༺ CAPÍTULO 19. EMMA TABORDA ༻
https://youtu.be/5XioIFROxWA
Emma Taborda nació en una zona ubicada fuera de los límites urbanos en la Región Metropolitana, Chile. La vida nunca fue fácil para ella, porque incluso antes de nacer, el cruel destino ya se había encargado de jugarle una mala pasada al despojarla de una apabullante presencia paterna.
La niña siempre tuvo el interés de buscar explicaciones lógicas acerca de su concepción, más aún cuando el peso de las crecientes contradicciones de la mujer que le dio la vida, la seguían alejando de la verdad. Lo peor de todo, era que, a pesar de su constante insistencia y reproches en contra de su mamá, la chica solo recibía a cambio, un espeluznante silencio. Esta es la razón por la cual Emma, desde su infancia, se vio en la necesidad de aprender a resistir el dolor de ese tremendo vacío, un hueco que, para ser justos, su madre se esmeró por llenar, pero sin resultados evidentes.
Después de enfrentar la amarga desilusión amorosa que le dejó su propio monstruo, la mujer tomó la radical determinación de abrazar su soltería a perpetuidad. Pero tanto mutismo sólo escondía una incómoda revelación: él se rehusó a asumir su rol como padre en cuanto se enteró de su embarazo, con el singular pretexto de que la hija que esperaba no era suya, una vana excusa que carecía de cualquier sentido. Finalmente, con el paso del tiempo, Emma tras saber toda la verdad, se convirtió en un planeta que orbitaba alrededor de un único y radiante sol: su progenitora.
La mamá de Emma, al verse de golpe sin elección, acorralada, sin apoyo económico de ningún miembro de su familia y con una hija en brazos a la cual criar, decidió comenzar la búsqueda de un empleo para mantenerse a flote en una sociedad que la concebía como un ser incompleto, solo por el hecho de no estar bajo el alero de un hombre. En su incesante indagación, el único trabajo que consiguió fue dentro de una casa parroquial en dónde obtuvo abrigo, techo, comida y una buena paga.
Lo mejor de estar en un lugar así, era que Emma podía acompañarla en todos sus quehaceres, de esta manera, la mujer se aseguraría de no quitarle los ojos de encima, garantizando que en ningún momento sufriera por la más mínima falta de cuidados. Por lo demás, ¿quién necesita una figura paterna cuando puedes tener un regimiento de sacerdotes que podrían ayudar a educar a una niña en el seno de la fe y el amor de Dios?
Durante su infancia, las actividades preferidas de Emma dentro de la parroquia eran convertir el confesionario en una casa de muñecas, jugar a tomar el té con las hostias del altar en lugar de las típicas galletitas azucaradas, esconderse entre las largas bancas para evitar comer los vegetales a la hora de almuerzo y usar las casullas del párroco de turno como vestidos de alta costura, que generalmente incluían un pequeño desfile por el pasillo central de la iglesia.
No obstante, al atravesar por la pubertad y volverse toda una adolescente quebrantadora de reglas, se encargó de transformar el confesionario en una valiosa fuente de información sobre los feligreses, a quienes comenzó a ver con otros ojos al descubrir a hurtadillas sus más oscuros secretos, pero además de eso, también se bebía el vino del altar directamente del cáliz cuando nadie la veía, sacaba algunas monedas de la bolsa del diezmo para salir los fines de semana y usaba el patio trasero de la parroquia, el sitio en donde estaba la estatua de la Virgen María, como fumadero.
Un día, al escudriñar entre las pertenencias del nuevo sacerdote asignado a la casa parroquial, encontró un tesoro incalculable que cambiaría su perspectiva de la vida. Emma, tratando de saciar su curiosidad, se dispuso a averiguar qué hacía ese extraño artilugio que estaba encima de la mesa. Con cautela, abrió una de las muchas cajas que estaban apiladas unas sobre otras, sacó de su funda uno de los tantos vinilos que venían ahí, lo puso sobre el plato giratorio, levantó el brazo del tocadiscos y deslizó la aguja en su superficie.
A medida que el álbum se iba reproduciendo en orden, su corazón comenzó a latir rápidamente, se aceleró su respiración y hasta se le bajó la temperatura. Era la música más alucinante que la chica hubiese escuchado, pero al llegar al track n.º 4, sus síntomas se comenzaron a agudizar cuando de forma misteriosa sintió como un extraño hormigueo le recorría todo el cuerpo, dejándole los pelos erizados. Estaba profundamente conmovida por la gran pieza musical, pues para ella, era imposible que alguien hubiera podido realizar algo semejante.
Necesitaba saber quién era el genio que compuso aquello. Al ver bien la carátula del disco, notó que se trataba del mismísimo David Bowie cantando «Life On Mars?». La chica había sido atrapada en las garras del que sería su primer amor platónico.
Emma, se había creado una obsesión que, hasta ese momento, no sabía que necesitaba. Lo tenía incrustado en el corazón, quería conocer más acerca de él y empaparse de todas las facetas de su carrera. Al irse adentrando gradualmente en su música y en las caleidoscópicas personalidades de Bowie —Hunky Dory, Ziggy Stardust, Aladdin Sane y The Thin White Duke—, su asombro seguía creciendo. Era como si una chispa hubiese desencadenado un enorme incendio que arrasó con todo aquello que conocía, y solo le dejó los vestigios de ideas retrógradas, tan propias de tiempos pasados.
Emma, al estar tan molesta porque nadie le dijo que algo así existía, se decidió a iniciar una búsqueda incansable de tales personajes poco convencionales y tan alejados de los dualismos clásicos.
Y como era de esperarse, el punto de partida de su indagación comenzó con David Bowie y su biografía, luego le siguió la historia universal de la música, la literatura y el cine. Es curioso cómo a partir de la semilla de una idea, se van sucediendo otras más, hasta llegar a cosas totalmente inesperadas. Emma inició este viaje tratando de hallar a una fantasía, pero al final solo se encontró a sí misma en el camino, ella era una mixtura entre drag queen y una vampiresa de naturaleza travesti. Un personaje extraño viviendo en un mundo heteronormativo, lleno de culpas por el querer ser.
Sin embargo, en el cine fue el lugar en donde Emma se topó con sus mayores referentes: la extravagante drag queen Divine como Babs Johnson en «Pink Flamingos»; el científico loco Frank-N-Furter, originario de Transexual, planeta de la galaxia Transilvania en el film «The Rocky Horror Picture Show»; Bernadette Bassenger, Mitzi Del Bra y Felicia Jollygoodfellow en «The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert»; Noxema Jackson, Vida Bohemia y Chi Chi Rodríguez en la película «Wong Foo Thanks for everything»; Hedwig Schmidt en «Hedwig and the angry inch» y tantos otros más.
Impregnada de diversidad y no-binarismo, comenzó a repetir sostenidamente su propio mantra, tal como lo hizo un tiempo después Victoria Beckham: «soy un gay en el cuerpo de una mujer».
Ahora con una misión más clara, se decidió a buscar cerca de dónde se encontraba, a todas esas fantasías que solo habían visto sus ojos a través de una pantalla, pero que tenía la seguridad de que existían en alguna parte. Santiago de Chile, era la única escena underground que estaba a poca distancia, así que se dispuso un día a encontrarlos durante un largo fin de semana, y eso es exactamente lo que hizo.
En un santiamén, se transformó en la abeja reina de su nuevo grupo de amigos, en él encontró protección, apoyo y diversidad, pero eso no era todo, también halló estética, consejos de belleza, le enseñaron a resaltar aún más sus rasgos femeninos, la impregnaron de cultura pop, y otro montón de cosas fascinantes.
Sin embargo, ella no conseguía experimentar la felicidad, porque más allá del ensueño, la dura realidad se imponía cada vez que llegaba de vuelta a la parroquia. Una desazón que aumentaba en intensidad, ya que no estaba el cura con el que escuchaba a escondidas a Bowie. La versión oficial de su desaparición tan repentina era que había sido trasladado a otra comunidad en el sur de Chile, pero Emma y su madre sabían perfectamente que renunció a sus votos para ser feliz con otro hombre del cual se enamoró perdidamente, pues fueron ellas, quienes avivaron las llamas de sus intenciones, al concertar sus encuentros en lugares alejados para que nadie los viera. Así, el hermoso tocadiscos y los vinilos de David Bowie constituyeron el único recuerdo que Emma pudo conservar.
Con la ausencia del que fue su mejor amigo, repentinamente se originó una grieta que se comenzó a expandir con el agobio del ambiente religioso en el que estaba inmersa y la absorbente carrera universitaria que la terminó por alejar de sus amistades. Emma notaba que se hundía cada vez más profundo en arenas movedizas, dejando de ser ella misma. De esta manera, en su intento por escapar, tristemente recurrió a lo único que podía echar mano para cubrir el ahora hueco, que tenía en medio del pecho: las drogas. Ya no las usaba con un fin netamente recreativo, sino que las empezó a emplear para soporizar sus sentidos, se habían convertido en sus herramientas preferidas para huir a un mundo mental repleto de purpurina en donde todo era como la chica esperaba, el lugar de ensoñación en el que, junto a Bowie, se sentía feliz.
Llegado el momento, se dio cuenta de que el uso de aquellas sustancias la comenzaron a atrapar, y en un intento por salvarse a sí misma, sin la ayuda de nadie, comenzó a recuperar la cordura. Pues una vez que tocó fondo, sólo le restaba subir a la superficie, no quería quedarse ahí abajo, era oscuro y frío; así que rebelarse, era lo único que venía en orden. Y, por supuesto que su madre respaldaba todas sus decisiones, siempre y cuando evolucionara como ser humano y no perdieran la comunicación. Para ella, todo estaba bien, incluso si eso significaba que viviera en otro país.
La chica, nunca pensó que su mejor amiga la iba a traicionar en Buenos Aires, y mucho menos, que esa sería la causa de su llegada al hostal en un día lluvioso, pero ahí estaba, sorbiendo mate por la pajita, hablándome acerca de su vida después de haberse abalanzado sobre mí y propinarme un par de golpes en pleno ataque de ansiedad producto de la abstinencia.
Emma era así, de armas tomar, divertida y freaky.
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