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Capítulo 49: Último intento

No sabía a dónde ir. No le apetecía mucho ir a casa y estar sola, con sus pensamientos, pero tampoco quería ir a la cafetería y que su tía le llenara la cabeza de cosas y mucho menos trabajar. Así que cuando recibió un mensaje de Alex avisándole de que Emily estaba en su casa, no dudó ni un segundo. Se fue hasta allí.

Cuando Alex le abrió la puerta y vio a Emily sentada en el sofá, sintió como si algo se revolviera dentro de ella.

Si ella estaba allí, eso significaba que todo era aún más cierto y real.

Si ella estaba allí, era porque había descubierto la verdad.

Si estaba allí, era porque Scott había hecho la apuesta, y, entonces, no había hueco para tener ni una sola duda más.

—Por tu cara, creo que tampoco traes noticias buenas —comentó Alex dejándola pasar.

—¿Qué haces aquí, Emily?

—Fui a hablar con Scott y me lo confesó todo.

—¿Qué dices?

Cassie se quitó la chaqueta y se sentó en el sofá, a su lado.

—La apuesta era real. Sólo soy una burla de cincuenta dólares. ¡Cincuenta dólares! Eso es lo que valgo.

—¿Y qué le has dicho?

—Eso, dinos. Me lo estaba contando justo cuando has llegado —clarificó Alex a Cassie—. Por favor, espero que le hayas dado una patada en los huevos.

—Nada.

—¿Qué?

—Que no he hecho nada. Me he quedado bloqueada. No he sabido qué decir.

—Emily, por Dios.

—Es que no sólo ha sido Scott, también han sido todas las animadoras, todo era mentira. Sólo me aceptaron en el equipo para reírse de mí, ¿os lo podéis creer?

Se tapó la cara con las manos y empezó a llorar. Alex y Cassie se miraron y sin decir nada, se acercaron a ella y le abrazaron. Daba igual todo lo que había pasado en esos últimos meses, era su amiga y siempre estarían para apoyarla.

—¿Sabéis lo idiota que me he sentido?

—Puedo imaginarlo. Danforth ha hecho lo mismo —confesó Cassie.

—¿Qué? No, por favor, no me digas eso. Confiaba mucho en Tyler
—dijo Alex decepcionado—. ¿Cómo lo sabes?

—No podía más y he ido a su casa. Mi vídeo de Juilliard se ha esfumado de repente.

—¿Qué? Jooo, nooo.

Alex parecía más triste que enfadado. Confía bastante en que Tyler Danforth fuera una buena persona, diferente a su grupo de amigos. Desde luego, no podía estar más equivocado.

—Dime que tú si le has dado una patada en los huevos.

—No, pero créeme que lo habría hecho con mucho gusto. Eso sí, no me he quedado callada y le he mandado a la mierda.

—Menos mal. Ya pensaba que mis dos amigas habían perdido la razón.

—Puede que yo sí la haya perdido un poco —confesó Emily—. No sé en qué he estado pensando estos meses. Os he dado de lado, os he dejado por ese grupo de ratas.

—No te preocupes, al menos has vuelto.

—Pensábamos que te habían lavado el cerebro por completo.

—Puede que sí que lo hicieran —dijo Emily avergonzada—. He hecho cosas que nunca pensé que haría. Me he portado muy mal con vosotros. Lo siento tanto.

Alex y Cassie se volvieron a mirar. Aquella persona que lloraba desconsoladamente era su mejor amiga. Para Alex lo había sido desde hacía tanto tiempo que ni lo recordaba, para Cassie fue la primera que se acercó a ella sin importarle de dónde venía. Pasara lo que pasara, siempre se tendrían los unos a los otros.

La abrazaron con fuerza y se quedaron un rato allí, los tres, sin hacer nada más.

—Deja de llorar ya, tonta —soltó Alex.

Cassie le secó las lágrimas que corrían por sus mejillas y trató de calmarla.

—No merecen tus lágrimas. Ninguno de ellos.

—Además, tenemos un problema que solucionar —intervino Alex, consiguiendo la atención de las dos—. Tenemos que grabar tu pre-audición para Juilliard de nuevo.

—Eso. No vamos a consentir que te roben tu sueño.

—¿Y qué pretendéis hacer? No puedo grabarme en casa y no tenemos un piano con el que pueda tocar.

—Nosotros no, pero el instituto sí.


Cassie salió de casa para esperar a Alex y a Emily. Habían quedado en que el primero las buscaría en coche e irían todos juntos al instituto. Hacía frío y no había casi nadie por la calle. De no haber sido porque tenía que agotar todas sus posibilidades, se habría quedado en su casa, calentita bajo alguna manta, pensando.

Y sí, pensando. No había dejado de hacer otra cosa que pensar.

No podía creer que todo lo que había vivido con Tyler había sido una gran mentira. ¿Cómo había sido capaz de engañarla así? Desde luego merecía un Oscar por su interpretación. Su cabeza no podía llegar a comprender que el mismo Tyler que había ido hasta su casa cuando estuvo enferma, era el mismo que le había drogado en el cumpleaños de Ryan. ¿Cómo había podido llevarla hasta el hotel de su padre solo para borrar el vídeo y acabar con sus sueños? ¿De qué clase de persona se había enamorado?

Alex paró el coche justo delante de ella y, antes de abrir la boca, la miró de arriba a abajo.

—¡Qué guapa estás!

—Si vamos a grabar ese maldito vídeo, tenía que ponerme mi vestido de los recitales.

Abrió la puerta y se montó en el coche. Alex solía llevar el coche al descubierto, sin embargo, aquel día la capota estaba echada. Cassie agradeció el calor que hacía dentro.

—Hola, Emily —saludó a su amiga.

—¿No has traído partituras ni nada?

—No me dejan utilizarlas. ¿Has traído la cámara de tu padre? —le preguntó a Alex.

—Sí. No te preocupes. Va a salir todo bien.

—Eso espero.

El coche se puso en marcha y se dirigieron al instituto.

Era raro verlo tan vacío. Al menos de día. La última vez que vio el parking tan desolado fue cuando tuvo la gran idea de enseñarle las estrellas a Tyler. No se arrepentía de ello, pues en aquel momento, sintió que quería hacerlo, pero se sentía muy estúpida de haberle contado todos sus secretos. Seguro que se había estado mofando de ella junto a sus amigos.

Bajaron del coche y se acercaron a la puerta principal del instituto.

Cerrada.

Era de esperar que el instituto estuviera cerrado un sábado por la mañana.

Fueron hacia la puerta del teatro que daba al exterior y, obviamente, también estaba cerrada. Alex tiró varias veces de ella, quizás podía abrirla con un tirón fuerte, pero no lo logró. Emily pensó en dar una vuelta para ver si había algún guardia de seguridad en los alrededores, pero allí no parecía haber nadie.

Incluso, Cassie probó con llave que tenían los alumnos de Astronomía para poder subir a la azotea. Sin embargo, aquella llave sólo abría dicha puerta y no la del teatro.

Una sensación de angustia se colocó en su pecho, la misma que aumentaba a cada paso que daban, y Cassie veía más lejos su oportunidad de poder ir a Juilliard.

Hacía unos meses ni siquiera era un sueño para ella. Pensaba en ir a la Universidad de Austin, pero aquello no era un sueño. Era algo que sólo quería hacer para estar cerca de sus tías. Sin embargo, Juilliard fue colándose poco a poco entre sus deseos. Se había imaginado por un momento estando allí, recorriendo sus pasillos y tocando el piano en el que algún famoso había compuesto una increíble melodía. Y, a pesar de que sabía que era casi imposible entrar, una parte de ella pensaba que podría lograrlo.

En cambio, ahora aquella pequeña posibilidad se había reducido a ninguna. No tenía ni una oportunidad de entrar allí si no era con ese vídeo. Aquella escuela de arte no aceptaría una pre-audición sin un vídeo.

En ese momento, en el que veía cómo sus amigos intentaban entrar en el instituto, ella se rindió. Había luchado toda su vida por salir adelante, por hacer las cosas bien, pero Tyler la había destrozado por completo. No quería luchar. No podía.

—Dejadlo chicos. Es inútil.

—No, Cass. Tiene que haber alguna manera de poder entrar.

—Alex, me temo que no —respondió Emily.

—Pues tiene que haber algún sitio en el que tengan un piano.

—Sí, el Hotel Danforth —respondió Cassie.

—Uno que nos dejen tocar. Además, no pensaba ir allí ni, aunque me regalen una noche de lujo —dijo Alex.

—¿Dónde podría haber un piano?

—En Westhill no hay nada más. Ya estuve dándole vueltas a eso, antes de que Ty... Danforth —se corrigió a sí misma—, me ofreciera el hotel.

—Entonces, ¿dónde pensabas hacer la pre-audición?

—Iba a hablar con el profesor Fisher para que me dejara hacerlo después de las extraescolares.

—Era muy buena idea —comentó Alex.

—¿Y por qué no se lo pides el lunes?

—Emily, ¿qué parte de que tiene que mandar su solicitud hoy no entiendes? —soltó Alex.

—Vale, perdón. Sólo estoy dando ideas.

—Dejadlo, es inútil. Vámonos —dijo rendida.

—Espera, ¿y el estudio de la señora Salgado? —saltó de repente Alex—. ¿No nos dijiste que el piano seguía allí?

—Cierto, pero, ¿crees que nos dejarán usarlo?

—Por intentarlo, no perdemos nada.

Se montaron en el coche y Alex condujo a toda prisa hasta allí. Cassie sintió que había un poco de esperanza. En cambio, esta no tardó en desaparecer, pues la monitora de yoga de aquel lugar, les informó que había vendido el piano hacía un par de meses.

—Está claro que el universo no quiere que vaya a Juilliard —se resignó.

—Jo, Cass. No puede acabar así. ¿Y dónde vas a estudiar?

—Pues en Austin o Columbia.

—Pero, ¿y Juilliard? No puedes renunciar a ella.

—¡¿Y qué queréis que haga?! —dijo en un tono más alto de lo normal—. Perdón —suspiró—. Tampoco creo que me hubieran aceptado. Así que, por favor, vámonos.

Los dos la miraron tristes. No podían dejar que se rindiera, pero no había nada más que pudieran hacer. Por mucho que pensaran, en Westhill River no había nada más que hacer. Lo único que podrían hacer era irse a Austin o alguna otra ciudad y mendigar que alguien les prestara un piano, y eso era algo que no podían hacer.

—Por favor —suplicó.

Alex suspiró y abrió el coche para que se montaran.

Los tres fueron callados todo el camino hasta Rosie's. Cassie no abrió la boca hasta que se bajó del coche y les dio las gracias a sus amigos por haberlo intentado. Ellos se sentían mal por no haber logrado nada y por dejarla sola en la cafetería de sus tías.

Entró en Rosie's y fue derecha a la cocina con esa insoportable sensación de angustia en el pecho. En cuanto vio a su tía Grace, corrió hacia ella y se echó a llorar.

—¿Qué te pasa, cariño?

—Me duele, tía. Mucho —intentó pronunciar entre sollozos.

—¿Qué te duele, Cassie?

Grace intentó apartarla de sus brazos para comprobar a su sobrina, pero esta se aferraba con fuerza.

—Cass... cielo, ¿qué te pasa? ¿Qué te duele?

Cassie se separó un poco de su tía. Grace la miró asustada. No había visto llorar a su sobrina de esa manera desde la muerte de sus padres, y puede que, de ninguna otra manera, pues no recordaba verla llorar.

Con la imagen borrosa debido a las lágrimas que inundaban sus ojos, Cassie se llevó la mano al pecho.

—Aquí.

Fue entonces, cuando Grace supo que su sobrina no tenía ninguna enfermedad grave, sino que aquel dolor que sentía era porque su corazón se había roto.

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