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Capítulo 14: Sangre fría

Tyler dio un par de vueltas por el pasillo completamente vacío, mientras miraba la hora en su móvil. Cuando le dijo a Cassie Miller que llegaría quince minutos después, no pensó que sería él quien tuviera que esperarla. De hecho, se imaginó que la joven estaría en la biblioteca estudiando o adelantando los deberes que les habían puesto ese día. Pero, se había recorrido todos los pasillos de la biblioteca y había mirado en todas las mesas y no había rastro de ella.

¿Es que se habría marchado a su casa y lo habría dejado plantado?

La veía bastante capaz de haberlo hecho. Digamos que la última (y primera) clase no había ido del todo bien. Cassie estaba tensa y bastante borde. Quizás no había sido una buena idea escogerla como su profesora de Cálculo. Podría haber escogido al empollón del insti, él seguro que no se saltaba ninguna clase, principalmente porque seguía en la biblioteca. Tyler incluso pensó que aquel muchacho dormía entre aquellas cuatro paredes.

Se pasó la mano por el pelo, bastante más seco, aunque todavía algo húmedo, y resopló.

De pronto, escuchó un par de pasos que se acercaban. Levantó la vista y vio a la joven con bastante prisa.

—No me he dado cuenta de la hora.

—¿Dónde estabas?

—En el teatro. Dijiste que llegarías a las cinco y cuarto.

—Ya, son y veinte, Miller.

—Bueno, solo me he pasado cinco minutos. Además, te recuerdo que la semana pasada tú llegaste veinte minutos tarde —le reprochó.

—Y por eso has venido tarde —masculló.

—Mira, Danforth, piensa lo que quieras... ¿Entramos o qué? —dijo bastante molesta. Tyler asintió y resopló de nuevo.

Los dos se sentaron en la misma mesa que el lunes anterior. Sacaron sus cuadernos y, a diferencia de la otra vez, Tyler sacó un par de bolígrafos que sí pintaban. Se había asegurado de ello en su última asignatura.

Revisaron los últimos conceptos que habían estudiado y Cassie se los empezó a explicar.

Todo parecía ir bien, hasta que los dos empezaron a discrepar sobre cierto resultado en un ejercicio. Ninguno de los dos pretendía ceder y Cassie se empezó a cansar de luchar por su argumento. Si estaba allí, era para enseñarle porque supuestamente ella sabía más que él sobre aquella asignatura.

—Está claro que tienes que llevar siempre la razón —dijo indignada Cassie.

—¿Siempre? Tú qué sabes si yo llevo la razón siempre o no.

—Porque eres ese tipo de persona a la que nunca le han dicho "no".

—Ahora resulta que además de Cálculo también sabes cómo soy.

—Sí, sé perfectamente cómo eres.

—Ah, ¿sí? Pues cuéntame, Miller, ¿cómo soy?

—Un niño malcriado, que siempre tiene la razón, creído y superficial.

—Y esa opinión sobre mí la tienes, porque me conoces a la perfección
—dijo bastante molesto.

—No, porque te he visto durante todos estos años y conozco a la gente como tú.

—Así que me has estado observando durante años...

—Eso no es lo que he dicho...

Cassie se puso nerviosa. No sabía cómo había conseguido que le diera la vuelta a la tortilla.

—Mira, Miller, no conoces nada sobre mí, así que deja de decir cómo crees que soy, porque no tienes ni idea. No me conoces.

—Ni tú a mí.

—Sí, eso es cierto, pero yo no voy diciendo de ti que eres una empollona, huérfana y borde.

—Eres un imbécil, Danforth.

—Y tú una sabelotodo.

Cassie estaba a punto de levantarse y recoger todas sus cosas, cuando de repente, de la nariz Tyler empezaron a brotar unas primeras gotas de sangre.

—Te sale sangre de la nariz —le informó Cassie, mientras su corazón empezaba a latir con bastante fuerza.

El joven se llevó la mano a la nariz y comprobó que así era. En cuestión de segundos, las gotas se transformaron en una fuente. Tyler se agachó a toda velocidad a su mochila y sacó un pañuelo para taponarse la nariz.

Cassie se quedó paralizada. Solo se quedó su mirada fija en él y sentía que le faltaba el aire. Intentó pensar en otras cosas diferentes y no ponerse nerviosa. No podía perder los nervios delante de Danforth y darle otra cosa por la que reírse de ella.

—No te preocupes, Miller —dijo Tyler al ver la cara, casi pálida, de la joven—. Me pasa a menudo. Suelo recibir golpes fuertes en el entrenamiento y hoy no ha sido diferente.

—Voy a ir a por algo de hielo —mencionó la joven para salir de allí cuanto antes.

A Tyler no le dio tiempo a contestar nada, cuando la joven salió corriendo de la biblioteca, dejándolo allí solo, medio desangrándose.

Salió al pasillo y se quedó quieta. Necesitaba tranquilizarse y respirar. No podía dejar que aquella sensación la dominara por completo, necesitaba hacer frente a esa ansiedad que tenía. Se apoyó en la pared y respiró profundamente un par de veces. El corazón le iba a mil por hora. Decidió pensar en otra cosa. Como, por ejemplo, buscar algo de hielo.

A esas horas, la cafetería estaba cerrada (como casi todas las estancias en el instituto), así que allí no podría ir a pedir algo de hielo. ¿Dónde cojones podía encontrar hielo o algo que estuviera muy frío?

Levantó la vista y miró a su alrededor.

Al fondo del pasillo había una máquina expendedora. Ni siquiera recordaba si era de comida o de bebida, pero suplicó porque la máquina estuviera repleta de la segunda opción. Se acercó a ella y comprobó que había botellas de diferentes bebidas y refrescos. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y comprobó que llevaba un par de monedas encima. No solía llevar dinero en los bolsillos, pero aquella misma mañana había ido a la cafetería y se había guardado el cambio en el bolsillo de sus vaqueros azules claros. Nunca había estado tan agradecida de haber guardado ahí las monedas y no en su monedero.

Sacó una botella de agua fría y la abrió. Si bebía un poco, no pasaría nada, dejaría la cantidad suficiente para que Danforth pudiera colocar la botella sobre su nariz, pero ella necesitaba beber un poco para calmar los nervios.

Caminó de vuelta por el pasillo, respirando e intentando tranquilizarse un poco. No pasaba nada por un poco de sangre, ¿o sí?

Entró de nuevo en la biblioteca y vio al joven con otro pañuelo sobre la nariz y varios sobre la mesa llenos de sangre.

—Toma te he traído una botella de agua fría —mencionó ella, extendiéndola.

—¿Puedes sujetarla tú? Tengo las manos un poco ocupadas...

Cassie se quedó quieta, de pie, mientras lo miraba. No sabía si sería capaz de dar un paso hacia delante.

—¿Te encuentras bien? Estás un poco pálida.

—Y mareada —confesó la joven. Tyler abrió los ojos de par en par.

—Siéntate —dijo apartando un poco la silla de al lado con el pie—. No necesitamos que te caigas redonda en el suelo —Cassie asintió y se sentó de golpe en la silla—. Bebe algo de agua —le ordenó. La joven no rechistó. Abrió la botella de nuevo y bebió un poco del líquido—. ¿Te mareas con la sangre?

—Algo así...

—Joder, Miller... ¿Quieres que me vaya a otro sitio? —preguntó él.

—No, no. Tú ocúpate de tu nariz, esto se me pasa en un rato. Tengo que superarlo —susurró cerrando los ojos.

—No me voy a morir, Miller, así que no te preocupes, seguiré pagando tus clases —bromeó para intentar que la joven se relajara un poco.

—Menos mal, ya pensaba que me quedaba sin mi paga extra —respondió ella todavía con los ojos cerrados.

Ambos sonrieron.

Cassie respiró un par de veces y pensó en que no podía ser presa del pánico. En algún momento debía superar ese miedo a ver sangre. Sobre todo, porque en más de una ocasión estaría presente en alguna escena con aquel líquido rojizo que tan poco soportaba. Tenía que enfrentarse a ese miedo y quizás aquel momento era uno muy bueno.

Abrió los ojos y volvió a mirar a Danforth. Tenía parte de la cara llena de sangre y el pañuelo que tenía sobre la nariz estaba completamente cubierto de aquel color. Pestañeó un par de veces y se levantó.

—¿Qué haces, Miller? Como te desmayes, no pienso atenderte. Sobre todo, porque no puedo.

—Voy a darte otro pañuelo, tienes que cambiarlo —se agachó a coger su mochila y sacó un pañuelo limpio y seco—. Toma —Tyler lo cogió y se cambió el pañuelo con rapidez.

Cassie cogió la botella y se sentó en el reposabrazos de la silla de Tyler, justo de frente hacia él. Colocó la botella sobre su nariz y la mantuvo un poco presionada para que se le cortara aquella especie de hemorragia.

—¿Estás bien? —le preguntó él levantando la vista. Sus ojos se cruzaron demasiado cerca.

—Sí, creo.

No estaba muy segura, pero al menos intentaba mantener una respiración lo más acompasada posible y tranquila. Fijó su mirada en los ojos del castaño para así no mirar tan de cerca la sangre y conseguir controlar su miedo.

—¿Siempre has tenido ese miedo a la sangre?

—No, solo desde hace tres años más o menos —mencionó ella.

—Ah... —dijo él, sin hacer más preguntas.

—¿Tú cómo te encuentras?

—Bien, no te preocupes. Como te he dicho, me suele pasar bastante a menudo.

—Sois unos bestias —Tyler rio.

—Supongo que sí.

—¿Y te compensa sufrir tantos golpes por un deporte? —preguntó ella todavía sin apartar la mirada de sus ojos.

—No es solo un deporte. El fútbol me ha salvado de mucho. Es algo que necesito.

Cassie entendía a lo que se refería. Para ella, el piano era una necesidad, tanto o más como respirar y también le había salvado de mucho, así que imaginó que el fútbol era el piano de Danforth.

—Prefiero quedarme sin nariz —confesó él, también mirándole a los ojos.

—Y serás el Voldemort del instituto —Tyler sonrió.

—Bueno, al menos la gente pensará algo más de mí que ser solo un creído, prepotente.

—Lo siento, Danforth —respondió ella. Tyler se sorprendió al escucharla—. No debería haberte dicho eso.

—Era lo que pensabas... Yo también lo siento, Miller. Me he pasado bastante.

—Supongo que llevabas algo de razón. Un poco empollona sí soy y huérfana también, así que no has dicho nada que no fuera verdad.

—No, sinceramente creo que eres algo más que todo eso. Y no creo que nadie debía usar que no tienes padres para molestarte. Es algo que está fuera de lugar —confesó Tyler.

Ahora la que estaba sorprendida era Cassie. Nunca pensó escuchar a Tyler Danforth decir aquellas palabras.

—Bueno, ya no me molesta que lo digan. La gente que me lo dice no es muy original. Lo de borde no me lo habían dicho nunca... Supongo que solo soy borde con quien lo merece —Tyler sonrió pícaramente.

—Así que me merezco que seas borde conmigo.

—Sí.

—¡Qué fuerte, Miller! No pensaba que fueras así...

—Pues ya ves —respondió sonriendo.

Los dos se quedaron callados, mirándose a los ojos y sonriendo. Algo dentro de ellos sabía que había prejuzgado al otro sin conocer apenas nada sobre el otro.

Sus miradas permanecieron ahí fijas durante un rato y lo peor de todo era que ninguno de los dos se sentía incómodo. Puede que con otras personas sí que fuera así, pero ni Tyler se sintió extraño por observar a Cassie y a aquella cicatriz en su pómulo izquierdo, ni Cassie pensó en que estaba mirando demasiado los ojos verdes con ligeros destellos amarillentos de Danforth.

—Bueno, parece que esto se está cortando —dijo él.

Retiró un poco el pañuelo, lo dobló y lo pasó por su nariz. Apenas salía sangre.

—Me alegro —dijo ella, todavía sentada en el reposabrazos.

—Supongo que gracias a tu botella de agua.

—Aunque esté medio vacía —dijo ella sonriendo y levantando la botella. La cual solo tenía líquido por la mitad.

—O medio llena... —los dos sonrieron—. ¿Te encuentras mejor?
—preguntó él.

—Sí. Supongo que gracias a que me has distraído un poco.

—Bah. No he hecho nada —dijo Tyler. Bajó un poco la mirada y se terminó de limpiar la nariz con otro pañuelo. Ya no salía sangre.

Sin pañuelo de por medio que le tapara parte de la cara, Cassie se sintió un poco descubierta. Ya no solo era un par de ojos a los que mirar, ahora había una cara completa con sus facciones y su sonrisa. Esa sonrisa tan encantadora por la que suspiraban muchas chicas del instituto. Sin embargo, ella no era una más. No podía caer en los encantos de Tyler Danforth.

Se levantó con rapidez del reposabrazos y se quedó de pie.

—Creo que deberíamos dar por terminada la clase de hoy.

—Sí, aunque hemos hecho poco, la verdad...

—Ya... Hoy no hace falta que me la pagues. No te he dado apenas clase.

—Pero me has salvado de morir desangrado —dijo el castaño levantándose y recogiendo todos los pañuelos.

—¡Qué exagerado! —rio ella.

El silencio los volvió a sucumbir. Aunque esa vez, Tyler decidió interrumpirlo.

—¿Te parece si mientras tú recoges un poco la mesa, voy al baño y me lavo un poco? —Cassie asintió, pues el joven tenía algo de sangre sobre sus manos—. Bien, pues ahora vengo.

Tyler recogió todos los pañuelos y salió de la biblioteca, mientras Cassie recogía todos los papeles y bolígrafos que había apartados en la otra punta de la mesa. Una sonrisa se mantenía dibujada en sus labios. Se quiso decir a sí misma que era de orgullo. Estaba orgullosa de haber conseguido ser más fuerte que su miedo, y aunque no creía que lo hubiera superado por completo, estaba feliz de haber sido un poco más valiente. En cambio, en su interior, algo le decía que su sonrisa no era solo de orgullo, sino que Tyler Danforth tenía también algo de culpa.

Cuando Tyler salió del baño, también tenía una sonrisa dibujada en los labios. No quería reconocer que Cassie Miller era la culpable de que sus labios estuvieran curvados, pero sorprendentemente así era. En cambio, su sonrisa se desvaneció al ver que la biblioteca estaba cerrada y no había ni rastro de la morena.

Decidió salir a la calle y comprobó que ahí estaba la joven. Llevaba colgada la mochila de los hombros y en su mano sujetaba la mochila y la cazadora vaquera de Tyler. Su fiel cazadora que siempre llevaba en cuanto refrescaba un poco.

—Muchas gracias —dijo él cogiendo sus cosas.

—La amabilísima bibliotecaria —dijo con ironía—, me ha echado porque iba a cerrar.

—¡Qué borde es esa mujer...!

—¡Y qué lo digas! Por cierto, Danforth, he pensado que como hemos perdido la clase de hoy, ¿te parece que demos clase mañana? Así no pierdes el dinero de la clase de hoy —dijo Cassie.

—Sí, me parece bien. ¿A la salida de extraescolares?

—Sí, claro.

—Bien.

—Genial —mencionó ella—. Bueno, debería irme, mis tías me estarán esperando —dijo y empezó a caminar.

—Espera, Miller —Cassie se dio la vuelta—. ¿Por qué no empezamos de cero? Creo que después de esta tarde, es lo mínimo.

—Danforth, yo...

—Sin prejuicios, sin rencores —Tyler extendió la mano y deseó que Cassie la estrechara.

—Está bien, pero pienso seguir llamándote Danforth —dijo sonriendo.

—Me parece bien, Miller —sonrió él.

—Nos vemos mañana.

—Hecho.

—Y procura que no te den otro golpe, no quiero tener que darte otra clase más.

—Ni yo que te desmayes —los dos se echaron a reír.

—¡Hasta mañana!

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