" pregunté.

"No".

¿No? Uf. Bueno. ¡Bueno!

"¿Qué ocurre?"

"Nada".

Ya.

"Estás pasando de " observé.

"Piensa lo que te da gana". El mensaje fue rápido como una bala. "Tu opinión no me resulta trascendental, ni mucho menos".

¿Cómo? Vale. Hora de relajarse. No me gustaba su tono pero no quería discutir. Por nada del mundo quería.

"Espero que realmente estés bien", le dije.

"Verónica..."

Los tres puntos me dejaron pegada a la pantalla.

"¿Qué?"

"Nada". Leí a continuación. "Buenas noches".

El martes transcurrió con mi rutina habitual empañada en una extraña inquietud que me hizo revisar el móvil cada dos por tres (obviando la lógica de que, si llegaba alguna notificación, por fuerza, sonaría) como alma en espera de noticias sobre su penitencia.

No lograba sacarme de la cabeza las formas secas de Jung Kook ni el porqué de su negativa a que le llamara y ni el regreso de So Ho a clase, algo más repuesto después de su estrepitosa decepción sentimental, ni las prácticas de Terapia de Grupo, que normalmente me encantaban, lograron quitarme la idea de que algo no iba bien. Eso me agobiaba. Me hacía recordar el pasado, su desaparición durante días y su posterior humillación.

Maldición; ¿pero por qué demonios me tenía que importar tanto? Ya era mayorcita. Solo nos habíamos acostado un par de veces. No era como entonces. No.

—¿Quieres azúcar? —Tae Hyung agitó el vaso de café con hielo ante mis narices, como si fuera un sonajero—. ¿Le pongo o no?

—Esto... —Me obligué a mirar el líquido oscuro—. Sí... Gracias...

—Estás ausente —me señaló y, antes de que me diera tiempo a justificarme, siguió—: ¿Has tenido algún problema con Jung Kook?

Lo que faltaba. Llegaba la hora del interrogatorio con el ex amigo.

—No —negué—. Qué va.

—¿Cuándo empezastéis a veros? —siguió preguntando—. No quiero parecer chismoso pero el día de la carrera me llevé una buena sorpresa. No me esperaba que tuvierais ese tipo de relación.

—La verdad, ni yo misma lo sé. —Le di un largo sorbo a la bebida. Estaba tan fría que me dejó la boca anestesiada—. Creo que a raíz de que le quitara el dinero.

Su expresión, extremadamente seria, me dio muy mal rollo. Y su silencio, interrumpido por el sonido de la pajita al sorber el café, no contribuyó a mejorarlo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por nada. —No cambió la actitud—. Es que estaba pensando en si realmente has olvidado que le lanzaste un reto y que él lo aceptó.

Me quedé en suspenso, con el vaso entre las manos, y dejé que el hielo se empezara a derretir. El agua se condensó en el papel del recipiente y resbaló como lágrimas entre mis dedos.

—Sabes que es sumamente competitivo, ¿verdad?

—Sí.

—Aún estás a tiempo de poner distancia para que no te lastime.

Recordé la conversación que habíamos tenido en la cama, cuando me había hablado del desahucio de su casa. Su expresión al preguntarme lo que sentía por él y su colaboración con respecto a Jimin. Lo recordé enfadado con el asunto de la venta de sustancias y riéndose con la sartén de los crepes en la mano. En todos esos momento me había parecido sincero pero luego había venido el desplante por mensajería y la inseguridad se había adueñado de mí.

—Pareces muy seguro de que lo hará. —Me toqueteé el colgante, repitiéndome el "para sellar nuestra tregua indefinida" con que había argumentado comprarlo—. ¿Te ha dicho algo?

—No exactamente. —Me percaté de que suavizaba el tono—. Pero sí habló de recuperar el dinero. —Y remarcó—: A toda costa.

Un nudo comenzó a apretarme en la garganta. No, venga. Calma. Respiré profundo.

—¿Crees que está...? —Madre mía; no sabía ni cómo expresarlo—. ¿Crees que está fingiendo interesarse en mí porque quiere hacerme daño y conseguir el sobre?

—¿No se trataba de eso? —La contestación no dejó margen a debate—. Esto iba de ver quién lograba hundir a quién primero.

Apreté más el vaso. Sonaba lógico y aún así una parte de mí quería negarlo. Yo le había retado. Yo le había quitado el dinero. Yo le había provocado y aceptado después jugar a su juego. Sin embargo, ahora me encontraba implorando porque el juego no fuera tal. Quería agarrarme al chico que había pasado conmigo el domingo y que me había hecho estremecer sin control en el escritorio. Quería creer que realmente era impulsivo y que mi reto lo había aceptado como excusa para reencontrarse conmigo. Que ayer me había hablado así porque estaba cansando. Y también quería pensar que no me contactaba porque estaba muy ocupado. Ay; pero qué narices.

—No creo que sea como piensas —decidí.

—Entonces devuélvele el dinero y lo verás.

—¡Por fin! —Jimin aterrizó en nuestra mesa, rojo por el esfuerzo de haber estado corriendo, y me sacó de la insoportable tensión—. ¡No sabía dónde estabas! —Resopló—. ¿Te acuerdas de que ayer estabas buscando a Yoon Gi pero no lo encontrabas?

El desconcierto me hizo soltar el vaso.

—Ajá.

—¡No te lo vas a creer! ¡Yo aún sigo sin creerlo! —siguió—. ¡Resulta que está ingresado en el Hospital General del Centro!

—¿Por qué? ¿Está enfermo?

—No, es peor. ¡Mucho peor! —expuso, sin respirar—. ¡Se ha intentando suicidar!

¿Que qué?

¡Mierda!

N/A: Esta vez me he tardado un poco más en actualizar.
Resulta que otra historia mía ha tenido una acogida inesperada (aclaro que no ha sido en Wattpad, aquí eso es misión imposible). y, por lógica, me estoy centrado más en ella.
Un abrazo a quien me haya leído por acá.

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