༺ CAPÍTULO 38. LA INVOCACIÓN ༻
https://youtu.be/uJmFCSyjrjA
Después de la despedida de Manuel, pasaron algunas semanas antes de que todo se volviese a complicar de nuevo. Esta vez, en el epicentro de la controversia estaría nada más y nada menos que Campanita.
Por aquellos días, este extraño personaje, provocó un bullado episodio —digno de The X-files— del cual solo algunos huéspedes lograron enterarse, pues todos los involucrados se encargaron de guardar silencio.
Tras el alboroto, fue inevitable que algunos se preguntaran qué había sucedido realmente para que Nicky actuara de manera tan extraña y fuera de lo común, pero lo que ellos desconocían, era que el chico estaba obsesionado por los fenómenos paranormales. Tanto fue así que, para saciar su curiosidad, pasaba horas investigando sobre apariciones de fantasmas, ovnis y criaturas míticas. Un dato extra era que también se dedicaba a explorar lugares abandonados en su tiempo libre y participaba en sesiones de espiritismo en búsqueda de respuestas del más allá. Nunca supe cuál fue el trasfondo de su obsesión, pues a la hora de intentar cualquier tipo de acercamiento, Campanita se cerraba como una ostra.
Desde el primer día que llegó a la habitación, el joven maquillador y estilista conservó en su improvisada mesita de luz, una bolsita con cristales y cuarzos pequeños de distintos colores, incienso natural de salvia blanca y una vieja baraja de tarot. Estos múltiples objetos eran muy importantes para él ya que creía fervientemente que poseían propiedades protectoras en contra de los malos espíritus que rondaban por ahí.
Sin embargo, a pesar de su atracción especial por la noche y su marcada estética lúgubre —muy parecida a la del icónico Daniel Ash—, Nicky se caracterizaba por ser pacífico puesto que siempre optaba por tomar distancia frente a cualquier disputa. Pero, aun cuando hubiera sido muy precavido, no tuvo buen juicio al involucrarse con Nina Darrigrande: el ser más polémico y melodramático de toda la hospedería. Al final, el precio a pagar por tan gran error, le saldría muy caro al joven gótico.
Al parecer, en una noche muy fría, mientras Emma y yo dormíamos plácidamente en nuestras habitaciones, extenuados por la carga académica; Nina, Iñigo, Bernardo, Josefa y Nicky se habían reunido en la nueva habitación que el bogotano compartía con la menor de las hermanas Darrigrande. El propósito de aquel encuentro fue compartir historias sobrenaturales y hacer una sesión de espiritismo, porque según Campanita, uno de sus cristales se había roto por la presencia de algún alma desencarnada que deambulaba libre por el hostal.
Y, a pesar de que al principio Nina se negó rotundamente, al final, todos consiguieron persuadirla de acompañarlos en la invocación. De acuerdo con la versión de Iñigo, la cosa se puso espeluznante en cuanto el chico gótico empezó a compartir las distintas experiencias de sus encuentros con el más allá. Entre un sinfín de relatos escalofriantes sobre seres imposibles, casas embrujadas, apariciones, fantasmas, el muchacho dejó boquiabiertos a los asistentes cuando mencionó que, en una ocasión, se topó de lleno con una figura etérea que flotaba por los pasillos en la casa de sus padres. Ya en el clímax de la historia, mientras algunos intentaban disimular el miedo, Nina parecía muy nerviosa.
La muchacha les tenía pavor a los espíritus, y pese a que en un principio se mostró extraordinariamente confiada y hasta facilitó que se diera aquel insólito encuentro, después se afligió al observar en vivo una sesión con la güija. Sin embargo, lo más espantoso estaba por ocurrir ya que de pronto, en un sinsentido, la chica entró en pánico cuando Campanita, con una voz de ultratumba, dijo:
—Chicos, no estamos solos...
De improviso, Nina comenzó a gritar y a temblar, dejándolos a todos en shock, pues aseguró que había sentido una presencia fría y maligna a su alrededor, en la forma de unas manos pequeñas que se posaron sobre sus hombros, fue en ese momento cuando los asistentes se asustaron y comenzaron a huir despavoridos de la habitación.
La chica acusó directamente a Campanita de haberla asustado con sus historias paranormales y su reunión espiritista. Y, en un extraño devenir de los hechos, Magnolia —la tremebunda— se terminó por enterar de todo lo ocurrido, tomando la decisión de expulsarlo para evitar problemas adicionales, pero no sin antes advertirle al resto que, una más y se iban a la calle. Así fue como Campanita se marchó sin protestar, sin embargo, previo a su partida, les dijo a todos que no había sido él quien espantó a Nina, sino el niño fantasma que habitaba en la hospedería.
Luego de aquel tétrico evento, los demás se quedaron en absoluto silencio, evitando a toda costa hablar del tema, tal vez porque aún no comprendían lo que sucedió, pero si de algo estoy seguro es que todos nos hacíamos la misma pregunta: ¿realmente había un espíritu en el hostal o fue producto de una puesta en escena armada por el chico gótico recién expulsado?
Y ante tal escenario, por varios días, el nerviosismo se podía sentir, especialmente en Nina, quien resultó ser la gran responsable de que al muchacho lo lanzaran directo a la calle. Tanto Emma como yo, estábamos furiosos con los chicos, primero por haber participado en una sesión de espiritismo sin medir las consecuencias, y segundo, por ser los grandes responsables de la expulsión de Campanita. Pero a esas alturas, todos eran adultos y debían cargar con el peso de la culpa.
Emma se sentía fascinada por el estilo único de Campanita, y sabía que echaría de menos sus facciones pálidas empolvadas en blanco, su pelo oscuro engominado y sus uñas pintadas de negro. Yo, por mi parte, extrañaría su música favorita de grupos como The Cure, The Mission, The Sisters of Mercy, Bauhaus, Specimen, Fields of the Nephilim, Joy Division y Siouxsie And The Banshees, entre otros; que sonaban suavemente cuando Esteban y Facundo no estaban en el cuarto.
Nicky era como uno más de nosotros, alguien que compartía nuestra "rareza", nos sentíamos cercanos a él, quizás por eso nos afectó tanto su ausencia tan precipitada. Al despertarme por la mañana, me encontré de nuevo con un espacio vacío. No fue sino hasta dos días después que logramos que Iñigo soltara la lengua y nos contara todo lo que pasó. Incluso Facundo, quien era conocido por su curiosidad insaciable, sólo llegaría a conocer los detalles mucho tiempo más tarde.
Pero todo no terminaría ahí, ya que Iñigo tras aquel suceso, empezaría a mostrar síntomas extraños, arrastrándonos a todos a una rutina diaria de tener que llevarlo al servicio de emergencia cada vez que se desvanecía.
Sin embargo, su estado de salud tenía una explicación, y era que, debido a un cambio en su dieta, su organismo no estaba asimilando los nutrientes necesarios, y si a eso le añadimos el hecho de que el chico perseguía constantemente la perfección en cada acorde y su intrincada vida sentimental, teníamos un difícil panorama justo en frente de nuestras narices. De esta manera, lo único que nos quedaba, era vigilarlo atentamente.
Y así como algunas tramas dentro de la residencia terminaban abruptamente, otras estaban a punto de comenzar. La vida en el hostal estaría muy lejos de tornarse aburrida ya que siempre había algo nuevo y emocionante en el horizonte.
En medio de los finales precipitados y romances fugaces que sólo duran una noche, la atracción entre Emma y Morita había llegado a su fin. No se trataba de una falta de interés por parte del chico sino de la falsedad de la muchacha.
Emma tenía un talento especial para seducir a los chicos y las chicas, los atraía con su encanto y luego los descartaba. Ella sabía lo que quería, y mientras buscaba a alguien que realmente llamase su atención, se entretenía con aventuras pasajeras que nunca llegaban más allá.
En esos días, exhibía una actitud sospechosa. Parecía distraída y distante, y se mostraba más cerca que nunca del monstruo y Cristina. Josefa por su parte, no le sacaba los ojos de encima, a pesar de que Emma trataba de mantener un bajo perfil con tal que la enana no se enterara de su amistad con Dante. Iñigo en tanto, ya estaba enterado del asunto, restándole importancia.
Cuando Santino arribó a la residencia, no lo hizo solo, pues ese mismo día también conoceríamos a Lautaro, Vicente y João. Todo por obra de Marta —la metiche— quien les dio la bienvenida con una sonrisa, acomodándolos a todos en nuestro piso.
—¡Nos llegó carne fresca! —exclamó Iñigo al ver a los nuevos y atractivos huéspedes.
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