Capítulo 9: Suspenso
Con la taza de café en mano, Tyler dio un mordisco a la tostada de mermelada de melocotón que sostenía en la otra. Lo único que le despertaba por la mañana era su café y escuchar música de Coldplay, sobre todo ver alguno de sus conciertos en YouTube. Así que ahí se encontraba aquel lunes mirando la pantalla de su móvil.
Para colmo de ser lunes, había pasado todo el fin de semana en Austin con el equipo de fútbol y estaba reventado. El entrenador Turner siempre se llevaba al equipo un fin de semana lejos de casa para que convivieran entre ellos e hicieran piña. Según él, cuánto más unido estaba un equipo, mejor jugaban. Y en cierta parte, Tyler no podía negar que tenía razón, pero también estaba muy cansado.
Podría fingir que estaba enfermo y así no ir a clase. Quizás era un poco tarde para eso. Ya estaba levantado y había hecho el desayuno para toda la casa. Tampoco le apetecía pensar en una excusa mejor, así que siguió mirando el móvil y bebiendo su taza de café.
—Buenos días, Ty —le dijo su padre terminando de bajar las escaleras.
—Buenos días, papá.
—Cuéntame, ¿qué tal fue el fin de semana en Austin? Que según llegaste te fuiste a la cama. ¿Mucha juerga? —Tyler pausó el móvil y centró su atención en su padre, quien luchaba por hacerse el nudo de la corbata—. Por tu cara, parece que sí.
—Pfff. Acabamos metidos en la piscina a las tres de la mañana.
—Prefiero no saber qué liasteis —sonrió consiguiendo hacerse por fin el nudo de la corbata.
—Nada ilegal, te lo prometo.
—Eso me lo imagino. Si no, ya me habrían llamado de alguna comisaría... —Tyler rio.
Richard se acercó a la cafetera y vertió el líquido que quedaba sobre una taza con su inicial en ella.
—Oye, Ty, no me has contado cómo fueron los resultados de esas pruebas de orientación que os pasaron.
—Oh... eh... —Tyler se puso algo nervioso—. Bien. Ya sabes, Stanford y empresariales —mintió.
—¡Bien! ¡Me alegro! ¿Con beca deportiva?
—Sí, aunque debo subir nota en Cálculo.
—Bueno, seguro que lo dominas.
Richard se pasó la mano por su pelo corto canoso y se sentó al lado de Tyler. Sacó su móvil y comprobó si tenía algún email. Tyler, en cambio, estaba sumergido en sus pensamientos.
No sabía si era una buena idea mentir a su padre acerca de los resultados. No quería decirle que la orientadora le había recomendado estudiar tecnología en Columbia, justo en la punta opuesta a donde estaba Stanford. Ni siquiera tenía claro si debía considerar aquella opción, así que era mucho mejor obviar aquella información a su padre. Quizás, por eso, tenía todos los papeles bien escondidos en el libro de Inglés.
—Emmm, Ty —dijo de repente su padre—. Tienes que llevar hoy a tu hermana.
—¿Y eso?
—Tiene que llegar antes por no sé qué de sus amigas y el autobús pasa más tarde.
—Vale, pero luego tengo entrenamiento.
—Sí, me dijo anoche que luego volvía en el autobús con sus amigas. Está de tonta últimamente...
—Tiene trece años, ¿qué quieres?
—Lo dices como si hiciera una eternidad que los pasaste —rio su padre.
—Lo parece. Por cierto, ¿dónde se ha metido? —dijo levantándose de la banqueta.
—Estará arriba cambiándose de ropa por décima vez —Tyler puso los ojos en blanco.
—Pues me tengo que ir...
Cogió su taza y el plato con las sobras y los limpió con rapidez.
—Voy a llamarla —Richard se levantó y se acercó al borde de las escaleras—. ¡Lottie, tu hermano tiene que irse! —gritó hacia arriba.
—¡Voooy!
—Sabes que va a tardar una eternidad en bajar, ¿verdad?
—Lo sé —dijo su padre volviendo a su silla para seguir desayunando.
Tyler se secó las manos, cogió la mochila y las llaves del coche y se acercó al borde de las escaleras.
—¡Charlotteeeeee! ¡Me largooo! —gritó hacia arriba.
En ese instante, la pequeña de los Danforth bajó las escaleras con el pelo suelto y con un poco de brillo de labios y colorete.
—¿Eso es colorete? —le picó Tyler pasando el dedo por su mejilla.
—¡Ay! ¡Quita! Que se me va a borrar.
—¿Quién es el desgraciado al que quieres enamorar? —la chinchó.
—¡Cállate, Ty!
El castaño se echó a reír.
—¡Adiós, papá!
—¿No vas a desayunar?
—Ya comeré algo por ahí. ¡Adiós!
Los dos salieron de casa y se montaron en el coche de Tyler. El mismo que su padre le había regalado el curso pasado. Un Ford Mustang negro.
—¿Has quedado con tus amigas o con tu novio?
Lottie ni siquiera se molestó en responder, solo le sacó la lengua y le ordenó que arrancara el coche de una vez.
—¡Hombre, Scott! ¡Si estás vivo! —dijo Tyler al ver a su amigo al final del pasillo.
—Joder, Ty. Estoy reventado —los dos chocaron las manos como forma de saludo.
—Después de la borrachera que te cogiste, no sé cómo sigues vivo.
—Tú tampoco te quedaste corto, Ty.
—Pfff... ¡qué mal me sentó!
—Si es que no estás acostumbrado a beber... eres un flojo —se burló Scott, mientras llegaban a sus taquillas.
—¡Si te mantienes en pie, Scott! —dijo Ryan al verlos. Cerró su taquilla y se unió a ellos.
—Otro igual... Ni que nunca me hubieras visto borracho.
—Sí, pero te pillaste una tremenda —dijo Tyler abriendo su taquilla.
—Joder, no me acuerdo ni de cómo se llamaba la tía que acabó en mi cama.
—Stacie —dijeron Tyler y Ryan al unísono.
—¿Por qué coño sabéis su nombre?
—Porque no paraste de decir su nombre. Stacie esto... Stacie lo otro.
—Y no hablemos de que se os escuchaba desde el otro lado del hotel.
—Y de que tuvimos que esperar en la habitación de al lado a que terminaras de follar con ella.
—Bueno, tú más que esperar, estuviste vomitando —dijo Ryan.
—Madre mía, qué horror.
Tyler no solía beber demasiado en las fiestas, sobre todo cuando tenía algún partido cercano. El alcohol hacía que se encontrara fatal al día siguiente y lo hacía jugar de pena, así que normalmente bebía una o dos copas como mucho. Sin embargo, aquel fin de semana, tras la charla con la orientadora, su jaleo mental y el buen ambiente que había con el resto de compañeros del equipo, las copas se fueron multiplicando una tras otra, hasta acabar bastante borracho.
—No recuerdo nada —Scott se tapó la cara con las manos.
—Mejor.
—Estoy reventado... y tenemos clase de Inglés, ¡socorro! —se quejó Scott metiendo la cabeza dentro de la taquilla.
—Bueno, puedes echarte una cabezada. No te perderás mucho.
—¡Pero si ha debido de dormir casi veinticuatro horas!
—¡Qué exagerado eres, Ty!
—Dormiste todo el viaje de vuelta en el autobús y estoy seguro de que tal cual llegaste a casa, te fuiste a dormir.
—Hombre, es que, si no, no estaría aquí en pie.
—¿Y has escrito a Stacie? —preguntó Ryan.
—¡Qué dices! Ni siquiera le di mi número. Creo —dijo muy poco seguro de aquello.
—Pues debiste decirle dónde estudiamos, porque está ahí...
—¡No jodas, Ty! —se dio la vuelta como un rayo y comprobó que no había nadie. Al voltearse de nuevo, vio a Tyler y a Ryan muertos de risa—. ¡Qué gilipollas! ¿Qué habéis desayunado esta mañana? ¿Chistes?
—Con café —dijo Tyler muerto de risa.
—Tenías que haberte visto la cara —dijo Ryan entre risas.
—Menudo par de imbéciles.
Scott cerró la taquilla de golpe y empezó a caminar.
—¡Pero no te enfades! —dijeron los dos caminando tras él.
Por suerte, compartían las primeras horas de clase, así que el cansancio que habían acumulado durante el fin de semana pasó más desapercibido con las burlas que se dedicaron a hacer sobre Scott y la tal Stacie.
Sin embargo, las risas se terminaron cuando acabaron de almorzar y cada uno se fue a sus clases correspondientes. Para rematar, Tyler tenía Cálculo y el señor Vásquez repartió los exámenes de la semana anterior. Concretamente, el primer examen del curso.
El castaño estaba demasiado tenso. Sabía que no había sacado un sobresaliente, pero se había esforzado lo suficiente como para aprobar aquel examen. En cambio, la nota que recibió era muy diferente a las expectativas que había tenido.
Suspendido.
Y no rozando el aprobado.
Maldita sea. Sabía que no era bueno con los números, pero, después de haber estado todas las tardes practicando los dichosos ejercicios que el señor Vásquez les ponía, al menos debía haber aprobado el examen. Quizás la orientadora llevaba razón y debía buscar un tutor que le diera clases particulares.
Aquella idea la había desechado estrepitosamente en el mismo momento en el que ella se lo mencionó. Le parecía una tontería malgastar su tiempo en hacer los mismos ejercicios que hacía en casa, solo que con una persona que los corrigiera. Para eso servían las calculadoras. Sin embargo, tras ver aquel suspenso y pensando en la universidad, quizás debería pasarse por el tablón de anuncios de la entrada del instituto y ojear si alguien ofrecía clases de Cálculo o de Matemáticas.
—Bueno, chicos. Nos vemos mañana —se despidió el profesor de todos los alumnos.
Todos los jóvenes se levantaron y recogieron sus cosas. Algunos más rápidos que otros.
—Miller, ¿puedes venir un momento? —dijo el profesor. La joven asintió y terminó de recoger sus cosas.
Tyler prestó atención a lo que acababa de escuchar. La fama del antiguo profesor de Cálculo era bastante famosa en el instituto, y aunque el profesor Vásquez era nuevo y no tenía pinta de ser igual, el castaño quiso escuchar aquella conversación. Por esa razón, recogió sus cosas a una velocidad mucho más lenta de lo que solía hacerlo.
—Dígame, señor Vásquez —dijo la joven acercándose a él.
Tyler observó cómo agarraba con la mano la mochila que colgaba sobre su hombro izquierdo. Parecía algo tensa o nerviosa.
—Miller, has sacado la mejor nota de la clase y comprobando tu expediente, tienes unas notas impecables en Cálculo —Cassie se sonrojó un poco y se pasó un mechón ondulado por detrás de la oreja—. ¿Has considerado cursar Cálculo avanzado?
—Oh, eh... no, la verdad.
—Pues deberías, sobre todo si quieres estudiar una carrera relacionada con ello.
Tyler metió el cuaderno dentro de la mochila y un bolígrafo.
—Bueno, no tengo intención de...
—Eres muy buena con los números —le interrumpió, mientras que Tyler se hacía el distraído guardando otro bolígrafo—. No sé qué carrera quieres estudiar, pero Matemáticas es una buena opción para ti —comentó el profesor.
Tyler cogió su mochila.
—Yo... eh... Bueno, me gustaría estudiar...
—Danforth, ¿necesitas algo? —le preguntó el profesor.
Cassie se dio la vuelta y Tyler se sintió descubierto. No había nadie más allí. Solo el señor Vásquez, Cassie y él, y, desde luego, sabía perfectamente cuál de los tres sobraba en aquella conversación.
—Eh, no. Solo se me había atascado la cremallera de la mochila, perdón.
Bajo la atenta mirada de la morena y de su profesor, Tyler salió a toda prisa de la clase de Cálculo. A pesar de la vergüenza y de haber sido descubierto cotilleando conversaciones en las que no estaba invitado, Tyler solo tenía una idea en su mente.
Cassie Miller sería su tutora de Cálculo.
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