༺ CAPÍTULO 48. ¡TRÁGAME TIERRA! ༻
https://youtu.be/-kbaREYJ8yQ
A Nina la conocí a través de Johanna como la víctima de una traición entre Claudio y Olivia —su propia hermana—, y ahora Bernardo le hacía lo mismo con Felipe. Extrañas son las vueltas de la vida, y pese a que la chica, en un principio, me hizo varios desaires, con el tiempo se convirtió en alguien a quien aprendí a conocer a través de los ojos de Emma.
Nina constantemente tenía una pareja sentimental, resultado de su desesperada necesidad de validación, y mientras algunos huéspedes llenaban sus vacíos con droga o comida, la chica lo hacía con la presencia de un vínculo romántico. Al final, solo la veía como una abeja reina que perdió sus alas, pero que se mostraba decidida a recuperar su esencia, o al menos eso era lo que nos daba a entender.
Nunca comprendí bien por qué la chica tenía sentimientos hacia Felipe si ya estaba en una relación sentimental con otro chico, hasta que finalmente lo descifré: la menor de las hermanas Darrigrande solo estaba buscando un motivo para quedarse en la hospedería. Cada vez sentía más la soledad, pues su círculo de amigos cercanos se reducía a pasos agigantados y, a esas alturas, ni siquiera la magia de su dinero tenía el mismo efecto que antes.
Por esos días, Nina se había quedado varias noches con su novio y, apenas se enteró de lo que había sucedido con Josefa, habló con Emma, quien le explicó con lujo de detalle el altercado.
El ambiente en la residencia nos resultaba extraño, porque parecía un desfile de gente tratando de evitarse constantemente y conflictos que eran absolutamente innecesarios. Nadie buscaba un enfrentamiento directo con sus respectivos adversarios.
En mi caso, cada vez que me cruzaba con Josefa, ella bajaba la cabeza mientras yo la esquivaba con la mirada y actuaba como si no estuviera allí. Quizás habría sido mejor tener una conversación civilizada, pero a esas alturas, me desconcertaba la actitud que algunas personas adoptan cuando pierden un poco de atención.
Las relaciones sociales estaban cambiando nuevamente y, mientras algunas manadas se fortalecían cerrando sus filas —no aceptando a nuevos integrantes—, otras comenzaban a ganar adeptos: los Frikis no solo estaban aumentando en número, sino que también seguían ganando espacio. Ya no solo ocupaban la salita de los computadores, sino que además los encontrábamos en la sala de televisión y hasta en el comedor —ambas adyacentes a la salita de estudio—. Esto nos trajo serias complicaciones a la hora de juntarnos con los chicos debido al ruido que producían y porque Marta, en sus turnos en la recepción, guardaba un absoluto silencio.
—¡Nos siguen sacando sillas, boludo! —solía decir Isabella, frunciendo el entrecejo.
—Ahora son más, hasta Josefa y Santino se les unieron —respondió Emma, cruzándose de brazos.
Asimismo, al observar las circunstancias, algunas tramas comenzaban a concluir. La cuenta regresiva había iniciado para nosotros.
Después de salir voluntariamente de mi encierro autoimpuesto, a todos nos pareció una buena idea visitar la Plaza Dorrego, pues necesitábamos animarnos después de conocer los resultados de los parciales.
Justo cuando estábamos en la puerta de la hospedería, a punto de partir, Yann se unió a nuestro grupo sin previo aviso, pues con Alphonse aún hospitalizado, el francés nos confió que necesitaba distraerse un poco.
Una vez más, nosotros —Isabella, Iñigo, Gonzalo, Emma, Vicente, João, Nina, Hugo, Yann y yo— nos dirigíamos a disfrutar de otra noche de diversión.
La noche prometía ser inolvidable. Apenas llegamos, la plaza estaba repleta de gente y música, lo cual servía de preludio ante una aventura nocturna que se desplegaba.
Compramos cervezas y después de un rato, Gonzalo nos dice que unos amigos estarán tocando en un bar cerca de ahí y que nos podrían hacer pasar gratis.
—¡Sos una masa! —exclamó Isa, agarrando del brazo al chico.
Nos fuimos caminando hacia el sitio y cuando llegamos, entramos sin ningún problema. El boliche estaba atiborrado de gente. El concierto estuvo increíble, la banda tocaba muy bien y el público se entregó por completo. Nosotros nos pusimos en primera fila y saltamos, cantamos y gritamos como locos en una gran descarga de adrenalina y diversión. Entre canción y canción nos íbamos al bar a pedir birras u otro trago más fuerte. Yo perdí la cuenta de cuánto bebí, pero sé que fue mucho y ninguno de los chicos se quedó atrás.
Cuando terminó el concierto, salimos del bar y nos dimos cuenta de que aún era temprano. Casi daba la una de la mañana, no obstante, ninguno quería terminar la fiesta tan pronto. Así que decidimos seguir bebiendo en la plaza, donde todavía había mucho ambiente. No sabía si era un efecto del alcohol, pero veía a parejas besándose, grupos bailando y artistas callejeros haciendo malabares o tocando instrumentos. Nos compramos unas botellas de vino y jugo para preparar unos «brincaditos», y luego nos sentamos en el suelo para continuar charlando y riendo.
En medio de todo el jolgorio. Iñigo empezó a hablar con el empedrado de la calle, y cuando Nina lo ayudaba a pararse, Isa se puso mal y vomitó. Gonzalo comenzó a charlar con Emma, mientras que yo me quedé a solas, conversando con Yann.
—¡Esta ciudad es muy belle... c'est magnifique! —comenzó a decir emocionado, dando un sorbo a la botella.
—Me alegra —respondí con una sonrisa.
—Tú me plais beaucoup —expresó, reflejando en su rostro una mezcla de timidez y emoción.
—¿Qué? No entiendo nada.
En ese momento, Emma se aproximó para interrumpirnos. La chica se encontraba un tanto mareada y nos solicitó regresar al hostal. Dado que yo estaba más sobrio que el resto, tenía la laboriosa tarea de liderarlos en esa travesía. No cabía duda de que todos bebimos más de la cuenta, pero ahora que Isabella e Iñigo se habían repuesto un poco, era Yann quien no lograba mantenerse en pie, pues parecía más un muñeco de trapo que una persona.
Decidí avanzar delante del grupo con el francés a cuestas, atento al sendero para evitar que se cayera. De vez en cuando nos deteníamos para descansar, pero al ver la escasa reacción del chico, tomé medidas y lo levanté con todas mis fuerzas, acomodándolo adecuadamente y acercándolo aún más a mí, mientras Yann continuaba tambaleándose con cada paso que daba.
Era una escena digna de una película de comedia: yo cargando a un francés inconsciente y él arrastrando los pies como un zombi. El joven balbuceaba palabras incomprensibles para mí, mientras que a lo lejos, podía oír a los chicos que venían más atrás junto a Gonzalo, quien cantaba canciones populares en chino mandarín con una voz desafinada. Solo esperaba llegar pronto al hostal y dejarlos en sus respectivas camas, antes de que alguien nos viera y pensara que éramos unos locos escapados de un manicomio. Hasta que lo inevitable ocurrió y tuve una explicación del porqué Yann nos buscaba tan incesantemente.
—Embrasse-moi...
Justo cuando doblamos en una esquina y nos perdimos de la vista de los demás, Yann, en un acto impulsivo, intentó besarme. Sus labios se acercaron a los míos, pero en medio de la confusión y el desequilibrio, logré apartarme a tiempo.
Traté de mantener la situación bajo control y continuar guiándolo por el camino. El joven, borracho y avergonzado guardó silencio. Decidí tomar medidas más drásticas y lo levanté, acomodándolo sobre mi espalda para evitar cualquier otro acercamiento inapropiado y así caminar velozmente hasta llegar a la hospedería.
Al pie de las escaleras, me dirigí al grupo con voz firme:
—¡Por favor! Antes de subir, les pido que busquen su último grado de conciencia.
Otra vez contábamos con suerte, ya que Laura estaba a cargo de la recepción esa noche. Al entrar en mi cuarto, nuevamente me encontraba perdido en mis pensamientos, tratando de comprender qué diablos había ocurrido. Una mezcla de confusión y enfado se apoderaba de mi ser. Sabía que nadie más había sido testigo de aquella bochornosa escena, así que decidí guardar silencio y llevarme el secreto a la tumba.
«¡Trágame tierra!», grité hacia mis adentros.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro