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Capítulo 37: Las luces te guiarán a casa

El entrenamiento había sido una completa mierda. Y para colmo, a mitad del partido que habían hecho entre los alumnos, se había puesto a llover. Pero no una lluvia suave, sino que aquello parecía el diluvio universal. Los truenos habían anticipado la tormenta un poco antes de que las primeras gotas de lluvia cayeran sobre el campo de fútbol, pero, aun así, ninguno pensó que iba a llover con tanta fiereza.

El entrenador Turner decidió terminar el entrenamiento un poco antes para que los jugadores pudieran secarse y volver a sus casas antes de que las carreteras se llenaran de agua. Tyler decidió aprovechar esos minutos extras para ducharse en condiciones. Siempre salía corriendo tras el entrenamiento; unas veces para ir con sus amigos a tomar algo, otras para ir a casa a estudiar y otras para no llegar tarde a sus clases con Cassie. Y hablando de ella. ¿Qué estaría haciendo?

Estaba convencido de que la morena estaría tan inmersa tocando el piano que no se habría percatado de la tormenta que estaba cayendo. Eso le hizo pensar en cómo volvería a casa. Tyler sabía que Cassie iba y venía al instituto en bici, pero con la que estaba cayendo, no sería capaz de llegar a casa viva. ¿Acaso alguien la llevaría en coche? ¿El estúpido de Sanders?

No. No. Seguro que le acercaría Wilson a casa en su coche rojo.

Suspiró. Salió de la ducha con la toalla envuelta sobre su cintura. Se acercó a su taquilla y sacó su ropa.

Seguro que Cassie estaba bien. Asintió para sí mismo.

Pero... ¿y si no?

Decidió cambiarse y salir al parking para ver si divisaba a la joven.

—¿Ya te vas? —le preguntó Scott.

—Sí, tío. ¿Has visto la que está cayendo?

—Ya te digo. En cuanto me seque el pelo yo también salgo corriendo
—Tyler asintió.

Pensó que era un poco absurdo peinarse y secarse el pelo, pues al salir a la calle, se lo volvería a mojar.

—Nos vemos mañana.

—¡Ten cuidado con la lluvia! —mencionó Ryan.

Tyler cogió sus cosas y tras un saludo con la cabeza, salió del vestuario. Cómo era de esperar, la tormenta no había parado ni siquiera un poco. Los truenos rugían con más fuerza y la lluvia caía a gran velocidad. Definitivamente, no secarse el pelo había sido una gran decisión, pues se lo iba a mojar en menos de dos segundos. Divisó su coche a lo lejos y decidió abrirlo desde la distancia. Si corría a gran velocidad y tenía la maña de abrir la puerta con rapidez, no se mojaría mucho.

Contó hasta tres y echó a correr.

Tardó cinco segundos en entrar en su coche, pero su pelo se había vuelto a mojar de la misma forma que cuando salió de la ducha. Por suerte, no se mojó demasiado la ropa. Cogió algo de aire y, tras poner en marcha el coche, dio una pequeña vuelta hasta llegar al parking de bicis.

No había ni una sola bicicleta aparcada, ni siquiera la de Cassie. Lo que significaba que ella ya no estaba en el instituto. Se encogió de hombros y se dispuso a salir del recinto. Prefería no pensar quién la habría llevado a casa, pero Sanders tenía todas las papeletas. ¿Por qué? Porque el imbécil tenía un soporte en el techo de su coche para llevar bicis. Al parecer, también era un friki del ciclismo.

Pero como ya había dicho, se obligó a no pensar en ello.

Prefirió conducir despacio, ya que toda la velocidad la llevaban los limpiaparabrisas que no daban abasto para limpiar toda el agua que caía sobre el cristal. Giró una esquina, intentando no salpicar a nadie y fue entonces cuando la vio.

Al principio, sólo vio una sombra caminando, pero cuando consiguió acercarse un poco y aclarar su vista comprobó que Cassie caminaba empapada junto a su bici. Tyler aproximó el coche hacia ella y bajó la ventanilla.

—¿Se puede saber qué haces caminando bajo la lluvia? —le preguntó.

Cassie se aclaró los ojos y miró quién había dentro del coche. Estaba calada. No había ni una parte de su cuerpo que no estuviera mojada.

—Se ha pinchado la rueda de la maldita bici.

—¿Y no se te ha ocurrido pedir un taxi o avisar a alguien? Vamos, sube, que te llevo a casa.

—No, no. No hace falta, Ty —y continuó caminando.

Tyler aceleró un poco el coche y fue despacio a su lado.

—Cass, no seas cabezota, por Dios. ¿Has visto la que está cayendo? ¡Te vas a poner enferma!

—No necesito que me lleves a casa. Puedo sola.

—De aquí a que llegues te habrás ahogado.

—He dicho que no necesito que... —Tyler no le dejó terminar.

—Vamos, Cass. ¿Vas a hacer que me cale de agua y te meta a rastras?
—Cassie negó con la cabeza.

—No quiero que me lleves a casa —sentenció y continuó caminando.

¿Se podía saber a qué venía tanta negativa? Era cierto que había estado toda la semana algo distante con él, y Tyler sabía que podía ser porque había estado a punto de besarla días atrás. Sin embargo, el día anterior había ido a buscarlo para la charla de Columbia y parecía que todo estaba bien. Pero, ahora... Ahora parecía que no quería tenerlo cerca, ni siquiera a tres metros de distancia, ¿es que aquello era una clara declaración de que ella no sentía nada por él? ¿O que estaba tan confusa que no podía estar cerca de él? Cualquiera que fuera la respuesta a sus preguntas, no pensaba dejarla caminar bajo la tormenta hasta casa.

Se bajó del coche, dispuesto a ducharse de nuevo, y caminó tras ella para intentar alcanzarla.

—Vamos, Cass, no ves que no puedes irte a casa de esta manera.

—No voy a subirme al coche —dijo mientras seguía caminando.

—¿Se puede saber por qué eres tan cabezota?

Se colocó justo delante de ella y su bici, y observó su rostro con mayor claridad.

Estaba empapada de agua. Las ondas de su pelo habían desaparecido y varios mechones estaban pegados en su cara. Su mochila estaba pasada por agua y posiblemente todos sus libros tendrían que pasar toda la tarde bajo el calor del secador de pelo.

—¿Estás bien?

Tyler le apartó un mechón de pelo de la cara y sus ojos se cruzaron.

De pronto, un trueno rugió tan fuerte que Tyler pensó que los devoraría allí mismo. Cassie se quedó rígida, como si fuera una estatua y cerró los ojos, sin darse cuenta de que su mano derecha soltó la bici y se agarró con fuerza a la mano de Tyler.

Fue entonces, cuando el castaño supo que ella no estaba enfadada con él, sino que estaba asustada. Posiblemente, le dieran miedo las tormentas y de serlo así, aquella tronaba con tanta fiereza que hasta él estaba un poco acojonado.

—Cass, escúchame —dijo con un tono de voz muy calmado—. Aquí afuera no estás segura y en coche tardaremos sólo unos minutos en llegar a tu casa.

Cassie abrió los ojos y se encontró con aquella mirada verdosa. Tyler también estaba empapado y su pelo estaba hecho un desastre.

—No... No puedo... —intentó buscar las palabras que debía decir—. No puedo dejar la bici.

—Sí que puedes. Mañana pasaremos a buscarla y si hace falta te compro otra. Por favor, Cass, súbete al coche conmigo —le suplicó.

Ella sabía que no podría llegar a casa andando, pero subirse a su coche en medio de una tormenta era algo que le aterraba. En cambio, era imposible decir que no a aquellos ojos verdes suplicantes.

Asintió y Tyler sonrió triunfante.

—Venga, vamos.

Dejaron la bici junto a un árbol y tras acercarse a la puerta del copiloto, Tyler la abrió y le ofreció el asiento a la joven. Cerró y corrió hasta su lado para poder meterse en el interior del coche lo antes posible. Puso en marcha el motor y se encaminó rumbo a casa de la joven.

Tyler echó un vistazo a Cassie.

Mantenía la mirada fija en sus manos, concretamente, en su reloj de pulsera. Estaba un poco más elevado de su muñeca y la morena repasaba con su dedo índice el tatuaje de las constelaciones que le había enseñado hacía unos días. Lo que Tyler no sabía era que la joven iba demasiado concentrada en intentar controlar la ansiedad que la devoraba por dentro. Hubo algo en su interior que le hizo sentir como si le clavaran un puñal en el corazón. No sabía qué era lo que pasaba por la mente de la joven, pero sí que su respiración estaba muy agitada y que no podía controlar muy bien los nervios.

Decidió poner algo de música, algo tranquilo que había estado escuchando esa misma mañana. Fix you de Coldplay empezó a reproducirse. Cassie reconoció la canción con los dos primeros acordes que sonaron. No sólo se sabía la letra de memoria, sino que podía recitar cada una de las notas que sonaban en dicha melodía. Levantó la cabeza un solo instante y miró a Tyler. ¿Cómo sabía que aquella canción le ayudaría?

De repente, otro trueno, seguido de un gran destello de luz, estalló por todo Westhill River. Cassie agachó la cabeza y cerró los ojos con la misma fuerza que sus labios se apretaban el uno con el otro, aguantando la respiración. Sólo quería que aquella pesadilla acabara y llegar a casa lo más rápido posible. Necesitaba salir de ese coche con urgencia o moriría allí mismo. Porque eso era lo que precisamente sentía. Que estaba a punto de morir.

Tyler la miró y sintió pánico. No sabía qué hacer, pero, instintivamente, su mano se colocó sobre la de ella para intentar calmarla. La morena abrió un ojo con cuidado y sintió que se calmaba un poco al sentir el calor de su mano sobre la suya. Soltó el aire que retenían sus pulmones, cuando el ruido desapareció y el único sonido que los envolvía era la música de Coldplay. Aunque relajó un poco la presión de sus ojos, decidió mantenerlos cerrados y su mano izquierda continuó entrelazada con la mano derecha de Tyler. No pensó en que quizás él la necesitara para conducir con más seguridad, sólo pensó en la paz que le transmitía sentir su mano sobre la suya.

Tyler volvió a concentrarse en la carretera. No podía permitirse un sólo fallo o ella se asustaría aún más. De vez en cuando le echó un pequeño vistazo para comprobar que se encontraba bien. Verla con los ojos cerrados, aferrada a su mano, no le ayudaba mucho a sentirse bien. Sentía como si alguien le estuviera estrujando el estómago. Sin embargo, aquella desagradable sensación no era la peor. Lo peor era esa impotencia de no poder hacer nada por ayudarla. Pensó en decir alguna palabra que le calmara, pero quizás sólo necesitaba silencio.

De pronto, Cassie notó cómo Tyler apartaba la mano de la suya. ¿Por qué lo hacía? Necesitaba sentirlo cerca, saber que estaba allí con ella, que no le pasaría nada más, que...

—Cass, ya hemos llegado —le escuchó susurrar, mientras que bajaba el volumen de la música.

Abrió con cuidado los ojos y comprobó que el castaño llevaba razón. Había estado tan concentrada en no morirse que no había notado que el coche estaba parado. Sintió algo de alivio al descubrir que él le había retirado la mano para parar el coche. Miró a su alrededor, y divisó su casa (lo poco que la lluvia le permitió ver). Giró la vista y se encontró con un par de ojos verdes preocupados que la miraban fijamente.

—¿Te encuentras bien? —siguió susurrando, como si hablar más alto, pudiera asustarla aún más.

—Creo que sí —mencionó.

Tyler se desabrochó el cinturón y se movió una pizca para estar un poco más cerca de ella.

—¿Estás segura? —colocó la mano sobre su mejilla y la acarició.

Cassie cerró los ojos inconscientemente y suspiró. Se sentía tan bien sentirlo tan cerca. Era como si él fuera el único que tuviera la capacidad de calmarla. Quizás ni ella tenía esa capacidad consigo misma.

—Sí —suspiró—. Gracias por ayudarme, Ty —aclaró.

Los dos se quedaron quietos, mirándose a los ojos. La mano de Tyler seguía posada sobre la mejilla de Cassie y la joven sentía que el corazón le latía con tanta fuerza que se le saldría por la boca. Puede que fuera la adrenalina producida por el miedo o por tenerlo tan cerca, pero podía escuchar los latidos cada vez con más frecuencia. Pero aquello no le preocupaba, lo que más temía eran las ganas irrefrenables que tenía por besar a Tyler. Besar aquellos labios rosados y perfectos. Y que él la besara a ella hasta agotar el poco aliento que le quedaba en sus pulmones, hasta que su corazón estallase de tanta emoción. Y Tyler se sentía igual que ella. Quería abrazarla y besarla hasta que se sintiera desarmada y segura entre sus brazos.

Quizás por eso sus cuerpos se fueron aproximando más y más hasta quedarse a escasos centímetros el uno del otro. Sus respiraciones se entremezclaron entre sí y los latidos de sus corazones se acompasaron al mismo ritmo frenético. Cassie cerró los ojos, dejándose llevar por todas las sensaciones que recorrían su cuerpo, esperando a que él la besara y perdiera por completo el poco sentido que le quedaba.

Sin embargo, no pasó nada.

La canción terminó y sólo se escuchaban las gotas de lluvia chocar contra los cristales del coche. Sintió un suspiro y abrió los ojos para encontrarse con Tyler abriendo los ojos lentamente y susurrando unas palabras que no llegó a entender hasta pasados unos segundos.

—Cass, deberías entrar en casa, antes de que caiga otro trueno —susurró.

Tyler se alejó un poco y se acomodó en su asiento.

—Sí... —dijo decepcionada.

Bajó la mirada y se desabrochó el cinturón.

—Mañana puedo pasar a buscarte.

—¿El qué?

—Que como no tienes bici, puedo venir a por ti —comentó sin atreverse a mirar sus ojos marrones.

—No. No hace falta. Mis tías me llevaran al insti.

—¿Seguro? —mencionó él.

Había pensado tan bien el plan de recogerla a la mañana siguiente, que no cayó en la opción de que ella le pudiera rechazar.

—Sí. Bueno, Ty, debería irme —se agachó para coger su mochila pasada por agua.

No quería permanecer ni un solo segundo más en aquel coche. No tenía ningún tipo de sentido estar encerrada con él, pues no solo se sentía absurda por no haber sido capaz de controlar su pánico, sino por haber creído que él la besaría como si ella fuera la única persona que llenaba su corazón.

—Nos vemos mañana.

—Sí...

Cassie abrió la puerta y el sonido de la lluvia embriagó a la joven. Tenía que salir corriendo de allí para intentar mojarse lo menos posible, aunque con lo calada que estaba era absurdo. Quizás era mejor opción caminar lo más lento posible, pues, así, quizás conseguía volver a la realidad, una en la que era una cobarde y sólo era la chica de las clases de Cálculo. Decidió optar por la primera opción y salió corriendo para alejarse cuanto antes de Tyler.

En cuanto entró en casa, cerró la puerta y se apoyó en ella. Su corazón todavía latía con demasiada fuerza y su decepción era mayor de lo que esperaba. ¿Por qué Tyler no la había besado? ¿Es que acaso había malinterpretado las señales?

En cambio, lo que Cassie no sabía, era que Tyler tardó en arrancar su coche de nuevo, porque estaba maldiciéndose a sí mismo por no haberla besado. Sin embargo, sabía que había hecho lo correcto. Besarla en aquel momento en el que se sentía tan vulnerable, habría sido un error. Mucho más cuando pensaba que la adrenalina y el miedo habían sido los responsables de que ella se sintiera así.

Sí, definitivamente, había hecho lo correcto. Necesitaba averiguar que ella sentía lo mismo que él en un estado tranquilo, sin ser presa del pánico, sin sentir que le debía agradecer de alguna manera lo que había hecho por ella.

Pero, si había algo de lo que estaba convencido era que la besaría y que lo haría muy pronto.

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