https://youtu.be/fcTsP0HMu6A

El amor es una fuerza poderosa que es capaz de transformarnos para bien o para mal. Cuando éste afecto no es correspondido, puede ser una experiencia emocionalmente difícil y desgarradora. El duelo por ese rechazo es lo que crea las grietas por las cuales los monstruos pueden colarse en nuestro interior. En un principio son diminutos, pero una vez que se alojan en lo más profundo, comienzan a crecer, devorando todo aquello que nos hace humanos. En este sentido, el vestiglo se representa como una criatura compleja y contradictoria que solo busca corromper. Un ser lleno de disatisfacción, pues para él nunca es suficiente, y no parará, hasta deformar por completo a su huésped, transformándolo en un engendro irreconocible —el instante decisivo en el que un monstruo da a luz a otro—, perpetuando el ciclo.

La dominación es su arma de ataque preferida y la utiliza con el único propósito de hacer añicos a su presa, de manera similar a los leones cuando atacan el cuello de sus víctimas para impedir que su alimento se mueva, o lo que es peor, respire.

El único anhelo de un monstruo es recuperar su humanidad perdida, y para conseguirlo, persigue a sus víctimas con la esperanza de encontrar un afecto que lo devuelva a su forma original. En consecuencia, el vestiglo no sabe amar, pues el amor auténtico no busca poseer.

Pero ¿es posible amar a alguien sin dominar ni ser sumiso?

Solo depende de nosotros elegir cómo queremos amar y ser amados. La creencia del monstruo en la dominación no es más que su concepto distorsionado de amor. Pero aún existe una idea inexplorada: la domesticación.

Dado que muchas de las cosas que suceden residen en nuestra mente, hemos de tener cuidado y evitar los tiempos muertos para convertirlo en un afecto basado en la fantasía: idealizado, irrealizable y no correspondido. En pocas palabras, la mejor forma de superar a un monstruo es, sin duda, siendo realistas, despojándolos de su capacidad de generar asombro, sacudirse el extrañamiento, quitarles su naturaleza fantástica y arrebatarles la facultad de hacernos sentir lo sublime y lo abyecto.

Se le quita su propósito cuando se le explica racionalmente, volviéndola una criatura previsible y rutinaria.

La domesticación implica el control de nuestros pensamientos y emociones de manera consciente, en lugar de reaccionar de forma automática al placer sensorial, tan intenso y gratificante, pero a la vez tan efímero y adictivo, que nos provoca este engendro.

Y, aunque los monstruos suelen ser criaturas salvajes y peligrosas, es posible establecer algún tipo de nexo a través de la domesticación, restándoles ese poder casi divino sobre nuestras vidas. Pero hay que tener cuidado con confundir el vínculo con amor, pues el vestiglo no sabe querer.

Los monstruos, literales o metafóricos, siguen siendo seres complejos que desafían las convenciones tradicionales, y aunque existan algunos que no quieran darse cuenta de su existencia, ellos siempre estarán allí, buscando nuevas presas para satisfacer su hambre de redención, pues anhelan volver a tener una naturaleza humana, aquella que poseían antes de que otro engendro se la arrebatara.

https://youtu.be/aZnM2FL0hjQ