༺ CAPÍTULO 53. AMBIVALENCIA ༻
https://youtu.be/6gtf0M2lc1U
El elegido por Marta para ocupar la vacante que dejó Nina Darrigrande fue Julián, un personaje al que apodamos como "Jesús" por su apariencia. Además, sería la última persona en compartir habitación con Iñigo en el hostal.
Esta elección vino justo en el momento en que el bogotano nos dio la noticia de que se iba a quedar durante toda la temporada veraniega en Buenos Aires y no iba a regresar a su país. Además de eso, una vez que nosotros abandonáramos el hostal, se iría a vivir con uno de sus primos por orden de su mamá.
Iñigo la estaba pasando muy mal, pues en una llamada por teléfono con su progenitora le había contado la real razón de su viaje a Argentina. Y no solo eso, sino que además se sinceró con ella y le dijo que era bisexual. Las medidas de su sostenedora no se hicieron esperar y fueron muy estrictas: cortó de cuajo cualquier apoyo financiero a nuestro joven amigo y lo forzó a mudarse a un pequeño departamento en Palermo, que su primo compartía con otros seis compañeros.
En medio de su angustia, el joven había encontrado un trabajo de medio tiempo en una pizzería situada en el barrio de Recoleta. A pesar de las circunstancias, tenía nuestro apoyo incondicional, pues sabíamos lo difícil que era para él. Junto a los chicos, comprendíamos que enfrentarse a los propios miedos y mostrarse al mundo tal como uno es puede ser tan aterrador como un abismo sin fondo. Sin embargo, no contar con el respaldo de amigos leales que estén dispuestos a ofrecer su ayuda en los momentos más críticos debe ser aún más doloroso.
El destino de Josefa no sería mejor que el de Felipe y Bernardo, pues tan solo unas semanas después de la partida de los dos chicos, decidió abandonar el lugar. Algunos dijeron que se iba por vergüenza, otros que lo hacía para conservar la dignidad, pero según Emma, ella se marchaba por cobardía —en un intento desesperado por huir de sus problemas—. En mi opinión, creo que abandonó el hostal porque cada día que pasaba se sumía aún más en la espiral de arrepentimiento que ella misma había creado. Lo peor de todo fue que partió sin despedirse de nadie, ni siquiera de aquellos a quienes considerábamos sus más cercanos.
Al final, solo recibió una dosis letal de su propio veneno, enfrentando la dura realidad de sus acciones y las consecuencias de sus propios actos.
Así, cuando la chica abandonó la residencia, el regordete y su nuevo aliado, nos miraban como si nosotros tuviéramos la culpa, incomodándonos con sus preguntas:
—¿Chicos, qué le hicieron a la pobre Josefa?
—Si alguien decide irse, es su decisión personal —le contestó Emma.
—Pero dijeron que tuvo un problema con vos ché.
—Tú lo dijiste, ella fue la que tuvo un problema conmigo... —afirmé.
Por supuesto que no le di muchos datos, pues hablar de más con el entrometido sería condenarme a una salida segura del hostal. Faltaba poco tiempo para terminar mi primer año universitario y lo único que quería era concentrarme en mis propios objetivos académicos, porque las últimas acusaciones infundadas en mi contra habían sido suficientes para mí.
Según versiones posteriores, nos enteramos de que Josefa había llegado a la misma residencia universitaria en donde se alojaba Nina. Sin embargo, esta vez, las circunstancias tomaron un giro diferente, ya que la menor de las hermanas Darrigrande centraba toda su atención en su nuevo novio, relegando a la cizañera a un segundo plano. Así, la Veneno no tuvo mayor opción que volver a cambiarse de hostal, pero esta vez, al mismo lugar en donde vivían Bernardo y Los Argentos.
Mientras tanto, en mi habitación, debido al impresionante despliegue territorial de Sara Jaramillo y a la persecución constante de Yann, me veía obligado a pasar la mayor parte del día en el cuarto de Emma o en el de Isabella.
Por aquel entonces, mi mente no paraba de dar vueltas; aún me faltaba enfrentar mi última ronda de exámenes y no lograba encontrar la calma necesaria para mantener mi mente centrada. Por una parte, me sentía tan aterrado por el constante asedio del francés y, por la otra, me preocupaba por la extraña desaparición de Dante.
En cuanto a la ocupación de la cual estaba siendo víctima, cada vez que regresaba a mi cuarto, me encontraba a los hermanos Jaramillo y a Juan Camilo instalados dentro de él. La presencia de personas desconocidas en la habitación me molestaba, y ya no la sentía como mía. Cada vez que ingresaba, parecía envuelta en una espesa niebla asemejándose cada vez más a un tugurio en donde todo estaba permitido.
Constantemente hablaba del tema en la recepción e incluso se lo comentaba a Juan Camilo, pero mi opinión no era tomada en cuenta, puesto que era ignorado olímpicamente por todos los involucrados. En relación a Facundo y Francisco, por aquellos días, estaban más extraños de lo habitual. El regordete al comprobar con el paso de las semanas que no congeniaba del todo con el taxi boy, comenzó nuevamente la búsqueda de un cuarto solo para él. Sin embargo, Magnolia le negó la posibilidad debido a que todas las vacantes estaban cubiertas. Frente a esta situación, Facundo no dudó en tomar medidas desesperadas en contra de la hasta entonces administradora, criticando a la Tremebunda con otros huéspedes, tal como lo había hecho tiempo atrás con Adrián.
Como la relación entre el rollizo conflictivo y el acompañante sexual del tercer piso se basaba netamente en la hipocresía, teníamos a Facundo encima de nosotros, lo que resultó finalmente, en una verdadera tortura medieval. No nos dejaba ni a sol ni a asombra y, además, debíamos cuidar cada palabra que decíamos delante de él. Hasta que un día, repentinamente, me dijo:
—¿Por qué Yann pregunta tanto por vós?
—No lo sé... debe... deberías preguntarle a él... —respondí tartamudeando.
Lo más curioso y sorprendente del asunto es que, sin motivo alguno, el egocéntrico regordete asumió que Yann le coqueteaba descaradamente, pues en su mente retorcida, el chico francés me usaba a mi como excusa para hablarle a él. A pesar de la situación, no fui capaz de negar sus absurdas conjeturas en ese momento, y opté por no decir absolutamente nada al respecto, pues consideré que no valía la pena aclararle los hechos. Además, desviaba la atención de la extraña relación que teníamos el francés y yo.
Emma fue quien más disfrutó de aquel irrisorio acontecimiento, carcajeándose cada vez que Facundo se dedicaba a perseguir al francés por todos los rincones de la residencia. Y que conste que no me enorgullecía que aquello ocurriera, pero al menos me dio un respiro de Yann que, cada vez que me veía, intentaba robarme un beso. Pese a mi empeño en tratar de convencerlo para que no lo siguiera haciendo, me daba la sensación de que se hacía el desentendido hablando en francés. Coartaba mis acciones, tanto así, que llegué a esconderme, con tal de evitar cualquier encuentro con él. El parisino era un ser humano absorbente, y mi batería social se agotaba con rapidez cuando estaba cerca de él.
Hice de todo para alejarlo, desde poner distancia hasta morderle los labios en repetidas ocasiones para disuadirlo. Desafortunadamente, esto solo parecía excitarlo más. Lo curioso de la situación era que nadie jamás se enteró de lo que estaba ocurriendo entre nosotros. Era como si viviéramos en una burbuja, alejados del ambiente del hostal en cada uno de nuestros encuentros.
Y ahora que lo pienso mejor, estaba inmerso en un juego peligroso que me recordaba que yo también tenía derecho a esos calores. Aunque en lo profundo sentía que no era suficiente para alguien como él.
En ese instante, me debatía entre la liberación y el conflicto interno. Convivía constantemente con ambivalencia, pues el chico me despertaba el placer y, a la vez, la culpa ante las muestras tan afectuosas.
Ansiaba sus besos, aunque al mismo tiempo quería que dejara de hacerlo. La rareza de aquel escenario era que nunca cerraba los ojos ni me apoyaba en él, y tampoco me dejaba agarrar. Simplemente permanecía de pie, sin responder, esperando que acabara pronto.
No obstante, el francés, en algunas ocasiones, lograba evocar en mí la imagen de un monstruo. Al principio creía que era por su olor tan particular, y después, fue su aspecto el que se fue convirtiendo en algo muy parecido a Dante. Sin embargo, hasta ese instante, desconocía la verdadera razón detrás de esa curiosa conexión, y sería hasta tiempo después que me enteraría de toda la verdad.
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