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Capítulo 38: ¿Dónde estás?

—Ty, ¿ya te vas? —preguntó su padre al ver cómo se ponía la chaqueta vaquera, dispuesto a salir de casa.

—Sí, tengo algo de prisa.

—Pero, ¿no vas a desayunar? —insistió desde la cocina.

—Ya he desayunado —cogió la mochila y se la colocó al hombro.

—¿Y se puede saber a dónde vas con tanta prisa? —Richard estaba algo extrañado de que saliera tan temprano de casa. Normalmente, salía con el tiempo justo para llegar al instituto.

—Tengo que ir a buscar a una amiga a su casa.

—Uy, ¿una amiga? ¿O tu novia, quizás? —comentó Lottie bajando las escaleras. Tyler no pudo evitar controlar que sus mejillas tornaran a un color rosado—. ¡Ah! Te has puesto rojo.

—¡Mentira! —se puso las manos sobre las mejillas. Era cierto que estaban algo más cálidas que hacía unos segundos—. Es sólo una amiga.

—¿Es Cassie? Dime que es Cassie, por favor —suplicó su hermana.

Tyler puso los ojos en blanco y decidió no responder a su hermana. Si la seguía el juego, no le dejaría en paz nunca.

—Bueno, me voy.

Se acercó a la puerta y salió de casa a toda prisa, dejando a su padre en la cocina quieto, mirando a Lottie, quien también permaneció parada al final de las escaleras.

—Cassie es la chica que vino el otro día, ¿verdad? —preguntó Richard.

—La misma. Y espero que sea ella de quien está enamorado, porque si no, le daré de golpes hasta que entre en razón.

—¡Qué bruta eres, hija! —exclamó su padre—. No sé si será esa chica, pero desde luego, tu hermano tiene en mente a alguna chica.

—Ya te lo digo, yo. Cassie Miller —Lottie cogió una tostada y le dio un gran mordisco.

—Lottie, ¿dónde están tus modales?

La joven se encogió de hombros y continuó comiendo.

Y lo cierto era que ninguno de los dos estaba equivocado, pues Cassie era quien ocupaba la cabeza de Tyler el noventa por ciento de su tiempo. La joven fue lo último en lo que pensó la pasada noche y lo primero que se había pasado por su mente en cuanto abrió el ojo izquierdo para parar el despertador.

Sabía que la morena le había dicho que sus tías la llevarían al instituto en coche, pero no pensaba hacerle caso. Mucho menos después del mal sabor de boca (nunca mejor dicho) con el que se había quedado una vez que la joven se bajó de su coche. Necesitaba saber cómo se encontraba y disculparse de alguna manera (aún no sabía cómo) por haberse retirado una milésima de segundos antes de que se besaran.

La pasada noche había tenido muy claro que había hecho lo correcto al separarse de ella, pero en cuanto se despertó, no pudo evitar arrepentirse. Había tenido una oportunidad, una buenísima de hacer aquello que llevaba días ansiando y puede que hubiera sido la única. ¿Y si nunca más se veía en aquella situación? ¿Y si había perdido la oportunidad de probar sus labios?

Dejó el coche justo enfrente de la casa de Cassie y dudó un instante en si debía bajar del coche. Sin embargo, aquel efímero pensamiento desapareció. Tenía que dejar de sobre pensar las cosas y actuar según lo que su corazón le dictaba. Se bajó del coche y tras aproximarse a la puerta, llamó al timbre un par de veces. Retrocedió un paso y esperó a que alguien le abriera la puerta.

No pasó nada. Nadie abrió y ni siquiera escuchaba ruido al otro lado de la puerta. Ni personas hablando, ni pasos acercándose, ni siquiera el sonido de la cafetera.

Hizo un segundo intento y volvió a pulsar el timbre.

Nada.

Se acercó a la ventana y colocó sus manos a cada lado de sus ojos para intentar enfocar mejor. Sin embargo, las cortinas no le permitieron visualizar nada. Ni siquiera una mísera sombra. Sacó el móvil del bolsillo del pantalón y comprobó la hora por si había llegado demasiado tarde.

No.

Era demasiado pronto para que Cassie se hubiera ido ya al instituto, pero el coche de sus tías tampoco estaba allí, por lo que no queda otra opción que allí no hubiera nadie. Quizás habían salido temprano y estaban en Rosie's. Fuera como fuera, no había rastro de que alguien estuviera en el interior de la casa, por lo que Tyler se resignó y se fue de vuelta a su coche.

Se quedó unos segundos, sentado, con las manos sobre el volante, pensando en cómo abordaría a la joven en el instituto, conocido como un lugar poco íntimo y repleto de adolescentes observando cada movimiento que cualquier persona hiciera. Quizás podría llevarla de vuelta a casa. Si sus tías la habían llevado al insti, luego no tendría forma de volver a casa.

Sí. Tenía un plan: saldría el primero del entrenamiento y la esperaría a la salida del teatro para llevarla a casa. Estaba tan seguro de su plan que no permitiría que Wilson o el estúpido de Sanders la convencieran de acompañarla, pues el único que lo haría sería él.

Con lo que no contaba su magnífico plan era el hecho de no encontrar a Cassie por ninguna parte del instituto. No había rastro de ella. Ni en las clases que compartían, ni en los pasillos, ni en la cafetería... nada. Era como si se la hubiera tragado la tierra. Y eso hizo que Tyler se pusiera aún más nervioso. No estaba en su casa, ni tampoco en el instituto. Entonces, ¿dónde estaba? ¿Y si le había pasado algo grave?

Lo peor de todo era que le había mandado varios mensajes e incluso le había llamado, pero no había obtenido ninguna respuesta por su parte. De hecho, en el último intento de llamada, tan solo recibió un "fuera de servicio" por parte de su contestador.

Entonces, un mal presentimiento hizo que el jugador de fútbol sintiera cómo si alguien le estuviera estrujando el estómago. ¿Y si no había ido al instituto para no encontrarse con él? Después de todo, habían estado a punto de besarse y él la había rechazado. Y si esa era la razón por la que ella no estaba allí, aquello era más grave de lo que él imaginaba. Pues, entonces, su relación era sólo parte de su imaginación y nunca sucedería.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Ryan, mientras estaban sentados en la cafetería. Scott giró la cabeza y lo miró.

—Hostia, tío, es verdad. Estás un poco pálido —comentó el capitán del equipo. Tyler enfocó la vista a ambos, quienes le miraban con cierta preocupación. No estaba prestando atención a sus amigos hasta que escuchó sus voces.

—Sí, es sólo que no he dormido muy bien —se excusó.

Y aunque aquella no era la razón por la que estaba hasta mareado, lo cierto es que no había conseguido pegar ojo en toda la noche.

—La tormenta, ¿verdad? —asintió—. Yo tampoco he podido dormir.

—Porque sois unos sensibles. ¿En serio, cuatro truenos no os han dejado dormir? —se quejó Scott.

—Bueno, es que tú eres capaz de dormir en una bañera...

—O en medio de una fiesta —intervino Tyler.

—...así que tú no cuentas.

—Lo que digáis. Pero por gente como vosotros han suspendido el partido de esta tarde.

—¿Pretendes que nos caiga un rayo en medio del partido? —continuó Ryan, mientras que Tyler dirigía su mirada a Alex Wilson.

Estaba sentado en la mesa en la que solía estar con Cassie y Emily, pero esta vez se encontraba solo. Tyler sintió algo de pena por él, pero sobre todo se intensificó el nudo que tenía en el estómago desde que había entrado en el instituto. Verlo sin Cassie a su lado era algo que nunca imaginó que presenciaría. Eran uña y carne, nunca iban uno sin el otro, ¡por Dios, si hasta iban juntos a teatro! Entonces, una chispa se encendió en su cabeza. Si tan inseparables eran, Wilson debía saber dónde estaba Cassie y sobre todo, si se encontraba bien.

—Peores cosas nos han pasado, ¿verdad, Ty?

—¿Qué? —preguntó sin saber de qué hablaban.

—Tío, estás en otro mundo, ¿se puede saber qué te pasa? —preguntó Ryan.

—Nada, es sólo que... —de pronto, sonó el timbre anunciando el fin del almuerzo—, tengo que irme.

Se levantó bajo las atentas miradas de sus amigos y se dirigió a toda prisa hacia la puerta para seguir a Wilson y abordarlo a preguntas.

—¿Soy yo o está muy raro?

—Yo qué sé. Lleva toda la semana muy disperso.

—Bueno, levanta el culo, que no quiero llegar tarde.

Tyler corrió hasta salir al pasillo para divisar al moreno y que este no se perdiera entre la multitud de gente que se dirigía a su clase.

—¡Wilson! —gritó.

El susodicho se dio la vuelta y vio que Tyler Danforth se acercaba hasta él. Aquella, posiblemente, era la primera vez que el jugador de fútbol lo llamaba expresamente a él. ¿De verdad había escuchado bien? En cuanto vio que el castaño se colocaba justo enfrente de él, no tuvo más dudas de que quería hablar con él y no con otro Wilson.

—Wilson, te estaba buscando.

—¿Danforth? ¿Qué quieres? —preguntó sin confiar mucho. Era cierto que se había hecho muy cercano a su amiga (demasiado, quizás), pero de ahí a que se hablara con él... eso ya era otro nivel.

—Emm... Quería preguntarte... si sabes... —dijo nervioso.

Alex se relajó un poco y sonrió al ver que el mismísimo Tyler Danforth estaba nervioso. Y entonces, cayó en la cuenta de la razón de por qué se había atrevido a hablar con él en medio de un pasillo lleno de gente.

—Yo tampoco sé dónde está Cassie —se adelantó.

—¿No sabes nada de ella? Pensaba que tú sabrías qué le pasa.

—Pues no tengo ni idea. No sé nada de ella desde ayer, cuando nos despedimos a la salida de teatro —a Tyler no le gustó ni un pelo escuchar aquello. Que su mejor amigo no tuviera noticias de ella no pintaba nada bien—. La he escrito y la he llamado, pero no consigo contactar con ella. Y, sinceramente, me preocupa un poco, porque con la tormenta que había ayer y que se fue sola... —Tyler lo miró callado. Al parecer no tenía ni idea de que él la había llevado a casa—. Digamos que Cassie no es muy fan de las tormentas —comentó sin dar detalles. Sabía que su amiga no solía contar sus traumas a la primera de cambio y dudaba que Tyler supiera algo de ello—. ¿Crees que la pudo alcanzar un trueno?

—¿Qué? ¡No! —Tyler sonrió un poco. ¡Menudas ideas tenía su amigo!

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque la llevé a casa en coche.

—¿Perdona? ¿Has dicho en coche? —Alex no podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Dónde estaba la cámara oculta?

—Sí. La encontré por la calle, en medio de la tormenta y con la bici rota. Me costó un poco convencerla, pero al final se subió al coche y la dejé en la puerta de casa.

—Joder, con Cassie... Pues conseguiste algo más que yo. A mi coche no se quiso subir.

Tyler se sorprendió al escucharlo. ¿Cassie no había querido irse con su mejor amigo, pero sí con él? ¿Qué cojones? No entendía nada. ¿Por qué no dejó que Wilson la llevara a casa? ¿Por qué prefirió irse en bici en medio de una tormenta, dispuesta a arriesgar su vida? Pero, sobre todo, ¿por qué sí se subió a su coche?

—Entonces, ¿no sabes nada de ella?

—Nada. De hecho, sabes tú más que yo —Tyler resopló y se pasó la mano por el pelo. Alex lo miró. Parecía preocupado por ella, y aunque él también lo estaba, imaginaba que su amiga estaría bien con alguna de sus tías—. No te preocupes —puso su mano sobre el brazo musculoso de Tyler (comprendiendo por qué su amiga estaba perdiendo el sentido) e intentó calmarlo—. Seguro que está en casa con sus tías.

—No. Esta mañana fui a buscarla y no había nadie —Alex abrió los ojos de par en par. Definitivamente, Cassie tenía muchas cosas que contarle—. Pensé que alguna de sus tías la habría traído al insti.

—Joder, pues eso sí que es raro —comentó desanimado. Bajó la mano del brazo de Tyler y pensó que podrían hacer para averiguar dónde estaba Cassie—. Puedo llamar a sus tías.

—¿Sí? ¿En serio? —Alex asintió.

—Tengo el teléfono de Grace y de Anna. Ellas seguro que saben dónde anda metida.

—Sería genial.

Alex sacó el móvil del bolsillo del pantalón y buscó entre los contactos el teléfono de Grace. Ella era la tutora oficial de Cassie y si alguien sabía dónde estaba, esa era ella, pues Cassie no daba ni una puntada sin el hilo de su tía. Se colocó el teléfono en la oreja y escuchó los diferentes tonos, mientras que Tyler lo miraba impaciente.

—Nada. Supongo que su tía Grace está en la cafetería con mucho trabajo. Es hora punta...

—¿Y su tía Anna? —preguntó Tyler nervioso.

—Sí, probaré con ella.

—¡Danforth! ¡Wilson! ¿Qué estáis haciendo aquí? —ambos se giraron y comprobaron a la directora al otro lado del pasillo. Fue entonces, cuando se dieron cuenta de que todo el mundo había desaparecido y que estarían en clase—. Vamos, cada uno a su clase.

—Sí, señora Cox.

—Probaré a mandarle un mensaje a su tía en clase —susurró Alex. Tyler asintió—. Después te aviso.

—Vale.

Los dos se separaron y se dirigieron a sus respectivas clases. Ambos, con una sensación de intranquilidad por no saber nada de la joven, pues sabían que, si no había sido capaz de contarle a su mejor amigo lo que le ocurría, era porque algo grave pasaba.

Cuando Tyler entró en la clase de Cálculo, el profesor ya estaba dentro. Llamó a la puerta, esperando que el señor Vásquez tuviera un poco de compasión y lo dejara entrar. Ambos se miraron y tras una molesta mirada por parte del profesor, le hizo un gesto para que pasara dentro. Entró con rapidez y se sentó en la primera mesa que encontró vacía. Y aunque estaba en primera fila y sabía que tenía que prestar atención para después pasarle los apuntes a Cassie, no podía hacerlo. Ella ocupaba su mente todo el tiempo.

Maldita sea, ¿dónde estaba? ¿Qué estaría pasando por su cabeza? No podía evitar pensar que él era el culpable de que ella estuviera desaparecida. Si ni siquiera su mejor amigo sabía qué le había pasado, él debía ser el motivo. ¿Qué otra cosa, si no? Posiblemente, era un tema que no se había atrevido a sacar con Wilson y por eso él no sabía nada.

Miró el móvil de reojo, por debajo de la mesa. Wilson no tenía su contacto para poder avisarle, si tenía noticias de ella, tendría que esperar a que se encontraran en algún pasillo y tampoco sabía cuál era el horario del moreno. Y no pensaba quedarse con los brazos cruzados hasta que eso ocurriese.

En cuanto sonó el timbre, anunciando el fin de la clase de Cálculo y el comienzo de la siguiente, Tyler tuvo claro que el instituto le importaba una mierda y se escaparía de allí, procurando que nadie notara su ausencia. Aprovechando el barullo de gente moviéndose de una clase a otra, Tyler aprovechó para salir por la puerta más cercana al parking del instituto. Caminó despacio, pero con decisión, avisando a la gente que le pregunta dónde iba, de que iba a su coche a coger un cuaderno olvidado.

Fingió agacharse un poco y rebuscar por los asientos. Una vez comprobó que no había nadie a su alrededor, se sentó en el coche y lo puso en marcha para alejarse de allí. Unos metros más adelante, lejos de las miradas, paró el coche a un lado y pensó en lo que estaba haciendo.

Se había saltado las clases sólo por ella. Aquella chica lo estaba volviendo loco, obnubilando su juicio. Se pasó las manos por la cara y resopló. ¿Qué estaba haciendo? Giró la vista hacia el asiento del copiloto y sólo ella se paseaba por su mente, de nuevo.

—¿Dónde estás, Cassie? —se dijo a sí mismo.

Bajó la vista y descubrió cómo la luz que entraba por la ventana se reflejaba sobre algo que había en el suelo. Se agachó y comprobó que era el móvil de Cassie. Maldita sea. Se le debió de caer la tarde anterior y con el susto y las prisas, la joven no debió de darse cuenta de que lo había perdido. ¿Cómo cojones iba a responder sus mensajes si ni siquiera ella sabía dónde tenía el móvil?

Suspiró.

Por una parte, se sentía algo más aliviado al saber que ella no respondía a ningún mensaje, no porque no quisiera saber nada de él, sino porque no tenía su móvil con ella. Pulsó varios botones del móvil, pero este se encontraba apagado. Se había quedado sin batería después de estar tantas horas encendido.

Eso le hizo decidirse aún más. Tenía que ir otra vez a su casa para comprobar si estaba allí y si ese no era el caso, iría a Rosie's, y si tampoco estaba allí, recorrería todo Westhill River en coche, a pie o en bici hasta encontrarla.

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