Capítulo 39: Revelación
Déjà vu.
Eso fue lo que sintió Tyler cuando tocó el timbre de la casa de Cassie. Era como si hubiera vuelto a primera hora de la mañana, esperando a que alguien abriera la puerta. Sin embargo, esa vez esperaba que dentro de la casa se encontrara la joven que ocupaba su pensamiento desde hacía días.
Esperó un par de segundos más y volvió a levantar el brazo para tocar de nuevo el timbre. Sin embargo, la puerta se adelantó a su movimiento. Para él se abrió con demasiada lentitud, tanta que por un instante quiso abrirla él mismo de un solo golpe, en cambio, Anna la abrió a la misma velocidad con la que siempre lo hacía.
—Hola, Tyler. ¿Qué tal? —el castaño se sorprendió al comprobar que Anna se acordaba de su nombre.
—Buenas tardes, señora Smith.
—Por Dios, llámame Anna, que no soy tan mayor —Tyler sonrió y se sintió un poco más relajado, pero no demasiado, pues aún no sabía dónde estaba Cassie—. ¿Y qué te trae por aquí?
—Venía a... —paró un segundo para pensar qué decir.
Si su tía pensaba que ella estaba en el instituto, no podía decir que iba a verla, pues la delataría. En cambio, de ser así, cuanta más gente estuviera alertada de que estaba desaparecida, antes la encontrarían. Pero no quería meterla en un lío, entonces...
—Vienes a ver a Cassie, ¿verdad? —dijo Anna de repente.
¿Había escuchado bien? ¿Eso significaba que ella estaba en casa?
—Sí. Vine esta mañana para acompañarla al instituto, pero no había nadie —explicó.
—Oh, bueno, si viniste muy temprano, puede que justo me pillaras llevando a Grace a la cafetería y seguro que Cass estaba durmiendo y no escuchó el timbre. Se despertó con bastante fiebre esta madrugada —le explicó.
¿Así que sólo había sido eso?
¿Tanta preocupación para que ella estuviera durmiendo? Entonces, pensó bien en lo que Anna acababa de decir. Tenía bastante fiebre y eso no le gustaba ni un pelo. Necesitaba verla y saber que estaba bien. Necesitaba quitarse esa preocupación que le consumía a cada tic-tac que marcaba el reloj.
—En cuanto ayer la vi aparecer empapada de agua, supe que hoy estaría enferma —comentó Anna—. Por cierto, no sé cómo lo hiciste, pero me contó que la trajiste a casa en coche. Gracias —sonrió. Tyler sonrió de vuelta y se sonrojó un poco—. Pero, pasa, pasa. Seguro que le anima un poco verte.
—Gracias.
Tyler se adentró en la casa, al mismo tiempo que la pequeña de las hermanas Smith cerraba la puerta.
—Imagino que ya has comido, ¿verdad? —le preguntó Anna, mientras los dos se acercaban hacia la cocina.
—Sí, gracias.
De pronto, Cassie salió de su habitación y el corazón de Tyler se aceleró de la misma manera que un coche baja una cuesta empinada. Le daba igual que llevara el pelo recogido en un moño deshecho o que no llevara nada de maquillaje y no tuviera su mejor cara, para él, ella seguía siendo demasiado perfecta, sobre todo si, encima, llevaba puesta una camiseta de Coldplay.
—Tía Anna, tengo un poco de hambre. ¿Sabes si la tía Grace ha dejado algo de comer? —dijo Cassie al aire, mientras abría la nevera. Ni siquiera sabía dónde estaba Anna, pero al escuchar un carraspeo detrás de ella, supo que estaba en la misma cocina.
—Cass, cielo, tienes visita —la escuchó en su espalda.
Cassie se quedó quieta. ¿Había dicho "visita"? ¿Quién podía ir a visitarla a esa hora? Sólo una persona pasó por su mente y rogó porque no fuera él.
No.
No podía ser él. A esa hora tendría que estar en clase. En cambio, percibió el perfume que embriagaba el ambiente y eso le hizo sostener aún más la teoría que Tyler estaba en su casa. Terminó de confirmar sus sospechas, cuando se giró y se encontró con su flamante sonrisa frente a ella. Pero, ¿qué hacía allí a esa hora? ¿Se había saltado las clases sólo para ir a verla?
Mierda. Y ella con aquellas pintas. Ni siquiera se había molestado en arreglarse el moño despeinado, porque evidentemente, no esperaba visita. Como mucho Alex iría a verla, (porque con Emily hacía bastante que no hablaba), pero con él tenía la confianza suficiente para que la vieran de aquella guisa. Pero no Tyler. Él no podía verla así y tampoco tenía ningún tipo de escapatoria, ni ninguna forma de meterse en su habitación y arreglarse. Ya no había vuelta atrás.
—¿Qué haces aquí? —soltó de golpe, algo que sonó bastante brusco.
Buena pregunta, se dijo así mismo. Tenía demasiadas respuestas que darle a esa pregunta, sin embargo, ninguna de ellas le pareció correcta. Así que, pensó en una opción que no le hiciera parecer que había estado todo el día pensando en ella, angustiado por si le había pasado algo o porque no había querido ir al insti para rehuir de él. Una respuesta que darle a aquel poco amistoso "¿qué haces aquí?".
—Lo he encontrado en mi coche y he venido a traértelo —sacó el móvil de Cassie del bolsillo y se lo extendió.
—¡Cass, tu móvil! —comentó Anna—. Llevamos buscándolo desde ayer.
—Pensaba que lo había perdido en la calle —lo cogió y lo miró para ver si no tenía nada roto.
—Al parecer, se te cayó en mi coche.
—¡Menos mal! Ya pensaba que le teníamos que comprar otro —dijo Anna—. Se lo regalamos por su cumpleaños, hace unos meses.
—Gracias —susurró ella.
—Creo que no tiene batería —Cassie asintió.
—Y debería ir a cargarlo —dijo señalando su habitación. Había encontrado la excusa perfecta para desaparecer durante un par de minutos y arreglar un poco el desastre que era en ese momento—. Dadme un segundo.
Sin decir nada más, se dirigió corriendo a su habitación. Desde la puerta, observó que su apariencia no era la única que estaba hecha una completa chapuza, su habitación también lo estaba. La cama sin hacer, el teclado tirado encima de la almohada, papeles sobre su escritorio, el portátil sobre una silla... Tenía que ordenar todo un poco en tiempo récord, si no quería que Tyler pensara que estaba escondiéndose de él.
Tyler, por su parte, miró a Anna. La pobre no sabía qué se le pasaba a su sobrina por la cabeza, pues, aunque escribiera novelas de adolescentes, todavía no había llegado a comprenderlos del todo. Sin embargo, podía intuir que, a su adorada sobrina, le gustaba ese chico, aunque sólo fuera un poco.
—Voy a prepararle un sándwich, ¿quieres algo, Tyler? —comentó Anna para romper el silencio.
—Oh, no, gracias.
—¿Seguro? ¿Un vaso de agua, quizás?
—Al vaso de agua, no te voy a decir que no —comentó el joven.
—Marchando un vaso de agua —ambos sonrieron y Anna le extendió un vaso de cristal—. ¿Y qué tal el fútbol? —preguntó para hablar de algo.
—Oh, bien. Bueno, hoy teníamos partido, pero lo han suspendido por las tormentas.
—Sí, se espera otra como la de ayer. Espero que no se nos venga la casa abajo —bromeó Anna.
—Bueno, siempre podéis iros a vivir a un barco. En el río hay unos cuantos —continuó la broma.
—Nunca he vivido en un barco, pero estoy segura de que sería una experiencia de lo más interesante —sonrió—. ¿Te puedo pedir un favor?
—Tyler asintió—. Ya que mi sobri está un poco rara hoy, ¿por qué no le llevas el sándwich? —Tyler miró el plato que Anna le estaba extendiendo—. Estoy segura de que se alegra de verte, es sólo que la fiebre a veces nos hace comportarnos un poco extrañas.
—Está bien.
Tyler cogió el plato y se acercó hasta la habitación de la joven. Llamó a la puerta con cuidado y no la empujó hasta que escuchó un "adelante" por su parte.
—Tu tía te ha preparado un sándwich —dijo entrando con cuidado—. Creo que es de pavo.
—Muchas gracias —Cassie cogió el plato y lo colocó sobre el escritorio.
El corazón le latía a mil por hora, pero al menos le había dado tiempo a hacer su cama, ordenar un poco la habitación y a rehacerse el moño que recogía todo su pelo.
Tyler observó a su alrededor. La habitación estaba tal y como la última vez que había estado en ella. Lo que le sorprendió fue ver que sobre la cama tenía varios papeles y el teclado. Quizás se había distraído practicando alguna de las melodías que tan bien tocaba.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó.
—Mejor. Hace un par de horas que ya no tengo fiebre —comentó ella, mientras partía un pequeño trozo del sándwich y se lo llevaba a la boca.
—Y tienes hambre. Eso es bueno —sonrió.
—Sí. Madre mía, la tormenta de ayer me sentó fatal. Puedes sentarte, si quieres —le ofreció señalándole la cama.
—Es que ibas empapada de agua. Menos mal que te recogí en coche
—mencionó él, sentándose en la cama.
—Sobre eso... Creo que te debo una explicación —dijo la joven sentándose a su lado.
—No hace falta que...
—Sí, si hace falta.
Tyler permaneció callado, esperando a que ella hablara. La miró. Mantenía la mirada fija en el suelo y parecía nerviosa, como si fuera a contar algo con lo que no se sentía cómoda.
—A ver por dónde empiezo... —susurró.
—Cass, no tienes...
—Supongo que sabes que mis padres murieron —mencionó de golpe—. Bueno, claro que lo sabes. Lo sabe todo el mundo —dijo más para sí misma que para Tyler—. Lo que no sabe casi nadie es que murieron en un accidente de coche hace tres años.
Tyler tragó saliva. De todas las cosas que pensó que ella pudiera contarle, en ninguna de ellas entraba la posibilidad de que le hablara de aquel fatídico acontecimiento. Y estaba nervioso. Sentía que con un mínimo suspiro, un simple movimiento, podía estropear ese momento, en el que ella no sólo estaba contando una historia, sino que le estaba abriendo su corazón.
—No sé si sabes que mi cumpleaños es en mayo —Tyler negó con la cabeza, pero Cassie no se percató de ello, pues mantenía la mirada fija en sus manos—, pues aquel mes de mayo, decidimos venir un finde a Westhill River para celebrar mi cumple con mis tías. Cuando llegamos al aeropuerto de Austin, había una tormenta bastante parecida a la que tronaba ayer. Mi madre cogió un coche de alquiler para llegar hasta Westhill y no sé muy bien qué pasó, ni cómo, sólo sé que el coche se descontroló y mi madre no pudo manejar el volante. No recuerdo mucho aquel día, sólo tengo flashes de imágenes: cristales, sangre, bomberos, policías y truenos, demasiados truenos.
Tyler sintió cómo su corazón se paraba por un instante. No sabía que ella iba en el coche y que había sobrevivido por los pelos. Sólo de pensar que ella podría no estar allí en aquel momento, hacía que se le ruborizara la piel. Sin embargo, aquello explicaba muchas cosas, como, por ejemplo, todas las cicatrices que decoraban el cuerpo de la joven y que la hacían aún más especial.
Bajó la vista y comprobó cómo Cassie no podía parar de mover la pierna nerviosamente. Colocó su mano sobre ella para intentar tranquilizarla. No quería obligarla a tener que revivir aquella noche, sólo para darle una explicación.
—Lo siguiente que recuerdo, fue despertar en el hospital, rodeada de médicos y a mis tías diciéndome que... —tragó saliva e intentó contener las lágrimas que estaban a punto de desbordarse de sus ojos—... que mis padres habían muerto.
—Cass, no tienes por qué...
—Después, mis tías me ayudaron mucho y Grace decidió luchar por mi custodia y... bueno, aquí estoy —terminó diciendo. Levantó la vista y sonrió.
—Me alegro de ello —dijo Tyler—. Bueno, no. A ver yo... —dijo dándose cuenta de que no había elegido las mejores palabras—. No me alegro de lo de tus padres, quería decir que... me alegro de que estés aquí.
—Lo sé —sonrió Cassie. Ambos se miraron a los ojos y se quedaron en silencio durante unos segundos. Ese maldito silencio que últimamente los rodeaba y en el que se podía cortar la tensión con un simple alfiler—. Bueno, creo que me he desviado un poco del tema. Sólo quería explicarte que, desde entonces la sangre, las tormentas y los coches no son mis amigos. Sólo soy capaz de montar en coches en los que confío en el conductor.
Tyler sintió un cosquilleo en el estómago al escucharla. Ella había sido capaz de subir a su coche, por lo que eso le hacía una persona en la que ella confiaba bastante.
—E imagino que los días de tormenta son mucho peor.
—Sí. Cuando hay tormenta, nunca, jamás me subo en un coche, por eso, ayer, no quería subirme al tuyo.
—Lo entiendo.
—Porque me vuelvo presa del pánico y es algo que no soy capaz de controlar.
—Eh, es normal —intentó tranquilizarla cogiéndole de la mano—. Demasiado bien lo llevas. Si me hubiera pasado a mí, ayer me habría dado un infarto con los truenos. Bueno, de hecho, yo también me acojoné —Cassie rio—. Lo digo en serio. Nunca había oído una tormenta como la de ayer.
—Pues lo disimulaste muy bien...
—Bueno, debía mantener el tipo.
—De chico duro, claro —Tyler asintió sonriendo. Y otra vez, apareció ese silencio que los sucumbía cada vez que se miraban a los ojos. —Pero, bueno, dime —dijo Cassie levantándose y apoyándose sobre el escritorio—, ¿a qué has venido realmente? Y no me digas que te has saltado las clases, sólo para traerme el móvil, porque no cuela.
—Bueno... yo... Wilson y yo estábamos preocupados por ti. Ninguno de los dos sabíamos nada de ti y después de la tormenta, tu amigo pensó que a lo mejor te había alcanzado un rayo.
—¡¿Qué dices?! —Cassie se echó a reír.
—Te lo juro.
—Madre mía. Alex tiene unas ocurrencias de lo más...
—Entretenidas —la morena asintió—. Aunque, por lo que veo, creo que tú has estado más entretenida —dijo mirando el teclado.
—Más o menos —se acercó al teclado y lo acarició un poco—. Llevo unos días investigando y practicando alguna que otra partitura.
—¿Para Juilliard? —Cassie asintió.
—Esto es lo que piden para la pre-audición —cogió un papel y se lo extendió a Tyler.
El castaño lo leyó despacio, sobre todo las palabras que estaban subrayadas con amarillo fosforito.
—Joder, sí que piden cosas. ¿Ya tienes todos los papeles?
—Estoy en ello. Todavía tengo que pedir mis notas y algunas cartas de recomendación. Estoy intentando contactar con la señora Delgado, mi antigua profe de piano.
—Oh, claro. Por eso no estabas apuntada a extraescolares estos años.
—Eso es —Cassie se sentó de nuevo en la cama, aunque esta vez un poco más alejada de Tyler—. Iba a clases particulares, pero mi profe me dejó tirada a principios de curso. Según ella, no tenía nada más que enseñarme.
—Llevaba razón. Eres muy buena —comentó él, consiguiendo que ella se ruborizara.
—¡Qué dices! Si apenas me has visto tocar el piano —Tyler se encogió de hombros y volvió a mirar el papel que tenía entre sus manos.
—Veo que tienes que grabar un vídeo tocando el piano —Cassie volvió a asentir.
—Uno es de presentación y en el otro tengo que tocar tres piezas.
—¿Ya sabes cuáles vas a tocar? —resopló.
—Esa es la parte más difícil, pero, creo que sí. Estas —dijo señalando el nombre de unas sonatas—, son las que más me convencen.
—No sé. No tengo ni idea de música clásica —Cassie sonrió.
—Lo que no sé, es dónde. Porque está claro que un vídeo en mi habitación, con este teclado —dijo pasando su mano por las teclas sin llegar a pulsar ninguna—, no iba a quedar muy profesional.
—Pues yo tengo una idea —Cassie abrió los ojos y prestó atención a lo que Tyler le iba a decir—. En el hotel de mi padre hay un piano de cola espectacular.
—Buah, eso sería genial, pero, ¿seguro que se puede usar? —preguntó dudosa.
—¡Claro que sí! Después de la cena, el hotel suele estar bastante tranquilo —Tyler sonrió al ver cómo la cara de la joven se había iluminado por completo—. Además, si quieres, yo podría grabarte.
—¿En serio?
—Sí, de hecho, podría editar luego el vídeo para que tu presentación sea la más épica que Juilliard ha visto —dijo emocionado.
En su cabeza, ya estaba creando la forma en la que se vería a Cassie tocar el piano, los planos e incluso tenía ubicado un lugar que sería perfecto para que todo se viera espectacular.
—Jo, Ty, eso sería... perfecto —dijo acercándose un poco a él.
Colocó, de manera inconsciente, su mano sobre el brazo de él. Tyler bajó la mirada hacia su brazo.
—¿Qué tal te viene el domingo?
—¿Pasado mañana? —Tyler asintió.
—Así puedes recuperarte un poco y practicar algunas melodías
—comentó—. Sólo tengo que pedirle permiso a mi padre, pero estoy seguro de que no va a poner ningún problema.
Cassie se quedó en silencio durante unos segundos, pensando en aquella idea que estaba a punto de aceptar. Iría al hotel Danforth a grabar su vídeo de pre-audición de Juilliard. Pensó en si aquello era buena idea, pero lo cierto era que no encontraba un lugar mejor para poder hacerlo.
—Vale —Tyler se quedó en silencio mirándola—. ¡Sí! Hagámoslo.
—Perfecto. Pues, si quieres, el domingo te paso a buscar. Lo único es que hay que ir en coche.
Esperó a que ella dijera algo. Después de todo lo que le había confesado, debía saber que ella estaría cómoda yendo en su coche.
—Vale —suspiró y asintió para sí misma—. No pasa nada. De todas formas, tengo la bici rota y desaparecida.
—Genial, pues...
—¡¿Dónde está mi amiga enferma?! —gritó alguien apareciendo justo al lado del marco de la puerta. Cassie y Tyler levantaron la vista y comprobaron que Alex los miraba con los ojos abiertos como platos—. ¡Uy! Perdón. No sabía que estabas aquí, Danforth.
—Sí, vine a ver si tu amiga enferma seguía con vida o le había alcanzado un rayo —Alex sonrió avergonzado y se encogió de hombros—. Pero, ya me iba.
—Oh, no. Danforth, quédate. Seguro que sabes cómo arreglar bicis.
—¿No me digas que tienes mi bici? —Alex asintió.
—Danforth me contó que se te pinchó la rueda a mitad de camino y sabiendo la ruta que sueles hacer, no me ha sido muy difícil encontrarla
—explicó—. Así que la he traído en mi descapotable.
—Ay, ¡qué bien! —Cassie se levantó de la cama y le dio un abrazo a Alex—. Eres el mejor.
—Yo también te quiero mucho, pero quita —dijo apartándola con cuidado—, que me vas a pegar todos tus virus.
Cassie se separó unos pasos y le puso una cara burlona. Tyler no pudo evitar sonreír, al igual que no pudo evitar sentirse un poco fuera de lugar en aquella escena.
—Bueno, yo... me tengo que ir —dijo levantándose—. Me alegro de que te encuentres mejor —le pasó la mano por el brazo, un detalle que a Alex no se le escapó.
—Vale —Cassie asintió—. Hablamos, ¿vale?
—Claro.
Tyler fue a salir de la habitación, cuando la pequeña de las Smith se asomó para comprobar si necesitaban algo.
—Oh, Tyler, ¿ya te vas?
—Sí. No quiero que me pille la tormenta —inventó.
—Ten cuidado —el castaño asintió—. Te acompaño a la puerta.
Antes de salir, Tyler echó un último vistazo a Cassie. Ambos se dedicaron una tímida sonrisa. Otro detalle que a Alex tampoco se le escapó.
—Querida, tienes que contarme muchas cosas —dijo Alex tirándose de golpe en la cama y dándose con el teclado en la cabeza—. ¡Auch! —se tocó la cabeza.
—Eso te pasa por bobo —replicó Cassie sonriendo.
—Si hay un bobo ahora mismo en esta habitación, ten claro que no soy yo —dijo incorporándose. Cassie le miró incrédula—. ¿Tú has visto esa cara de tonta que tienes? Y ya te digo yo a ti que no es por mí.
La morena puso los ojos en blanco y se le borró la sonrisa que tenía en los labios.
—Te gusta —afirmó—. Y diría que bastante.
Cassie se quedó callada, pensando en las palabras que su amigo acababa de decir. Hacía unos días que lo sabía, pero no había tenido el valor de decirlo en voz alta. Era inútil seguir negándolo. Tyler se había ganado un hueco, uno bastante importante, en su corazón y aunque eso le doliera, no podía ocultarlo más.
—Sí —confesó por fin.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro