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Capítulo 26: La fiesta de Ryan

La música retumbaba desde el exterior de la casa. En cuanto Tyler abrió la puerta, cada sonido se colaba en el interior de ellos y su corazón se acompasó al ritmo de la canción Like a G6. Ambos se quedaron parados en la entrada. Tyler buscaba alguna mesa en la que dejar el regalo que había comprado a su amigo y Cassie curioseaba a su alrededor. Estaba claro que, a simple vista, aquella casa era más grande que la suya, pero no más que la de Tyler. Puede que la casa de Tyler fuera la más grande que había visto, y eso que, la de Alex y aquella que tenía delante de sus ojos, no se quedaban para nada pequeñas.

Tyler no tardó en encontrar la mesa con el montón de regalos al lado de la puerta, así que se acercó a ella y Cassie lo siguió. No pensaba ser su perrito guardián durante toda la noche, pero sí lo haría hasta que encontrara una cara conocida con la que poder entablar una conversación.

—¡Ty! —se acercó a su amigo—. Has tardado un huevo en venir.

—Se me ha complicado un poco... —contestó mirando a Cassie.

—Oh, Miller. No sabía que ibas a venir.

—Yo tampoco. Siento no haber traído ningún regalo —mencionó algo avergonzada.

—No te preocupes. La mitad de la gente que está aquí ha venido con las manos vacías, así que estás perdonada —le guiñó un ojo.

—Veo que tus padres te han dejado liarla gorda.

—Joder, ya te digo. Va a ser la mejor fiesta del mundo —Ryan estaba muy emocionado.

—¡Ryaaaan! —gritaron al fondo.

—Bueno, os dejo que, si no, no me van a dejar tranquilo. Pasadlo bien
—le dio un golpe amistoso en el brazo a Tyler y Cassie juraría haber visto un pequeño guiño de ojo—. Luego te lo robo un rato —se dirigió a Cassie—, que nos tenemos que tomar al menos una copa juntos.

—Todo tuyo —sonrió.

Ryan se alejó de su vista tan rápido que, en un parpadeo, no se le distinguía del resto de invitados.

—Bueno, Miller, ¿nos tomamos algo?

—Sí, claro.

—¿Con o sin alcohol? Sin alcohol —respondió él mismo sin dejar que la joven diera una respuesta.

—¿Y eso por qué lo sabes?

—Me sorprendería mucho que me dijeras que eres capaz de beberte una botella entera sin inmutarte, pero la verdad es que no te pega.

—Nadie es capaz de eso.

—Créeme que aquí hay personas que pueden beber el doble de eso
—Cassie abrió los ojos sorprendida.

—Tú el primero, seguro.

—¿Esa imagen tienes de mí? —Cassie asintió sonriendo, haciéndole saber a Tyler que estaba de broma—. Pues deberías saber que no suelo beber mucho y menos en temporada de fútbol.

—¿Así que no vas a acabar borracho como una cuba? —negó con la cabeza.

—No, solo beberé una copa de cerveza, como siempre. Además, he venido contigo y le he prometido a tu tía que cuidaría de ti.

—Sé cuidarme sola.

—Lo sé, pero también me gusta cumplir mis promesas —Cassie sonrió y negó con la cabeza. Estaba claro que no le haría cambiar de opinión—. Bueno, vamos, me muero de sed.

Cassie miró a su alrededor y analizó un poco la situación. No sabía dónde estaban las bebidas, pues el salón de la casa se había convertido en una pista de baile y no se veía más allá de la multitud que estaba bailando al son de la última canción de Rihanna que Cassie no pudo identificar con claridad, pero que había escuchado varias veces en la radio.

Tyler le cogió de la mano y tiró de ella. La joven, sorprendida, miró sus manos entrelazadas. Aquella era la primera vez que el castaño hacía aquello y no se sentía para nada incómodo. Era extraña esa sensación, en la que un chico que no fuera Alex le cogiera de la mano. Solo lo había hecho Cody Carter y hacía ya casi dos años que habían roto su... ¿relación? (si es que lo podían llamar así). Dejémoslo en tonteo. Sin embargo, aquel cosquilleo sobre su mano era bastante agradable.

Atravesaron con cuidado a la gente que se interpuso en su camino y aunque se demoraron un poco más de lo que habrían tardado en recorrer ese salón sin gente, consiguieron llegar hasta la cocina. La isla de la cocina estaba llena con diferentes snacks y bebidas: cerveza, vodka, limonada y ponches de colores que Cassie no supo identificar. Tyler se acercó a la isla, mientras que la morena miraba a su alrededor. Habían dejado atrás la pista de baile improvisada y justo a la derecha de la cocina, se encontraba una puerta corredera abierta de par en par que daba lugar al comedor, convertido en una sala con los sofás que habían quitado del salón llenos de gente sentada hablando, una mesa de comer repleta de vasos en la que varios chicos jugaban al Beer Pong y el piano grande que Tyler le había mencionado.

—Sin alcohol tienes limonada y los ponches —le mostró—. Mi preferido es el de fresa y piña, ¿cuál quieres?

—Me fiaré de ti.

—¿Fresa y piña, entonces? —asintió—. ¡Maaaarchando! —Cassie sonrió.

Tyler cogió dos vasos de color rojo y sirvió en ambos aquel líquido de color rosado oscuro. Le extendió a Cassie su vaso y la joven dio un pequeño sorbo bajo la atenta mirada de Tyler que esperaba que a ella le gustara aquel brebaje.

—Está muy bueno.

—Te lo dije. Tengo muy buen gusto para elegir —los dos se miraron a los ojos. Tyler acercó su vaso al de Cassie y los chocó—. Chin-Chin.

Seguidamente dieron un trago al ponche de fresa y piña.

—¡Caaaaass! —gritó alguien en su espalda, consiguiendo que se le derramara un poco de líquido.

Se giró y se encontró con una Emily bastante irreconocible. Irreconocible en todos los sentidos. Su pelo, su ropa y hasta la cantidad de maquillaje que llevaba en su rostro. Puede que incluso hasta su forma de hablar parecía distinta a cómo Cassie estaba acostumbrada a escucharla.

—¿Qué haces aquí, tía? No sabía que estabas invitada a la fiesta de Ry. ¿Le conoces de algo, o...? —Emily miró a Tyler.

—Cassie, voy a saludar a mis amigos, vuelvo en un rato —miró a Cassie. La morena asintió.

Entendía perfectamente que Tyler quisiera pasar un rato con sus amigos en lugar de estar allí, presenciando aquella conversación con Emily, a quien apenas conocía.

—¿Has venido con Danforth? —le preguntó extasiada en cuanto el castaño se alejó de las dos.

—Sí, insistió demasiado y no pude decirle que no.

—¿Estáis liados? —movió las cejas de forma pícara y sonrió.

—¡Qué dices! Le he hecho un gran favor esta mañana y creo que es su manera de agradecérmelo.

—Ya, claaaaro... Y por eso te has puesto ese vestido amarillo que te sienta tan bien —Cassie se sonrojó un poco—. Además, un jugador no te trae a una fiesta como esta solo por compromiso, te da las gracias y listo. Por cierto, ¿has visto qué fiesta más guay? Creo que nunca hemos estado en una igual. La música, las luces... son de otro rooolloooo, tíaaa.

Emily hablaba muy rápido y lucía nerviosa. Parecía haberse bebido más de una copa y no de ponche, precisamente. Cassie se sentía extraña a su lado, era como si no conociera a la chica que tenía delante de sus ojos.

—Imagino que tú has venido con las animadoras.

—Sí, ayer Vanessa me ofreció venir y no pude rechazar la invitación. Es una ocasión que no podía desaprovechar. Oye, ¿y Alex? —Emily dio un trago de su vaso.

—No estaba invitado, como yo.

—Pero, tú estás aquí. Aunque, claro, te ha traído Danforth —Cassie asintió—. ¡Ah! No te muevas.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo? ¿Un bicho? —Cassie se tocó el pelo, nerviosa.

—No, no. Tu pelo está perfecto. Scott y Danforth están mirando hacia aquí —Emily miraba hacia el comedor, mientras que Cassie, quieta, les daba la espalda y no podía ver nada de aquella escena.

—¿Y? ¿Qué hacen? —preguntó algo nerviosa.

¿Es que acaso le importaba? Puede que un poco. ¿Tyler les habría dicho que había ido con ella a la fiesta? No, claro que no.

—Hablar. Creo que de nosotras. ¿Le habrá preguntado algo Scott a Danforth sobre mí?

—No lo sé...

—Vanessa está mirando también. De fijo que están hablando de nosotras. ¿Has visto lo guapo que está Scott?

—No. Acabo de llegar y creo que tú ya lo has mirado por las dos.

—Pues ha venido guapísimo. Se ha puesto esa camisa que le queda tan bien... Pff... se la desabrochaba sin tener en cuenta si se le rompen los botones.

—¡Emily! —Cassie no pudo evitar reírse.

Era tan surrealista escuchar hablar así a su amiga, que hasta era gracioso. Sintió curiosidad por ver aquella camisa que le quedaba tan bien, pero en cuanto hizo un pequeño movimiento para mover la cabeza, Emily la sujetó de los hombros.

—¡No te muevas!

—¡No me he movido! —se quejó.

—Danforth viene para acá —las dos se quedaron en silencio—. Ah, no. Ha ido a saludar a Ryan —la morena puso los ojos en blanco.

—Disimula un poco, se te van a salir los ojos.

—¡Qué más da! Quiero que sea evidente que me gusta.

—Emily, ¿te encuentras bien?

—¡Mejor que nunca! ¿Has visto todo esto? Jamás pensé que estaríamos en una fiesta como esta.

Definitivamente, aquella no era la Emily que Cassie conocía. Lo peor de todo era que sabía que el alcohol que había ingerido no era el culpable de que se estuviera comportando de esa forma, sino que Emily estaba cambiando y no sabía si ese cambio era para bien.

—¡Sparks! —gritó la voz de un chico en la espalda de Cassie.

Emily se quedó paralizada tan solo un segundo, pues a toda velocidad, se arregló el pelo. No había dudas de que quien se acercaba a ellas, era Scott Thompson.

—Scott, ¿qué quieres? —le preguntó Emily obnubilada por él.

—Bailar contigo. ¿Te vienes?

Emily no dijo nada, tan solo se acercó a él y asintió. Y como si no hubiera nada más a su alrededor, ni siquiera su amiga, se alejó con él hasta la pista de baile. Cassie se quedó quieta presenciando aquella escena y, de paso, se fijó en la camisa azul marino que Scott llevaba. No iba a negar que le llamaba la atención, principalmente porque no acostumbraba a ver al número 58 del equipo de fútbol vestido con otro tipo de ropa que no fuera deportiva.

Se apoyó en el borde de la isla y dio un sorbo a su vaso, mientras miraba a su alrededor. No pudo evitar moverse un poco y dejarse llevar por la música. Bajó la mano hasta su bolso y comprobó que su rebeca todavía colgaba de él. Buscó entre la multitud alguna cara conocida y aunque, eran muchas las personas a las que Cassie veía todos los días en el instituto, solo con unas pocas había cruzado más de una palabra, pero no las suficientes como para acercarse a hablar animadamente con ellas. La gente con la que se solía juntar Cassie, como sus nuevos amigos de teatro o los de los diferentes clubes en los que Alex y Emily habían participado años atrás, no eran el tipo de personas que acudían a esa fiesta. A lo lejos, le pareció ver a Mark Sanders, pero en seguida descartó aquella idea, pues no conseguía encontrar una razón por la que Ryan Sprout lo hubiera invitado.

De pronto, sintió cómo alguien se apoyaba en la isla y se colocaba a su lado, demasiado pegado a ella.

—Miller, no te hacía en una fiesta como esta —miró hacia su derecha y levantó la vista. Hunter Cox la miraba con unos ojos que Cassie no supo identificar, pero que no le gustaba ni un pelo—. Dicen que Danforth te ha invitado, ¿estáis juntos? —le pasó el brazo por el hombro.

—Ni te importa, ni te interesa —Cassie cogió su brazo y lo quitó de su hombro.

—Bueno, eso lo decido yo. Pero, por esa respuesta, creo que sí. No le juzgo, ¿sabes? —se colocó delante de ella, consiguiendo que Cassie se sintiera un poco arrinconada—. Eres muy guapa y ese vestido te sienta tan...

—No podría decir lo mismo de ti.

—Wow, Miller —retrocedió un paso hacia atrás—. No pensaba que eras tan borde.

—Ni yo que fueras tan... inoportuno —hubiera dicho muchas otras palabras en lugar de aquella, pero no quería meterse en problemas.

—Hunter, déjala. No ves que está triste porque Ty la ha dejado plantada en una fiesta en la que no podría estar más desubicada —Vanessa hizo su aparición estelar para molestar.

—¿Y a ti quién te ha dicho que he venido con Tyler?

—Pues porque os he visto entrar y porque esas confianzas de llamarlo por su nombre no las tiene cualquiera.

—¿Y cuál es el problema?

—Que las huérfanas no pueden entrar aquí.

Puf, aquel comentario hizo que le hirviera la sangre. Se imaginó por segundo abalanzándose hacia ella y tirándole de ese perfecto pelo rubio hasta no dejar ni un solo mechón en esa preciosa cabellera. Sin embargo, Cassie se consideraba con mejor educación y clase que ella, por lo que reaccionar de aquella forma sería ponerse a su altura.

—Supongo que sí te han dejado entrar a ti, es porque dejan entrar a cualquiera.

A diferencia de Cassie, Vanessa sí que se abalanzó para intentar pegarle, pero Hunter le frenó en seco.

—Vamos, Vanessa, solo se está defendiendo —dijo Hunter. La rubia echó un paso atrás y se peinó un poco el pelo con las manos—. Además, seguro que es su primera fiesta y su primera copa. No sabe lo que hace.

Vanessa sujetó la copa de Cassie y miró en su interior.

—Ni siquiera es alcohol. Es ponche de fresa. Apuesto a que nunca ha bebido.

—Mira, Vanessa, no me apetece aguantar tus estupideces —Cassie intentó alejarse de ellos dos.

—Pues entonces, vete a tu casa.

—¿Yo? —rio con ironía—. Siento decirte que no me voy a ir. Si tanto te molesta mi presencia, puedes ignorarme o directamente irte tú.

—Mira, Miller... —Vanessa intentó controlar el impulso que tenía de sacar a Cassie de allí, pues de haberlo hecho, habría quedado bastante mal delante de todas las personas que se encontraban en la fiesta—. Hagamos una cosa. Si eres capaz de ganar a Hunter al Beer Pong, te dejaremos en paz. Pero, si Hunter te gana, te largas de la fiesta. ¿Tienes miedo, Miller? —dijo con voz de niña pequeña.

—¿Miedo a qué? ¿A perderte de vista tanto si gano como si pierdo? Créeme que no deseo otra cosa.

—Perfecto. Pues vamos. Eso sí, se juega con alcohol, nada de esa bebida de fresa que estás tomando.

Aquella parte no le hacía mucha gracia a Cassie, ni esa, ni ninguna. Jugar a aquel estúpido juego era una tontería y solo conseguía ponerse al nivel infantil de Vanessa, pero alguien tenía que ponerle en su sitio, pues si no, seguiría molestándola. Y si tenía algo muy claro, es que no se marcharía de aquella fiesta solo porque ella se lo hubiera dicho.

Caminaron hasta la mesa del comedor y en cuanto llegaron allí, se dieron cuenta que no tenían vasos suficientes para jugar al Beer Pong porque alguien se los habría bebido y tirado en cualquier rincón de la casa, por lo que decidieron cambiar y jugar al Flippy Cup. Dicho juego, consistía en poner un vaso boca abajo al borde de la mesa y si conseguía lanzarlo y dejarlo de nuevo boca abajo, el jugador contrario tendría que beberse la copa que había en medio de la mesa. Sin embargo, y para darle un poco de emoción, tendrían que conseguir poner tres vasos seguidos boca abajo para poder alzarse con la victoria.

Cassie contaba con dos alicientes para ganar aquella absurda partida: la primera era que Vanessa la dejara tranquila; y la segunda no probar aquella bebida alcohólica.

—Para darle más emoción, haremos tres rondas. Cada ronda que se pierda, se bebe del vaso. A no ser que nos digas que no eres capaz de beberte tres vasos de cerveza.

Cassie puso los ojos en blanco y se situó en el borde izquierdo de la mesa, mientras que Hunter se colocó en el derecho.

Tyler se acercó a la mesa, al ver cómo todo el mundo se acercaba hasta allí. Lo que le sorprendió bastante fue ver a Cassie a punto de jugar contra Hunter. ¿Qué cojones estaba pasando? Se acercó hasta ella e intentó convencerla de que se alejara de Cox todo lo posible.

—Cassie, ¿qué haces?

—Jugar —Tyler la miró a los ojos y supo que no lo hacía por diversión.

—No sé qué estás haciendo, pero no tienes que hacerlo.

—Oh, claro que sí —dijo convencida y algo enfadada.

Tyler estaba nervioso. Algo en su interior quería protegerla de lo que fuera lo que fuera que estaba pasando entre Hunter y ella, no quería que le pasara nada.

—¿Lista, Miller?

—Claro, Cox.

—¡Puesque empiece el juego! —gritó Vanessa.

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