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Capítulo 11: Viernes de fútbol

Todavía no sabía cómo se había dejado engañar por Alex para ir a un partido de fútbol. Justo el único día que no tendría que ver a Danforth a la salida de teatro, iba a verlo jugar un partido de fútbol. En todos esos años, no había asistido nunca a un partido de fútbol. No tenía ningún tipo de interés en aquel deporte, ni mucho menos lo tenía ahora. Sin embargo, ahí estaba, subiendo las escaleras de la grada para presenciar el primer partido del curso.

—Todavía no me has dicho por qué tienes tanto interés en ver este partido —dijo Cassie a Alex mientras subían un par de escalones más.

—Porque es el primero en el que Emily está de animadora y quiero ver si se desmaya por tener a Thompson tan cerca.

—Estará tan nerviosa que ni se dará cuenta —se metieron en una de las filas y buscaron dos asientos libres.

—Oh, créeme que sí. Esa chica es como una hiena con Scott. Lo huele a diez kilómetros de distancia —Cassie se echó a reír.

—¡Qué exagerado eres!

—Y, además mi novio juega hoy —sentenció Alex, mientras se sentaban.

Cassie casi se cae de culo contra el suelo.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿No decías que no era de este insti? —Alex asintió—. No me jodas que es un Coyote.

—Sí.

—Alexander, ¿tú quieres que nos linchen? Es el enemigo.

—El enemigo. ¡Qué exageración!

—Alex, ¿sabes que los Parrots y los Coyotes tienen una enemistad desde tiempos inmemoriales?

—Sí, pero tampoco es para tanto... ¿no? —Cassie resopló.

No sabía mucho de fútbol, pero lo que sí sabía (al igual que todo el mundo) era que los Coyotes eran los mayores rivales de los Parrots. Puede que sus diferencias fueran incluso más allá del deporte. Si se veían por la calle, se podían escuchar insultos entre ellos, casi siempre disfrazados de una tos mal hecha o un sonido extraño, y aunque, no hubieran llegado nunca a las manos, en los partidos siempre acababa algún jugador lesionado. Incluso, aunque no vieras el partido, al día siguiente se comentaba por los pasillos las disputas que había habido entre ellos.

—No, qué va. Siempre acaba alguno en enfermería, pero no, desde luego, no es para tanto...

—Ay, mi Freddy, espero que no salga herido.

—Son ellos los que juegan sucio, así que no creo que le pase nada. Espera, ¿se llama Fred?

—No juegan sucio. Sí, se llama Fred. ¿No te lo había dicho?

—No, como te has aliado con el enemigo, no me has dado datos.

—¡Qué exagerada!

De pronto, todo el mundo empezó a aplaudir y a vitorear. Ambos miraron hacia el campo y comprobaron que estaban saliendo los dos equipos.

—Al menos espero que sea guapo.

—Guapísimo, tanto que si se pone mucho al sol se derrite —Cassie se echó a reír—. Mira, ahí está —dijo señalando a uno de los chicos del equipo de los Coyotes.

—Como no especifiques, voy a pensar que estás liado con todo el equipo.

—El número 8.

Cassie se inclinó un poco hacia delante para intentar verlo un poco mejor. La verdad es que, aunque fuera a larga distancia, era guapo. Siempre había coincidido en gustos con su amigo, y la verdad era que aquella no era una excepción.

—¡Fred! —gritó levantando la mano y saludando, justo cuando todo el mundo se calló.

—Baja el brazo, por Dios. Nos van a apalear —Cassie le sujetó del brazo y tiró de él hacia abajo—. Madre mía, Alex —dijo muerta de vergüenza.

Echó un vistazo a su alrededor y observó alguna cara algo inquietante. Entre ellas, la de Tyler Danforth. El joven, desde el campo, miraba desconcertado a la joven. Algo normal, pues de todas las personas que hubiera esperado ver en las gradas, nunca imaginó que Cassie Miller estuviera allí.

—Tú todavía me tienes que explicar el rollo que te traes con Danforth.

—Solo quiere que le dé clases de Cálculo, nada más.

—Ya... ¿y por eso te ha ido a buscar a la salida todos los días?

—Sinceramente, yo también creo que hay algo raro... —comentó sin dejar de mirar cómo el joven se ponía el casco al otro lado del campo.

—Yo creo que está pillado por ti.

—¿Danforth? —Cassie se echó a reír—. Sea lo que sea que esconde no me gusta nada.

—Madre mía, Cass. Un chico guapo, uno de los más guapos del insti, de hecho, lleva toda la semana detrás de ti y tú solo piensas en que sus intenciones no son buenas.

—No espero nada bueno de un jugador de fútbol y tú tampoco deberías.

—Fred es diferente. ¿A que hacemos buena pareja?

—Oh, sí. A larga distancia puedo comprobar lo buena pareja que hacéis.

—Calla... —dijo Alex y rieron los dos.

Unos minutos después, las animadoras salieron al campo de fútbol para hacer sus diferentes presentaciones. Alex y Cassie miraban con ilusión a Emily. Se sentían muy orgullosos de que fuera una de las Parrots. En cuanto acabaron de hacer sus piruetas y saltos, Alex y Cassie se levantaron de sus asientos y aplaudieron, gritaron y silbaron el doble de lo que lo hacía el resto de público. Su amiga merecía todos aquellos aplausos.

De pronto, el móvil de Cassie comenzó a sonar. Lo sacó del bolsillo trasero de sus vaqueros y comprobó que su tía Anna era la remitente.

—Hola, tía. Estoy en el partido de fútbol, ¿ocurre algo?

—Sí, tu tía Grace se ha puesto enferma y necesito que vengas a ayudarme.

—¡¿Qué?! —no escuchaba nada con el ruido. Se tapó el otro oído con la mano para escuchar mejor—. ¿Qué pasa con la tía Grace?

—Debe haber cogido un resfriado. Tienes que venir a la cafetería, yo no puedo sola.

—Vale. Voy para allá.

Cassie colgó el teléfono y comprobó que Alex estaba mirándola con curiosidad.

—¿Qué pasa?

—Mi tía Grace está enferma. Tengo que irme a la cafetería.

—¿Ahora? Pero si no ha empezado el partido.

—Ya... no me queda otra. Mi tía Anna está sola y tengo que ir a ayudarla.

—Joder... Vale. Luego vamos a verte, ¿sí?

—Vale —Cassie se acercó a él y le dio un beso en la mejilla—. Te veo luego.

Fue pasando entre la gente que estaba en su misma fila y salió a las escaleras. Con agilidad, fue bajando hasta llegar a la puerta. Lo que no sabía la joven es que Tyler Danforth siguió sus pasos, bastante decepcionado de que se marchara de allí.


—Perdón, cielo. Sé que estabas en el partido, pero... —se disculpó Anna en cuanto entró Cassie en la cafetería.

—No te preocupes. Tampoco creo que me pierda gran cosa, ya sabes que no soy muy fan de los deportes —dijo la joven.

—Todavía no hay mucha gente, pero es viernes de fútbol.

—Ya, imagino que vendrán después del partido.

—Esperemos. Ya sabes que solo vienen si ganan...

—Sí, ya verás como sí. Voy a dejar el bolso dentro y ponerme un delantal para poder atender.

—Cassie —le llamó su tía. La joven se dio la vuelta y la miró.

—¿Qué?

—Muchas gracias —le dio un fuerte abrazo.

—De nada. ¿Qué tal está la tía Grace?

—Pues ha debido de coger un catarro fuerte. Tenía algo de fiebre y se fue a casa.

—Ha hecho bien. Espero que se recupere pronto.

—Y yo. Esto es una locura.

—¿Está André? —preguntó Cassie por el cocinero que Grace tenía contratado.

—Sí. Menos mal, porque yo sola no habría salvado el día.

—Genial. Voy a saludarlo.

Cassie se metió en el interior de la cocina para prepararse y saludar al cocinero.

En cuanto terminó el partido, Alex hizo su aparición estelar por la cafetería y se sentó en una banqueta en la barra pregonando lo desolado que estaba por su Fred, pues habían perdido el partido. Una noticia bastante buena para Rosie's pues en menos de quince minutos se llenaría de Parrots.

Y así fue.

A eso de las nueve de la noche, aparecieron todos los jugadores de fútbol y las animadoras. Era tradición que, tras un partido, todos ellos fueran a celebrar la victoria a Rosie's. Siempre elegían la cafetería porque era la mejor que había a los alrededores. Sus hamburguesas eran conocidas en todo Westhill River, solo que, a diferencia del resto de noches, aquella, Grace Smith estaba en cama y no sería la encargada de la cocina, sino André, quien aún estaba aprendiendo.

—¡Camarera! —gritó uno del equipo. Cassie se acercó hacia una de las mesas.

—¡Hombre! ¡Pero si es Miller! —gritó Scott.

Cassie sonrió con demasiada poca gana y seguidamente miró a Tyler, quien no le quitaba el ojo de encima.

—¿Nos pones hamburguesas para todos?

—La mía sin queso.

—Sin tomate la mía, por favor.

—Yo quiero una Coca-Cola.

—Un Seven-Up.

—Naranja —dijo otro.

—Otra naranja.

—Una Coca-Cola, también.

Cassie fue apuntando en su libreta como una loca, todas y cada una de las peticiones que le iban a haciendo. Por suerte, había practicado durante años, así que su mano escribía a velocidad del rayo, sin que se le escapara un solo detalle.

—¿Lo has cogido todo, Miller? —vaciló otro del equipo.

—Sí, tu hamburguesa con ajo, ¿verdad? —dijo con aire vacilón.

Se dio la vuelta para ir a la cocina y hacer el pedido a André. Sin embargo, escuchó una voz martilleante a su espalda.

—¡Camarera! —dijo Vanessa en otra mesa—. ¿Nos vas a atender o tengo que ir yo a la barra? —Cassie cogió algo de aire antes de darse la vuelta.

—Dime, ¿qué necesitas?

—Oh, Sparks, pero si es tu amiga la huérfana.

Cassie miró a Emily. La mirada de esta gritaba un "lo siento", pero sus labios permanecían sellados.

—La misma —dijo Cassie—. ¿Qué necesitáis? —dijo intentando ser amable, pero en su tono de voz había un ligero tono de rintintin.

—Queremos agua, sin gas, por supuesto, ensaladas mixtas y un par de batidos de fresas.

—Ah, mi ensalada sin pan, y sin esas cosas crujientes que le echáis —dijo Violet.

—Perfecto.

En cuanto Cassie se dio la vuelta, escuchó un par de risitas, las cuales, juró que iban dirigidas hacia ella.

—¿Soy yo o parece que hemos perdido a Emily? —le preguntó Alex cuando se acercó a la barra.

—Está intentando socializar con ellas, eso es todo.

—Ya... Hablaremos dentro de unos meses, cuando ella también se ría de tu uniforme...

—Emily no es así —dijo muy segura, pero lo cierto era que, al verla rodeada de tanta Parrot, no tenía tan segura aquella afirmación.

—Lo que no sé, es cómo puedes resistirte a los encantos de Danforth.

—¿Qué encantos?

—Oh, por Dios. ¡Es guapísimo! Y tú te niegas a ser su profesora. Yo sería su profesor de lo que él quisiera. Le podría enseñar muchas cosas —levantó las cejas pícaramente.

—¡Joder, Alex! —se dio la vuelta y se rio.

Se acercó a la cocina e hizo todas las peticiones a André para que las hiciera. Se acercó a los grifos y empezó a preparar todas y cada una de las bebidas. Mientras lo hacía, se fijó en su tía Anna. Hablaba muy animadamente con el entrenador Turner. El joven estaba apoyado sobre la barra, mientras le contaba cómo había ido el partido. A juzgar por sus ojos y de la manera en la que se trataban, Cassie supo que aquella no era la primera o la segunda vez que su tía Anna y el entrenador Turner hablaban.

—Aquí tenéis, vuestras bebidas —dijo colocándose en el borde la mesa del equipo de fútbol—. La Coca-Cola es...

—Para Danforth —dijo Scott.

Cassie se la fue a colocar delante, pero Tyler alargó el brazo para ayudarle.

—Gracias —escuchó decirle.

—El Seven-Up...

—Mío —dijo otro.

—Oye, Miller, ese delantal te queda de lujo —comentó uno chico del equipo.

Uno del que Cassie no sabía su nombre, tampoco su apellido, y aunque no lo conociera, supo que aquel comentario no era precisamente un halago hacia ella.

—No podría decir lo mismo de tu gorra, no te queda tan bien —dijo la joven.

Tyler apretó los labios, intentando aguantar la risa. La joven consiguió que el jugador se quitara la gorra y la dejara encima de la mesa. Tyler no sabía por qué, pero se sentía orgulloso de cómo le había respondido.

—Era una broma, hombre —dijo sonriendo, aunque por dentro, le habría dado un puñetazo.

A eso de las diez y media, la cafetería se quedó vacía. De personas, claro, porque estaba hasta arriba de platos, vasos y porquería que habían dejado todos los Parrots. Alex quiso quedarse a ayudar, pero tras la insistencia de Anna para que se fuera a su casa, el moreno se marchó dejando a Anna, André y Cassie recogiendo todo aquello.

—¿Cassie, nos vamos? —preguntó Anna ya en la puerta, mientras apagaba las luces.

—Sí, ¡voy! —Cassie cogió el bolso de la cocina y salió hacia la sala.

—¿Llevas todo, André? —el joven asintió—. Mil millones de gracias por el día de hoy. Hablaré con Grace para que te dé un aumento este mes.

—Oh, gracias —los tres salieron a la calle y Anna cerró con llave la puerta.

—Hasta mañana, chicas.

—Hasta mañana, André. ¿Te ayudo, tía? —preguntó Cassie a Anna para echar el cierre.

—No, no hace falta.

Cassie asintió y se dio la vuelta. Buscó con la mirada el coche de su tía, pero en lugar de encontrarlo, se encontró con una persona a la que no pensaba ver allí.

Resopló.

Después del día tan largo que había tenido, no le apetecía seguir aguantando a Danforth y sus súplicas para que fuera su tutora de Cálculo. Sin embargo, Tyler lo vio como una buena idea. Esperarla hasta que saliera y así poder hablar con ella tranquilamente, sin que nadie los molestara.

—¿Nos vamos? —dijo su tía en cuanto cerró del todo.

—Sí, vámonos —respondió Cassie, dispuesta a marcharse de allí, como si no hubiera visto al castaño.

—Miller, espera —dijo Tyler.

Las dos se dieron la vuelta. Anna miró al jugador, de arriba a abajo.

—¿Es amigo tuyo? —le susurró Anna.

—Compañero —respondió Cassie en el mismo tono de voz.

—Te espero en el coche.

—Tía Anna, no... —antes de que pudiera retenerla, Anna ya se había alejado.

—¿Podemos hablar? —le preguntó Tyler.

—Escucha, Danforth —dijo agotada—. Estoy cansada y no me apetecen más humillaciones.

—¿Humillarte? No, para nada, solo...

Algo en la mente de Tyler hizo clic. Justo en ese momento entendió el porqué de su insistente negativa. Cassie pensaba que solo quería molestarla o burlarse de ella, pero sus intenciones se alejaban mucho de ello.

—Los del equipo se han portado como completos gilipollas, y te pido perdón por ellos, pero de verdad que mi intención no es humillarte, ni burlarme de ti. Solo quiero que me des clase de Cálculo. Te prometo que no hay nada detrás.

—¿Y por qué yo? Hay otras personas que podrían darte clase.

—Porque tú eres la mejor. Eres muy buena en Cálculo, sacas las mejores notas y... —Tyler se dio cuenta de que estaba hablando de más y lo supo por la cara estupefacta que tenía Cassie—. Bueno... eso es lo que dijo el profesor Vásquez.

—¿Has estado espiándome?

—Eh, no, no, no, no. Solo escuché al profesor el otro día, cuando salía de clase —Cassie asintió y se quedó en silencio—. Entonces, dime Miller, ¿qué puedo hacer para que me des clase de Cálculo?

—Primero, dame una razón convincente de por qué necesitas clase.

—Joder, pues porque soy malísimo —reconoció. No solía decirlo en voz alta, pero era una realidad—. Necesito sacar mejores notas para poder entrar en una buena universidad.

Cassie lo miró. Parecía sincero. Además, si solo hubiera querido molestarla, no habría insistido tanto en que ella fuera su tutora, ¿cierto?

—Está bien. ¿Dejarás de ser tan pesado si digo qué sí? —asintió—. Vale.

—Vale, ¿qué?

—Que seré tu tutora de Cálculo —Tyler sonrió triunfante—. Pero con condiciones.

—Te escucho.

—Solo daremos una clase por semana y quiero que me pagues por cada clase.

No le gustaba que Danforth le diera dinero, pero si quería seguir ahorrando para la universidad, aquel dinero le vendría muy bien. Ya que iba a perder el tiempo, al menos que le pagase.

—Está bien.

—Y por supuesto, en el momento en el que te pases de la raya, lo dejo.

—Me parece justo —dijo Tyler. No podía creer que la hubiera convencido—. Entonces, ¿hay trato? —dijo extendiendo el brazo hacia ella.

—Hay trato —la joven estiró el brazo y selló el trato con un apretón de manos.

Los dos se quedaron en silencio mientras sus manos se movían hacia arriba y abajo. Tyler fue el primero en separarse lo más rápido posible.

—Bien, ¿y cómo quedamos?

—El lunes en la biblioteca, al salir de fútbol y de teatro, ¿te parece bien?

—Perfecto.

—Bien.

—Bien.

—Pues nos vemos el lunes.

—Adiós.

Los dos se dieron la vuelta y caminaron en direcciones opuestas.

—¿Quién era ese chico? —preguntó Anna levantando las cejas de forma pícara.

—Nadie.

—Cass...

—Un compañero de clase, nada más.

—Ya... —sonrió su tía.

Tyler se fue hacia su coche con una sonrisa triunfante en los labios y ella, con un nudo en el estómago, se abrochó el cinturón.

¿Qué cojones acababa de hacer?


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