Capítulo 16: A solas
Con la mirada fija en la carretera, la mano agarrada sobre el manillar y apretando la mandíbula con demasiada tensión, Cassie intentaba controlar cada movimiento que Tyler hacía con el coche. Cada bache era un suplicio y cada curva, un tormento, pero por suerte, no llovía. Aunque de haberlo hecho, no se habría subido en su coche, ni, aunque Danforth se hubiera arrodillado suplicante. Nunca, jamás, ni en sueños se montaba en un coche durante una tormenta. De hecho, si alguien quisiera torturarla, no habría mejor manera de hacerlo que montarla en un coche en medio de una tormenta. Sin embargo, aquel día, el cielo estaba despejado y los rayos de sol todavía se colaban por los cristales del coche.
Estaba tan concentrada en que Tyler condujera de forma correcta y segura, que no se dio cuenta de que Tyler había intentado sacarle conversación y que ella no había respondido, ni siquiera con un simple sonido afirmativo o negativo.
Tyler miraba concentrado la carretera, pero de vez en cuando echaba un vistazo a Cassie y lo callada que iba. No había pronunciado ni una sola palabra desde que habían salido del instituto y le dio la dirección de su casa, y sinceramente, no entendía qué le pasaba. El castaño temía que todo el buen rollo que habían conseguido el día anterior, se hubiera desvanecido por haber abandonado la estúpida bici de Cassie en el parking del instituto. ¿En serio no le iba a hablar por no haber ido en su bicicleta? ¿O había dicho algo indebido? No, posiblemente no, porque en su mente se guardaban muchas preguntas indebidas acerca de la vida de Cassie y, en cambio, nunca habían salido por su boca.
—Es aquí —pronunció ella por primera vez desde que se había subido al coche.
Había abierto la boca porque estaba ansiosa por bajar de ahí y meterse en su casa, un lugar seguro. Era cierto, que no podía negar, que Tyler condujera mal. De hecho, lo hacía bastante bien, pero hasta que se acostumbrara a ello, tendría que montar varias veces en su coche y estaba bastante segura que eso no iba a pasar.
—Vale.
El jugador aparcó y ambos se bajaron del coche. Por supuesto, la primera en bajar fue Cassie, para respirar aire de la calle. Esperó a que Tyler cogiera su mochila de los asientos traseros, antes de caminar hacia su casa.
Tyler se fijó en la casa de Cassie. Tenía bastante curiosidad en saber cómo sería esta. No se sorprendió al verla por fuera, decorada igual que todas las casas de Westhill River: tejado de color gris oscuro y con la fachada en color blanco. Sin embargo, le llamó la atención ver que la casa era de un solo piso y no de dos o incluso más. Estaba acostumbrado a estar rodeado de casas más altas y grandes que la que tenía enfrente en ese momento. Por supuesto, sabía de la existencia de estas, pero no solía ir mucho a aquella parte de la ciudad, él estaba más acostumbrado a la parte más rica. Lo más cerca que había estado de aquella zona, era a un par de calles más a la derecha, en donde se encontraban casas un poco más grandes, como la de Ryan.
Ambos caminaron hacia la entrada. Un porche decorado con algunas flores muy bien cuidadas y con un par de sillas y mesitas bajas a los lados de estas. Cassie introdujo la llave en la cerradura y, tras darle varias vueltas, abrió la puerta de casa.
—Pasa —dijo haciéndose a un lado para que él entrara primero. El joven solo asintió y acató la orden.
Cassie siguió los pasos del joven y se acercó a la alarma antirrobo para desconectarla. Tyler miraba con curiosidad aquella casa que no tenía mucho más que lo que sus ojos veían. Lo primero que había era un gran salón-comedor-cocina y de este a cada lado había varias puertas y una al fondo que daba al jardín trasero. A su derecha, le pareció ver que estaba la habitación principal y al fondo, había una puerta cerrada que debía ser la despensa o la lavandería. A su izquierda, tres puertas. Dos habitaciones, algo más pequeñas que la primera y entremedias de estas, otra puerta cerrada que Tyler imaginó que sería el baño principal.
—Bueno, pues esta es mi casa. No es mucho, pero...
—Es muy bonita. Acogedora —mencionó él.
—¿Verdad? Mis tías tienen muy buen gusto para decorar.
Tyler se sorprendió al ver lo animada que estaba, es más, sus mejillas habían tomado un color más saludable que cuando estaban en el coche. Quizás solo se había sentido incómoda o avergonzada de ir juntos en su coche, pues, después de todo, apenas se conocían.
—Bien, pues tú dirás. ¿Dónde estudiamos? —preguntó el castaño.
—Pues aquí mismo —Cassie señaló el sofá—. Aquí estaremos bastante cómodos.
Podría haberle llevado a su habitación, pero aquellas cuatro paredes le parecían bastante personales para mostrarlas a un desconocido. Aunque conocía a Danforth desde hacía años, realmente solo eran eso, un par de desconocidos que daban clase. No sabía nada más allá de él, además de que era pésimo con los números, que jugaba muy bien al fútbol, que su padre era el dueño de una importante cadena de hoteles, que solía sangrar por la nariz, que... Bueno, quizás sí que sabía alguna cosa sobre él, pero no lo suficiente como para tener la confianza de mostrarle su refugio.
—Perfecto.
—¿Quieres algo de beber o comer...? —preguntó Cassie para ser una buena anfitriona.
—Si no te importa, un vaso de agua.
—Claro, ponte cómodo —le ofreció.
Se acercó a la cocina para preparar un par de vasos de agua. Ella también estaba sedienta. Tantos nervios la habían dejado seca. Tyler aprovechó para seguir curioseando con la mirada el resto de la casa.
—¿Y sabes hasta cuándo va a estar cerrada la biblioteca?
—Ni idea. No ponía nada en el cartel, pero supongo que la semana que viene ya estará abierta y podremos retomar las clases allí —dijo la joven, quien se acercó con un par de vasos en la mano y extendió uno a Tyler.
—Gracias —él lo cogió y se lo bebió de un trago.
—Joder, Danforth, pues sí que tenías sed, ¿quieres otro o vamos al río a que bebas directamente de allí? —bromeó la joven.
—No te diría que no, pero posiblemente deje a toda la ciudad en sequía.
—Y sin su mayor encanto —dijo sentándose al lado de Tyler, en el sofá.
—Aunque esta ciudad tiene muchos otros encantos.
—Sí, claro —dijo sin saber cómo responder a eso. ¿Aquello había sido una especie de halago hacia ella o estaba imaginando cosas?—. Bueno, dónde nos quedamos ayer.
—Ni lo recuerdo, estaba más concentrado en no morir desangrado.
—Y yo en no desmayarme.
—Vaya dos... —ambos se echaron a reír.
—¿Te parece si seguimos por donde lo dejamos la semana pasada?
—Sí, mejor.
—Está bien. Abre el cuaderno.
Los dos comenzaron a estudiar Cálculo, bastante centrados en su tarea. Se bajaron del sofá y estuvieron sentados en el suelo para apoyarse mejor en la mesa baja del salón. Cassie le explicaba los conceptos, después le ponía algún ejercicio y él los realizaba. Entre ejercicio y ejercicio, soltaban alguna que otra broma, que, aunque los distraía un poco, los animaba a seguir. Hasta que llegaron a un ejercicio en el que incluso Cassie se atascó y no sabía resolverlo.
—A ver si voy a tener que darte yo a ti clases...
—¡Será posible, Danforth!
—Miller, reconoce que no sabes resolverlo.
—¡Claro que sé! Solo tengo que ver dónde hemos fallado —dijo ella sin apartar la mirada del cuaderno. Por su teclado, que conseguiría resolver aquel ejercicio.
—No pasa nada, me buscaré otra profesora que lo resuelva y listo —le picó Tyler.
—Espera, tengo una calculadora en mi habitación, seguro que hay alguna cuenta mal hecha.
Cassie se levantó como un rayo y Tyler la siguió con su cuaderno en la mano. La joven iba tan ofuscada en conseguir dar con la solución de aquel ejercicio que no se percató de que había entrado en su habitación y de que Tyler también lo había hecho.
—Aquí está —dijo cogiendo la calculadora de su escritorio y se dio la vuelta. Justo en ese momento, se dio cuenta de que Tyler Danforth estaba dentro de su habitación—. Oh.
—Perdón, Miller. Si te molesta que entre, yo... —Tyler fue a darse la vuelta cuando escuchó la voz de la joven.
—No te preocupes. Supongo que ya estás dentro.
—¿Seguro?
—Sí, no tengo nada que ocultar —Tyler asintió.
Los dos se quedaron parados, en silencio. Por un momento, se les olvidó el motivo por el que estaban en la habitación de Cassie. Tyler miró con cautela a su alrededor.
La habitación no era muy grande, pero sí lo suficiente para poder moverse con total libertad. La cama, de tamaño doble, estaba perfectamente hecha y sobre ella había varios cojines de color amarillo pálido y un teclado con las teclas algo desgastadas. Justo encima, había un cuadro con lo que parecía el dibujo de una constelación y algunas luces que colgaban a ambos lados del marco. Tyler se preguntó si su compañera era aficionada a las estrellas o solo a esa constelación en particular. También se fijó en su escritorio, bastante ordenado. Un portalápices recogía todos los rotuladores y bolígrafos con los que Cassie decoraba sus apuntes.
Lo que le llamó la atención a Tyler, fue ver un folleto de Juilliard. Se acercó para cogerlo, pero antes de hacerlo, Cassie se acercó a toda velocidad y tapó un marco de fotos que había en el escritorio. Tyler no quiso preguntar sobre ello.
—¿Juilliard? —dijo enseñándole el folleto—. ¿Es allí dónde vas a ir cuando acabe el insti?
—No lo sé. No lo tengo claro.
—¿Por? —preguntó él con curiosidad.
—Mi primera opción es ir a la universidad de Austin.
—¿Austin?
—Sí, ¿qué pasa?
—Joder, Miller. Austin es una mierda comparado con Juilliard. A ver, no entiendo mucho sobre Juilliard y música, pero todo el mundo sabe el prestigio que tiene.
Cassie se encogió de hombros y se sentó en el borde de la cama.
—Y, ¿qué te ha hecho dudar?
—La señorita Williams.
—Dichosa orientadora... —masculló Tyler—. Pero, debes ser muy buena con el piano si tienes posibilidades de entrar.
—Supongo que sí, pero es muy complicado entrar. Solo lo consiguen unos pocos.
—Bueno, nunca sabrás si eres una de esos pocos, si no lo intentas.
—Supongo que llevas razón —respondió Cassie—. ¿Y tú a dónde vas a ir, Danforth? —levantó la vista y miró a Tyler, quien se sentó a su lado.
—Es complicado.
—Me imagino...
—Siempre he tenido claro que iría a Stanford y estudiaría empresariales, pero la señorita Williams lo complicó todo.
—¿También te ha hecho el lío? —Tyler asintió.
—Me dijo que encajaría más conmigo estudiar tecnología y comunicación en Columbia.
—También me ofreció Columbia. No es mala universidad. Es una buena opción.
—Quizás la pagan por ofertarla —Cassie sonrió.
—La pagan por llevarte la contraria.
—Eso está claro —sonrió Tyler.
—¿Y tú qué es lo que quieres, Danforth?
Aquella era una muy buena pregunta. Una que nadie le había hecho, ni siquiera a sí mismo. Siempre había hecho lo que debía, lo que su padre le había dicho que tenía que hacer. Lo único que hacía por placer era el fútbol, quizás por ello, aquel deporte era su bien más preciado. Pero, cada día que pasaba era un día menos para tomar la decisión que daría paso a una nueva etapa en su vida. Y, ¿qué era lo que quería hacer?
—Es una buena pregunta —respondió.
—¿No sabes que quieres hacer? —Tyler negó.
—Siempre he hecho lo que debía, no lo que quería.
—Pues quizás es el momento de empezar. Debes elegir con el corazón —mencionó sincera.
—¿Tú siempre has sabido lo que querías hacer?
—Supongo que sí. Siempre he sabido que quería estudiar música, lo que no tengo tan claro es dónde.
—Juilliard, ya te lo digo yo —ambos sonrieron—. ¿Por qué has descartado Columbia?
—No la he descartado. Quizás solicite beca allí. Es más fácil entrar que Juilliard, aunque de momento mi primera opción sigue siendo Austin.
De pronto, escucharon un ruido al otro lado de la casa. Tyler se sobresaltó un poco.
—Será mi tía Anna —clarificó.
—¡Cass, cielo! ¿Estás en casa? —dijo Anna desde el otro lado de la casa, al mismo tiempo que caminaba por ella—. He comprado unas pizzas para celebrar la publicación de mi libro y... Oh —dijo entrando en la habitación y parándose de golpe. Tanto que por poco se le caen las dos cajas de pizza que llevaba en su mano—. No sabía que tenías compañía.
—Tía Anna, él es Danf... Tyler. Tyler Danforth —Anna asintió—. Un compañero de clase de Cálculo.
—Oh, claro. Hola —saludó la pequeña de las Smith.
—Hola, encantado.
—Bueno, os dejo seguir estudiando, yo voy a colocar algunas cosas.
Anna se dio la vuelta y cerró la puerta de la habitación con la mano que tenía libre, dejando a los dos solos entre aquellas cuatro paredes. En cuanto dejó las pizzas sobre la isla de la cocina, se acercó a la puerta de la habitación de Cassie para cotillear. No llevaba ni dos minutos con la oreja pegada en la puerta, cuando llegó Grace.
—¿Qué haces?
—Shh. Calla. Cassie está con un chico en su habitación —susurró Anna.
—Lo sé, pero, ¿por qué tienen la puerta cerrada? —dijo acercándose a la puerta.
—Se la he cerrado yo. Espera, ¿lo sabías? —Grace asintió y colocó su oreja en la puerta, justo al lado de Anna.
—Me llamó para pedirme permiso.
—¿Por qué siempre te llama a ti para pedirte permiso?
—Porque soy su tutora y porque soy más responsable que tú.
—Eso es verdad. Nunca imaginé que le dejarás estar a solas con un chico...
—Eh, que yo también puedo ser la tía guay —Anna la miró incrédula.
—Eres la responsable y su tutora, no me quites el puesto de tía guay.
—Shh, calla. No oigo nada.
De pronto, la puerta se abrió de golpe y las dos intentaron mantener el equilibrio para no caerse de bruces contra el suelo. Cassie las miró algo enfadada, mientras que Tyler intentó aguantar la sonrisa que se le había dibujado en los labios.
—¿Qué hacéis? —dijo Cassie al ver a sus tías.
—Nada.
—Hola, ¿qué tal? Soy Grace —dijo presentándose.
—Encantado.
—Danforth ya se va —les informó Cassie.
—Oh, ¿ya te vas? —Tyler asintió.
—Íbamos a preguntarte si querías quedarte a cenar —intervino Anna—. Por eso estábamos en la puerta.
—Ya... —susurró Cassie.
—Oh, no. Muchas gracias, pero mi padre me estará esperando y, además, no quiero molestar más.
—Para nada eres molestia. Hay pizza de pepperoni y de cuatro quesos
—Cassie miró a Anna con los ojos abiertos y el ceño fruncido. ¿Qué estaba haciendo?
—No solemos cenar eso todos los días —explicó Grace—. Pero, hoy celebramos que van a publicar su novela —señaló a Anna.
—Una oferta demasiado tentadora, pero no quiero estropear la celebración. Enhorabuena, por cierto.
—Gracias. Y por supuesto que no estropeas nada, ¿verdad, Cassie?
Cassie no sabía dónde meterte. ¿Tyler Danforth cenando en su casa con sus tías? Eso ya era demasiado, sobre todo, porque sus tías hablarían de más y le contarían bastantes detalles de su vida personal. Detalles que no sabía si quería que Danforth supiera. Aunque, pensándolo bien, estaba en su casa, había entrado en su habitación e incluso habían hablado de su futuro en la universidad, pocas cosas le quedaban ya por saber de ella. Tyler dirigió su mirada hacia Cassie, buscando una respuesta y aunque deseaba acompañarlo hasta la puerta y despedirse, no podía hacer otra cosa que insistir, pues de lo contrario, habría quedado muy mal.
—Claro, puedes quedarte, si quieres...
—¿Seguro? —Cassie asintió—. Bueno, supongo que podría avisar a mi padre.
—Claro, claro.
—Está bien, voy a llamarlo.
Tyler se alejó un poco de las tres y se acercó al sofá del salón para hablar con su padre con algo más de calma.
—¿Qué has hecho? —susurró Cassie a su tía Anna.
—Ser amable.
—¿Amable? ¡Le has invitado a cenar!
—¿Y por qué no iba a hacerlo? ¿Te ha hecho algo malo? —preguntó Grace preocupada en el mismo tono.
—No, no. Es solo que no tengo tanta confianza como para que se quede a cenar.
—Bueno, pues es tarde para eso.
—Te la guardo para otra ocasión...
—Oye, es muy guapo —la chinchó Anna.
—Cállate.
—Mi padre me ha dicho que no hay problema —mencionó Tyler acercándose a ellas.
—Fenomenal.
—Pues ala, vamos a cenar.
—¿Qué prefieres? ¿Pepperoni o cuatro quesos? —preguntó Grace mientras se acercaban los cuatro a la isla de la cocina para cenar.
—Pepperoni siempre.
—Ya mecaes bien —dijo Anna.
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