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Capítulo 8: Probar cosas nuevas

La alarma sonó anunciando que era el fin de aquella clase y de la jornada escolar. Cassie se entretuvo bastante tiempo en recoger, incluso releyó por octava o décima vez la información que el profesor de Astronomía les había dado sobre la excursión al observatorio Eagle Eye. Le echó la culpa a las ganas que tenía de ir a aquel lugar y poder ver las estrellas, aunque solo fuera por una noche, sin embargo, ella misma sabía que su demora se debía a que los ensayos de teatro comenzaban en menos de quince minutos.

Tenía sentimientos encontrados sobre si debía o no acudir. Por una parte, sabía que tenía que entrar en alguna extraescolar, y debido a que no había conseguido entrar en otra, aquella era una buena. Pero, por otra parte, nunca había sido la típica persona a la que le gustara el teatro. Los musicales sí, le encantaban las Bandas Sonoras Originales de las películas y aunque El Gran Showman fuera un musical (uno que le gustaba bastante), no dejaba de pensar en que ella no encajaría demasiado allí. No cantaba (aunque sus tías y sus amigos le dijeran que tenía una voz muy bonita) y mucho menos actuaba. Santo cielo, se le daba fatal mentir a sus tías como para ser actriz.

Lo único que quería Cassie, era poder seguir tocando el piano. Desde que se había ido la señora Salgado, se había quedado solo con el teclado de su habitación y sin ninguna posibilidad de presentarse a ningún recital como lo había hecho los pasados años. Sin embargo, si quería tocar algo más aquel precioso instrumento tendría que buscar algún sitio en el que poder tocarlo.

Quizás, y aunque el noventa por ciento de los ensayos estuvieran dedicados a los actores y coreografías, ella podría dedicar tiempo a tocar el piano.

Quizás no perdía nada con intentarlo.

Salió de la clase, llena de pensamientos. Sobre todo, los que la señorita Williams le había depositado hacía unas horas. Nunca había considerado entrar en Juilliard, ni siquiera lo hacía en ese momento, aquel conservatorio era muy caro y muy exigente, pero si en algún momento había una pequeña posibilidad (aunque fuera en lo más profundo de su corazón), debía practicar más horas y trabajar más duro en las diferentes composiciones.

Llegó a su taquilla, la última del pasillo de ciencias y la que hacía esquina con el siguiente pasillo, y puso la combinación de números que la abría. Guardó varios libros que no necesitaría para estudiar esa tarde y miró de nuevo el reloj.

Observó a su alrededor y comprobó que las pocas personas que quedaban por el pasillo eran personas con demasiada prisa por llegar a sus extraescolares.

De pronto, alguien se apoyó de golpe en el lateral de su taquilla haciendo un fuerte ruido. Cassie dio un pequeño bote al escucharlo y giró la cabeza rápidamente.

—¡Joder, Alex! ¡Qué susto!

—Vengo a buscarte para ir a teatro —Cassie lo miró desconfiada, ¿es que no se fiaba de ella?—. Sabía que te irías derecha a casa o la cafetería y no lo voy a permitir.

—Iba a ir, listo...

—Sí, ya veo las prisas que te estás dando.

—He salido tarde de clase —Alex levantó las cejas.

—No voy a responder, porque he visto a Sanders ir corriendo a teatro y sé que va contigo a Astronomía —Cassie puso los ojos en blanco—. Así que venga, mueve el culo que no quiero llegar tarde.

Cassie cerró la taquilla y sin poder llegar a responder nada y cogiendo la mochila al vuelo, Alex tiró de su mano y echaron a correr por los pasillos.

Por poco se le sale un pulmón por la boca cuando llegaron al teatro. Aquel lugar se encontraba en la otra punta del instituto, así que habían tenido que correr metros y metros de distancia (a Cassie le pareció correr una maratón).

Nada más entrar, observó lo grande que parecía aquel lugar vacío. Siempre había visto los asientos repletos de alumnos (no necesariamente sentados) y pensaba que era más pequeño de lo que parecía. Allí debían de entrar cientos de personas y eso la asustó un poco. Había hecho recitales ella sola. Sí, pero una extraña sensación le decía que el día de la función sería muy diferente a uno de sus recitales de piano.

—¡Vamos Alex! ¡Llegas tarde!

—¡Uy! ¿Has traído una novia?

Alex les sacó la lengua. Cassie sonrió, algo sonrojada.

—No, idiota —contestó Alex mientras ambos bajaban hacia el escenario.

—Alex, sube al escenario.

—Señor Fisher esta es Cassie Miller, no sé si la conoces del instituto —el hombre, bastante joven para la edad que solían tener todos los profesores del instituto, miró a Cassie intentando ubicarla—. También es alumna de último curso y toca el piano de forma espectacular.

—Oh, perfecto. Alex, ve a ensayar, yo me quedo con...

—Cassie —dijo la joven—. Miller.

—Eso, Miller. Así le explico un poco todo mientras vosotros os preparáis —Alex asintió y salió corriendo hacia sus compañeros.

Cassie los observó por un instante. Todos le saludaron muy amistosamente y parecían muy majos. Quizás el club de teatro no estuviera tan mal.

—Bien, señorita Miller. No sé si Alex te ha comentado un poco en qué consiste todo.

—Solo me ha dicho que vais a representar el musical de El Gran Showman y que necesitáis a alguien que toque un instrumento.

—Sí, así es. Siempre que hacemos un musical las voces de los cantantes son en directo, pero la música no. Es una grabación. Pero este año queremos presentarnos a unos premios para obras musicales en institutos, los premios Bernstein.

—Y necesitan que la música sea también en directo.

—Eso es. Da igual el instrumento, pero tiene que sonar en al menos una canción. Me gustaría que fueran tres, para tener más posibilidades de ganar —Cassie asintió.

—¿Puedo preguntar en qué consiste el premio?

—Claro. Los ganadores se llevan un cheque por valor de cien mil dólares.

—¡Guau!

—Grande, ¿verdad? Con ese dinero me gustaría destinar una parte a los estudiantes que participen en el musical y el resto para comprar nuevos vestuarios, escenografía, aparatos de sonido... en fin para el teatro —le explicó el profesor.

Cassie lo observó mientras el joven hablaba. Debía de haber entrado hacía poco en la década de los treinta, era moreno y su cuidada barba le hacía parecer más atractivo. Sobre su oreja colgaba un pendiente en forma de cruz.

—¿Y en qué consiste la prueba que debo realizar? —preguntó Cassie con bastante curiosidad.

No es que el dinero del premio le viniera muy bien para sufragar los futuros gastos de la universidad, sino que le llamaba la atención toda esa parte del concurso.

—¿Estás interesada en realizarla? —Cassie asintió—. Simplemente, necesito que toques algo para comprobar tus capacidades y si todo sale bien, estarías dentro.

—Vale.

—Perfecto. Acompáñame —empezaron a caminar hacia el escenario—. En la sala de atrezo hay un piano que solo se usa para las audiciones —Cassie asintió y siguió al profesor.

—¡Señor Fisher! ¿Empezamos ya el ensayo, o qué? —se quejó una de las chicas.

—Creo que tenemos una pianista para el musical.

—¡Ah! ¿Qué dices?

—¡Qué bien! —decían algunos.

—No os emocionéis. Vamos a hacerle una prueba para ver si es tan buena como dicen.

—Venga, vamos.

Todos los chicos que formaban parte del elenco, siguieron a Cassie y al señor Fisher hacia la sala de atrezo. Según se fueron adentrando en aquella zona escondida de la vista de los visitantes, Cassie pudo divisar un precioso piano negro de cola, uno de esos en los que te podías reflejar en ellos, solo que este tenía algo más de polvo. Sus ojos empezaron a brillar como si acabara de encontrar al amor de su vida. Entonces, supo que debía hacerlo perfecto y entrar en el club de teatro para poder tocar aquella preciosidad.

—Bien. Adelante —dijo extendiendo el brazo para que se acercara al piano. Cassie asintió.

Empezaba a estar nerviosa. Hacía apenas media hora no había tenido ni un mínimo interés en estar allí, pero ahora era distinto. Quería hacerlo perfecto.

Se sentó en el banco (también negro) del piano y se intentó acomodar. Subió la tapa y vio todas aquellas teclas, que eran más unas grandes amigas que simplemente 88 teclas blancas y negras.

—No solo me tienes que impresionar a mí. Todos deben estar de acuerdo —le informó el señor Fisher. Cassie asintió.

Buscó una cara conocida entre todas las personas que estaban alrededor del piano y encontró a Alex. Sonreía y le levantaba los dedos pulgares en señal de aprobación. Asintió levemente y suspiró.

¿Qué debía tocar para impresionarlos? Pensó en todas las melodías que había practicado a lo largo de su vida. Un musical sería lo más apropiado. La La Land, pensó. E inmediatamente Another day of sun se le vino a la mente. Les impresionaría (o al menos lo intentaría) con la canción que abría dicha película.

Colocó sus manos sobre las teclas y puso sus dedos en las indicadas para empezar a tocar la melodía.

Las primeras notas empezaron a volar por aquel lugar, mientras algunas personas sonreían y se miraban entre sí. Entonces, Cassie supo que había elegido bien.

Tan solo tres segundos tocando aquellas teclas bastaron para que todo el mundo desapareciera ante sus ojos. Incluso aunque los tuviera abiertos. Era algo que siempre le ocurría cuando tocaba el piano. Tan solo eran ella y el piano. El piano y ella. Era como un universo paralelo en donde nada importaba y todos los problemas se esfumaban de golpe. Un universo en el que no corrían las horas, ni era consciente del lugar en el que estaba. Podría haber estado a las cuatro de la mañana en un callejón oscuro o en un palacio a plena luz del día, la sensación era la misma.

Era su espacio seguro.

La realidad chocó contra ella cuando tocó la última nota y escuchó las ovaciones de sus compañeros. Sin poder evitarlo, sonrió.

—¡Qué pasada!

—¿Desde cuándo tocas el piano, Cassie?

—Impresionante.

Consiguió escuchar entre aplausos.

—Bueno... —dijo el señor Fisher—. Creo que está bastante claro que la vacante es tuya.

—¡Enhorabuena, Cassie!

—¡Aaah! ¡Amigaaa! —Alex la abrazó con fuerza.

—Y ahora todo el mundo a ensayar. ¡Vamos! —ordenó el señor Fisher y todos se movieron rápidamente.

—Me alegro de que hayas entrado —le dijo Mark Sanders. Cassie solo sonrió.

—Bueno, señorita Miller, ya formas parte del equipo. Enhorabuena, Cassie —dijo el señor Fisher—. Estas son las partituras de las tres canciones que tendrás que tocar. No las pierdas, no sé si seré capaz de conseguir otras —sonrió—. Han sido muy difíciles de conseguir.

—Perfecto, gracias.

—Por hoy, no hace falta que estés ensayando con el piano. Puedes quedarte, ver el ensayo, conocer a los chicos... lo que quieras.

—Gracias.

—Bueno, vamos. Estábamos con la escena de Charity y PT Barnum en el tejado, ¿cierto? —se dirigió hacia los demás.

Cassie bajó del escenario y se sentó en una de las butacas. Observó las partituras que le había dado el señor Fisher.

Las tres canciones que tendría que interpretar a piano serían: A million dreams, Never enough, y Tightrope. Tres canciones lentas y que, aunque alguna de ellas fuera acompañada por otros instrumentos, estaba segura de que quedarían perfectas con sólo el acompañamiento del piano.

Miró hacia el escenario y vio a todas aquellas personas. Se les veía felices, eran amigos y reían. Quizás, después de todo, no estaría tan mal pertenecer a un club, concretamente a ese club.

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