Capítulo 25: Di que sí
Era extraño.
Era demasiado extraño que un sábado por la tarde estuviera viendo una película con su tía Grace. Desde que había llegado a aquella casa, nunca había pasado un sábado con Grace, a menos que fuera en la cafetería. Con Anna sí. Mientras ella veía una película o estudiaba, Anna se concentraba en escribir sus novelas. Grace sólo vivía por y para la cafetería y nunca la había cerrado, ni siquiera estando enferma.
Sin embargo, aquella tarde había tenido una buena excusa. André, su ayudante de cocina, quería pedirle matrimonio a su novio y para ello necesitaba la cafetería vacía, pues de otra forma, no sería nada romántico.
Cassie había agradecido aquella proposición de matrimonio, porque de esa forma podría pasar algo de tiempo de calidad con Grace.
¿Podría haber algo mejor que estar con su tía viendo La La Land?
Además, había agradecido distraer un poco su mente.
Desde que había salido de casa de los Danforth, se había colocado una extraña sensación en su estómago. Algo que Cassie identificó rápidamente como nostalgia. Echaba de menos tener una familia de verdad. Era cierto que ella, de una forma u otra, había construido una familia con sus tías, pero ella echaba de menos tener a sus padres cerca. Tener esa conexión que solo se puede tener con las dos personas que te han visto nacer, te han enseñado a caminar y los valores la hacían ser la persona que era en ese preciso momento. Y quería muchísimo a sus tías y se llevaba muy bien con ellas, pero no era lo mismo. Y esa nostalgia (a veces transformada en tristeza) que se colaba muchas noches en su habitación, se intensificaba cada vez que veía a uno de sus amigos con sus padres o, en ese caso, a Tyler con su familia.
De pronto, sonó el timbre de casa. Ambas se miraron a los ojos, extrañadas. No esperaban a nadie. Anna estaba en Chicago, Alex estaba con su novio y Emily... no sabía muy bien dónde estaba Emily, pues últimamente no hablaban demasiado. Así que las posibilidades de que alguien conocido estuviera al otro lado de la puerta, eran nulas.
—¿Abro? —preguntó la morena.
—Será alguien intentando vender algo.
Cassie se encogió de hombros. Su tía llevaba razón. En cambio, algo le decía que debía abrir la puerta.
—Voy a abrir.
Grace paró la película, mientras que Cassie se levantaba y se dirigía hacia la puerta.
—No la pares, me la sé de memoria —Grace asintió y continuó viendo la película.
Agarró el pomo y tras girarlo, abrió con cuidado.
Para su sorpresa no era alguien intentando vender algo, ni nadie a quien pudiera despachar con facilidad, si no Tyler Danforth.
Vestido con su típica chaqueta vaquera azulada, una camiseta blanca y unos pantalones negros, esperaba al otro lado de la puerta. Y lo primero que se le ocurrió decir a Cassie fue:
—¿Qué haces aquí?
—Hola, ¿qué tal? Yo también me alegro de verte —ironizó Tyler.
—¡Pero si te he visto hace unas horas!
—Bueno, pues nada, me voy.
Tyler se dio la vuelta, fingiendo que se marchaba indignado, pero Cassie lo sujetó del brazo. Justo lo que él quería que ella hiciera.
—¿Qué quieres, Tyler? —sentía curiosidad, aunque en el fondo sabía la razón de que estuviera allí.
—Llevarte a la fiesta de Ryan.
—Ty, ya te he dicho que no.
—¡Oh, vamos, Cassie! Me has hecho ir hasta Rosie's para encontrármela cerrada. Que, por cierto, me parece fatal que me hayas mentido —Cassie se encogió de hombros—. Y, después, he venido hasta aquí y, ¿me vas a rechazar? Me duele el corazón —se llevó la mano al pecho.
—Anda, ya será para menos.
Ambos sonrieron.
—No, venga, en serio. Ven conmigo.
—¿Me puedes explicar por qué quieres con tanta insistencia que vaya a esa fiesta?
—Porque no has estado nunca en una fiesta.
—¡Danforth! Para tu información, he estado en varias fiestas —se quejó.
Le sentó mal que él tuviera esa imagen de ella. Aburrida y enfrascada en los libros y en el piano. Y no era para nada así. Sabía divertirse y dejar a un lado los estudios.
—No a una como esta.
—Y eso lo sabes, porque...
—Porque empiezo a conocerte, Cassie Miller —la morena puso los ojos en blanco.
—Cass, cielo ¿quién es? —preguntó Grace desde el salón.
—Es un compañero de clase. Ahora voy.
Y dale con ser un compañero. ¿Acaso un simple compañero estaría en su casa invitándole a una fiesta? Ellos eran... eran... ¿qué eran? ¿Amigos? ¿Conocidos? ¿Cercanos? ¿Qué eran, si no eran simples compañeros? ¿Y por qué le molestaba tanto que ella le pusiera ese título?
—Vale —respondió Grace desde el sillón. No se molestó en levantarse, pues imaginaba que su sobrina estaba bien.
—Bueno, ¿qué? ¿Te vienes? —dijo con aquella sonrisa en la que últimamente Cassie se fijaba demasiado.
—¿Te dan comisión por llevar acompañante, o cómo?
—Si fuera así, habría ido a buscar a alguien más fácil de convencer.
—Pues listo. Ya sabes lo que hacer —Cassie hizo el amago de cerrar la puerta, pero Tyler la sujetó con rapidez.
—Pero estoy aquí, ¿no? —Tyler la miró a los ojos—. A ver, dime, ¿por qué no quieres venir?
—Porque no me apetece. Además, no conozco a la gente que irá a esa fiesta.
—Claro que los conoces. Son compañeros del instituto —dijo con cierto rintintin.
Mierda.
No era tan fácil llevarle la contraria. Pero, sobre todo, lo que más le llamaba la atención era tanta insistencia para que ella lo acompañara a aquella dichosa fiesta. ¿Qué interés tenía?
Al principio, su motivo real para negarse a ir era que no le llamaban la atención esas fiestas en las que las pianistas de teatro no eran del todo bien recibidas. Sin embargo, no podía negar que le gustaba aquel rollo de hacerse de rogar y que él le insistiera tanto.
—Venga, anda. Espero a que te arregles y nos vamos —Tyler insistió una última vez. Tenía bastante claro que, si le volvía a rechazar, se marcharía solo y la dejaría en paz.
—¿A qué hora empieza la fiesta?
—A las ocho —Cassie miró el reloj de pulsera que llevaba en su mano izquierda.
—¡Pero si son las ocho y cuarto!
—Nunca se llega puntual a una fiesta. Además, Ryan vive aquí cerca. Tienes unos quince minutos para cambiarte, así que no tienes ninguna excusa —sonrió triunfante—. A no ser que me digas que tardas una hora en arreglarte —Cassie negó con la cabeza—. Aun así, esperaría, así que vamos, no pierdas el tiempo que no quiero llegar tarde.
—¡Será posible! —dijo indignada—. Si ya llegamos tarde.
—La lección número uno de las fiestas es no llegar el primero —le informó—. Espera, ¿has dicho "llegamos"? ¿Eso quiere decir que te vienes?
—Cass, cielo. ¿Pasa algo? —Grace se acercó hasta la puerta para comprobar que todo iba bien.
—Sí, no te preo...
—¡Oh, Tyler! No sabía que eras tú —Grace se sorprendió al verlo. Cassie se sorprendió que lo hablara con tanta confianza. Solo se conocían de una tarde—. Pero, pasa, pasa. No te quedes ahí. Cass, ¿cómo no les has ofrecido que entre? —preguntó indignada. La morena se encogió de hombros.
Tyler hizo caso a la orden de Grace y pasó al interior de la casa, al mismo tiempo que Cassie se hacía a un lado y se deleitaba con aquel olor del perfume que él llevaba.
Ese olor...
No era la primera vez que se aplicaba aquella fragancia, Cassie lo había podido percibir todas las veces que se habían visto en la biblioteca, en el instituto... incluso esa misma mañana en su casa. Sin embargo, sí que fue la primera vez que aquel aroma la atontó.
—¿Y qué te trae por aquí? —preguntó Grace con curiosidad. Cassie cerró la puerta y se acercó a ellos.
—Oh, pues... bueno... yo... —dijo algo nervioso. Una cosa era insistirle a Cassie y otra muy diferente convencer a su tía—. Quería invitar a Cassie a una fiesta de cumpleaños.
—¿Es tu cumpleaños?
—No. De un amigo. Bueno, si puede ir, claro —le pidió permiso.
Grace dirigió la mirada hacia su sobrina. Necesitaba saber si Cassie quería ir a esa fiesta o si tenía que salvarla de aquella situación. La cara de Cassie no mostraba ningún tipo de pista, más bien, parecía algo descolocada. No solía ir a muchas fiestas y viendo a Tyler, un jugador de fútbol, estaba claro que aquella celebración de cumpleaños iba a ser muy diferente a lo que su sobrina estaba acostumbrada. Sin embargo, aquel chico había ido hasta allí, para pedirle que fuera con él y aunque, desconocía qué relación había entre ellos, Grace sabía que aguardaba algo más que una simple relación entre compañeros. No le gustaba mucho dejarla ir a fiestas, porque conocía los peligros a los que se exponía la joven, pero ella misma había estado en esa situación y se lo había pasado demasiado bien, así que no iba a negarle ir.
—Claro, puede ir, sin problemas.
Cassie miró a su tía abriendo los ojos de par en par. Su tía Anna la habría dejado ir antes de que Tyler terminara de hablar, es más, puede que incluso les hubiera dado vía libre hasta el amanecer, pero Grace era muy diferente. ¿De verdad le iba a dejar ir a una fiesta en la que estaba convencida que habría alcohol? ¿Quién era aquella persona y qué había hecho con su tía Grace?
—¿En serio? —preguntó todavía sin creer lo que había escuchado.
—Sí, claro, ¿por qué no? Eso sí, confío en que la vas a cuidar —advirtió a Tyler. El castaño asintió—. Como le pase algo, me decepcionará mucho haber confiado en ti.
—Le prometo que cuidaré de ella. Yo mismo la traeré de vuelta a casa sana y salva.
—Perfecto.
Cassie presenciaba aquella escena sin creer lo que estaba ocurriendo. ¿Es que acaso su tía no confiaba en que ella podía cuidar de sí misma? Le estaba confiando su seguridad a un chaval de diecisiete años, que posiblemente acabaría ciego de tanto beber, y al que solo conocía de media tarde. Desde que Tyler había aparecido en la puerta de su casa, aquella situación le parecía bastante surrealista.
—Pero, vamos, ¿a qué esperas para arreglarte? ¿O piensas ir con esas pintas? —replicó Grace.
—Vale, relájate un poco. Ya voy. Está claro que no trabajar, te afecta un poquito.
—Cassie Miller, no te la juegues —Tyler sonrió al contemplar aquella escena.
—Voy a cambiarme —se dirigió a Tyler—. No tardo —el castaño asintió.
Cassie se fue corriendo hasta su habitación. Eso de que no iba a tardar... No sabía qué iba a ponerse, se tenía que poner algo de maquillaje y arreglar su pelo. Sin embargo, había dejado solo Tyler con su tía Grace y de aquello no podía salir nada bueno. Por su propio bien, tenía que tardar lo mínimo posible.
—¿Quieres algo de beber, comer...?
—Pues si no te importa, un vaso de agua.
—Claro —Grace se dirigió hacia la cocina. Tyler prefirió quedarse en la entrada, por educación—. Pero, pasa. No te cortes.
Hizo caso a la orden y caminó hasta la isla de la cocina.
—¿Y de quién es la fiesta? —curioseó Grace, mientras que Tyler miraba a su alrededor.
—De mi amigo Ryan.
—Toma —le extendió el vaso de agua.
—Gracias.
—¿También jugador de fútbol? —Tyler asintió y se llevó el vaso a los labios.
Aquello no le entusiasmó mucho a Grace. Sabía cómo eran los jugadores de fútbol (y de cualquier equipo) y aunque Tyler parecía buen chico, no sabía cómo eran los demás, ni cómo era él cuando se juntaba con sus amigos. El castaño percibió aquel pequeño rechazo y decidió hablar de otra cosa para que Grace no cambiara de opinión.
—¿Qué estabais viendo? —dijo señalando la televisión. Grace se colocó a su lado.
—La La Land, la película favorita de Cassie —una película sobre un pianista, ¿cómo no lo había adivinado?—. Yo habría cambiado el final, pero bueno...
—Supongo que las cosas nunca acaban como uno quiere, ¿cierto?
—No tiene por qué. Si de verdad te importa esa persona, yo creo que puedes ser capaz de luchar por ella y tener un buen final.
—Imagino que sí.
Tyler miró a su alrededor y se fijó en un marco de fotos que la última vez que estuvo allí no se percató de que estaba. En una mesa, pegada a la pared y junto a una maceta de lirios rosas, en la fotografía aparecían tres personas: una Cassie de unos trece o catorce años y dos personas detrás de ella rodeándola con sus brazos. La morena irradiaba felicidad, una felicidad que Tyler no había visto nunca en sus ojos.
—Son los padres de Cassie —le informó Grace. Tyler salió de sus pensamientos al sentirse descubierto.
—¿Perdón?
—La foto —Grace se acercó hasta la mesa y cogió el marco—. Son los padres de Cassie.
—Oh, yo no...
—No te preocupes. Es una foto muy bonita. Se la hicieron unos días antes de que ellos fallecieran.
Grace se quedó muy quieta, sin saber si había metido la pata. Sabía que Cassie no solía hablar de sus padres con nadie y posiblemente, con aquel chico, al que todavía llamaba "compañero", no tenía tanta confianza para hablar sobre ellos.
—Bueno, no sé si Cass te ha hablado de ellos.
—No mucho.
—Supongo que lo hará en algún momento —Tyler asintió. Sentía tanta curiosidad por saber más, enterarse de todo lo que había sucedido, pero, sobre todo, se moría de ganas de que Cassie tuviera la confianza de poder contárselo—. Sufrió mucho y todavía le cuesta hablar de ello —Tyler volvió a asentir—. Y no quiero que vuelva sufrir, así que como me entere de que le haces daño, iré a buscarte a tu casa.
—Me parece perfecto —sonrió el jugador.
—¿Y tu padre qué tal está? —preguntó Grace cambiando de tema. Dejó el marco de fotos y se acercó al joven.
—Oh, bien. Muy liado con el hotel, siempre tiene algo que hacer por allí.
—Me imagino. Es que estudiamos juntos en el instituto.
—¿En serio? No lo sabía —alucinó.
—Sí, me sorprendí al saber que tu padre era Richard Danforth. Hacía tiempo que no había vuelto a saber de él.
—Pues está igual que siempre. Si no fuera porque ya tiene alguna que otra cana, diría que tiene un pacto con el diablo para no envejecer.
Ambos se echaron a reír.
—Con lo mal que se le daban las matemáticas, no sé cómo consigue hacer bien las cuentas de su hotel.
—Supongo que las matemáticas no son nuestro fuerte.
Cassie interrumpió aquella interesante conversación, haciendo su aparición estelar. Y sin exagerar, pues Tyler se quedó embelesado al ver a la joven. Se había recogido un par de mechones de pelo en la parte de atrás y llevaba algo de maquillaje. Discreto, como era ella, pero diferente al maquillaje que llevaba de diario. Tampoco acostumbraba a verla con vestido, pero aquel vestido amarillo con pequeñas margaritas blancas, las cuales, de lejos parecían lunares, le quedaba demasiado bien. Lo que no sabía Tyler, era que Cassie había elegido aquel vestido de tirantes porque era su vestido de la suerte. Era amarillo. Razón suficiente. Era la prenda que más le gustaba de todo su armario y no tenía tantas ocasiones para ponérselo. Bueno, ese vestido y las converse blancas que lo acompañaban, pero las zapatillas se las ponía más veces de las que debía.
También se fijó en la cicatriz que tenía en la rodilla izquierda. Nunca la había visto, posiblemente porque las piernas de la joven siempre iban cubiertas con los vaqueros que solía llevar. ¿Tendría relación aquella cicatriz con las otras que él ya había descubierto en su cuerpo?
—Cass, estás muy guapa —mencionó Grace.
—Gracias.
—Sí, estás... estás muy guapa —dijo Tyler en un tono más bajo, procurando que ella no lo escuchara. No acostumbraba a verla tan arreglada, pero aquel vestido le quedaba demasiado bien.
—¿Nos vamos?
—Sí, claro. No quiero llegar tarde —vaciló. La fiesta habría empezado hacía una media hora.
—Tía, te aviso cuando llegue a casa —se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.
—Señorita, nada de alcohol, ni cosas raras, ni llegar tarde. Confío en ti, no me defraudes.
—Lo sé.
Los dos se acercaron hasta la puerta. Cassie cogió su bolso pequeño, que se cruzó por el hombro y una rebeca que colgó por encima del bolso.
—Hasta luego, tía Grace.
—Pasadlo bien.
En cuanto salieron de casa, Cassie pudo divisar el coche de Tyler y sus nervios se incrementaron. Ya estaba lo suficientemente nerviosa por ir a la fiesta, no necesitaba estarlo aún más por subirse a su coche. Tyler se acercó a su Ford Mustang para montarse, sin embargo, Cassie encontró una rápida respuesta para salir de aquel aprieto.
—Has dicho que Ryan vivía aquí cerca, ¿verdad? —Tyler asintió—. Porque podemos ir andando —Tyler la miró desconcertado—. Es difícil aparcar por aquí.
—Está bien —contestó. Parecía haber colado su propuesta, así que Cassie consiguió respirar y estar al menos un veinte por ciento menos nerviosa—. Pero déjame coger el regalo de Ryan —asintió y Tyler abrió la puerta del copiloto para coger el paquete que había envuelto hacía un par de horas.
—Yo no tengo ningún regalo.
—No te preocupes. La mitad de todas las personas que vayan a esa fiesta no llevarán nada —dijo cerrando el coche.
—¿Y qué le has comprado? —curioseó la morena, mientras se ponían camino a la fiesta.
—Una camiseta de nuestro equipo de fútbol preferido.
—Oh, ¡qué guay! ¿Qué equipo es? —lo miró a los ojos.
—Kansas City Chiefs, no sé si los conoces...
—Me suenan, pero no me entusiasma mucho el fútbol —ambos se miraron—. Lo siento.
—Supongo que no todo el mundo es guay —vaciló.
—¡Oye! —le dio un pequeño golpe en el brazo—. Apuesto que tú no tienes ni idea de piano y no te voy diciendo que no eres guay.
—¿De música clásica? No tengo ni idea, pero es un rooollo que flipas.
—Como el fútbol —replicó, mientras que giraban la esquina y continuaban con su camino.
—Eso es porque no has visto un buen partido.
—He ido a algún partido vuestro, lo que no sé es si sois buenos.
—Miller, todavía estás a tiempo de volver a casa —Cassie se paró en medio de la calle.
—Si quieres, no tengo problema en volver —señaló hacia atrás.
Tyler se paró y retrocedió un par de pasos hasta ella. La sujetó un poco del brazo y tiró de ella con suavidad. Cassie sonrió de nuevo y volvieron a caminar hacia la casa de Ryan.
—De lo que estoy súper convencida es que tú no has ido nunca a un concierto de piano.
—Cierto.
—¿Ves? Por eso no te gusta.
—Bueno, todavía estoy esperando a escucharte a ti —ambos se miraron a los ojos.
—Me refería a un concierto de un pianista profesional.
—¿Y es que acaso tú no lo eres? Tengo entendido que eres la mejor pianista de Westhill River. Algunos juran decir que de todo el Estado.
—Exageran. Espera, ¿quién te ha dicho eso? —dijo sorprendida.
Nadie, salvo sus tías, Alex y Emily, la habían escuchado tocar. Bueno, y los de teatro, pero no creía que Tyler hablara con ninguno de ellos, así que nadie le había podido decir que tocara tan bien el piano.
—Yo mismo.
—¿Y te basas en que...?
—En que, si quieres entrar en Juilliard, debes ser muy buena.
—O no.
—Bueno, pues tendrás que tocar el piano para mí y podré averiguarlo.
—Hecho —dijo sin pensar—. Cuando tú quieras.
—Esta noche. Ryan tiene un piano enorme en su casa.
—Ni de coña.
—Oh, vamos, Cassie, por mí.
—No, Ty, no pienso tocar el piano delante de todas esas personas
—replicó—. Cuando quieras, al salir del entrenamiento, te pasas por el teatro y toco alguna pieza.
—Hecho. No vale que te rajes —Cassie negó con la cabeza—. Es allí
—le informó Tyler señalando la casa de Ryan en la acera de enfrente. Un grupo de personas entraban en la casa—. ¿Lista?
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