sesenta y tres; amenazas {#2}.
"La memoria de los muertos se coloca en la muerte de los vivos..." Cicerón.
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La luz del sol iluminaba todo el lugar, dejando ver lo preciosa que podía ser la naturaleza. A decir verdad, la pradera Uchiha era un lugar hermoso; cubierto de flores, tranquilidad innata y mucho pastizal vivo. Sin quitar el enorme lago al final del bosque que le acompañaba.
Desde pequeño, siempre había sido el lugar favorito de Madara. Para reflexionar, relajarse y a veces, hasta entrenar o simplemente tomar una siesta. Al menos después del río en dónde había conocido al único amigo que mantenía en secreto desde su niñez, Hashirama.
El castaño quería lo mismo que él, la paz y armonía. Eso les había unido.
Madara suspiró al recordarse, sin saber qué hacer al respecto con su extraño y único hermano quedante en su diminuta familia. Por ahora las cosas estaban tranquilas pero el azabache sabía... que no por mucho.
Kōga estaba diferente.
—¡Dara, yooooop!
Antes que el mayor pudiese voltearse al oír esa chillona e irritable voz, el pequeño de cabellos azabache ya se había aferrado a la espalda de su tío preferido con entusiasmo, quien en realidad parecía su padre a este punto de su corta vida.
—¿Qué haces aquí? Creí dejarte con Kei hace un rato...
El pequeño azabache ladeó su cabeza para luego fruncir el seño y arrugar su nariz tras soltarse de su espalda, negando así también con su cabeza sin poder explicar con palabras en dónde estaba su mujer. Apenas podía caminar y hablar nada, solo decía cosas vagas como Dara o Kei.
Irritando a Madara un poco por ello.
Incluso, hace poco le habían quitado los pañales al pobre bebé en cuanto cumplió un año. Ahora tenía uno y cinco meses, por lo que ya se le facilitaba el no hacerse en sus ropas.
Y el mayor lo agradecía, porque no era Kōga quien lo limpiaba precisamente.
—¿Cuando vas a hablar, eh? —prosiguió en batir la lengua el joven de cabellos largos— sería interesante charlar contigo, aunque me incomoda el que no tengas nombre. Podría llamarte Izuna... ¿Te gusta?
El pequeño le observó una vez más, confundido totalmente y luego se lanzó a las flores de manera desmedida para arrancar una por una sin prestar atención al mayor. Madara arrugó su nariz.
—Oye, no me gusta que me ignoren ¿Sabes?
El pelinegro de un solo año de vida, alzó sus cejas con inocencia y simplemente corrió lejos de Madara, arrollando muchas flores a su paso mientras reía como un desquiciado.
El azabache mayor gruñó para sus adentros al sentirse pasado a llevar por un bebé y estuvo a punto de ponerse de pie para ir a por él en reproche. Sin embargo, fue frenado por unas manos sujetando ambos hombros, la fuerza siendo inigualable.
—Es un bebé, no te entiende todavía Madara-kun.
Madara medió una leve y serena sonrisa, sin mostrar sus dientes mientras alzaba su mirada hacia la Uchiha que pronto sería su mujer en un método más formal. A su costado venía Kōga, quien no dejaba de observar a su pequeña criatura con seño algo fruncido.
—No, él me entiende pero me ignora. —explicó, haciendo que la mujer soltara una risa. Kōga prefirió el dejarles solos un rato, yendo a vigilar lo único que le quedaba de Lydia; su difunto amor— Es un maldito, un chico interesante...
—¿Te has encariñado?
Kei parecía feliz, más al ver el rostro sonrojado del Uchiha más temido de su clan. Madara no lo admitiría, pero ella sabía que era cierto.
—¿Crees que tengo tiempo para...
—Tranquilo, Madara-kun —susurró ella, besando suavemente su mejilla mientras entrelazaba sus dedos y se sentaba a su costado.— Es normal que lo hagas, pues algún día nosotros tendremos nuestro propio hijo y ya no podrás negarlo.
Madara tragó saliva, esfumando enseguida aquel sonrojo para posar su vista en Kōga. Pues se sintió burlado por su propia mujer.
—¿Crees que algún día le ponga nombre? —cuestionó, ignorando la anterior propuesta de la Uchiha.
Kei arrugó su nariz, esta vez apoyando su cabeza en el hombro de su pareja para observar a Kōga con detenimiento. Su espalda era ancha, sus cabellos cortos y negros siendo movidos por el viento mientras él observaba a su hijo jugar con el agua del río sin mucha importancia.
Kōga era demasiado atractivo, casi tanto como Madara y eso nadie podía negarlo.
—No lo sé, aún no supera el que Lyd...
Su frase quedó a la mitad, pues Madara se había puesto de pie enseguida al solo ver como el pequeño caía al agua bruscamente. Sus brazitos moviéndose al compás del agua con desesperación al sentir como no tocaba el suelo y parecía ahogarse. Él daba pequeños gritos de auxilio mientras tragaba agua de vez en cuando.
No obstante, Madara por unos momentos esperó inquieto e hizo nada, creyendo que su propio hermano iría a por él. Cosa que nunca sucedió.
Kōga simplemente lo observaba, su mirada perdida en el pequeño mientras no se movía de su posición aunque fuese por un amago de salvarlo. A él no le importaba.
—Madara-kun...
Antes que la mujer pudiese decir algo más, el joven y preocupado Madara ya se había lanzado en el no tan profundo lago para sacar al muchacho de ahí con mucha facilidad. Su rostro de enfado hacia Kōga siendo muy evidente al salir.
¿Cómo podía?
Óbito comenzó a llorar de inmediato apenas salió del agua, mientras a la misma vez tosía con fuerza en el hombro de Madara para escupir las pocas de agua que había ingerido en esos míseros minutos.
Madara le palmeó la espalda para ayudarle a recuperar el aire, tensando así la mandíbula al cruzar miradas con el insano Kōga.
—¿Qué? ¿Crees que lo hice a propósito? —bramó el mayor, frunciendo el seño enseguida con mucha molestia y bastante a la defensiva.
Kei no demoró en correr hacia ambos, un tanto preocupada de que una nueva discusión se formase.
—Pudiste sacarlo y no lo hiciste. —espetó el de cabellos largos, teniendo en su oído el insaciable llanto del pequeño Uchiha que por poco se atragantaba con su propia saliva al no poder escupir el agua ingerida. Madara no dejó en ningún momento de palmear su espalda.
—¡Oh vamos, Madara! —exclamó Kōga, alzando sus brazos con notorio enfado y soberbia. Odiaba oír llorar a esa criatura y más cuando Madara le recriminaba cosas— ¡Es un nadie, no tiene futuro en este mundo y lo sabes! ¡Aunque lo hubiera sacado del lago, en algún momento este niño morirá y..!
—El único que no tendrá futuro y morirá si no cambia la manera de ver las cosas eres tú, hermano.
Kōga bufó, gruñendo luego por lo bajo tras oír como la criatura parecía vomitar finalmente toda el agua de una sola pasada sobre Madara, empapando gran parte de su hombro y espalda. Pero eso a él no le importó, su hermano estaba sobrepasando los límites y ahora Obito podía respirar mejor.
—¿Por qué no le haces entender, Kei?—habló Koga hacia ella esta vez, la irritación siendo muy notoria en su voz.
¿Por qué Óbito no dejaba de llorar de una puñetera vez? Si seguía de esa forma se volvería loco.
Madara frunció el seño, confundido totalmente frente a las palabras de su hermano.
—¿Por qué ella tendría que...?
—Lo que dice Kōga en parte es cierto, no lo niegues... Madara-kun —dijo ella, cortando la frase de su pareja mientras jugaba con sus dedos. Apenada pero decidida.
El de cabellos largos parecía desconcertado.
—¿Qué dices, Kei? ¿Qué este niño tiene que morir? ¿Acaso eso es lo que quieres?
Ella dio un suspiro cansado, tomando el hombro de Madara suavemente mientras Kōga la observaba de re-ojo. Aunque poco a poco se impacientaba más al sentir la presencia de un albino caminar hacia ellos. Lo que faltaba.
—No necesariamente, pero el mundo está...—ella hizo una pausa, indecisa de lo que fuese a salir por su boca y luego continuó;— cambiando.
—¿Qué tonterías dices?
Madara no lo podía creer, mucho menos saliendo de la boca de Kei. Entonces, solo por inercia quiso acercarse a su hermano para recriminar una vez más la actitud de su mujer y lo insano que estaba siendo con respecto al bebé. No obstante, la presencia peligris que sintió Kōga antes se interpuso entre ambos evitando una nueva pelea. Sorprendiéndolos a los tres.
Kōga gruñó una vez más, sobre todo porque la pequeña criatura seguía llorando en el hombro de su hermano aunque a menor escala. Pero... ¿Por qué no solo se callaba? Ese llanto le estaba carcomiendo todos sus sentidos.
—No es bueno que se metan en pleitos, nuestro enemigo no somos nosotros. —habló el peligris de manera seria, aunque luego sonrió con inocencia— Además, hay un bebé presente y estos ambientes son malos para los niños ¿Lo sabían?
—Ukitake, no tienes que meterte en nuestros asuntos. —recriminó Madara con cierto fastidio, su semblante igual de molesto que antes. Incluso si Óbito se había pegado a su cuello fuertemente en busca de calor, esta vez solo formulando pucheros suaves y temblando con la brisa del viento que lo cubría.
El albino de cabellos largos y mirada alegre les sonrió ampliamente una vez más, soltando así una pequeña risa incómoda. Kei no dijo palabra alguna.
—Lo siento, me dejo llevar al ser aliado de ustedes y ver a esta criaturita llorar.—dijo, entre risas mientras rascaba su nuca y luego se dirigía hacia a Obito moviendo sus dedos. Kōga bufó otra vez.
—Ni idea de por qué adquirimos a este idiota y a su clan, los Uchiha pueden hacer mucho más sin la necesidad de...
—Ja ja, —rió falsamente el albino, frenando sus muecas hacia el pequeño para sonreír de lado— Kōga-kun me subestimas ¿Sabes? Puedo hacer mucho más de lo que piensas...
—Madara-sama, está muy pensativo ¿Ocurre algo?
La inquietante voz rasposa y algo cabreada de Obito fue la que quitó su trance de minutos, quien lanzaba una piedra redonda hacia la pared una y otra vez, aprovechándose de como esta rebotaba. Su seño demasiado fruncido y frustrado por la ausencia de su amiga en el santuario.
—Si es por la demora de Izune yo...
—¿Qué le dijiste exactamente? ¿Estás seguro que hará presencia? —interrumpió el sombrío Uchiha, tocando su hombro por inercia al tener dichas imágenes de recuerdos en su cabeza. El vómito de Óbito no fue agradable después al ducharse, pero extrañaba tenerlo en sus brazos.
¿Cuantos años habían transcurrido desde entonces? ¿Veinte? ¿Veintidós?
—Solo dije que usted quería hablar con ella, no di pistas sobre nada si es lo que está inquietándolo. —explicó, su nariz levemente arrugada sin siquiera observarlo— Y tampoco le he hecho saber que su padre es Tobirama.
¿Por qué Izune no aparecía? Esa era la duda inquietante que ambos tenían, aunque Obito ya planteaba sus sospechas. Tal vez pudo ser por lo ocurrido en el cuartel, y tenía mucho sentido. Pero ella tampoco podía llegar e incriminarle de esa manera. Incluso si el Uchiha hubiese roto su promesa de hace años, podrían conversarlo luego y no así. Menos en el cuartel Anbu.
Le preocupaba, porque lo que Madara tenía que decir realmente era importante aunque no lo supiese con claridad. Pero de igual forma, se sentía culpable. Porque él estaba seguro que ella no lo haría jamás y ocultarle cosas tampoco le gustaba. Más el hecho de saber que era mitad Uchiha sin decírselo.
—No me inquieta, solo quiero asegurarme de que pise este lugar para charlar como lo hago contigo.
Óbito arqueó una ceja, recibiendo aquella piedra en su mano mientras mediaba una sonrisa incrédula ¿Desde cuando Madara le trataba como un idiota?
—Solo el idiota más idiota podría creerse eso, Madara-sama. Y mire que yo soy bien idiota eh... —espetó, soltando una risa irónica— ¿Le dirá que Tobirama-sama es su padre? Porque si es así es mejor que ella no...
—No sabes nada, Óbito. —dijo el mayor, la seriedad pintando todo su rostro mientras se ponía de pie— Solo quiero proteger las cosas que Kei siempre quiso destruir. Te lo he dicho.
—¿Asesinando a Hashirama-sama? ¿Haciéndole ver la verdad? Izune no está en condiciones de asimilar estas cosas aún y lo sabe a la perfección. También se lo he dicho. —soltó de golpe, pues por mucho que odiara a ese hombre de cabellos castaños, en estos momentos al pensar en Izune no le agradaba la idea.
Madara suspiró con fastidio y hasta irritación ¿Desde cuando el azabache dudaba sobre sus acciones? Él no era el shinobi más astuto, pero tenía potencial y Madara sabía con certeza que daba más de ello. Entonces, le observó de pies a cabeza inconscientemente mientras le analizaba ante los recuerdos. Si bien tenía los ojos de Lydia, todo el resto era la viva imagen de Kōga.
Óbito había crecido demasiado para su gusto, le perturbaba. Y se sentía preocupado de igual forma, pues ahora más que nunca con el Kamui tenía que comenzar a cambiar la historia. La historia que destruyó a su propio hermano.
Aunque más, era otra cosa lo que le mantenía así de preocupado. Desde el principio fue así, todas sus acciones tenían un propósito más allá de lo creíble.
—Eso no lo tenemos seguro, Óbito —explicó, su rostro mostrando reproche— Por ahora hay que mantener la calma hasta que sea el momento correcto. Si te preocupa el que Izune sufra por ello, ¿No crees que es lo mismo que con Tsunade? No pongas pegas ahora. No quiero que me decepciones.
Óbito tensó su mandíbula, observando la piedra en su mano mientras pensaba en el insaciable llanto de su mejor amiga con cada pérdida. Odiaba el verla llorar, por mucho que no lo hiciera a menudo lo aborrecía. Porque le desgarraba el alma, y ser una de las razones de su llanto sería algo monstruoso y nuevo para alguien como él.
Más por el miedo de que ella supiese sobre las chicas de Iwa también, pues solo se pondría así en el cuartel por eso ¿No?
—Madara-sama ¿Alguna vez engañó a su mujer, o sintió que lo había hecho? —cuestionó, algo inquieto.
Madara se tomó la sien con frustración, intentando mantener la poca paciencia que tenía al notar que Óbito no le prestaba atención como había sido desde siempre. Lo que el mayor tenía en mente era mucho más importante que lo que planteaba Óbito.
—No, pero ese no es el punto. —espetó entre dientes— Enfócate en lo que realmente es importante, como lo que debo advertirle a Izune.
Óbito soltó la piedra enseguida, pensando en lo que Kakashi le había dicho. Ellos no estaban juntos en ese entonces ¿Por qué habría de preocuparse tanto? Además, fue hace un año donde él todavía no sentía cosas por su amiga. Era algo inútil pensar en aquello ahora.
—Entonces... ¿Voy en su búsqueda, o prefiere que yo le diga? Ya han pasado horas, estoy creyendo que no vendrá y si lo hace más tarde será muy sospechoso. Porque en Anbu investigan cosas del clan Uchiha y a las noches transitan en silencio.
Madara negó con su cabeza, al ver como el Uchiha menor se ponía de pie y confundiéndolo un poco.
—No es necesario que la busques, pero la otra idea me parece más adecuada. —dijo, haciendo que Óbito arqueara nuevamente una ceja ¿Desde cuando el líder frívolo del clan Uchiha era tan comprensible?— hazle saber que en la tumba de Ukitake Shinri solo hay trapos sucios, no un cadáver como todos piensan. Aquello puede ser una gran amenaza, porque los últimos archivos de su investigación estaban ahí dentro.
El pelinegro menor abrió sus ojos de par en par con sorpresa y algo de pánico ¿Acaso hablaba en serio? ¿Ukitake-sensei podría estar vivo? Su amiga sufrió mucho por su pérdida, varios lo hicieron, incluyendo a su abuela y él... No le parecía justo que jugase con algo así.
—Bromea ¿No es así?
—¿Te parece que mi rostro bromea, Óbito?
No, no lo parecía. Pero para el confidente y ahora pareja de la Senju le parecía algo descabellado e inmoral. Realmente no era algo muy creíble, pues él también fue al funeral y vio aquella urna ingresar a la tierra como el resto de los aldeanos.
¿Por qué...?
—Gracias a sus investigaciones me enteré de todo lo que no pude averiguar en el pasado. Era un hombre inteligente, demasiado astuto y riguroso. Él pidió a Izune como su alumna porque sabía lo que había ocurrido con Tobirama y Kei, él la quería investigar porque pretendía sacar provecho de ello ¿Venganza tal vez? No estoy seguro, pero si hay un hombre del cual tener cuidado... es él, Óbito.
Óbito tragó saliva, demasiado inquieto y nervioso ante la idea de aquel maestro siendo de esa manera descabellada. Él no lo recordaba así, y que el mejor shinobi de su clan lo reconociera de esa forma le daba escalofríos. Porque Madara nunca admitía habilidades no propias, lo sabía con certeza.
Más si le advertía el tener cuidado. Él realmente podía ser peligroso.
—Pero... eso quiere decir que él vendrá a por ella ¿No es así? —soltó, algo desesperado ante la idea— ¡¿Por qué no se lo hizo saber al Hokage antes o algo cuando pudo?! ¡¿Por qué esperar tanto para decirlo?! ¡¿Que tan en peligro está ahora?!
—Calma, calma, Óbito. —gruñó Madara, esta vez acercándose a él para sujetar su hombro y evitar que él perdiese la calma—Todas las veces que advertí a Hashirama, cuando le reclamé el hecho de ser tan blando me refería a esto. No se lo hice saber de manera explícita porque no quería arriesgarme a la idea que estuviese equivocado, o simplemente a que me apresaran por haber desenterrado una tumba sin consentimiento. Pero últimamente mis Zetsu's han sentido la presencia de alguien merodeando y eso es lo que quería hacerle saber a ella para que tenga cuidado. Porque sé que no sería prudente decírselo a Tobirama. No me creerían y dirían que trato de encubrirme como lo hacen desde que tengo memoria.
—Pero, ¡¿Qué idea más estúpida es esa?! ¡¿Por qué no le creerían de algo así?! ¡¿Y qué mierda importa el haberse metido a una tumba?! ¡Ella está en peligro, joder! —bramó el Uchiha, zafándose así del agarre de Madara instantáneamente.
Madara suspiró, quizás haberle dicho una de sus intenciones no había sido una buena idea.
—Porque ataqué la aldea, a Hashirama y a todo ser que se me acercase cuando Kei falleció, creyendo que los Senju lo hicieron adrede. Y por esa razón soy considerado amenaza.—explicó, rechinando los dientes levemente. Él jamás había tenido tanta confianza con alguien, sin embargo, Óbito era perfecto para ese puesto. Era la única persona a la cual le había confiado tanto.
Y tras un nuevo gran suspiro cansado, continuó;
— Tobirama no sabe que Izune es su hija, lo sabes. —dijo— Pero ¿Tu crees que Hashirama no lo sepa o que no tenga sospechas de ello? Él creyó que yo te usaría para mi propio beneficio y me inculpó sobre tu ojo hace unos meses, cuando yo ni siquiera tenía la certeza de que eras hijo de Kōga.
—Madara-sama...
—Pero lo recuerdo —insistió, esta vez sintiéndose demasiado molesto e impotente— él dijo "Sé lo del Kamui, el padre de Obito lo poseía" No fue hasta después que lo pensé bien y comencé a cuestionarme ¿Cómo saber eso si solo nosotros y el clan Ukitake teníamos la certeza de que Kōga tuvo un hijo? ¿Cómo pudo ser él si lo vimos en cenizas? —Madara presionó los puños, observando el suelo mientras hablaba—Hashirama está haciendo esto adrede, ocultando cosas a su propia familia para hacerles creer que todo está en orden pero no es así. Lo que no entiendo es ¿Por qué? ¿Para qué? Pero eso ya no importa, porque tu noviecita lo sabrá muy pronto y luego la traerás conmigo ¿Captas?
Óbito tragó saliva una vez más, definitivamente su líder era temido y considerado amenaza por nada. Madara solo quería proteger lo justo y necesario, siendo extremadamente inteligente. Aún así tenía sus dudas, pero si había que salvar a Izune de su maestro... él no se retractaría.
Pero ¿Y si lo hacía para su beneficio al igual que Tobirama? Óbito no podía estar seguro.
—Se lo haré saber, no se preocupe. —dijo, caminando hacia la salida con puños presionados. Aunque luego frenó el paso— Solo una cosa más... Las desapariciones y muertes no tienen que ver con usted ¿O si?
Madara cruzó ambos brazos sobre su pecho, solo para luego negar con su cabeza. El azabache menor realmente estaba demasiado confundido y desconfiado. Algo no le cuadraba.
—Lo que haga Fugaku es cosa de él, en un principio creí que me ayudaría...—soltó una risa burlona— pero solo quiere destruirme y me considera amenaza como todos. Es irónico que así sea, porque él fue quien asesinó a Hikari, manteniendo a los desaparecidos como reos dentro de su sótano. —se burló una vez más—Pero dice también estar del otro bando así que no son cosas mías, Obito. Yo no tengo que ver en esos asuntos.
El azabache de traje anbu asintió con su cabeza, esta vez volviendo a retomar su camino hacia la salida para ir a casa en busca de Izune y tener algún momento con ella para solucionar las cosas, y también explicarle muchas otras. No obstante, Madara le interrumpió el paso una vez más con su voz;
—¡Obito, espera! —exclamó, la seriedad más notoria en su rostro. Aunque luego medió una leve sonrisa sin mostrar sus dientes cuando este volteó.
—Uh?
Obito arqueó una ceja ante su actitud tan extraña, sin moverse un solo milímetro.
—Ten cuidado con el agua. —finalizó su líder, soltando una leve risa aún sin mostrar sus dientes al ver la reacción más confundida del muchacho.
—¿Qué?
Madara negó con su cabeza, algo divertido.
—Sólo vete, y ten cuidado.
Sin duda alguna, Madara-sama es un ser demasiado extraño. Se dijo el Uchiha con una leve mueca de disgusto, segundos antes de salir de ahí. Puesto que, tenía que advertir a Izune cuanto antes y solucionar el problema de las chicas de Iwa, él no pretendía perderla por algo así. Esperó mucho para que todo se fuera por la borda en cosa de minutos.
No era justo.
Mientras, Madara volvía a sumirse en sus recuerdos junto a su descabellado hermano e infiel mujer. Quizás, si se hubiese enterado antes las cosas hubiesen sido distintas. Pero ya no había vuelta atrás, solo lo que deparaba el futuro y las cosas que debía hacer para revertir otras.
— Tal vez ya es hora que salga a ver como están las cosas... — se dijo en un murmullo, observando así como un cuerpo blanquecino parecía lavar unas ropas y le saludaba contento.
Entonces, tras un suspiro cansado y observar hacia el techo unos segundos. En un parpadeo salió de ahí. Pues tenía un mal presentimiento, y necesitaba hablar también con Hashirama una última vez. Por mucho que no quisiese. Esto debido a que la amenaza no era algo tan simple, podría apostarlo.
«...»
Estaba oscuro, un ambiente denso reinaba en las calles mientras la luna estaba en su punto más alto, a la misma vez que dos hombres transitaban tranquilamente por el clan Uchiha. Uno persiguiendo al otro a como de lugar debido a lo mucho que este le ignoraba en su camino a casa.
—¡Itachi! —exclamó una vez más, Shisui.
Pero él no quiso voltearse y tampoco tenía las intenciones de hacerlo, siguiendo así su propio camino como de costumbre. Shisui pasó saliva con algo de inquietud y nervios, comenzando a sospechar el hecho de Izumi confesándolo todo. Pero eso no podía ser cierto ¿Verdad? Ella dijo que se lo dejaría a él o quizás ambos se lo dirían cuando fuese correcto. Sería ilógico que lo hubiese hecho antes.
¿Acaso otra vez le jugaba una mala pasada? Él no quería pensarlo, no ahora.
—¡Itachi, es importante, joder! —insistió, esta vez llegando a su costado para tomar su brazo con fuerza; el cual el Anbu de coleta quitó enseguida con su seño levemente fruncido.
Aunque, no demoró en tornarse inexpresivo otra vez. No podía mostrarse débil frente a quien lo había traicionado.
—Lo has conseguido, eso es lo que querías ¿No?
El pelinegro de líneas en sus ojos y cabello alborotado arrugó su nariz de inmediato, confundido totalmente ante las primeras palabras que Itachi había mediado desde entonces. Él sonaba tranquilo, pero Shisui sabía que algo no andaba bien.
—¿De qué estás hablando? —soltó, notando como Itachi no parecía frenar sus palabras ni quitar su semblante inexpresivo.
—Vienes del distrito Senju, y tu pantalón está desabrochado. No te hagas el idiota. —dijo, sus labios finos en una línea recta— Lo conseguiste.
Shisui tragó saliva una vez más, algo incómodo ante la seriedad inminente del otro Uchiha ¿Cómo había notado él que su pantalón...? Entonces, no dudó un segundo en abrocharlo con rapidez, para así luego volver a correr hasta alcanzar a quien era su única fuente de confianza. Su mejor amigo.
—¿Qué es lo que te ocurre, Itachi? ¿Por qué actúas así?
—Nada, Shisui. —respondió, un tanto entre dientes mientras posaba su vista en el gran parque que había dentro del clan, todo parecía tranquilo— Solo quiero estar solo ¿Podrías simplemente volver a lo tuyo con Izune y dejarme en paz un momento? Lo agradecería.
El azabache relamió sus labios, esta vez demasiado preocupado ante su actitud distante. No podía dejarlo ahora ¿O si? Después de todo él era un asco, se lo merecía. Sin embargo, eso no quitaba el hecho del dolor que sentía al perder a un amigo y también, el no querer dejarle ir. Itachi estaba enterado, de eso no cabía duda.
—Itachi, hermano...
—¡No te atrevas a llamarme hermano!— bramó el hijo mayor de Fugaku, finalmente perdiendo toda paciencia almacenada frente a la situación de Shisui fingiendo todo el tiempo, esto mientras le agarraba fuertemente el cuello de su playera.
Ahora Itachi estaba muy cerca del rostro de un sorprendido y angustiado Shisui —quien no movió un solo músculo—. Sus nudillos demasiado blancos por la rabia acumulada que tenía en contra de ambos por burlarse en su propia cara. No por el acto quizás, sino por luego seguir con sus vidas como si nada hubiese ocurrido, creyendo que él no se enteraría. Grave error.
Y punto para Izumi también, pues al menos ella había sido sincera. No como Shisui.
—Itachi yo...
—Tú no eres mi hermano, Shisui. —escupió con cierto asco— de ya que lo vayas sabiendo. Porque un hermano jamás le haría daño al otro como tú lo has hecho al enrollarte con Izumi. Tampoco eres mi amigo ni te asemejas a ello, porque un amigo no engaña y tampoco hace ver al otro como idiota tal como lo has hecho tú al reírte en frente de mis narices. Eres un...
Los ojos de Itachi mostraban rabia y sus dientes presionados también lo hacían, incluso más que el dolor oculto en su corazón al tener que lidiar con toda la mentira que habían hecho ambos. Shisui entreabrió sus labios enseguida, sin saber exactamente qué decir.
¿Debería darle una explicación? ¿Disculparse? El acto ya había sido efectuado y no podía volver atrás, una mísera disculpa jamás remediaría lo que ambos habían hecho al ninja de coleta porque era imperdonable. Shisui lo sabía bastante bien y se sintió fatal de solo pensarlo.
Hace una hora él estaba en el paraíso al estar con Izune, y ahora que regresaba a casa se sentía en lo más profundo del agujero que era su vida. Ahora realmente estaba solo.
—No tuve opción, Itachi. —explicó, un tanto exasperado al pensar en la idea de perderlo y sentir la presión que el otro Uchiha le exigía en su tórax con su puño— Yo... no sabría que más decirte pero, realmente lo siento hermano de verdad qu...
—¡No eres mi hermano! —bramó una vez más Itachi, esta vez no pudiendo resolver su rabia al activar sus ojos y zamarreando un poco su cuerpo— ¡Todo el tiempo me vendiste la idea de que Izumi sufría por mi culpa, que debía devolverle el favor, que era una buena chica y que con ella podría ser feliz como con ninguna otra! ¡¿Para qué?! ¡¿Para que luego de hacerte caso, encariñarme y perder mi poco orgullo vayas y te lances como un animal sobre ella?! ¡Dímelo, Shisui! ¡¿Cuál era la idea?!
—¡Ella estaba mal, joder! —exclamó esta vez el azabache, no pudiendo soportar toda la angustia que se ajustaba a su pecho. La culpa se iría jamás, de eso estaba seguro— ¡Tú le gritabas, la apartabas y la hacías sentir inferior sabiendo lo mucho que ella sufría con ese maldito autoestima que tiene! ¡Tú no viste el estado en el que llegó a mi a por ayuda, preocupada por tus secretos e inquietudes sin saber qué hacer para que fueras feliz! ¡Porque no se te puede ayudar si nunca explicas lo que te pasa, Itachi! ¡Ella...
Un puñetazo había llegado al rostro del azabache de cabellos desordenados antes que pudiese mediar otra palabra, este cayendo al piso de inmediato mientras su labio se abría inquietamente dando paso a la sangre correr por su mentón. Itachi tragó saliva con nerviosismo, observando su puño mientras temblaba suavemente y no podía creer lo que había hecho. Él jamás se imaginó llegar a ese punto, y mucho menos con quien lo entendía tan bien. Nunca pensó golpear a Shisui en mal agüero.
Este quiebre de amistad le iba a afectar, y mucho. Ambos lo sabían.
—Hiciera lo que hiciera con mis actitudes... —habló el de coleta, sin dejar de observar su puño mientras intentaba calmarse.— no tenías por qué acostarte con ella. Pudiste hablar conmigo, pudiste...
—¡Lo sé, pero solo quiero que entiendas la situación y me perdones, Itachi! ¡Realmente me arrepiento de lo que hice, sí, pero no podemos perdernos por algo así!
Shisui realmente estaba desesperado.
—No dirías lo mismo si la situación fuese al revés. —dijo Itachi, sonando casi en un murmullo. Sus labios aún en una línea recta a excepción de cada palabra que emitía.
—¡Somos amigos, Itachi! —exclamó, exasperado totalmente mientras se ponía de pie para hacerle frente.
—¿Oh, en serio? ¿Lo somos?
Shisui quiso responder de inmediato, sus ojos derrochando preocupación ante sus inquietudes. Sin embargo, una gran patrulla militar junto a varios ninjas—Uchihas— pasaron a como de lugar con mucha rapidez y unas cuantas camillas a rostros angustiados, desesperados. Solo por ello, ambos se miraron confundidos entre sí, y no fue hasta oír la gran explosión proveniente de la casa principal Uchiha que ambos decidieron moverse.
—¿Pero qué...?
Las llamas estaban siendo muchas al ser divisadas desde tal punto, y los sonidos de gritos también. Todos resonando desde la casa de Fugaku, Mikoto y sus dos hijos.
—Itachi...
Esto no estaba bien, para nada.
«...»
Izune Senju.
—¡Bakazune! ¿Estás ahí dentro? ¿Qué ocurre? ¡Ábreme la puerta!
Suspiré, nuevamente sin querer salir de mi habitación mientras me observaba al espejo de pies a cabeza una y otra vez. Toqué mis partes bajas sobre el pantalón, odiándome. Y luego no demoré en patear el suelo con bastante enfado conmigo misma, logrando que todo el piso se moviese al compás por la fuerza ejercida.
Suerte la mía que la parte de arriba de tal vivienda era "anti-arrebatos", porque con ese golpe pude destruir el segundo piso de una sola pasada.
Estaba demasiado cabreada en ese punto, triste, decepcionada. No lo sabía exactamente. Quizás hasta irritada, pero me odiaba.
Yo no quería follar con Shisui antes, realmente no quería. Era atractivo sí... pero no era mi azabache, mi Óbito, mi cascarrabias y confidente. No lo comprendía y sinceramente comencé a creer que el genjutsu jamás fue quitado, que todo fue un complot y que esto tenía que ser una mala broma. Porque realmente no me creía capaz de haber hecho tal cosa estando en mis cabales, era... insano.
Yo no le amaba.
Vi mis ojos tornarse algo rojos y quise llorar de impotencia. Pero aquello me enfadó aún más, solo por el hecho de sentime una completa idiota; logrando así que golpeara mis piernas con frustración y demasiada fuerza, arrancándome un leve gemido. Porque llorar no servía de nada, solo mostraría lo débil e idiota que estaba siendo en vez de enfrentar los problemas como se debe. Como una gran kunoichi lo haría en mi lugar.
No así.
¡Demonios! Ni siquiera era capaz de abrir la puerta al azabache ¿Cómo iba a mirarlo ahora? ¿Cómo? Ya eran demasiadas las cosas que le estaba ocultando y... mierda.
Shisui prometió no decírselo a nadie, y también pidió disculpas al seguirme la corriente cuando pudo frenar; pero tampoco le culpaba, porque uno no es consciente de nuestros sentimientos hacia a alguien. Aunque apenas finalizamos el acto le pedí que se fuera sin siquiera ser capaz de observarlo. Él me comprendió y simplemente se fue, pero aún así no era suficiente. La había cagado en grande y Óbito no lo soportaría.
Porque tampoco pensaba callarlo, esto ya era mucho. Él no se lo merecía.
Aunque tampoco debería sentirme mal del todo, porque había la mísera posibilidad de que Óbito se hubiese acostado con Rin y aquello me aliviaría un poco de la culpa insaciable. Incluso si me doliese en el alma que lo hubiese hecho.
Izumi ¿Por qué me estás haciendo esto?
—Izune...
Abrí mis ojos de par en par con demasiada sorpresa, esto al ver a Óbito sin previo aviso tras de mí en el espejo, él me observaba con cierta angustia y algo de enfado, pasando así sus brazos alrededor de mi cintura de inmediato para envolverme con ellos; besando así mi hombro y luego mi mejilla a seño fruncido. Quise decir algo, pero la sorpresa era aún más grande.
La puerta estaba cerrada aún ¿Cómo...?
—¿Estás bien? —preguntó, su voz rasposa resonando en todo mi oído derecho— ¿Qué ocurre? ¿Por qué no me abrías la puerta?
Una lágrima inconsciente corrió por uno de mis globos oculares y cerré mis ojos de inmediato, bastante cabreada al hecho de estar llorando y pretendí golpearme una vez más. No obstante, Óbito sujetó mis brazos enseguida, presionándolos así con mucha fuerza mientras gruñía por lo bajo.
—Calma, Izune —dijo, su voz demasiado preocupada para mi gusto ¿Qué mierdas estaba haciendo?— estás conmigo, tranquila. No te lastimes.
Inhalé todo el aire que pude, logrando frenar así la mísera lágrima que corría por mi mejilla. Entonces, caí en cuenta que con golpearme tampoco sacaba algo o revertía lo que había sucedido. Solo por ello dejé de forcejar con las manos de Obito también, entrando en calma una vez me envolvía con sus brazos.
—Tranquila...—murmuró, por lo que no dudé en cambiar mi posición para aferrarme a su torso. Él se adecuó enseguida.— ¿Qué ocurrió? ¿Por qué te estás haciendo daño?
Mi voz tembló;
—No es nada —dije— ¿C-cómo entraste?
Mi corazón latía con algo de fuerza, no me sentía preparada para hacerle saber de mí engaño. No lo quería perder, pero pronto se lo diría. Porque él no se merecía esto. Ni yo el que él se hubiese metido con alguien más.
Óbito besó mi cabellera suavemente, y luego al subir la mirada le vi formular una mueca preocupada sin mostrar sus dientes. Lucía demasiado bien y tierno como siempre solía hacerlo. Mi corazón no pudo evitar el estrujarse ante tal imagen.
—Yo pregunté primero... —canturreó luego de unos segundos, alzando ambas cejas y arrugué mi nariz.
—Óbito...
—Ley justa no es pareja, Izune —dijo, esta vez dando un pequeño beso en la punta de mi nariz mientras alzaba sus hombros.
—¿Pero qué mierda acabas de decir? —solté, alejándome un poco mientras intentaba aguantar la risa por la frase mal dicha.
¿Por qué siempre cambiaba las palabras o frases? Óbito era único.
—Al menos te hice reír —dijo con gracia, a lo que di un leve golpe en su hombro y rió.
Entonces, él volvió a cubrirme con sus brazos, mi oído quedando directamente en su pecho y pude oír el latido de su corazón. Lo cual amaba bastante, siempre lo había hecho.
—Izune... —habló una vez más el azabache, algo inseguro— ¿Por qué no te apareciste en el santuario?
Mordí mi labio inferior, algo nerviosa ante la fea idea de todo lo que había ocurrido hoy. Incluyendo a Izumi y los malditos recuerdos de Obito junto a...
Ni siquiera puedo decirlo una vez más, era doloroso.
—Pues... me aterré. —mentí, tragando saliva una vez le sentía caminar junto a mí hacia mi cama.
—¿Si? ¿Y por qué llegaste así de golpe a Anbu? —volvió a preguntar, esta vez empujándome levemente hacia la alcoba para luego lanzarse él, dando un suspiro.
Él parecía sentir culpa sobre algo, se notaba un poco tenso mientras observaba hacia el techo con ambas manos tras su nuca, pensativo. En cambio, yo estaba sentada sobre la cama mientras lo contemplaba y quise acercarme para abrazarlo. Lucía demasiado apretujable.
—Pase lo que pase, Izune —comenzó a hablar, esta vez quitando una de sus manos para palmear su costado y dar señal de que me acostara junto a él— nunca olvides que te amo, como no tienes idea.
Relamí mis labios al oír lo que él decía, sin embargo, no pude responder debido a que me había recostado a su lado y ahora pasaba uno de mis brazos alrededor de su pecho, mientras ubicaba mi cabeza entre su hombro y cuello. Él no demoró en acomodarse con su brazo libre, acariciando mi hombro suavemente.
Amaba cuando estábamos en esta posición.
—Yo también te amo, Óbito... —murmuré, subiendo la mirada para besar su barbilla. Él bajó la suya enseguida para atrapar mis labios.
Primero fue un beso suave, tierno y de corta duración. No obstante, pasados los segundos Óbito se había encargado de hacerlo más íntimo y personal, jugando con su lengua al compás de la mía.
Pasé una de mis piernas alrededor de las suyas, y Óbito tras gruñir por lo bajo tomó la mano de su pecho para posarla sobre su parte baja en el pantalón. Me estremeció su manera brusca de hacerlo, no sabía si por la culpa que sentía mi cuerpo o por el hecho de sentir su pene no erecto bajo aquella tela del pantalón.
—Tranquila —dijo, una vez nos separábamos un poco— hoy no tengo ganas de follar.
Enseguida arqueé una ceja, incrédula ante sus palabras.
—¿Estás bien? ¿Quién eres y qué has hecho con mi Óbito?
Él soltó una risa maliciosa, esta vez metiendo mi mano bajo su pantalón para sentir su carne desnuda. A Óbito siempre le gustó eso, que le toquen. No estaba segura del por qué pero era un ser demasiado cariñoso. Al menos conmigo.
Desde que comenzamos a follar, claro. Antes solo eran abrazos y corridas hacia el parque, cuando éramos inocentes.
—Bueh... si cogiéramos tampoco me quejaría —dijo, besando mis labios de pico— pero hay cosas que debo decirte y aclararte...
Tragué saliva instintivamente, esta vez bajando la mirada hacia mi mano introducida a su pantalón. No quería escuchar si lo que tenía que decirme era su follón con Rin.
—¿Qué cosas? —solté, mi semblante cambiando casi al instante mientras me alejaba un poco.
Óbito sujetó mi cuerpo y me acercó a él una vez más, por poco apretujándome con sus brazos. Solté un leve quejido y quité mi mano de dónde la tenía, intentando salir de sus brazos. No quería escuchar.
—Izune, cálmate —gruñó el azabache, forcejeando con mi cuerpo— aún ni te digo y te pones así. Ni siquiera sabes lo que va a salir de mi boca.
—Pero no quiero saberlo. —espeté, algo desesperada. Óbito dio un suspiro.
—Mira, sé que estás enterada de lo que hice pero te lo quiero explicar ¿Vale? —comenzó a decir entre dientes al generar fuerza con mi cuerpo.
—¿Cómo me vas a explicar algo así?
Sentí mi garganta presionar como nunca antes, mi corazón latiendo con demasiada fuerza al pensar en la idea de que todo lo dicho por Izumi era cierto. Esto me aliviaba un poco, y a la vez me dolía. Porque nunca lo creí capaz de algo así.
Por eso se le hacía tan difícil dejar de hablar a Rin, él...
—Si te calmas y dejas de forcejear sería mucho más fácil hacerlo, Bakazune. —dijo, notando como yo me había sentado en la cama junto a él que me aprisionaba con sus brazos.
Dudé, claro que lo hice. Pero ¿Escuchar algo así era mejor que no hacerlo? No lo sabía, pero él había ganado. Porque me aferré a sus brazos sin querer posar mi vista en su rostro. Él era mío, no de Rin. Su cuerpo, sus palabras, sus cariños y nuestras peleas. Todo en él me pertenecía, pero ahora que él ya no...
Y yo, al parecer tampoco lo era del todo. Esto era una mierda.
—Habla. —murmuré, presionando mis brazos alrededor de su torso una vez más.
Sentí a Óbito suspirar, sus brazos y cuerpo demasiado tensos para mi gusto.
—No fue algo que haya planeado, Izune. —comenzó a hablar y sentí como las ansias de llorar empezaron a subir por mis córneas— Yo... solo quería ayudar a Kakashi, él necesitaba despejarse y pues, solo sucedió. No fue la gran cosa si es lo que estás pensando, yo te amo a ti y a nadie más. No hay nadie como tú, Bakazune.
—¿Ayudar a Kakashi dices? —solté, mis dientes rechinando simplemente ante la estúpida idea— ¿Cómo eso le ayudará al maldito Kakashi?
Él tragó saliva una vez más, esta vez separándose de mi un poco para tomar mi mentón con su dedo índice y acariciar mi mejilla con algo de pena. Mi seño estaba demasiado fruncido mientras mi nariz parecía arrugada, cualquiera que me viese pensaría que luzco como cual perro con rabia. Pero eso no me importó.
Estaba molesta, demasiado. Aunque más, dolida por la razón banal que lo había llevado a ese punto.
—Lo ayudó, créeme. —dijo, sin dejar de acariciar mi rostro— Pero nunca más lo hice, porque era nuestra promesa y aunque no tuviésemos algo claro merecías el respeto correspondiente. Y tampoco lo haría, porque te amo más que a nadie en este vago mundo ¿Vale?
Una lágrima corrió por mi mejilla, mi labio temblando suavemente ante los recuerdos de él sobre Rin. No podía ser cierto, pero si él lo decía...
—¿Q-qué tanto me amas, idiota? —bramé, quitando su mano de dónde la tenía para limpiar la lágrima con mucha impotencia.
—Mucho, demasiado. —soltó rápidamente, su rostro demasiado angustiado para mi gusto. Odiaba verle así— Cada vez que te veo yo... Joder, sé que antes de todo estaba muy ilusionado con Rin y nunca fui capaz de ver más allá de ella. Pero fue porque era diferente, ella fue mi primer amiga que hice alguna vez y me apoyó siempre. Luego te conocí y... todo fue cambiando a mejor para mí aunque no lo creas. Porque contigo podía eructar sin problemas, echarme gases, andar sucio, babear, ser yo mismo. Tú me querías como era, no tenía que fingir nada para quedar bien y eso me encantaba. Hasta el día de hoy es así, contigo estoy bien y me siento a gusto. Siento que puedo hablar de lo que sea y tú estarás ahí para mi, cagada que me eche o locura que haga tú me apoyarás. Siempre me sigues, incluso si cada vez que peleó con alguien me echas la bronca a mí. Amo que a veces me cuides como si fuese hijo tuyo, por muy extraño que sea y amo esa maldita sonrisa que me das cada vez que algo te emociona. Todo eso y mucho más, Izune. Realmente te amo mucho más de lo que piensas, y no importa lo que haya sucedido en el pasado con ellas. Yo solo te quiero a ti. Tú eres mi todo, mi cable a tierra...
Entreabrí mis labios con sorpresa, sintiendo como el nudo en mi garganta se hacía más fuerte y no pude evitar otras dos lágrimas que aparecieron instantáneamente. Era la primera vez que veía a Óbito de esta manera, diciendo estas cosas y... para mí. Él era simplemente fantástico.
No había palabras para describir lo mucho que le amaba, pero Rin...
—Óbito...
El pelinegro mordió su labio inferior con nerviosismo, esta vez observando hacia el costado con sus mejillas sonrojadas. Aquello me causó ternura porque sabía que él a veces no era muy bueno con las palabras, y me odié por ello. Sus palabras habían sido perfectas, casi olvidándome de todo.
—Yo... —balbuceé, limpiando las pocas lágrimas que había en mi rostro— eres tan... te amo, joder. Te amo como no tienes idea, Óbito. Pero aún no entiendo, si Rin para ti no significa nada ¿Por qué ir y ayudar a Kakashi de esa forma? No lo comprendo del todo, discúlpame.
Él quitó su vista de dónde la tenía y me observó, frunciendo su seño en señal de confusión.
—¿Rin? ¿Por qué Rin? —dijo, ladeando un poco su cabeza mientras carraspeaba luego.
—Tú te acostaste con ella hace unos días, de eso estamos hablando ¿No? —dije, igual de confundida que él al ver su reacción. Pero su rostro se desfiguró apenas formulé aquellas palabras.
—¿Qué?
—¿Qué? —le imité, aún más confundida y sintiéndome algo estúpida sin saber exactamente la razón.
Óbito tosió un poco, llevando su puño a la boca y luego me observó. Su mirada había cambiado casi por inercia, lucía molesto pero no sabía si exactamente lo estaba conmigo. Aún así me sentí idiota.
Si no se refería a Rin con esas hermosas palabras, entonces... ¿A qué?
—Yo hablaba de las chicas de Iwa con las que cogí hace un año, cuando ni siquiera teníamos algo claro. ¿Quién te dijo esa maldita y estúpida mentira de que me había cogido a Rin?
Mi mundo cayó de cabeza, ahora me sentía aún más culpable que antes. Por recriminar algo que no era cierto y por... haberme follado a Shisui. Siempre sacaba conclusiones apresuradas y ahora lo estaba pagando. Esto era una mierda.
—Óbito...—balbuceé, algo incómoda mientras tocaba mi nuca.
—¿A que fue Shisui? ¿O me equivoco? —escupió de golpe, haciendo el amago de ponerse de pie con brusquedad. Sin embargo, alcancé a frenarle tomando su brazo.
—No, no fue él. —dije, algo asustada ante el rostro demasiado enfadado que tenía Óbito— f-fue Izumi... ¡Pero no vayas a hacer alguna locura!
Sí, tuve que gritar. Porque apenas formulé el nombre de mi supuesta mejor amiga él hizo el intento de volver a zafarse de mi brazo. Me sentí mal, demasiado mal.
—¿Acaso tú no estás molesta, Izune? Joder, que están jugando contigo todo el tiempo. No me molesta que se metan conmigo, pero mírate... Tú no te mereces estas idioteces de una perra envidiosa.
—¡Óbito! —exclamé una vez más, sorprendida y en reproche al haber llamado de esa manera a Izumi.
—¡¿Qué?! ¡Estoy molesto, Izune, lo siento! —bramó hacia mi, inhalando un poco de aire para calmarse— Tú no has oído todas las cosas que ha dicho de ti a tus espaldas, y me molesta que sea así. Porque tú nada grave le has hecho para que te llegue con esta bronca y chismes para joderte.
—¿A mis espaldas...? —murmuré, algo sorprendida por el hecho de que él también supiera algo de eso.
¿Acaso yo era la única idiota que seguía sumida en la farsa de que Izumi me tenía aprecio? Óbito suspiró, soltándose finalmente de mi agarre para sentarse nuevamente en la cama; esta vez calmándose un poco.
—Mira, esa vez que intentó coger conmigo en el baño dijo muchas cosas y demasiado horribles. —explicó, su mandíbula demasiado tensa— No te lo quise hacer saber antes porque sentí que no era necesario, y tampoco me correspondía esa labor. Tú sabes que odio los chismes y malas vibras. Porque la mayoría de ellas son mentiras y solo sirven para hacer daño a la gente.
—Te comprendo, Bakabito...
Bajé la mirada, observando mis manos con demasiadas sensaciones culminando en mi cuerpo. Tenía que ser fuerte, no dejarme guiar por mis instintos y menos por mi mente. Esto era una locura.
—Pero que lo sepas... —comenzó a hablar una vez más el azabache, tomando una de mis manos— jamás me acostaría con Rin. Todo eso fue una vil mentira porque estos días no he salido de los cuarteles. Puedes comprobarlo si quieres...
Sentí como con uno de sus pulgares acariciaba mi mano, y posé mi vista en su ojo. Su maldito y sincero ojo que a pesar de ser uno solo me llenaba más que cualquier cosa.
—Tranquilo, no es necesario —digo— te creo...
Él sonrió levemente y besó la punta de mi nariz, presionando mi mano un poco para luego darme un gran abrazo y ubicar su mentón en mi hombro. Era tan reconfortante.
—Izune... —pero entonces Óbito frenó sus movimientos y entré en pánico— ¿Qué es esto que tienes en el cuello?
—Etto...
—Ah no, espera —su cuerpo volvió a la calma— creo que fui yo.
Entonces, decidí que era momento de decírselo para no esperar un minuto más y terminar con esta culpa. Él me entendería, porque estaba segura que esto no podía ser obra mía a consciencia. Sin embargo, el ruido de una gran explosión impidió mis intentos de habla. Puesto que, Óbito se puso de pie al instante para observar por mi ventana.
Lucía preocupado y su seño estaba muy fruncido.
—¿Qué ocurrió? —cuestioné en cuanto me asomé a su lado, observando la gran humadera con pánico proveniente del clan Uchiha.
El espía. Era todo lo que mi mente procesaba.
—No lo sé, pero creo que es algo mucho más grave de lo que se ve.
Óbito lucía serio, ahora había activado su sharingan mientras observaba una siguiente explosión. No pude evitar el dar un gran salto ante ello.
—Sube a mis espaldas, tenemos que ir y tú tienes mucho de lo que enterarte.
Abrí mis orbes un poco más con sorpresa por su actitud, aunque más por el hecho de que se hubiese agachado para que yo subiera. No obstante, otra explosión se hizo presente y oí unos gritos. Aquello me estremeció de una manera inexplicable, y Óbito al notar que no me movía de mi posición al observar por la ventana, simplemente volvió a su posición y me tomó de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—Luego te explico.
Antes que pudiese preguntar o decir algo por la confusión, un remolino nos había consumido a ambos y en menos de un segundo nos encontrábamos en medio del polvo dentro del clan Uchiha.
¿Qué demonios había ocurrido?
—Óbito ¿Qué...?
—Dije que luego te explicaría, por ahora sígueme. Hay que buscar a Madara-sama. Confía en mi.
No tuve tiempo ni de quejarme, pues el azabache me había tirado con fuerza mientras corría por las calles. Ambos tosimos un poco por el humo, pero eso no era nada, a comparación de los varios cuerpos ensangrentados en el suelo. Unos muertos seguramente y otros simplemente heridos. Era todo un desastre lo que había alrededor.
Sentí pánico, mucho pánico. No pude evitar el recordar a Uryu en esas mismas posiciones ¿Qué mierda estaba ocurriendo?
—Óbito, deberíamos ayudar a la gente, ellos...
—No, Izune.
Me sorprendió su respuesta, más solo me centré en correr junto a él con el corazón en mano. Él observando hacia ambos lados todo el tiempo.
A lo lejos pude divisar a Itachi, quien sostenía a un malherido Sasuke en sus hombros. Mi cuerpo tembló, no comprendía.
¿Por qué el espía haría algo así?
—¡Itachi! —exclamó mi confidente, esta vez llegando hacia él y observando con algo de preocupación a su hermano pequeño— ¿Qué ha pasado? ¿Es el espía o simplemente es tu padre comenzando con todo su plan?
Itachi le arrugó la nariz, algo molesto por lo último dicho. Aún así, yo entendía muy poco. Muy, muy poco todo esto.
—No. —dijo— no lo sé, cuando llegué todo estaba en llamas y vi unos cuerpos degollados a la entrada. Shisui se está encargando de los niños. Mi padre no está en ninguna parte pero estoy seguro que sería incapaz de dañar a Sasuke, así que no saques conclusiones apresuradas por tener información extra.
Óbito le observó con enfado, y dio un amenazante paso en frente.
—Oigan, yo... —tosí un poco, y Óbito me observó con preocupación— no estoy entendiendo ¿De qué rayos habl...
No pude terminar la sentencia, puesto que Óbito me había tomado en brazos y se había lanzado hacia el costado, ambos cayendo prácticamente al suelo de golpe. Itachi hizo lo mismo, solo por el costado contrario. Sentí miedo, mucho miedo y no lo comprendí.
—Si ese hilo nos toca, Izune —habló el azabache, algo inquieto— puedes perder un brazo o cualquier parte del cuerpo. Es extremadamente peligroso, ten cuidado.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo usan en ANBU cuando hay que asesinar a alguien de manera que no se entere.
Mi cuerpo comenzó a temblar en cuanto vi como varias personas de aquel clan caían al suelo, tras haber sido rebanados con aquel hilo que alguien usaba quien sabe de dónde. Entonces, cuando quise decir algo más una voz me hizo perder todo lo que tenía de cordura;
—Tiempo sin verte, Izune.
Esa voz...
—Óbito, puedes soltarla. No voy a hacerle daño.
Sentí a Óbito tensarse aún más de la cuenta y murmurar un gran "maldición" mientras nos poníamos de pie y me apretujaba aún más. Yo no podía moverme, estaba... no había palabras para describir aquello.
—Ukitake-sensei...
Esto tenía que ser una broma.
// Espero les haya gustado el capitulo, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.
¡Hola! Sé que dije que subiría el día siguiente pero uf, terminé haciendo otras cosas jaja en fin ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Latero? ¿Apresurado? Jaja díganme ustedes.😭
Yyyyy, eso, realmente les agradezco el que me apoyen. Son de lo mejor y me llena demasiado el que les guste esto que ganó amo hacer como lo es escribir, porque a pesar de los bloqueos y todo. Nada llena más que la escritura.
Muchas gracias, se lo merecen todo💕.
Eso, que tengan un muy lindo día y nuevamente, gracias por leer💕.
Adiosín💕
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