Capítulo 34: Deporte de riesgo
Tyler salió de la clase y con toda la felicidad que le había provocado sacar esa nota, no dudó ni un instante a dónde quería ir. Tenía claro que se dirigiría hacia el teatro en busca de cierta joven que no había abandonado su mente ni un solo instante en todo el día. Con cautela y procurando que nadie lo descubriera llegó hasta la puerta del teatro. La abrió con cuidado, intentando no hacer ruido. No sabía si Cassie estaría sola o alguien más la acompañaba. La última vez que la había visto, se marchó acompañada de la señorita Williams y del idiota de Sanders, así que podrían estar cerca de ella. Entró sigiloso y se quedó de pie en una esquina, analizando la situación.
Cassie estaba sentada en el piano, concentrada entre todas las notas que salían de cada una de las teclas que acariciaba. Miró a su alrededor, por el escenario y por el patio de butacas, pero allí no parecía haber nadie más que ellos dos. Procurando no hacer ruido, se sentó en la primera butaca que encontró y dejó la mochila en el suelo. Intentó que ella no lo viera, pero no pudo evitar inclinarse y apoyar sus brazos sobre la butaca que tenía delante.
Una extraña sensación le embriagó todo su cuerpo al escuchar aquella melodía tan conocida para él. Pues su padre solía escuchar de fondo bastante música clásica y Claro de Luna de Debussy era la que más sonaba. Hacía bastante tiempo que no la había vuelto a escuchar y Cassie la tocaba con tanta dulzura que sintió cómo si volviera a tener siete años.
La miró embobado.
Sabía que ella tocaba el piano, pero aquello no era tocar, era acariciar el alma, era como un beso dulce y suave que no quieres que termine jamás, era como tocar el cielo con las manos, era simplemente perfecto. Tan perfecto como ella. Y si tenía alguna pequeña duda de lo que su corazón sentía por ella, en ese preciso momento, en el que todo su mundo se paró, se resolvió todo. Esa chica le había robado el sentido y la razón.
La melodía fue descendiendo poco a poco hasta que sonaron los últimos acordes, terminando aquella perfecta sonata. Y como su sentido y su razón se habían perdido por completo, sin pedir permiso, su cuerpo se levantó y sus manos empezaron a aplaudir.
Cassie, desde lo lejos, levantó la mirada hacia el fondo para descubrir quién se había atrevido a escucharla en la penumbra y, además, se había aventurado a aplaudirle. Y aunque no podía ver con claridad, ni distinguir aquellos aplausos, su corazón supo perfectamente que quien se hallaba al fondo del teatro, no era otro que Tyler Danforth.
—¿Se puede saber qué haces ahí? —dijo con una sonrisa en los labios. Se levantó de la banqueta y esperó a que él se acercara.
—Escucharte —dijo con descaro. Cogió su mochila del suelo y empezó a caminar por el pasillo—. Ya que tú no me enseñas cómo tocas el piano, he tenido que averiguarlo por mí mismo.
—¿Ocultándote como un delincuente?
—No me ha quedado más remedio. Además, no soy el que no ha ido a ninguna clase hoy.
—Tenía permiso, cosa que dudo que tú tengas ahora mismo —replicó sin dejar de sonreír.
Tyler se fue acercando más al escenario.
—Tenía algo más importante que hacer.
—¿Escucharme a escondidas?
—No. Decirte que el profesor Vásquez ha dado las notas del examen, aunque lo de escucharte también me parecía más importante.
—¿Y?
—¿Y? ¿Qué? —se hizo el remolón, sabiendo perfectamente a qué se refería. Se paró justo debajo del escenario.
—Oh, vamos. No te hagas de rogar —se bajó del escenario y se paró delante de él—. ¿Qué ha pasado?
—Que has sacado un noventa y tres.
—¡Ty! ¿Qué has sacado tú?
Le interesaba más bien poco su nota, ya sabía que había aprobado, lo que necesitaba saber era si él lo había conseguido. Lo que Tyler no imaginó era que Cassie estuviera más interesada por su nota en lugar de la suya propia.
—¡Oh, vamos, Danforth! Vas a hacer que te suplique para que me...
—Ochenta y dos.
—¿Qué? —preguntó sin saber si había escuchado bien.
—Que he sacado un ochenta y dos.
—¡Venga ya! Ty, ¿me estás vacilando? —Tyler negó con la cabeza—. ¡Ah! ¡Lo sabía, lo sabía! —gritó lanzándose a sus brazos—. Sabía que lo conseguirías.
Tyler rodeó a la joven con sus brazos y volvió a percibir aquel aroma que tanto lo distraía. Se habría quedado así durante un largo rato, pero sabía que no sería conveniente si no quería ser descubierto antes de saber qué sentía ella. Y Cassie se sintió demasiado bien en sus brazos. Tanto que no quería que ese abrazo acabara tan pronto como lo hizo.
—La verdad es que no confiaba en que lo lograría —confesó él, mientras que se separaba unos centímetros de ella.
—Pues yo sí sabía que lo conseguirías. Sólo tenías que confiar en ti, el resto lo tenías hecho.
—Bueno, ¿y tú? ¡Un noventa y tres! —dijo orgulloso.
—Ya, bueno... —se sonrojó.
Estaba acostumbrada a sacar ese tipo de notas en Cálculo, pero no a que alguien lo elogiara por ello y mucho menos que pareciera orgulloso de ella.
—El profesor Vásquez me ha pedido que te convenza para que te apuntes a Cálculo avanzado.
—Ya... Me lo ha dicho varias veces, pero no me apetece complicarme la vida.
Tyler se encogió de hombros. Era su decisión y no pensaba contradecirla. Además, si cambiaba de clase, dejaría de verla en Cálculo y aquello no le convenía. Era cierto que compartían más asignaturas, pero no quería renunciar a no verla en alguna de ellas.
—Bueno, pero, habrá que celebrarlo, ¿no? —dijo emocionado.
—Sí, claro.
—Pues venga, vámonos —dijo decidido.
—¿Qué? ¿Ahora? —Tyler asintió—. ¿Y las clases? Yo tengo permiso, pero tú no. Además, te recuerdo que tenemos extraescolares.
—¡Qué les den! ¿O es que Cassie Miller no se atreve a hacer pellas?
—sonrió pícaramente.
Lo cierto era que no solía estar acostumbrada a saltarse las clases, pero aquella oferta era muy tentadora y, además, tenía un permiso con el que demostrar que podía saltarse las clases. Aunque, siendo sincera, eso le daba bastante igual. La sonrisa de Tyler era razón más que suficiente para dejarse llevar por lo que sentía en lugar de lo que su cabeza le decía.
—¿Dónde quieres ir, Danforth?
—Así me gusta, Cass. Coge tus cosas, que nos vamos.
—¿A dónde? —volvió a repetir. Subió al escenario y cogió su mochila.
—Podemos coger el coche e ir a cualquier sitio o podemos ir a bolera andando.
—Me parece bien la opción de la bolera, aunque, ¿no está demasiado cerca del instituto? —preguntó ella dudosa, colocándose a su lado.
—¿Tienes miedo de que nos pillen? —Cassie se encogió de hombros—. Hasta las cinco no terminan las extraescolares... Además, ¿crees que un lunes irá mucha gente a la bolera?
—No, la verdad.
—Pues en marcha.
Los dos se encaminaron hacia la puerta del teatro. Justo la que daba al exterior. Si querían saltarse las clases, salir por la puerta principal no sería muy discreto. Miraron a su alrededor, para comprobar que no había ningún profesor. Normalmente, la directora solía pasearse por el instituto para comprobar que todos los alumnos estuvieran sus respectivas clases, pero aquel día, no parecía estar en el exterior. Sin decir una palabra, Tyler cogió a la joven de la mano y echó a correr para salir del recinto lo antes posible sin ser descubiertos.
Una vez llegaron a la bolera, descubrieron que estaba prácticamente vacía. Sólo había un par de chicas jugando, una pareja tomando algo en la cafetería y nadie conocido a su alrededor. Ambos respiraron tranquilos, podían jugar con calma sin que nadie los pillara allí.
—¿Necesitas que te enseñe? —preguntó Tyler terminando de abrocharse los zapatos.
—Pero, ¿tú crees que vivo en una burbuja? No es la primera vez que vengo aquí, chaval —se indignó.
—Discúlpeme, usted. Adelante, la pista es toda tuya —se sentó en la silla y observó cómo Cassie buscaba una bola que le gustara para lanzar.
Cassie y su orgullo necesitaban que aquel tiro fuera perfecto. No podía quedar mal delante de él y mucho menos, después de haberse hecho la digna. Cogió la bola de color amarillo y miró hacia el frente. Cogió aire y, bajo la atenta mirada de Tyler, lanzó la bola con todas sus fuerzas. Ambos observaron cómo la bola rodaba por el centro de la pista hasta llegar al final. La suerte, que estaba de su parte, le sonrió y consiguió tirar todos los bolos de un plumazo.
—¡Joder, Cass! ¿Así que vamos con esas? —Tyler estaba realmente sorprendido.
—Con todo.
—Bien, prepárate, porque no voy a tener piedad —se levantó y se dirigió hacia la zona de las bolas.
—Ni quiero que la tengas. ¿Estás listo para perder, Danforth?
—Ni lo sueñes.
Tyler cogió una bola y se dispuso a darle una paliza estrepitosa a aquella chica que lo había desafiado, no solo con palabras, sino con la mirada.
—Cassie Miller, me has sorprendido. No pensaba que me fueras a ganar —Tyler se sentó en la mesa de la cafetería con las bebidas que habían pedido.
Habían elegido la más alejada de las pistas, una poco visible para que cualquiera que entrara a la bolera no los reconociera a simple vista. Cassie se sentó justo enfrente. Dejó el plato de patatas fritas cubiertas de queso fundido encima de la mesa y se dispuso a contraatacar al castaño.
—Querrás decir que te he dado una paliza. Deberías saber, Tyler Danforth, que no eres el único al que se le dan bien los deportes... —sonrió triunfante.
Cassie le dio un sorbo a su Coca-Cola.
—No sabía que jugar a los bolos era un deporte —se burló.
—De riesgo, además —Cassie se echó a reír—. En realidad, los deportes de riesgo te los dejo a ti.
—Me parece bien. Pero, cuéntame, señorita Miller, ¿dónde has aprendido a jugar así? —Tyler cogió una patata y se la llevó a la boca.
—Solía venir mucho con Alex y Emily, pero últimamente, no solemos salir demasiado.
—Sparks va ahora mucho con las animadoras, ¿no? —Cassie asintió mientras masticaba.
—Está bastante rara, pero bueno... —la morena quiso cambiar de tema, no le apetecía mucho hablar sobre ello con Tyler—. Están muy buenas, ¿verdad? —preguntó refiriéndose a las patatas.
—Sí, la verdad es que son de las mejores que he probado. Quitando las de Rosie's...
—Puedes decirlo. Están mejores que las de mi tía —Tyler sonrió.
—Bueno, y cuéntame, ¿por qué os ha sacado la señorita Williams de clase?
—Oh, vinieron unos chicos de Juilliard y querían contarnos un poco la experiencia. Juilliard no entra entre las universidades que vienen a las charlas, así que la señorita Williams lo solicitó para Mark y para mí.
—¿Y Sanders qué pinta ahí? Si ese no sabe tocar ni la flauta —cada día aguantaba menos al bobo de Sanders.
—Por teatro. No solo hay plazas para músicos, también hay para actores, cantantes...
—Sigo sin entender por qué quiere ir —ella se encogió de hombros—. Pero, bueno, ¿y qué? ¿Vas a solicitar plaza?
—Pues creo que sí. Lo han pintado tan bien y parece todo tan perfecto que es imposible resistirse. Aunque... —Tyler la miró a los ojos esperando a que continuara— es casi imposible entrar. Piden muchas cosas y el plazo de la pre-audición termina el uno de diciembre.
—Te queda un mes. Seguro que puedes conseguirlo.
—Sí, no sé... ¿Y tú? ¿A qué charla vas a ir el miércoles? Yo iré a curiosear la de Columbia, ¿irás no?
—No, creo que iré a la de Stanford.
—Pues muy mal. Tienes que luchar por lo que quieres. ¿Por qué perder la oportunidad de ir a la universidad de tus sueños? —Tyler bebió de su vaso.
Sabía que Cassie llevaba razón, pero su cabeza no le dejaba hacer otra cosa que el plan que tenía su padre preparado para él. No quería decepcionarlo y si eso implicaba ir a Stanford, muy posiblemente lo haría.
—Bueno, lo pensaré.
—Eso me suena a que no lo harás. Pienso llevarte de los pelos a la charla de Columbia si no vas, advertido quedas, Danforth —Tyler se echó a reír.
—¿Sabes lo divertido que sería? Sólo por eso, iré sin duda a la de Stanford.
—¿No me crees capaz? —se sintió ofendida, pero no pudo evitar sonreír.
—Lo peor es que creo que sí —sonrió.
—Pues no te la juegues —Cassie se llevó los dedos a los ojos y después los dirigió hacia Tyler a modo de amenaza.
Tyler se echó a reír a carcajadas, consiguiendo que ella se uniera a sus risas.
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