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Capítulo 7: Destino

—¡Siguiente! —gritó la orientadora desde su despacho para que otro alumno entrara en el interior.

Los alumnos de último curso habían ido llegando poco a poco hasta su despacho para que la señorita Williams les dijera los resultados del test que habían hecho hacía una semana. Algunos habían decidido pasarse otro día y otros, los más impacientes, habían preferido hacer cola para saber cuál sería el destino que la orientadora les tenía preparado.

Tyler había sido uno de esos impacientes. Necesitaba saber sus resultados. Había respondido de la forma más honesta posible y quería saber si sus planes eran los más adecuados para él. Aunque quizás no necesitaba un papel para saber lo que realmente sería bueno para él, tener una confirmación de ello, le ayudaría a aceptarlo.

Sus amigos no eran tan impacientes. Ryan decidió ir al día siguiente junto con Mary, su novia, y Scott, simplemente pasaba de ir. Sabía perfectamente lo que iba a estudiar y un papel no le iba a hacer cambiar de opinión.

Apoyado sobre la pared, esperando a que llegara su turno, el castaño se entretenía mirando las fotos que había tomado el pasado fin de semana. Había ido a la fiesta de inicio de curso que Scott realizaba todos los años. Su casa se llenaba de alumnos de todos los cursos y la mayoría de ellos salían bastante perjudicados de allí. Lo que nadie podía negar era que aquella fiesta siempre era una de las mejores del año. En general, todas las fiestas en las que Scott era el anfitrión (y eran muchas, por la cantidad de veces que sus padres se iban de viaje de negocios) solían ser de las mejores, pero aquella tenía el listón muy alto.

Levantó la vista hacia la puerta de la orientadora.

Todavía tenía a dos personas delante de él y la señorita Williams estaba al menos quince minutos con cada alumno, así que por lo menos le quedaba media hora. Empezaba a arrepentirse de haberse colocado en la fila. Lo bueno era que, los alumnos que fueran a hablar con ella, estaban exentos de ir a clase o de llegar tarde, así que se libraría de tener clase de Historia.

Odiaba Historia.

Sobre todo, por la forma que su profesor la enseñaba. La hacía terriblemente aburrida y tediosa. Los minutos no corrían durante aquella asignatura, así que al menos, allí, esperando su turno, podría entretenerse en mirar el móvil u otras cosas para que el tiempo pasara más rápido.

Detrás de él (más bien a su lado), estaba Cassie Miller, quien hablaba con su amigo, Alex Wilson. Los conocía desde hacía bastantes años, había compartido más de una asignatura, de hecho, todavía, iban a más de una clase juntos, pero no tenía una estrecha relación con ellos. Nunca había tratado con ninguno de los dos mucho más allá que alguna palabra cruzada en clase y de la foto que se hicieron juntos en la feria, así que no podía entretenerse hablando con ellos.

Sin embargo, mientras miraba su móvil, los escuchó parlotear. La intención de Tyler no era cotillear la conversación que los dos amigos estaban teniendo, pero al tenerlos al lado (y estar tan aburrido) se le hizo inevitable escuchar.

—No lo sé, no lo veo claro.

—¡Oh, vamos Cass! Es una buena opción —insistió Alex—. Te recuerdo que todavía no tienes ninguna extraescolar.

—No me lo recuerdes, ya lo sé —dijo con desgana.

—Solo ven, haz una prueba y ya está. Es una buena oportunidad, querida —insistió Alex.

—No me convence eso de estar en una obra de teatro.

—No es una obra es un musical, mejor dicho, EL musical —dijo haciendo mucho énfasis.

—Pensaba que EL musical era Mamma Mia —respondió Cassie.

—Por supuesto. Meryl Streep siempre será la diosa a la que rezo todas las noches antes de acostarme —dijo santiguándose—. No me distraigas, Cass —le dio un golpe en el hombro—. El Gran Showman también es un gran musical y te encanta.

—Es cierto que es muy bueno y que me gusta mucho, como todos los musicales.

—¿Ves? Además, iríamos juntos...

—Está bien... Solo para que te calles un rato. Iré...

—¡Ah! Sabía que podría convencerte —dijo el moreno abalanzándose a sus brazos.

—¡Siguiente! —gritó la señorita Williams.

Todos los alumnos que estaban en la fila, es decir, los dos alumnos de delante, Tyler, Cassie y Alex se quedaron callados prestando atención.

Una chica entró al despacho y los demás se movieron un poco para estar más próximos de la puerta.

—Bueno, querida. Creo que me voy a ir.

—¿Me abandonas? —dijo Cassie poniendo cara de pena para que Alex no la abandonara.

—Paso de estar aquí una hora esperando a que me llame. Además, no quiero perderme toda la clase de Historia —Alex le dio un beso en la mejilla—. Luego me cuentas si tu futuro es ser barrendera de un motel. Te espero luego en el teatro.

Cassie le dio un golpe en el brazo y sonrió. Alex se alejó a toda prisa para llegar a su clase. Cassie, todavía con una sonrisa en los labios, miró a su alrededor y al girar la cabeza se encontró con un par de ojos verdes que cambiaron de vista a gran velocidad.

Tyler se sintió descubierto.

La morena se había dado cuenta de que la había estado mirando. Más bien había puesto toda su atención en su conversación y en hacerse una pregunta: ¿por qué Cassie Miller iba a apuntarse a teatro? Pero entonces, le surgió una nueva pregunta, ¿qué se le daba bien a aquella joven?

Volvió a girar la cabeza y la observó un segundo, mientras que ella sacaba el móvil de la mochila.

Intentó encontrar alguna respuesta lógica, pero no lo logró. Cassie Miller era todo un misterio. Lo único que sabía de ella era que sus padres murieron y tuvo que trasladarse de Los Ángeles a Westhill River para vivir con sus tías. Un cambio bastante brusco, consideró Tyler. Pasar de estar en la ciudad de las estrellas a vivir en Westhill River, un lugar que no estaba mal, pero que desde luego no era Los Ángeles, debió de resultar duro. Desde luego, él se hubiera muerto del asco de haber vivido su situación, así que la joven parecía ser bastante valiente. Y, a partir de ahí, no sabía mucho más sobre ella.

La morena se sintió observada y volvió a mirarlo. Tyler giró la vista con rapidez. Otra vez había sido descubierto.

Esa vez, la que lo observó durante unos largos segundos, fue Cassie. ¿Por qué narices la miraba tanto? ¿Es que tenía algo en la cara? Nunca había hablado con Tyler Danforth como para que él la mirara con aquella confianza. ¿Es que acaso quería sacarle algún tipo de conversación? No, solo estaba aburrido y se había entretenido en analizarla para luego echarse unas risas con sus amigos.

—¡Siguiente! —escucharon desde dentro.

Cassie se asustó al escuchar el grito y apartó la mirada rápidamente.

Tyler levantó la vista. Miró hacia su derecha y se percató de que el jugador de baloncesto que había estado delante de él todo el tiempo no estaba. En algún momento había desaparecido y él no se había dado cuenta. Miró a Cassie, quien le miró y levantó las cejas. Después, le hizo un gesto con la mano, que le indicaba que debía entrar dentro del despacho.

Era su turno.

Cogió la mochila y se acercó a la puerta.

Llamó antes de pasar.

—Cierra y siéntate.

Tyler acató la orden. Cerró primero la puerta y se acercó a la silla que había frente al escritorio de aquella mujer.

—Buenos días —saludó.

—¿Eres...?

—Tyler Danforth —se acomodó en la silla.

—Perdona, sois tantos que me hago un lío —se giró y abrió el mueble archivador—. ¿Me has dicho Tyler...?

—Danforth —repitió.

—Oh, Danforth. ¿Eres hijo de Richard Danforth? ¿El dueño de los hoteles Danforth? —Tyler asintió.

¿Podía repetir más su apellido? Como si no apareciera ya en suficientes carteles, folletos y todos los artículos de los hoteles...

—El mismo.

—Oh. Tu padre es muy conocido.

—Lo sé —dijo sonriendo.

—Me alojé en el Danforth, el de aquí de Westhill, unos días cuando mi casa estaba de obras y la estancia fue increíble —comentó mientras buscaba su informe.

—Me alegro. Ha trabajado mucho para que así sea.

No podía negar que todo lo que había conseguido su padre había sido a base de esfuerzo y trabajo duro durante bastantes años. Si era tan conocido y tenía aquella fortuna había sido por méritos propios.

—Aquí está. Bien, veamos —pasó los papeles y los leyó por encima para recordar lo que había escrito en ellos—. Has puesto en el cuestionario que quieres estudiar empresariales en Stanford. ¿Cierto? —Tyler asintió—. ¿Por qué?

—¿Perdón? —preguntó Tyler.

No esperaba que la señorita Williams le hiciera aquella pregunta. De hecho, puede que nunca se hubiera hecho esa pregunta él mismo.

—¿Por qué has elegido esa carrera y esa universidad en concreto?

—Oh, pues porque trabajaré en algún hotel de mi padre.

—Vale, bien. Es una muy buena opción. Pero, según tus preferencias y tus notas, creo que encajaría más contigo alguna carrera relacionada con las comunicaciones —Tyler la miró atento—. Teniendo en cuenta que te gusta mucho el tema de ordenadores y tienes muy buenas notas en Informática, creo que se ajustaría muy bien a ti.

—¿Sí?

—Sí. ¿Has considerado alguna otra opción a parte de Stanford?

—No, lo cierto es que no.

—Bien. Mira —la orientadora se giró y sacó folletos de un cajón—. Este folleto es sobre empresariales y este de Stanford. También te saco este sobre la carrera de tecnología, media y comunicación y sobre Columbia.

—¿Columbia?

—Sí, esta carrera está muy bien valorada allí —dijo señalándole el folleto—. Creo que Columbia te podría gustar.

Tyler se quedó mirando los papeles un instante. Nunca había entrado en sus planes estudiar otra carrera o ir a otra universidad, pero lo cierto era que sonaba muy bien lo que decía la orientadora. Quizás era el momento de empezar a considerar otras opciones.

—Estoy viendo tu expediente y podrías entrar a ambas con una beca deportiva.

—Sí, eso tenía pensado —contestó Tyler sin levantar la vista de los folletos.

—Pero, aunque vayas a solicitar la plaza por una beca de deporte, debes mejorar las notas de algunas asignaturas, es algo que tienen en cuenta en las universidades —el castaño levantó la vista y la miró—. Sobre todo, en Cálculo, el curso pasado tuviste notas bastante bajas.

—Vale.

—Quizás deberías considerar coger un tutor para mejorar en Cálculo
—Tyler se quedó callado. Tenía la mente bloqueada—. Sé que ahora tienes un poco de lío. Revisa los folletos y ven a verme si tienes alguna duda.

Tyler asintió.

Cogió todos los papeles y los miró por encima.

—Gracias, señorita Williams.

—De nada. Espero haberte ayudado. Si no te importa, ¿podrías avisar al siguiente para que pase? Creo que por hoy ya he gritado suficiente.

Tyler volvió a asentir.

Tenía tanta información en su cabeza que casi no era capaz de que su boca pronunciara palabra alguna. Simplemente, cogió todo y se levantó de la silla. Le pareció escuchar que la señorita Williams se despedía de él.

Salió del despacho y se quedó parado delante de la puerta, mirando los folletos. Sin embargo, notó la mirada de alguien clavándose en su nuca y levantó la cabeza al sentirse tan observado.

Se encontró con un par de ojos marrones que lo miraban fijamente. Él la miró también, sin decir nada. Entonces, un vago recuerdo le vino a la mente. Debía avisar al siguiente para que pasara.

—Oh. Perdona. La señorita Williams me ha dicho que pases —le informó.

—Gracias —respondió Cassie—. ¿Te encuentras bien? —le preguntó al verlo algo pálido.

—Sí, gracias —sonrió un poco y echó a caminar dejando a Cassie sola en el pasillo.

Era la última.

La joven se encogió de hombros y tras coger su mochila del suelo, se acercó a la puerta del despacho.

—¿Se puede?

—Sí, claro, pasa —Cassie hizo caso y entró. La orientadora levantó la vista y la vio—. Oh, si eres tú. ¿Qué tal estás, Cassie?

—Bien, todo bien —se sentó.

Por desgracia, había pasado bastante tiempo en aquel despacho. La señorita Williams jugó un papel importante tras la muerte de los padres de Cassie. Su expediente voló hacia ella cuando Cassie entró en el instituto. Era una chica nueva, no solo en el instituto, sino también en la ciudad, y además tenía un trauma bastante reciente, así que fue demasiado el tiempo que pasó charlando con la orientadora. Para ella, la señorita Williams era algo más que el cargo que figuraba en su placa de metal, para Cassie, aquella mujer había sido una gran confidente y la persona que más la ayudó a salir del pozo (además de sus tías y sus amigos).

—¿Qué tal están tus tías?

—Bien, la verdad. Mi tía Grace sigue con la cafetería y Anna va a publicar una novela.

—¿En serio? ¡Qué bien! Me alegro por ellas. ¿Y tú, seguro que estás bien?

—Sí, sí. Todo bien. Algo nerviosa por el último curso, pero lo normal, supongo —respondió.

—Madre mía, si parece que fue ayer cuando viniste por primera vez...
—suspiró y Cassie asintió—. Entonces, ¿vienes por los resultados del test?

—Eso es.

—Perfecto. Pues voy a buscar tus documentos —dijo dándose la vuelta hacia el armario—. ¿Sabes si queda alguien más afuera? —preguntó mientras buscaba.

—No. Soy la última.

—Menos mal. Tengo ya la boca seca —Cassie sonrió—. Aquí está, Miller —leyó la carpeta con su apellido—. Bien, veamos... aunque sinceramente no me hace mucha falta leer. Vas a estudiar música, ¿verdad? —Cassie asintió.

Aquella mujer fue la primera que la animó a ir a clases de piano, así que era lógico que fuera una de las pocas personas que supiera aquel dato sobre ella.

—Pero... veo que has puesto que quieres a estudiar en la universidad de Austin. ¿Por qué? —dijo asombrada, casi escandalizada.

—Porque está cerca de aquí y puedo venir los fines de semana a ver a mis tías. Solo tendría que coger un autobús.

—Ay, Cassie... Tus tías van a estar bien si te vas más lejos. No elijas una universidad solo por estar más cerca de ellas —Cassie se quedó callada—. Hay universidades mucho mejores para estudiar música, como Columbia o Juilliard.

—Eso está en Nueva York —la señorita Williams asintió—. Espera, ¿has dicho Juilliard?

—Así es —se giró y cogió un par de folletos—. Juilliard es el mejor sitio donde puedes estudiar y aprender cosas nuevas. No sé muy bien si conoces todas las piezas que exigen para entrar, pero estoy segura de que sí. Aquí viene todo muy bien explicado —dijo abriendo el folleto y enseñándoselo. Cassie se acercó más a la mesa para prestar atención—. Estos son los pasos para poder entrar y esta es su página web. Ahí vas a encontrar más información sobre la pre-audición y la audición final.

—Pero, es muy difícil entrar allí, ¿verdad? Además, es muy cara.

—Sí, no te lo voy a negar. Solo entran unos pocos, pero con tu talento y esfuerzo estoy segura de que puedes lograrlo. Es muy cara, pero al igual que el resto de universidades, también ofrecen becas a los alumnos, así que eso no sería un problema.

—Tienes mucha confianza en mí... —la mujer se echó a reír.

—Y deberías tenerla tú también.

—No sé...

—Mira, si quieres te doy también información sobre Austin, pero creo que Columbia y, sobre todo, Juilliard se ajustan más a ti. Piénsalo. No tienes que decidirlo ahora.

—Está bien.

—Sabes que tienes las puertas de este despacho siempre abiertas, así que ven cuando quieras a verme —Cassie asintió—. Pero, prométeme una cosa.

—¿El qué?

—Que la decisión que tomes solo se base en lo que tú quieres, no en proteger a los demás.

—De acuerdo.

Cassie se agachó a por su mochila y cogió todos los papeles que le había dado.

—Dales recuerdos a tus tías de mi parte —asintió.

—Gracias, señorita Williams.

Y tras decir aquellas palabras, salió del despacho.

No sabía muy bien cómo sentirse, puede que no fuera incertidumbre o nervios, si no miedo. La señorita Williams le había dicho que sus tías estarían bien sin ella y en eso estaba de acuerdo, lo que no tenía claro era si ella podría ser capaz de no tener a una familia cerca para ayudarla. Ya había perdido a sus padres, ¿estaba dispuesta a irse a Nueva York y perder también a sus tías?

Probablemente no.

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