༺ CAPÍTULO 47. ENTRAÑAMIENTO ༻
https://youtu.be/HSSySuB8-ac
El compañerismo entre Yann y Alphonse era tan fuerte que trascendía las circunstancias personales de ambos.
Nunca pensé que Yann vendría directamente a mi habitación para pedirme ayuda. Cuando llegué a su cuarto, me pude percatar de que Alphonse estaba tirado sobre su cama, inmóvil y en posición fetal. No se necesitaba ser un genio para darse cuenta de lo que al chico le sucedía. Era evidente que estaba sufriendo los efectos de la extraña enfermedad que había afectado a tantos residentes.
—¿Tomó algo? —le pregunté a Yann, mientras examinaba el abdomen de Alphonse en busca de alguna hinchazón.
—Un antinflamatorio. Se sintió mejor, trabajamos, volvimos y está así... —respondió.
—¿Cuándo van a aprender a no automedicarse? —le dije con la voz apretada y temblorosa.
—¿Qué hago? —preguntó con preocupación.
—Pedir un remís y llevarlo a un hospital.
—¡Merde!
Internaron al chico esa misma noche y fue llevado a cirugía al día siguiente.
Para quienes mirábamos desde afuera, la amistad entre Yann y Alphonse siempre fue un tanto peculiar, porque mientras el primero destacaba por su apertura a tener nuevas experiencias, el otro permanecía dedicado al servicio de la amistad y vivía siempre al pendiente.
Una vez que Yann, algunos miembros de los Frikis y Bernardo se fueron a la guardia con Alphonse, no podía dejar de pensar en que la inflamación repentina y dolorosa del apéndice, puede provocar un entrañamiento forzado, donde el cuerpo, ese espacio íntimo y conocido, se convierte en una fuente de dolor y angustia que necesita ser extirpada.
Cuando vi la expresión en los ojos del francés tendido en la cama, pude sentir su aflicción. Las cosas no andaban bien, no se trataba tan sólo del malestar que sentía sino que había algo más.
Desde algún tiempo, no sabía nada del monstruo. El silencio era total. Según Emma ya ni siquiera se la pasaba en el hostal, es más, tampoco se veía a Cristina.
—¿Ché, supieron? Dante está buscando departamento —se escuchó decir a Isabella.
La noticia me cayó como un balde de agua helada. Otra vez, sentía como el frío imaginario me comenzaba a invadir. Entonces, tuve que tomar una decisión: arrancarme al monstruo de las entrañas e invocar la valentía para amputarlo de mi cuerpo.
Sin embargo, con ello surge el «Dolor de un miembro fantasma», una experiencia sensorial en la que se percibe un evento doloroso que aparenta venir de la extremidad cercenada. Tendría que vivir mi dolor en soledad, ya que siempre creí que confiar un secreto a alguien era como entregarle un proyectil explosivo en mi contra.
Así, con todos los antecedentes que tenía de él. Era tiempo de dejar de idealizar su figura, y su incipiente alejamiento fue una señal en medio de tanta confusión sentimental. Sin embargo, al parecer no fui al único al que la noticia le cayó mal, pues a Emma también le afectó. Y ni hablar de los acreedores, qué si no lo atrapaban antes de que abandonara la residencia, se quedarían sin pan y sin pedazo.
La primavera se comenzaba a instalar con toda su exuberancia desde hacía algún tiempo en la capital, pero parecía que además del florecimiento de las plantas, trajo consigo una dosis extra de estupidez humana. Particularmente en Josefa, que por ese entonces, se había transformado en la personificación de la irracionalidad.
Sus afirmaciones parecían totalmente infundadas y sus argumentos eran tan débiles que ni siquiera merecían ser tomados en cuenta. Me quedé atónito por su asombrosa capacidad para distorsionar las cosas. Durante una semana, cada encuentro espontáneo con la «Veneno» en los espacios en común del hostal, se habían vuelto una verdadera tortura. Traté de encontrar una explicación para su comportamiento, pero nada justificaba su incompetencia para ver más allá de sus prejuicios y ridículas suposiciones.
Hace unas semanas atrás, en una de sus tantas salidas, Bernardo y Felipe fueron a comprar fuera de la residencia. De regreso, el insecto, haciéndose el gracioso, sin querer, rompió un vidrio interior del ascensor, pero como era incapaz de admitir su error, guardó silencio por el miedo que le causaba Magnolia y las posibles repercusiones que este hecho podría tener sobre él.
La sola idea de estar confinado en un espacio cerrado nunca me agradó. Por eso, no me enteré de lo que pasó ese día, ya que siempre trataba de usar las escaleras en lugar de aquel artilugio por miedo a quedar atrapado.
Todos estaban al tanto de mi hábito, por lo cual, mi desconocimiento del incidente no era sorpresa para nadie. Solo me enteré varios días después de lo ocurrido por boca de algunos huéspedes que no tardaron en hacer especulaciones acerca de quién sería el verdadero culpable.
Sin perder más tiempo, Magnolia convocó a cada uno de los residentes y los interrogó por separado sobre lo sucedido, iniciando una verdadera cacería de brujas. Sus preguntas eran incisivas y directas, buscando que alguno confesara o le proporcionara una pista del culpable. Recuerdo que, en aquella ocasión, los chicos afirmaron que también se encontraban presentes Laura y Marta, pero ellas no preguntaban nada, solo la tremebunda que, para ese entonces, hervía de rabia.
En lo personal, me libré de tal martirio, pues se acercaba el último parcial de la primera tanda de mis materias y tenía que ocupar todo el tiempo y mi voluntad en dar mi máximo esfuerzo. Durante varios días, me aislé y solo tuve contacto con mis roommates, porque debía salir airoso de mis pruebas para no dar los exámenes finales.
El día en que me tocaba rendir, me levanté temprano y preparé todo lo necesario, repasando varias veces mis apuntes. Antes de salir de mi habitación justo al mediodía, noté que los chicos me miraban sorprendidos en las afueras de mi cuarto.
—¿Estabas aquí? —preguntó Emma, pasmada.
—Sí, hace días estoy encerrado y he pasado toda la mañana estudiando. Deséenme suerte, tengo mi parcial ahora. ¡Nos vemos!
Al llegar de la facultad por la noche. Emma, Iñigo e Isabella me interceptaron en las escaleras.
—¡Al fin llegaste, boludo! —exclamó Isa al verme aparecer.
Entonces, lo supe. Una de las personas a las cuales interrogó la administradora, abrió la boca. Pero eso no era todo, sino que Josefa, esa misma mañana cuando el resto se hallaba fuera de la suite, les dijo a los demás que yo le había confesado a Magnolia que Bernardo fue el culpable de romper el maldito vidrio.
—¿Ahora resulta que puedo estar en dos lugares al mismo tiempo? —expresé con toda mi furia.
Eso explicaba la cara de los chicos al verme salir apresurado, especialmente Josefa que, a pesar de ser descubierta en su mentira, sorprendentemente la siguió sosteniendo hasta el final. En ese preciso instante, la Liga de la Maldad en pleno le dio la espalda, y lo peor, era que Bernardo que, aún confundido, también lo hizo, dejando a la chica completamente sola.
Otra vez me veía envuelto en una situación así. Estaba destruido, mi cabeza me daba vueltas y tenía muchas náuseas. No pude comer el resto del día, y al siguiente, solo me alimentaba de líquidos. No me salían las palabras, y esta vez, sí que no quería ver a nadie.
No importaba cuántos argumentos lógicos expusieran los chicos, aun así, estaba muy decepcionado.
Las consecuencias para Bernardo llegaron rápidamente, pues en las semanas siguientes fue expulsado de la residencia.
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