༺ CAPÍTULO 43. LOOP ༻
https://youtu.be/nx9T24zLsRA
Ese día, cuando los Argentos se marcharon, un silencio sepulcral parecía haber caído sobre todos los rincones de la residencia. El motivo que los llevó a abandonar aquel sitio fue la intromisión de Marta que, por aquellos días, quería poner a una mayor cantidad de personas en las habitaciones. El siniestro plan de la nueva recepcionista consistía en lucrar aún más por el precio de cada cuarto, para así congraciarse con el dueño del hostal. Por ello, adoptó las medidas necesarias para alcanzar su propósito, siendo la primera de ellas un aumento en todas las tarifas. En cuanto la vimos por primera vez, supimos que traería complicaciones y enredos, pero ninguno de nosotros esperaba un golpe tan duro como ese en nuestro bolsillo.
Otro de los reveses que recibimos fue cuando retiró la mesa de billar, donde los chicos se tumbaban, junto con otros muebles de la salita de estudio. En un principio, su idea era convertir nuestra guarida en una extensión del comedor, pero fue Magnolia quien abogó por nosotros, dejándole en claro a la odiosa mujer, que ella era la única encargada y mano derecha del dueño de la hospedería. La rivalidad crecía a pasos agigantados, sólo podía haber una administradora en un futuro cercano, y mientras la tremebunda luchaba por mantener su poder, Marta intentaba urdir intrigas para derrocar a su competidora.
En mi caso, solo tuve una breve conversación con la entrometida.
—Vos sos Ray, ¿no? ¿Me podés llamar a Facundo?
—Disculpa —respondí mientras me dirigía hacia la salida—, estoy apurado y no tengo tiempo.
—¡Sos un maleducado! —expresó, reprochándome mi supuesta falta de educación.
En ese instante, solo deseaba enfrentarla y decirle lo molesta que era, pero siempre he preferido mantener la paz con personas de su tipo. Honestamente, no valía la pena tratar de hacerle entender las normas básicas de cortesía. Al verme bajar por las escaleras, Emma, Iñigo e Isabella, notaron por mi expresión facial que algo me había sucedido, y a pesar de sus insistencias, no esbocé palabra alguna, restándole importancia al asunto.
Pero eso no fue todo. Lo más insólito era su círculo más íntimo. A fin de cuentas, los polos iguales se atraen, y de nuevo, los hechos me daban la razón, puesto que sus protegidos lo conformaban Josefa y Facundo.
—¡Marta debe dormir enroscada como las víboras! —ironizaba Emma a diario.
La chica hacía alusión a sus comentarios ácidos, ya que cada uno de nosotros, al menos en una ocasión, nos habíamos enfrentado a la insidiosa mujer.
Otro motivo para detestarla era que todo el tiempo excedía las atribuciones de su cargo. Se suponía que todos los recepcionistas tenían múltiples responsabilidades, como limpiar baños, mantener los pasillos ordenados, organizar el comedor, entre otras cosas. El problema era que Marta delegaba constantemente esas tareas a Laura, mientras ella se limitaba a contestar llamadas, dar órdenes e interrogar a cada huésped que se cruzaba en su camino, intentando escudriñar en cualquier detalle de sus vidas.
Por aquel entonces, después del término de su relación amorosa con Ariel, Nina Darrigrande volvía a estar en pareja. La víctima de sus afectos en esta ocasión era un estudiante de Medicina con un buen pasar económico que vivía en una residencia ubicada en el corazón de San Telmo. La comidilla por ese entonces era que después de su enamorado mexicano, no había pasado mucho tiempo antes de que le encontrara un sustituto.
En este sentido, la chica era muy parecida a Iñigo, y tal vez por eso, seguían siendo grandes amigos, pues a pesar del mal gusto en hombres del bogotano, éste aún sentía algo por ella. Los únicos que conocían a su novio por ese entonces eran Josefa y Bernardo, quienes habían asumido el rol de reemplazar a Dante y Cristina en una extraña línea de sucesión al trono.
En cuanto a Emma, cada vez se la observaba más cerca de Isabella. Pasaban muchas horas juntas en su habitación, cultivando su amistad y estrechando lazos. En lo personal, por razones más que evidentes, me mantenía próximo a João. Estudiábamos juntos, íbamos a clases y me gustaba disfrutar de su compañía porque no era muy dado a hablar. Además, se había ganado el cariño de todos en el hostal por ser un chico muy transparente. Iñigo, en cambio, atraído por João, se unía a nosotros la mayor parte del tiempo, y a pesar de sus esfuerzos por ocultar sus verdaderos sentimientos, sus gestos y miradas siempre lo terminaban por delatar.
Ahora bien, respecto a nuestros dos nuevos conocidos, Yann y su amigo Alphonse, capturaban toda nuestra atención por la extraña cercanía que mostraban, no tan solo hacia Cristina y Dante, sino también hacia Bernardo.
Sin embargo, la trama se volvía aún más interesante cuando se trataba de Yann, pues el chico siempre mostraba curiosidad por saber dónde se encontraba Emma. Pero lo sorprendente era que, cuando se topaba con ella, preguntaba por mí. Otro de los hechos que me llamaba profundamente la atención era que, durante nuestras sesiones de estudio con João, el francés siempre se hacía presente.
A su vez, Alphonse aparecía justo cuando Yann se marchaba, como si estuviera tratando de descubrir algo. Todos nos dábamos cuenta de sus intenciones, pero nadie entendía cuán profundas eran en realidad.
No obstante, mi cercanía con João también despertó el interés del monstruo que observaba desde lo alto.
Después de nuestro episodio en el concierto sinfónico, comenzó a buscarme con mayor insistencia y, sin previo aviso, pasó de los roces a darme la mano a escondidas mientras me sonreía. Si bien, no notaba ninguna intención oculta, tampoco se esforzaba por llevar las cosas más allá. Quedaba claro que era demasiado pronto para un beso; la conexión entre ambos aún estaba floreciendo, y precipitar un gesto tan íntimo lo hubiese arruinado todo. Para él, el simple acto de estar juntos en secreto bastaba. Se trataba de un gesto casi infantil, lleno de inocencia, pero con el suficiente trasfondo para entender que, al menos en ese momento, tanto él como yo, teníamos una conexión profunda.
—Ese día... —empezó a decir, visiblemente nervioso.
—Dejémoslo así —interrumpí.
Podía suponer que le había gustado, pero la realidad distaba mucho de eso. La verdad de lo sucedido era que estaba absolutamente desconcertado. El monstruo me veía como algo inexplorado, pero en cuanto yo dejara de ser una novedad, él perdería el interés en mí.
Pasaron semanas completas así. Emma en la habitación de Isabella, Iñigo evitando a Bernardo y a Santino —pero siguiendo por todos lados al garoto—, Josefa junto a Nina que, por milésima vez, le hablaba de su nuevo amor, Magnolia seguía enemistándose con Marta, Facundo despotricando en contra de Adrián, Yann tratando de sacarme cualquier tema de conversación y Alphonse preguntando por él. Sentía que estaba en un loop, y si no fuera por Laura, João, Hugo y mis salidas con Lú, probablemente me hubiera sumido en una profunda monotonía y desesperación. Ellos me brindaron momentos de distracción y compañía, permitiéndome escapar de esa sensación de repetición constante. Las consecuencias de tales eventos resultaron en que, una vez más, comencé a morder mis uñas y de nuevo empecé a enumerar en mi mente la función de las hormonas:
«La progesterona prepara el endometrio para la implantación y evita la contracción del músculo uterino. Los estrógenos regulan el ciclo menstrual, la ovulación y contribuyen al crecimiento y desarrollo del útero. La hCG estimula la glándula tiroides. La relaxina relaja el músculo uterino y arterial, previniendo el aborto y el parto prematuro. El lactógeno placentario asegura el suministro de glucosa al feto y favorece su desarrollo. También prepara la glándula mamaria para la lactancia...»
Además de lo anterior, mis ensoñaciones musicales se habían intensificado hasta el punto en que sentía que las cosas se me estaban escapando de las manos. Tan pronto salía de mi habitación, los veía a todos moviéndose al ritmo de la música, pero lo más perturbador era la fantasía que involucraba a las Gárgolas cantando. Estas escenas, cargadas de ironía, siempre ocurrían cuando atravesaba por un loop.
Intentaba refugiarme en la sala de estudio, sumergiéndome en mis apuntes de clases. Pero la calma duraba muy poco, pues la rutina también me seguía hasta ahí.
João era el primero en entrar, aprovechando la oportunidad para estudiar juntos. Eran tan iguales los días, que podía anticiparme a sus dichos. Toda vez que hablaba, sus palabras se proyectaban con subtítulos, similares a los que aparecen en una película.
—E aí! ¿Puedo entrar e estudar aqui um pouco?
—¡Claro! —le respondía con una gran sonrisa forzada.
—Vamos estudar juntos então...
«Ahora entra Yann, en tres, dos, uno...»
Y nuevamente, sus palabras se manifestaban como subtítulos flotando en el aire, justo delante de él.
—¡Bonjour! Excusez-moi, estoy buscando a Emma —dijo apenas se asomó por la puerta.
—Está en la habitación de Isa —respondí, aunque esta vez, no pude disimular mi cara de hastío.
Después de eso, sin ninguna explicación aparente, se sentaba y comenzaba a hojear un libro que llevaba entre sus manos.
Pero como todo era una repetición constante, aparecía Hugo con sus apuntes:
—¿Qué pasa chavales?, ¡Charles Baudelaire! —mencionó en voz alta, desafiándome una vez más.
—George Sand o Amandine Aurore Lucile Dupin —respondí.
Sin embargo, donde caben cuatro, caben cinco. A esas alturas, ya había perdido toda capacidad de asombro...
«¡Lo que me faltaba!», pensé.
En ese preciso instante, y en un inesperado giro de los acontecimientos, el monstruo hizo su entrada triunfal con su laptop y se sentó justo enfrente de mí, en lo que sería la primera de muchas apariciones en la salita de estudio.
Su cara estaba desencajada, ya que toda vez que alguno de los chicos se acercaba a mí, Dante apartaba la mirada de su ordenador portátil, atento a cada movimiento.
Ante la multitud que me rodeaba, tomé la decisión de regresar rápidamente a mi habitación. Necesitaba estar a solas, ordenar mis pensamientos y plasmarlos en mi diario.
Tan pronto como llegué y vi a Esteban empacando y poniendo todas sus pertenencias en maletas, comencé a sentir nuevamente el vacío abrumador. Él se iba, en cambio, yo me quedaba en el loop.
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