Domingo
Estaba en mi sillón, el cual estuvo toda la noche rodeado por mi madre, la señora Jeon y el doctor SeokJin. Me agobiaban lo que no se imaginaban, pensaban que necesitaba apoyo, desahogarme, quizás sentir el calor de alguien y que me dijeran que todo estaba bien, que todo se arreglará, pero lo cierto es que no necesitaba nada de eso. Sólo quería que me dejaran en paz. ¿Tan difícil era?
— Cariño, debes comer algo, llevas así desde ayer... — Mi madre me acarició el pelo y yo sólo resoplé, levantando mi flequillo al vuelo y luego dejar que cayera a su posición. — Duerme un poco aunque sea.
— Puedo traerte algún relajante si no puedes dormir. — Habló el doctor.
— Quizás si lo dejáis tranquilo sea mejor. — Soltó Jungkook, el hijo de la señora Jeon, que había venido a ver a su madre y se encontró con aquel panorama. Sin decir nada más cogió a su madre del brazo y se la llevó de mi lado. Agradecí su gesto, pues tenerlos a todos tan cerca me agobiaba demasiado.
— Doctor, le agradecería mucho si así puede dormir un poco. — Siguieron hablando el doctor y mi madre, sin contar con mi opinión.
Me harté, me irrité como nunca antes lo había hecho. ¿Qué pretendían? No quería nada que me relajara, sólo quería que me dejaran solo, no quería dormir, esperaba por saber algo sobre ti, necesitaba tranquilidad, sus solas presencias me ponían más nervioso de lo que ya estaba.
Ignorando a todos los presentes me levanté asustándolos. Se quedaron en silencio observando, y sin darles el placer de escuchar una opinión, excusa o queja, salí de allí, cerrando la puerta tras de mí de un fuerte portazo.
Fui hasta el patio donde apenas había nadie, tan solo un señor mayor que leía un libro muy ensimismado. Me dejé caer junto al árbol donde tú y yo solíamos ponernos, daba una agradable sombra y se estaba fresco. Recordé todos esos días donde pasábamos las horas aquí, tú en mi regazo y yo acariciando tus cabellos, perdiéndome en su suavidad, en tu perfecto rostro, tus pómulos marcados y esa sonrisa que no dejaba de ver día a día. ¿Sería posible vivir sin ella?, me pregunté.
— Hey. — Alcé mi rostro al escuchar la voz de JungKook. — ¿Puedo? — Preguntó señalando a mi lado. Yo simplemente asentí y rápidamente parpadeé varias veces reteniendo las lágrimas que estuvieron a punto de salir si no fuera por su interrupción. — Te he traído zumo. No sabía cual te gustaba por lo que cogí uno de naranja y otro de piña.
— Me gustan ambos, gracias. — Sonreí levemente. El chico parecía muy amable y al contrario que los demás no tenía intención de atosigarme, o al menos esa sensación me dio.
— Se está bien aquí. — Dijo mirando a su alrededor. — Mi madre debería mover su culo y bajar aquí. — Se me escapó una pequeña risita por su comentario y cuando me miró, riendo igualmente, pedí disculpas. — Tranquilo, es la verdad, es muy floja.
— ¿Qué edad tienes? Pareces más joven que yo.
— Tengo 15 años, ¿y tú?
— Dos más. — Clavé la delgada pajita en el zumo y absorbí llenando mi paladar del dulce sabor de la piña.
— Vaya, tienes la misma edad que mi novio. — Separé mis labios de la pajita y bajé el zumo a mis piernas. Aquellas palabras me volvieron a recordar a ti... ¿por qué la vida es tan injusta?, ¿por qué no todos podemos ser felices?, ¿acaso tú y yo fuimos menos y tuvimos que pagar? — ¿Dije... algo malo?
— Quiero decir algo, pero promete que no le dirás a nuestras madres. — El chico asintió varias veces y se quedó serio y en absoluto silencio. — El motivo por el que estoy así... es por el chico que se llevaron urgentemente.
— Es... ¿tu novio?
— ¿Sí? — Sonreí de medio lado para luego deshacerlo en un suspiro. — Anoche declaramos nuestros sentimientos... Él es muy importante para mí, no sabía cuanto hasta hace poco... No era consciente... — Comencé a hipar, intentando retener mis lágrimas que caían irremediablemente por mis mejillas. — Lo quiero mucho... No puede pasarle nada..., ¿verdad?, ¿verdad que se pondrá bien? — Lo miré directo a los ojos, absorbiendo mi nariz sin cesar.
— Espero que sí. — El pelinegro extendió sus brazos en mi dirección y no tardé ni dos segundos en hundir mi rostro en su cuello, sollozando y respirando dificultosamente.
Las horas continuaban pasando, me llevé todo el tiempo con la cabeza recostada en el hombro de JungKook, quien no se quejó ni una sola vez. Se quedó a mi lado en todo momento, a veces el enfermero YoonGi bajaba con un mensaje de mi madre, pero de igual manera seguía ignorándolos. El novio de JungKook, Jimin, también vino y pensé que se irían dejándome allí solo, pero no lo hicieron, JungKook siguió a mi lado, tal y como me dijo, y su novio junto a él sin rechistar ni una sola vez.
¿Por qué eran tan buenos conmigo cuando no me conocían de nada? La respuesta era tan simple como: no necesitas conocer a alguien para ofrecer tu ayuda y ser bondadoso. Y ellos son así.
Perdí la noción del tiempo, el cielo se oscureció y el patio quedó en la absoluta oscuridad, ya no había nadie, a excepción de unas enfermeras que vinieron a advertirnos que ya no se podía estar afuera. JungKook buscó excusas para que nos dejaran quedarnos más tiempo, al menos hasta que yo decidiera levantar cabeza y dejar de estar molestando; tanto a los empleados como a los dos chicos que estaban aguantando mi mal comportamiento, aunque no creo que ellos lo llegaran a ver así.
SeokJin, tu doctor, llegó un tiempo después. En cuanto supe que era él me levanté de un brinco; un doctor jamás vendría a hacer de mensajero. Habló con la voz más serena que pudo transmitir su melosa voz, no quería asustarme y mucho menos hacerme sentir mal, pero fue inútil, llevaba así horas, su tono de voz como lo usara o que palabras dijera no cambiaría nada.
El pelinegro dejó posaba su mano en mi hombro mientras escuchaba las palabras del doctor junto a mí. Habías vuelto a tu habitación, pero hiciste saber que no querías recibir ninguna visita, ni siquiera la mía. Oír aquellas palabras se sintió como miles de agujas de tejer ser pinchadas reiteradas veces en mi corazón. Aún con tu advertencia y las palabras del doctor, dejé a todos atrás y corrí subiendo las escaleras. En uno de los últimos escalones tropecé y me di con el saliente en mi rodilla, sin importarme en absoluto seguí el camino y al llegar a tu puerta la toqué varias veces.
— ¡Hobi! — No contestaste, pero tampoco lo necesité. Abrí de golpe la puerta y jadeante te vi acostado en tu cama, con el rostro sorprendido y... exhausto.
— ¿Qué... haces aquí? — Intentaste incorporar tu cuerpo pero te fue imposible, tu rostro lleno de dolor se arrugó por completo, dejándote caer nuevamente y reposando tu cabeza en la almohada. Cuando di algunos pasos hacia ti levantaste la mano en mi dirección. — No debes estar aquí, vete.
No daba crédito a lo que oía, estabas echándome y no se trataba de ninguna broma. Aún así y una vez más ignoré esas palabras que aunque no lo creyeras me hacían daño, arrimé una silla a tu cama y me senté junto a ti, observando tu cuerpo y luego ese rostro tan demacrado que tenías.
— Tae... — Giraste tu cabeza en dirección contraria a la mía. — No quiero que me veas así, vete, por favor.
— No. — Entrelacé mis dedos con los tuyos y alcé la mano para depositar un suave beso en su reverso. — No me moveré de aquí.
No dijiste nada más, pues tus sollozos ya hablaban por ti. No quise decir nada tampoco, no quería agobiar, tan solo permanecer ahí, a tu lado, demostrándote mi mayor apoyo. No estabas solo y soy feliz de que así lo sintieras.
Creo que nunca en mi vida había permanecido callado tantas horas seguidas, por no mencionar la falta de sueño, pero tampoco importaba, al fin estaba contigo, aunque tu situación no me causaba ninguna confianza, de hecho, todo lo contrario. Quería preguntar y de una vez por todas saber qué pasaba, por qué estabas así, saber... algo.
— Hobi, ¿qué pasa? — En todo el tiempo no me habías mirado ni una sola vez. — ¿Puedes mirarme? Aunque sea unos leves segundos. — Con mi mano libre te hice girar la cara, donde descubrí lágrimas desbordar de tus ojos. Tu rostro no había mejorado, más bien empeoró; tus grandes y oscuras ojeras lo confirmaban, tus labios blanquecinos y la pálida piel... Tenía miedo, mucho miedo por saber que estaba pasando y que ocurriría. — Está bien, no tienes que decirme nada, pero no me vuelvas la cara, por favor, sólo te pido eso. — Sequé mis mejillas cuando mis lágrimas comenzaron a caer.
Tú solo asentiste y desde ahí no dejaste de mirarme ni un solo segundo, no perdías de vista mis ojos, los cuales te miraban a ti. Incluso sostuviste nuestro agarre aún más fuerte. En algún momento incluso me sonreíste, con la sonrisa más bonita de todas, a pesar de tu malestar fue la más sincera que recibí desde que te conocí. Inconscientemente te la devolví y levantándome ligeramente de la silla me incliné sobre tu rostro y besé esos labios que tanto añoraba.
Me senté junto a ti y recosté mi cabeza en tu pecho, escuchando el latir de tu corazón y la respiración apacible. — Te quiero, Hobi. — Susurré para mí, tú ni siquiera pudiste oírlo, aunque tampoco me importó mucho, tenía muy claro que lo sabías, incluso mejor que yo.
Arrugué molesto mi entrecejo, la claridad de la mañana me impedía abrir los ojos sin sentir algo de molestia. Los abrí poco a poco, acostumbrándome y que mi vista dejara de nublarse. Vi la habitación y luego bajé la vista hasta nuestras manos aún entrelazadas, pero había algo raro. Seguía sobre tu pecho recostado y éste no subía ni bajaba como horas antes, tampoco podía escuchar ese latir que tanto me relajaba, en cambio había un sonido que había estado ignorando desde que abrí mis ojos. Lentamente me fui incorporando y lo vi, vacío.
Alguien pasó por mi lado, algo agitado y comprobando tu cuerpo sin vida, comprobaba la máquina, la cual no dejaba de emitir ese molesto pitido, perforando mis oídos y que ni en mis noches más profundas dejara de escucharlo.
Me quedé sentado en la misma posición, no podía apartar la vista de tu rostro. Todo se me vino encima, mi entorno dejó de existir y no podía escuchar ni sentir nada, ni siquiera mi propia respiración, nada. Me mantuve petrificado hasta que algo me alejó de ti y dejé de verte, mi espalda chocó con alguna pared y ahí me quedé hasta que los minutos pasaron y el mismo doctor que entró salió para darme algo.
— Me dijo que te lo diera cuando todo acabara. — Lo alzó ya que yo seguía con la mirada perdida. — Lo escribió ayer, antes de que subieras a verlo. — Levantó mi mano y dejó ahí posado el ligero objeto. — Lo siento. — Con la cabeza gacha se alejó y me dejó solo.
Miré la carta que tenía en la mano con mi nombre escrito. Despacio fui hasta el patio, mis pies pesaban como plomo y el simple hecho de caminar era un infierno, pero llegué y me senté bajo aquel árbol. Abrí cuidadosamente el sobre y dentro había una hoja doblada, la desdoblé y vi tu caligrafía bastante temblorosa, como si lo hubieses escrito con dificultad.
Mis ojos que parecía que se habían secado y se negaban a expulsar lágrimas, no se hicieron de rogar cuando leí las primeras líneas...
Mi querido y amado Taehyung.
Antes que nada quiero pedirte perdón, por haber sido un cobarde y no decirte la verdad, y la verdad es que sabía que mi vida acabaría en cualquier momento, llevo arrastrando esto mucho tiempo y el doctor no me daba demasiado tiempo. Aún así viví los mejores últimos días de mi vida contigo, no cambiaría nada. Me quedé sin familia hace ya bastantes años y cuando tu apareciste, una vez más volví a sentir ese sentimiento de calidez, no sabes cuan agradecido estoy por todo lo que me has dado, pero también estoy arrepentido por haberte dado demasiado, no debí dejar que te acercaras tanto a mí, por mi culpa estás sufriendo, lo sé, es evidente. Lo siento, no debí ser tan egoísta, pero a tu lado era feliz y no pude evitarlo, espero algún día me perdones.
No quiero que llores, siempre me hiciste saber que te encantaba mi sonrisa. Bien, pues yo también quiero que sonrías así, jamás dejes de hacerlo, porque al igual que a ti te gusta mi sonrisa, yo estoy enamorado de la tuya.
Sé feliz, eres muy joven y te queda mucho por delante.
Espero no me olvides. Te amo demasiado, mi alien.
HoSeok.
Aquel día lloré y grité tu nombre esperando que volvieras, pero eso jamás ocurrió.
Me levanté de aquel lugar rocoso y arenoso y miré la carta entre mis manos, ésta estaba mucho más arrugada desde entonces. Han pasado meses desde tu pérdida y mentiría si dijera que lo superé, pues no lo hice, pero sonrío como tú me dijiste que hiciera. Seré feliz por ti, pero también había algo que quería hacer, algo que habrías deseado hacer si aún vivieras y era ir a ese lugar que tanto soñabas con ver y pisar. Debo decirte que es mucho más hermoso de lo que parece y más alto a como se veían aquellas fotos.
— Espero lo llegues a ver aquí conmigo. — Sonreí admirando el paisaje, guardé la carta en mi bolsillo y suspiré fuerte, soltando el nudo en mi garganta. Giré sobre mis pies y vi a mis acompañantes.
— ¿Nos vamos?— Gritó JungKook con una leve sonrisa, sonrisa que no perdió todo el apoyo que depositó en mí desde el día que nos hicimos más cercanos.
— Vamos. — Dije, aunque por la distancia a la que estaban dudo que se pudiesen enterar.
Corrí hasta ellos, JungKook pasó su brazo por mi espalda y comenzamos a caminar junto a su novio, Jimin y un nuevo amigo que había hecho, MinJae; un gran chico, por cierto.
A pesar del dolor que viví y la depresión que tuve después de tu perdida, no hubo ni un solo día en el que me arrepentí de conocerte y mucho menos de amarte, porque aunque duela aún sigo enamorado de ti, pero es el sentimiento más maravilloso que he sentido nunca. Cada día recuerdo nuestros momentos en el hospital, nuestras conversaciones, caricias, abrazos, besos...
Todos nuestros recuerdos siempre irán conmigo y los guardaré como el mayor tesoro que llegamos a descubrir.
FIN.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro