Capítulo 24: Invitaciones inesperadas
—¿Tú también te gradúas este año? —preguntó Richard, mientras comían la exquisita lasaña que este había preparado.
—Sí, Ty y yo compartimos algunas clases —ahí estaba otra vez el "Ty". ¿Es que acaso ella se estaba acostumbrando a llamarlo así? Y es que sonaba tan bien de sus labios...
—Oh, ¿y qué quieres hacer el año que viene?
—Va a aplicar para Juilliard, ¿verdad? —intervino Tyler.
—¿Eso no es un conservatorio de música? —comentó Lottie. Cassie asintió—. ¡No me digas que eres una bailarina famosa! —la joven negó con la cabeza—. Ay, madre. Eres cantante.
—No —rio—. Toco el piano.
—Entonces eres pianista.
—Digamos que sí.
—Oh. ¿Eres buena? —preguntó curioso Richard.
Miró a Cassie y después a Tyler. Este último se encogió de hombros, pues después de todo, no la había escuchado tocar nunca una pieza. Quizás, ahora que él le había enseñado sus vídeos y tras la promesa que le había hecho, debía empezar a insistirle para que tocara algo al piano.
—Eso dicen.
—Pues seguro que lo eres. En todos mis hoteles hay un piano para que los huéspedes escuchen algo de música, no hace falta decir que estás invitada a ir y tocar en cualquiera de ellos.
Tyler se fijó en Cassie. Le brillaban los ojos. Era como si a él le hubieran dicho que podía jugar un partido con los Kansas City Chiefs. Después de haber visto el teclado de su habitación, Tyler supo que tocar en un piano de cola debía ser como un regalo caído del cielo.
—Muchas gracias —dijo tímidamente.
—Estoy seguro que te irá muy bien en Juilliard. Tyler estudiará empresariales en Stanford, ¿verdad?
—Sí —respondió tímidamente.
Cassie no quiso intervenir, pero si el señor Danforth hubiera estado atento a la mirada incómoda de Tyler, se habría dado cuenta de que su hijo no quería estudiar aquello y que si lo hacía no iba a ser feliz.
—¿Y tú qué quieres estudiar Lottie? Sé que te quedan unos años, pero...
—Modelo. Quiero ser modelo como mi madre.
Richard Danforth se atragantó al escuchar a su hija. Tyler abrió tanto los ojos que parecía que se le iban a salir. Ambos sabían que a Lottie le gustaba mucho la moda y que había sacado ciertos gustos como su madre, pero nunca había pronunciado que quería dedicarse a ello profesionalmente. Aunque, Tyler se relajó un poco, pues sabía que quedaban varios años hasta que la pequeña de los Danforth llegara el momento de elegir una carrera; Richard se quedó intranquilo para todo el día.
—Quiero viajar por el mundo, llevar vestidos elegantes y maquillarme como una de esas modelos que salen en la televisión —confesó—. Mamá consiguió todo eso, así que yo también lo haré.
—Guau, veo que lo tienes muy claro.
—Sí.
—Bueno, ¿qué queréis de postre? —preguntó el señor Danforth levantándose de la mesa. Estaba claro que aquel tema lo incomodaba bastante y quería que acabara en ese momento—. Hay tarta de chocolate y helado de vainilla.
—Yo quiero tarta —respondió a toda velocidad Lottie.
—Yo helado.
—¿Cassie?
—Oh, emm, helado también. Me encanta la vainilla —Tyler la miró y sonrió. No sabía que ambos compartían el mismo gusto por el sabor de helado.
—Pues marchando.
Richard fue a buscar los diferentes postres y los colocó en los platos que había comprado unos meses atrás. Quería que aquella joven se llevara la mejor impresión de su familia, pues los ojos de su primogénito le decían que no era una simple amiga con la que estudiaba. Por eso y porque nunca se había quedado ninguna chica a comer en casa.
—Está muy bueno —comentó Cassie con la primera cucharada—. ¿Lo habéis preparado también vosotros?
—Oh, no. No soy tan buen cocinero. Ayer fui al súper y lo compré allí —respondió—. Por cierto, Ty, te compré el papel de regalo que me pediste. ¿Cuándo era la fiesta? ¿Hoy?
—Genial. Sí. Todavía tengo que envolver el regalo de Ryan.
—Pues con lo mal que envuelves los regalos, es mejor que no lo hagas
—Lottie se burló de su hermano con la boca llena de tarta.
—Cállate.
Lottie le sacó la lengua y seguidamente, intentó meter su cuchara en el helado de Tyler. Al parecer, no solo le bastaba con tener un gran trozo de tarta de chocolate, también quería helado, pero no una bola de helado cualquiera, sino la de su hermano.
—¡Ah, no! Si querías helado, habértelo pedido.
—Eres un egoísta —Tyler hizo muecas con la cara burlándose de su hermana.
—¡Papá! ¡Míralo! —se quejó Lottie molesta.
—Parad los dos. Es que ni cuando hay invitados podéis comportaros...
Los dos se quedaron serios, pero tan solo un segundo. Ambos, al mismo tiempo, le sacaron la lengua al otro para terminar (o continuar) con su pelea.
—¿Tú también vas a la fiesta? —Richard se dirigió a Cassie.
—¿Yo? —apuntó con su dedo hacia al mismo tiempo que tragaba el helado que tenía en la boca. Lo hizo tan rápido que sintió cómo el frío se le subía al cerebro—. No, no estoy invitada.
—Anda, ¿y eso? ¿No vais juntos a clase?
—Sí, pero yo tengo otro grupo de amigos. Tyler y yo solo somos compañeros de clase.
Una hostia.
Eso fue exactamente lo que sintió Tyler cuando escuchó las palabras de Cassie. Posiblemente un placaje en un partido de fútbol le hubiera hecho menos daño.
Solo somos compañeros de clase.
Solo. ¿Solo eso? Era cierto que no podía considerar a la morena su mejor amiga, pero pensaba que él significaba algo más para ella. ¿Y por qué lo creía? Hombre, para empezar, estaba sentada en el comedor de su casa, comiendo helado con su hermana y su padre; y, para terminar, habían tomado cierta confianza el uno con el otro. ¿Y eso no significaba (al menos) ser amigos?
Lo que más le sorprendió fue cómo se sentía él. ¿Por qué le había molestado tanto aquel comentario, si en realidad, eran compañeros de clase? ¿Es que acaso él quería tener otro título en la vida de Cassie?
—Puedes venir conmigo, si quieres —dijo de repente.
Quizás no debería haberlo dicho. De hecho, en un principio no entraba en sus planes que ella fuera a la fiesta de Ryan, pero en ese momento... en ese preciso momento en el que ella había dicho que solo eran compañeros de clase, quería demostrarle que en realidad no era así. Y la única opción que veía para convencerla de ello, era llevarla a la fiesta como su amiga.
—Oh, no, no hace falta.
—Bueno, pero las fiestas sirven para conocer a gente. Además, Ty puede presentarte a sus amigos.
—Claro que sí. Vente.
—Gracias por la invitación, pero esta tarde trabajo en la cafetería de mis tías. Lo siento, Tyler —mintió.
No quería ir a aquella fiesta. No es que no le gustaran las fiestas, había estado ya en un par con Alex y Emily y sus respectivos clubes y se lo había pasado demasiado bien. Simplemente, no quería ir a aquella fiesta, en concreto, y estar rodeada de jugadores de fútbol y animadoras. Ella no encajaba en ese ambiente y Tyler lo sabía. Sin embargo, no sabía por qué él parecía tener tantas ganas de que fuera con él.
—No sabía que tu familia tenía una cafetería —curioseó Richard.
—Sí. Rosie's.
—¡¿Qué?! —gritó Lottie—. Tienen la mejor hamburguesa que he probado en mi vida.
—Oh, no sabía que Rosie's era de tu familia.
—Sí. Mis tías son las dueñas.
—¿Crees que algún día me puedan invitar a una hamburguesa?
—preguntó emocionada.
—¡Lottie!
—Madre mía... Esta chica solo piensa en comida...
—Cállate, Ty.
—Claro que sí. Vente un día, les diré a mis tías que eres mi amiga y te invitan seguro.
¿Así que Lottie, la pesada de su hermana, a la que conocía de hacía solo unas horas, era su amiga y él no? ¿Qué cojones tenía que hacer uno para ser su amigo? ¿Compartir media hora encerrado en un baño? Tyler estaba indignado. Suspiró e intentó calmarse. Solo estaba siendo amable con su hermana. Solo eso. ¿Verdad?
—¿Y tus padres a que se dedican? —preguntó Richard, mientras se metía la cuchara en la boca. Cassie se quedó quieta.
Tyler volvió a la realidad en cuanto escuchó las palabras de su padre. ¿Se podía ser más bruto e insensible? Cayó en la cuenta de que su padre no sabía nada acerca de Cassie y su familia. Deprisa, movió la mano de un lado a otro cerca de su cuello, haciéndole señas a su padre para que cortara aquel tema de forma inmediata, pues, a pesar de que nunca había sacado el tema con Cassie (puede que por eso no lo considerara su amigo), sabía que el tema de sus padres era tabú.
—Bueno, mis padres fallecieron hace unos años —respondió amablemente.
Aquella respuesta la había tenido que decir en más de una ocasión, pues, a pesar de que para ella era algo que todo el mundo debía saber, la realidad es que, quien no la conocía, no sabía aquel pequeño dato sobre su familia.
—Oh, lo siento mucho. No pretendía... no sabía que...
—No te preocupes. Hace ya bastante tiempo de eso.
Tyler se sorprendió al ver la entereza con la que había respondido. Había estado muy atento a sus movimientos, sus gestos y sobre todo a aquellos ojos marrones que no parecían tener ni siquiera un poquito de humedad en ellos. Rogó por qué su padre dejara la conversación ahí. No quería que Cassie se sintiera incómoda, que le doliera hablar de aquello. Sin embargo, una pequeña parte de él se moría de ganas por saber qué había pasado con ellos y conocer algo más del pasado de ella.
—Estoy seguro de que tus tías te quieren mucho.
—Sí, ellas son mi familia —respondió—. Y eso me recuerda que debería irme. Mi tía Grace estará esperándome.
Se sentía incómoda y quería irse de allí. Su tía estaría viendo una película, de lo más tranquila, sabiendo que ella estaba en casa del importante señor Danforth y que estaría bien.
Se levantó de la silla, dispuesta a marcharse de allí.
—Sí, claro. No queremos meterte en problemas.
—Muchas gracias por invitarme a comer. Estaba todo muy rico.
—A ti, sobre todo por ayudar a Lottie. Sé que a veces es un poco complicada.
—¡Papá! —se quejó—. No soy complicada, es que vosotros sois hombres.
—No te voy a quitar la razón —Richard se encogió de hombros.
—Me ha encantado conocerte —Lottie se abalanzó a Cassie y le dio un abrazo—. Tienes que venir más veces.
—Vale —sonrió la morena.
—Cualquier cosa que necesites, cuenta con nosotros.
—Gracias.
—Ty, acompáñala a la puerta.
El primogénito asintió e hizo caso a su padre. Se acercó a la joven y cogió su mochila del suelo.
—Hasta luego.
Ambos se fueron hasta la puerta de casa en silencio y bajo la atenta mirada de Richard y Lottie. Querían averiguar qué había entre los dos, pues ambos sabían que Tyler y Cassie no eran solo dos compañeros de clase.
—Estoy segura de que te va a salir muy bien el examen. Has estudiado mucho para ello.
—Sí, eso espero.
Silencio. Otra vez ese silencio que últimamente solía rodearlos y que era algo incómodo.
—Bueno, nos vemos el lunes —Cassie abrió la puerta.
—¿Estás segura de que no quieres ir a la fiesta? —Cassie asintió—. Toma —Tyler le extendió la mochila.
—Gracias, ya se me olvidaba —cogió la mochila y se la colgó al hombro.
—¿Quieres que te acerque a la cafetería o a tu casa?
—No, no hace falta. He venido con la bici —la señaló y Tyler miró para comprobar dónde la había aparcado.
—Vale.
—Bueno, nos vemos —Cassie dio un paso para salir de la casa y dirigirse a la suya.
—Adiós.
Tyler se quedó parado, mirando cómo se alejaba, como si nada ni nadie le impidiese hacerlo. No fue hasta que notó un par de miradas clavadas en la nuca, que se dio cuenta de que debía cerrar la puerta y entrar en casa, o más bien, huir a su habitación para evitar la batalla de preguntas que se le venía encima.
Se giró y, efectivamente, se encontró con su padre y su hermana esperando a que se acercara a ellos.
—¿Qué os pasa ahora? —suspiró.
—¿Nos vas a explicar quién es esa chica?
—Ya lo habéis oído, es solo una compañera de clase.
—¡Una mierda!
—¡Lottie! Cuida esas palabras —le reprochó su padre.
—Perdón, pero es que está claro que Cassie no es solo su compañera de clase.
—¡Madre mía! —Tyler se pasó la mano por el pelo y caminó hasta la isla de la cocina—. Es mi profesora de Cálculo. Me ayuda a aprobar la asignatura, nada más.
Se acercó al fregadero y llenó un vaso de agua. No tenía mucha sed, pero necesitaba algo con lo que estar distraído mientras le hacían aquellas preguntas.
—No sé qué le veis de raro que haya venido a repasar algunos ejercicios —Tyler se giró y se apoyó en el borde de la encimera.
—¿Ejercicios de qué tipo? —la pequeña Danforth levantó las cejas de forma pícara.
—¡Lottie!
—Vaaaleee. Perdón.
—Pues porque no sueles traer a chicas a casa —mencionó Richard sentándose en una de las banquetas de la isla de la cocina.
—Tú tampoco nos dejas traer a gente desconocida —Tyler dio un trago de agua del vaso.
—Cierto. Pero, ¿qué hay de aquella chica...? ¿Cómo se llamaba? ¿Valerie?
—Vanessa —respondió Lottie.
—Esa.
—Y la chica francesa de intercambio, Camille, ¿qué?
—Y no he traído a nadie más —replicó Tyler, apoyando el vaso en la encimera.
—Pues por eso mismo...
—La verdad, no sé muy bien a dónde queréis llegar, pero sois muy pesados.
—Pues saber si te gusta —Lottie fue directa al grano—. O si es tu novia.
—¡Que es solo una compañera de clase! —estaba empezando a ponerse nervioso y, sobre todo, Lottie lo irritaba mucho.
—Vale, vale —la castaña levantó las manos a modo de defensa.
—Sea lo que sea, es muy maja y ha ayudado a tu hermana —intervino Richard.
—¿Y?
—Que deberías llevarla a esa fiesta.
—Yo no sé si era el único que estaba presente en esa comida —dijo desesperado—. Ha dicho que hoy trabajaba.
—Eso era una excusa.
—¿Quién prefiere trabajar antes de ir a una fiesta? —Lottie estaba muy indignada. Ella se moría por ir a una fiesta, así que todo el mundo debía desear lo mismo.
—No estoy tan seguro...
—Hazlo, porfi. Cassie es muy maja, me encantaría que ella...
—Bueno, hasta aquí por hoy —le interrumpió Tyler. Estaba cansado de aquella conversación—. Tengo que envolver el regalo de Ryan y arreglarme para la fiesta —se bebió de golpe toda el agua que quedaba en el vaso y lo dejó en el fregadero—. Me voy a mi habitación.
Y dicho aquello, cogió el papel de regalo que estaba en el salón y subió los escalones de dos en dos hasta llegar a su habitación y encerrarse en ella.
—Yo creo que le gusta —susurró Lottie a su padre en cuanto escuchó el portazo.
—Eso son cosas de tu hermano, así que no le molestes demasiado
—Richard se levantó de la banqueta y empezó a recoger la cocina.
—Le gusta de fijo.
Eran las ocho de la tarde cuando Tyler cogió la cazadora vaquera. Se miró en el espejo una vez más y se retocó el pelo. Lo había hecho cientos de veces y normalmente, no se paraba tanto en aquel cristal para mirarse. Pero sabía que el motivo por el que había estado dando vueltas por la habitación, no era comprobar que llevaba todo, sino la duda que le comía la cabeza desde hacía horas.
¿Debía llevar a Cassie a la fiesta de Ryan? Ella había rechazado la idea y, siendo sinceros, tampoco encajaba mucho en el ambiente donde él se movía. Quizás por eso no quería ir.
Sin embargo, la otra pregunta que tanto le rondaba la cabeza era por qué tenía ganas de que Cassie también fuera a esa fiesta.
Resopló.
Tyler dio otra vuelta por la habitación. Estaba seguro que con un par de vueltas más haría un agujero en el suelo. Se volvió a parar frente al espejo.
¿Acaso había algo o alguien que le impidiera invitar a Cassie a la fiesta?
Por supuesto que no.
Cogió el regalo de Ryan (ya envuelto) y salió de su habitación a toda prisa.
—¡Me voy! —gritó en la entrada y abrió la puerta.
—Pásalo bien y no la líes mucho —comentó su padre desde el sofá.
En cuanto se montó en el coche, puso rumbo hasta la cafetería de las hermanas Smith. Encendió la radio para escuchar algo de música y entrar en el ambiente de fiesta. Tarareó la canción de Imagine Dragons que estaba sonando, mientras que pensaba en los diferentes escenarios que podían ocurrir, entre ellos que ella le dijera de nuevo que no quería ir a la fiesta.
Sin embargo, entre todas las escenas que se imaginó en su cabeza, no entró la opción de que Rosie's estuviera cerrada. No había luz, ni la puerta estaba abierta, ni tampoco había gente entrando o saliendo del local. Puede que aquella fuera la primera vez que Tyler veía la cafetería cerrada. ¿Habría pasado algo? ¿O Cassie le habría mentido?
Sin ni siquiera bajarse del coche, arrancó de nuevo y se dirigió hacia la casa de la morena. Si les había pasado algo quería averiguarlo y si no, intentaría convencerla para ir al cumpleaños de Ryan.
Aparcó justo enfrente de la casa de al lado y tras ponerse su chaqueta vaquera, se bajó del coche y se dirigió hasta la puerta. Se aclaró un poco la garganta y llamó al timbre.
Miró el reloj.
Eran las ocho y cuarto.
El tiempo perfecto para llegar a la fiesta a y media y que varias personas hubieran llegado ya.
De pronto, la puerta se abrió.
—¿Qué haces aquí?
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