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Capítulo 52: El fin de los tiempos

Cassie recordaba con exactitud la canción que empezó a sonar cuando salió del baño con un pañuelo húmedo. La recordaba a la perfección porque los últimos minutos en aquella fiesta se sintieron exactamente igual que lo que sentía ella en su interior.

Se acercó a Tyler, que estaba apoyado en el borde de la mesa de billar, y tras ponerse justo delante de él, colocó el pañuelo sobre su labio.

—¿Estás bien? —le preguntó él.

—Esa pregunta debería hacértela yo a ti. Estás sangrando.

—Por eso mismo. No deberías estar aquí, te mareas con la sangre.

—No pasa nada.

—¿Seguro? —Cassie asintió.

Su preocupación por Tyler era tan grande que su fobia a la sangre parecía insignificante a su lado. Ni siquiera pensó en ello y tampoco se sentía mal. Sin embargo, su corazón latía a toda velocidad y eso no se sentía demasiado bien.

Los dos se quedaron en silencio, sólo los rodeaba la música. Estaban tan cerca que podían verse reflejados en los ojos del otro.

Tan solo un par de semanas atrás, aquellos ojos verdes habían sido todo su mundo y, a pesar de querer odiarlo por todo lo que le había hecho, todavía conseguían hipnotizarla. Cassie se sentía un poco mareada y la sangre no era la culpable de ello, si no Tyler. Sus ojos eran capaces de que olvidara todo lo que él le había hecho y que estuviera dispuesta a besarlo y perdonarlo, sin ningún tipo de esfuerzo.

Tyler acarició con suavidad la mano de Cassie y esta sintió esa sensación en la que sólo estaban ellos dos, sumergidos en otro universo y supo que no podía seguir así.

—Creo que ya está curado.

Levantó el pañuelo y comprobó que, aunque tenía el labio un poco hinchado, ya no sangraba.

—Debería irme.

—No, Cass. Quédate. No puedo estar sin ti.

—Estás borracho y no sabes lo que dices.

—Lo estoy, pero soy consciente de todo —Cassie lo miró incrédula—. Lo sé, porque de no estarlo, te habría besado en cuanto entraste por la puerta.

El corazón de Cassie se paró por completo. Aquellas palabras se sentían tan ciertas que quiso creerle. Sus ojos se lo confirmaban y su mano sobre su mejilla también. Y se sentía tan bien... Quería quedarse, acortar la distancia y curarle el labio a base de besos.

Pero no. No podía.

Un par de semanas atrás, le habría creído sin poner en duda ni una de sus palabras, de sus caricias o de sus besos, pero ahora no. No después de todo lo que él le había hecho.

—No —sentenció—. No voy a dejar que sigas arruinando mi vida.

Intentó girarse para salir corriendo de allí, pero antes de que pudiera hacerlo, Tyler le sujetó de la mano y la frenó.

—Por favor, Cass. Escúchame. Tienes que creerme. No sé quién te ha contado todas esas mentiras, pero, nunca fuiste una apuesta. Te quería a ti como mi tutora, porque eras la mejor, porque ya me gustabas, incluso antes de que yo lo supiera. Yo no te drogué y tampoco borré el vídeo. Me duele que pienses que sería capaz de hacerte daño, pero, por favor...

—No. No quiero escuchar tus mentiras. ¿No has tenido suficiente con arruinar mis sueños? Dejarme sin una mínima oportunidad de Juilliard ha sido lo peor que podías haberme hecho.

Tyler se quedó inmóvil. Pensó que había podido grabarse y solucionar el problema. Nunca pensó que su sueño se hubiera echado a perder por culpa de su estúpido ordenador.

Cassie aprovechó el momento y se zafó de él. Quería salir corriendo de allí.

—¿No has podido echar la solicitud?

—¿Me estás vacilando? ¿Cómo querías que lo hiciera? Tú te encargaste de borrarlo todo.

—Cass, yo... —se acercó a ella, necesitaba arreglar las cosas.

—No. Ty. No te acerques, porque cada vez que lo haces me confundes y no puedo más.

Cassie caminó decidida hacia las escaleras y bajó por ellas, mientras que Zara Larsson cantaba la segunda estrofa de End of time.

Tyler siguió sus pasos, pero ella atravesaba la multitud bastante más rápido que él. Varios compañeros del equipo lo paraban para hablar de la paliza que le había dado a Hunter y otros sólo le dificultaban el paso queriendo bailar. Así que la perdió de vista entre la multitud.

Cassie salió a la calle y cogió una bocanada de aire. Apenas sentía el corazón, no sabía si porque latía a tanta velocidad que ya no lo percibía o porque se había parado por completo.

¿Por qué tuvo que enamorarse de él? ¿Por qué parecía tan sencillo creerlo?

Caminó hasta el coche de Alex, con la mirada perdida. Estaba tan cegada, que ni siquiera se percató de que sus amigos estaban junto al coche. Alex sujetaba a Emily para que no se cayera de bruces. No sabía cómo había conseguido bajarla de la barra, ni cómo habían llegado hasta el exterior, pero ahí estaban los dos apoyados en el coche.

—¿Estás bien, querida? —le preguntó Alex.

—No. ¿Cómo es posible que haya podido confiar en una persona tan mentirosa? ¿Cómo puede seguir mintiéndome a la cara, jurando que él no fue el que me drogó?

—Dice la verdad —mencionó Emily pronunciando cada palabra con dificultad.

—¿Qué?

—Que tiene gracia, porque la que te drogó en la fiesta fui yo —confesó.

—¿Qué has dicho? ¿Fuiste tú?

Cassie no podía creer las palabras que acababa de escuchar. Todo ese tiempo pensando y haciendo conspiraciones y teorías sobre todas las personas del instituto y había sido su propia amiga la que lo había hecho.

No. No podía ser.

Emily no.

Cassie la observó. Estaba borracha, tenía la mirada perdida y aquellas palabras parecían haberse escapado de su boca. Si no hubiera estado ebria, lo más seguro es que no lo hubiera dicho.

Miró a Alex y su mirada hizo que a Cassie le diera un vuelco al corazón.

—Tú lo sabías —afirmó.

—Cass, yo...

—No. No. ¡Basta!

Sintió un insoportable dolor en el pecho. Todas las personas que quería la habían traicionado. Ni siquiera podía confiar en sus amigos. Estaba sola. Igual que cuando llegó a Westhill River hacía tres años. ¿Cómo su amiga la podía haber traicionado de esa manera? ¿Y cómo Alex, al que llamaba "mejor amigo" se lo había ocultado?

—¡Sois todos unos cabrones!

—Cass —escuchó en su espalda.

Tyler se acercaba a ellos. Después de haber estado luchando por salir de la multitud, por fin había llegado al exterior y la había encontrado. Aunque, quizás, aquel no fue el mejor momento.

—¡No! —le advirtió.

Tyler se quedó quieto, esperando a que ella dijera algo. Cassie se llevó las manos a la cabeza. Todo su mundo se había venido abajo en un parpadeo y ella no merecía tanto dolor.

—¡¿Se puede saber qué cojones os pasa a los tres?! —gritó—. ¡¿Habéis decidido uniros para arruinarme la vida?!

—Cass... —susurró Tyler, intentando acercarse a ella.

—¡No! ¡Dejadme en paz! No quiero volver a hablar con vosotros.

Y sin soportar un segundo más estar con ellos, salió corriendo de allí. No sabía que podía correr a tanta velocidad, pero corrió como nunca antes lo había hecho.

—¡Cassie! ¡Espera!

—¡No puedes irte de noche sola!

Tyler salió corriendo hacia su coche, dispuesto a seguirla y recogerla como hizo aquella tarde de tormenta en la que ella vagaba sola entre la lluvia. Subió a su coche, pero tras darle a la llave de contacto, su coche decidió no arrancar. Lo intentó varias veces, pero el universo no dejó que saliera de allí.

Tyler se bajó del coche y cerró la puerta de golpe. Se deslizó por ella, quedándose de cuclillas. Intentó coger algo de aire. Hacía frío, pero apenas lo sentía. Necesitaba aclarar su mente, intentar pensar en algo que solucionara todos sus problemas. Cassie tenía la cabeza hecha un lío, llena de engaños y mentiras y él tenía que encontrar la manera de que ella volviera a su lado.

De pronto, algo hizo clic en su cabeza.

Cassie nunca habría acabado metida en una pelea. Puede que fuera capaz de defenderse, de luchar por sus amigos, pero nunca habría pegado a nadie. Lo sabía porque la conocía y porque él tampoco habría pegado a Hunter de no ser porque la rabia que tenía contenida era superior a la paciencia que podía soportar.

Si ella había sido capaz de aquello, era porque Vanessa le había desquiciado desde hacía tiempo. No había otra manera de explicar eso.

Vanessa fue la que le contó todas aquellas mentiras. La culpable de que ellos no estuvieran juntos y Cassie lo odiara.

Se levantó y entró en el granero. Buscó con la mirada a la rubia. Se adentró entre la multitud y llegó hasta ella en menos tiempo del que imaginó que atravesaría a todas esas personas.

—Fuiste tú, ¿verdad?

—¡Ty! Menos mal que has dejado a la huérfana. ¡Está desquiciada!

—Fuiste tú quien le contó todas esas mentiras. Nunca pensé que fueras tan mala persona.

—Ty, ¿qué estás diciendo?

—Deja de mentir. ¿No te cansas de hacerlo?

Scott y Ryan se acercaron a ellos en cuanto vieron que Tyler estaba bastante enfadado. Scott resopló. La que se suponía que sería la mejor fiesta de cumpleaños, se había convertido en una pesadilla.

—Ty, yo...

—No. Ni lo intentes. No tienes justificación alguna para haber hecho todo eso. ¿Por qué? ¿Por celos? ¿Envidia?

—Ella no te merece. Es una don nadie. Mereces a alguien mejor.

—¿Como tú? —Tyler se rio irónicamente—. Déjame que lo dude. ¿De verdad pensabas que no me daría cuenta? Sólo dime una cosa, ¿cómo hiciste para que el vídeo de Juilliard desapareciera?

—Ty, yo no...

—Sé sincera, al menos una vez en tu vida, Vanessa.

—Fui a tu casa —confesó—. Me salté las clases y fui a tu casa —Tyler la miró alucinado. ¿Qué cojones?—. Tu padre siempre guarda una llave entre las macetas del porche. Pensé que encontraría algo con lo que rompierais y el vídeo estaba allí.

Tyler se llevó las manos a la cara. Scott y Ryan tampoco podían creer todo lo que estaban escuchando.

—Esto es increíble.

—Pero, Ty. Lo hice por tu bien.

—¡¿Por mi bien?! —gritó.

Resopló e intentó calmarse. En ese momento, deseó que Cassie le hubiera hecho algo más que tirarla de los pelos.

—Si quieres hacer algo por mi bien, no vuelvas a acercarte a mí.

—Ty —sollozó.

—Ni me mires, ni me hables. ¿Te ha quedado claro? —Vanessa asintió.

Tyler se dio la vuelta y se alejó de ellos, atravesando de nuevo a la multitud que sí que había conseguido disfrutar de aquella fiesta de mierda.

Salió a la calle y sintió todo el aire frío en sus mejillas. Elevó la cabeza hacia el cielo y respiró.

Quizás le venía bien que no arrancara el coche, pues un largo y frío paseo hasta casa le ayudaría a calmarse un poco.


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