Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

sesenta y cinco; no lo soporto.

"Somos un sueño imposible, que busca la noche para olvidarse en sus sombras, del mundo y de todo. Somos en nuestra quimera doliente y querida, dos hojas que el viento juntó en otoño..." Chavela Vargas.
.

.


.


  .

Izune Senju.

Todo estaba oscuro a mi alrededor, mis sentidos estaban bloqueados y lo único que pude presenciar fue la sangre esparcida por doquier. Solo por lo caliente y mojadas que estaban mis manos. Tuve pánico, mucho pánico y no quise abrir mis ojos por miedo ¿Iba a morir? ¿Realmente mi maestro acabaría con mi vida?

No tenía sentido.

—No pensé que tuvieras tantos aliados Izune, eres igual a tu madre.

Tosí con fuerza, sintiendo así la picazón junto con el sabor a sangre en mi boca, mientras recién notaba la espada clavada en mi páncreas. Mis ojos se abrieron de inmediato y tanteé con mis manos aquel filo, sumida en el pánico al sentir el dolor punzante. Sin embargo, no fue solo eso lo que me sorprendió, sino el hecho de ver la espalda de Óbito frente a mí —su flujo de chackra y también los de Shisui e Itachi tras de Ukitake-sensei, apresados por algo invisible a mis ojos—. La espada atravesando lo que era su abdomen por completo, supuse que para cruzarme a mí y sentí aún más pánico del que antes presentía. Mis manos temblaron y de inmediato quise alejarlo de ahí.

No era justo. Ukitake-sensei me quería a mí ¿Por qué Óbito...?

Mis ojos comenzaron a aguarse más de la cuenta al pensar en ello y me odié en ese instante, porque Óbito pudo usar su poder para zafarse; pero aún así prefirió salvarme. Y también, porque en vez de hacer algo solo estaba estática y lloriqueando como una cría. Yo no era así ¿Qué me estaba sucediendo? Ahora es cuando más comprendí a Kiara, o siquiera... a Uryu.

Pero por ahora no quería a Óbito herido, necesitaba quitarlo de ahí. Eso era lo que importaba.

—O-óbito...—murmuré, moviendo un poco aquel filo para quitarlo— Voy a...

—Aléjate de ella. —bramó Óbito, ignorándome por completo aunque luego le escuché toser con fuerza y escupir lo que era sangre. Los gritos de la gente habían cesado y las llamas también, todo estaba en completa oscuridad.— Siempre tendrás que pasar por mi antes, incluso muerto o como sea.

Ukitake-sensei gruñó por lo bajo, y vi el flujo de chackra de Shisui zafarse de lo invisible que los apresaba; aunque poco a poco mi visión iba fallando sin saber exactamente por qué. Realmente si no hubiese tenido un sharingan habría sido demasiado difícil ver lo que sucedía alrededor.

—Entonces, solo dámela y vivirá. Te lo prometo. —dijo, y sentí aún más sangre subir por mi boca mientras con mis manos intentaba quitar la espada— La necesito para complementar lo que realmente quiero y quise desde que Madara nos traicionó. Recuperar el clan que alguna vez tuve de familia y una Senju con sharingan es lo único que necesito para realizar el jutsu que he estado preparando. No me quites ese sueño, Óbito.

—Eres un... idiota. —trató de decir mi azabache, gruñendo de vez en cuando al yo mover la espada por el dolor.— Un idiota si piensas que te la daré tan fácil por razones tan absurdas que no tienen lógica ,y porque tus problemas con Madara a mí no me interesan en lo absoluto. Pero ella si, y si tengo que asesinarte para que no le hagas daño lo haré sin siquiera dudar o pensar en las represalias. Me vale tu maldito jutsu.

Mi maestro se sonrió —pude presentirlo por el chasquido de su lengua— , segundos antes de comenzar a sentir un leve dolor de cabeza y mi visión siendo distorsionada. Ya no podía ver con tanta claridad los flujos de chackra a mí alrededor, y mi abdomen ardió levemente con el movimiento.

—Entonces tendrás que asesinarme, porque no me daré por vencido.

Enseguida, tras esa fatídica y brusca sentencia, la espada que nos atravesaba  y crujía de vez en cuando, salió disparatada como si fuéramos nada en ella. Mi maestro soltando un gran bufido a la vez que notaba como Itachi le acorralaba desde atrás con sus brazos y un hilo de chackra tras soltarnos. Mientras de la misma forma, Shisui pretendía quitar su espada sin mucho éxito.

—Shisui, me sorprendes. —comentó, sin mucha importancia.— Creí que querrías venir...

—¡Váyase a la mierda!

Por mucho que haya dicho sus verdaderas intenciones y las razones del por qué me quería, mi prioridad a pesar de todo lo que debía hacer para frenar esto... en estos momentos era Óbito. Al cual apenas aquel filo nos soltó le sujeté con mis brazos y fuerza bruta. Sin siquiera importarme la herida en mi costado izquierdo.

La cual sangraba y dolía como mil demonios.

—Izune, estoy bien. —dijo entre dientes, intentando ponerse de pie por si solo mientras quitaba mi agarre— Tú solo vete de aquí, busca a Madara-sama y dile que...

—¡No seas idiota! —bramé, notando como finalmente había alcanzado su postura un tanto encorvada y escupía sangre, como si nada— ¡¿Te piensas que te voy a dejar así?! ¡Ellos llegarán en cualquier minuto, no es necesario que te tires al borde de...

—Ya Mamá, que voy a estar bien. —insistió él, con algo de gracia en su tono de voz al llamarme de esa manera. Aunque su cuerpo se mantenía algo tenso mientras las gotas de sangre no parecían dejar de chocar contra el suelo de aquel tejado— Solo vete y avisa a Madara-sama sobre los planes de este hombre, hazme caso por una vez en tu vida. Por favor, Izune.

—Pero es que tú...

Antes que pudiésemos decir algo más o seguir con nuestra disputa, presentí lo que era un kunai metálico yendo hacia mi posición rápidamente. Aunque, con el vago sharingan que poseía —el cual no estaba funcionando correctamente— pude prevenirlo a tiempo, y tomando a Óbito del brazo nos quité de ahí para llegar hacia otro tejado algo más lejos. Mi costado izquierdo doliendo un poco más. No obstante, no me importó mucho. Pues, al voltear para verificar que Shisui e Itachi no hubiesen sido dañados por aquello y dejar a Óbito encima del tejado, pude divisar el flujo de chackra de Izumi un tanto lejos de nosotros.

Lo admito, me sorprendió verla en ese lugar.

Y también tuve la vista perfecta de mi maestro junto a los dos Uchiha que luchaban entre si, ellos utilizaban jutsu de fuego mientras que Ukitake-sensei simplemente se defendía con su gran espada y aquel hilo que tanto me daba escalofríos. Me sorprendí aún más cuando vi que él utilizaba el raiton, debido a que no lo imaginé.

Aunque más, sentí un leve ardor en el pecho al recordar todo lo que había causando Izumi en mí. Porque sí, era imposible no observar su distorsionado flujo de chackra y no pensar en cómo tendría que lidiar con eso luego.

—Izune, creo que estamos en una ilusión... —habló el azabache a mi costado, observando sus alrededores con el seño algo fruncido y más, haciendo notar la quemadura de su pierna.

¿Cómo?

—¿Qué demonios te ha ocurrido? —solté de pronto, agachándome un poco para poder tantear. Pero él se alejó.

—Las llamas siguen quemando aunque no las veas, y no puedo enviar cosas a mí dimensión. Es como si él pudiese inhibir cierta parte de nuestras habilidades a su gusto mientras la oscuridad nos rodea...—comentó, medio entre dientes y siendo una sentencia más para él que para mí— ¿Puedes ver las redes de chackra? Es un jutsu incompleto si es así...

—S-sí... —balbuceé, inquieta ante el haberle ocultado tal detalle.— Óbito, él puede sellar poderes oculares. Así es como selló mi sharingan años atrás cuando Yoshiro murió. Hay que tener cuidado... No me mires así, yo tampoco lo sabía.

—Pues venga, que mierda de día.

Suspiré. Él tenía razón y pude notar su mirada yendo directamente hacia la disputa de mi antiguo sensei contra los otros dos Uchiha. Lo bueno del raiton era que algo podía iluminar de aquel lugar donde solo alguien con sharingan o Byakugan podría ser capaz de ver.

Nuevamente, no pude evitar el posar mi vista en Izumi; mi corazón latiendo aún más fuerte por ello.

Ella parecía estar sobre el tejado más lejano de rodillas, y algo invisible a mis ojos ataba sus manos tras su espalda mientras otro flujo de chackra desconocida le dejaba ahí encima de los escalones. Aunque solo fueron unos segundos, puesto que luego aquel extraño flujo se había esfumado como cual mosca fuese. Sin dejar rastro alguno.

Sé que no debería, realmente lo sabía. Pero aún así sentí algo dentro de mi al verla en ese lugar y de esa manera. Algo no muy agradable, una sensación completamente extraña a mi parecer, como si quisiera... ¿Asesinarla? No lo tenía bastante claro. Sin embargo, al ver como dos grandes flujos de chackra desconocidos en forma de lobos o perros gigantes pretendían acercarse a ella, no pude evitar el ir en su rescate.

—¡Izune, espera, joder! —escuché que el azabache gritó tras de mí, al ver como a través de mi técnica de espacio-tiempo llegaba a ella instantáneamente y la tomaba del brazo. Ella lucía asustada.

Segundos después apareció Óbito en un gran remolino mientras cubría su herida reciente con su mano. Aunque al ver a aquellos animales frente a nosotros, no dudó un solo segundo en tomarnos a ambas para alejarnos de tales canes que parecían invocaciones de alguien más. Todo con su kamui, aunque por su seño fruncido pude saber que tampoco funcionaba a la perfeccion.

¿Desde cuando Ukitake-sensei invocaba lobos enormes?

—¡Óbito, Izune! ¡Cuidado!

La voz de Itachi nos alertó de inmediato, notando así como mi maestro parecía haberse zafado completamente de sus agarres y ahora luchaba en contra de Shisui, quien le quitaba el paso hacia nosotros pero parecía tener problemas con el sharingan. Aunque con ello nos estaba dando algo de tiempo para planear o escapar en algo.

Incluso si yo no pretendía hacerlo, pues escapar era de cobardes e inútiles. Tobirama me lo había enseñado variadas veces en mi niñez para poder contraatacar con el enemigo. Mi hermano...

Mi padre.

—Izune, iré en su ayuda. Shisui no aguantará mucho. —espetó el azabache a mi costado, tomando su herida con una de sus palmas— No se muevan de aquí hasta que tenga idea alguna de como salir, porque recién noto qué hay redes de chackra diferentes alrededor. Por esa razón estamos a oscuras, no se muevan.

Pretendí reprochar por ello, pues su herida aún sangraba y no quería que algo le sucediese. Sin embargo, alguien más lo hizo por mí.

—¡No, no, no!

Izumi comenzó a gritar desenfrenadamente ante todo a su alrededor y agarré sus manos instantáneamente para que no se hiciera daño con ellas, aunque al parecer ya estaba muy lastimada. Sus manos tenían cortes profundos y un hilo anbu era lo que amarraba ambas de ellas. No pude evitar el entrar en pánico y pasar saliva, intentando quitarlas con mucho apuro.

—Izumi ¿Quién te hizo esto?

Ese fue el momento perfecto para que Óbito se escapase de mi lado, yendo en ayuda a los dos Uchiha —a pesar de su estado— que parecían defenderme a como dé lugar para que mi maestro no llegase a mi.

Mi corazón se infló por ello y se sentía mal a la vez. Pues jamás creí que importara tanto y no lo merecía del todo. Al menos no a Itachi, o a mí antiguo compañero de equipo porque nunca di tanto por ellos. Realmente ellos no tenían por qué hacer esto por mi, yo era quien tenía que saber defenderse. No era una débil, pues viví toda mi vida intentando superarme para ser mejor que mis hermanos y no depender de nadie.

No podía caer ahora.

Me sentó mal pensar así, por lo que me puse de pie de inmediato. No iba a quedarme de brazos cruzados mientras ellos arriesgaban sus vidas por una miserable y ordinaria mujer como lo era yo. No podían perder tanto solo por una persona.

—¡No luchen con él, no luchen con él! —gritó la castaña en mi rostro, poniéndose de pie al igual que yo y queriendo zafarse de sus amarras sin cesar. Ella lloraba y no lo comprendí del todo.— ¡No luchen con él, no lo hagan! ¡No lo hagan!

Sentía rabia con ella por lo sucedido con Shisui, no lo niego. Tan así que pensé en dejarla ahí mientras pedía ayuda. Pero por alguna razón no podía simplemente hacer eso y dejar de ayudarla. Para mí... seguía siendo mi Izumi; quien alguna vez fue mi mejor amiga.

—¿Por qué no? ¿Qué te ha ocurrido? —cuestioné, tomando sus hombros— Izumi, si no me dices que ocurre yo no...

—Te encontré.

Apenas oí esa sentencia, presioné de inmediato con mi mano derecha aquel kunai en mi bolsillo, lanzándolo hacia el otro tejado para teleportarme mientras apretaba también a Izumi con mi palma restante. No obstante, en cosa de segundos cuando intenté hacer mi jugada sentí como la castaña con su cabeza me había empujado hacia el otro costado sorpresivamente, chocando fuertemente con mi frente y logrando así que cayera en los brazos de mi maestro.

Maldita.

Mis ojos se abrieron de par en par e intenté luchar de inmediato, sin rendirme aún por mucho que me jodiera la acción traicionera de Izumi. Sentía pánico y mucho dolor en mi costado por la espada. Pero no iba a darme por vencida, no lo haría. Aún así, lo de Izumi dolía aún más que todo aquello...

¿Por qué haría semejante cosa?

—Así es la vida Izune, crees que todos te apoyan cuando siempre habrá alguien que te dará la espalda. —oí murmurar suavemente la voz de mi inquieto maestro al verme luchar contra él— No te servirá de mucho negarte, la traición está en todas partes aunque no te consiga. Jamás olvides eso.

—Me importa un bledo lo que diga, no porque usted traicione a los suyos los demás deben ser como tal. —bramé, dando una fuerte patada en sus rodillas.

Él cayó varios metros lejos de mí por la fuerza bruta que utilicé. Sin embargo, no le duró mucho el golpe y volvió a atacarme como si nada.

—Todos te dejan en un punto, hasta el mismo Óbito sería capaz de hacerlo. —insistió, intentando darme con su gran espada mezclada con el raiton. Aún así, la rapidez era mi especialidad para poder esquivar sus ataques— Vamos, Izune... no te resistas y todo esto acabará.

—Vete al carajo.

Choqué mi gran puño contra su espada enorme en un momento de enfado, la sangre brotando de mis nudillos desenfrenadamente. No obstante, logré mi objetivo al ver como él se sorprendía un poco; porque ahora venía mi turno.

—¿Qué planeas, chiquita?

Medio sonreí, justo antes de quitar mi puño de aquel lugar y dar tres saltos invertidos hacia atrás. Mi herida dolió, cosa que mi maestro aprovechó para correr ante mi con un hilo de chackra sobre sus manos. Tenía que actuar con rapidez.

—No puedes escapar de mi.

En cosa de segundos, pasé el kunai por medio de sus piernas y tras el sello de manos reaparecí tras de él; dando justo en el blanco con mis puños cubiertos enormemente de chackra. Su espalda haciendo un gran crack con el contacto.

—¡Que te vayas al carajo!

Toda aquella casona en la que estábamos por sobre el techo se hizo añicos junto a otras dos y unos cuantos postes de luz, dejando así también algunas grietas en el cemento sobre el suelo y otras que no podía ver con claridad. Mi chackra se estaba agotando.

Pero valió la pena.

—Vaya... —oí murmurar a Óbito, algo sorprendido por mi ataque.— Qué brutal.

—¿Por estas cosas siempre traes magullones?

—No, cierra la boca.

Reí un poco ante el comentario burlista de Itachi, mientras así me afirmaba en una de mis rodillas a la vez que la otra chocaba con el suelo. Mi respiración era demasiado agitada pero sentí alivio, jamás creí que usar tanto chackra definitivamente sería una buena idea.

Pero la oscuridad seguía presente.

Observé por precaución hacia mi maestro bajo mis pies, desalmado completamente entre los escombros mientras que su espada parecía haberse quebrantado. Pero algo me llamó la atención, el destello azul que salió de sus brazos y segundos después ya desapareció.

Junto con la espada.

No pude evitar el entrar en pánico, y mucho menos al sentir su presencia tras de mí. Los demás entraron en alerta.

—¿Creíste que con eso me vencerías? Eres ingenua aún. —murmuró, alertando aún más a los tres Uchihas lejos de mi— Te olvidas que fui yo quien te entrenó durante años y aunque no lo creas, sé mucho más de lo que imaginas.

—Púdrase.

—¡No, no, no!

Ignorando los gritos desesperados y cabreantes de Izumi, me volteé con decisión e intenté golpearle una vez más. Pero lo único que conseguí fue que sujetase mi puño con una de sus manos y la pierna con su gran espada; él sonreía.

Maldición.

Los gritos con desesperación de Izumi no parecían cesar en ningún momento y repetía lo mismo varías veces, como si fuese una completa desquiciada y loca. Pero traté de que aquello no me afectase a la hora de luchar.

Enseguida, mientras ingeniaba el cómo zafarme  de una buena vez y acabar con todo, divisé a Óbito de lejos acercarse junto a los demás con preocupación notoria en sus ojos. Aunque, éste con su remolino lo hacía del todo más rápido. Por mucho que fallase su sharingan.

—Alto ahí, si se mueven un paso más... la cosa será fea eh.

Ellos no hicieron caso a sus palabras. Por ende, cuando quise defenderme una vez más con mis piernas, el dolor de la herida en mi páncreas me lo impidió junto con la defensa de mi propio sensei al voltearme y dejar en una especie de llave inglesa mis brazos tras mi espalda. Aunque más, fue la gran espada que se detuvo en mi cuello.

Pasé saliva.

Sumiéndome así en el pánico una vez más al sentir aquel filo tan cerca de mi garganta. Entonces fue cuando pensé; Si él me quiere y necesita para recuperar a su clan ¿Por qué intentaba asesinarme? No tenía lógica alguna lo que estaba haciendo. Lo único que si tenía claro, es que éste no era el Ukitake-sensei que conocí alguna vez. No lo era.

—Epa, muchachos. —dijo— Un paso más y ella muere. No estoy jugando. —fueron sus palabras siguientes, serenas pero firmes y tragué saliva nuevamente con miedo. Aunque más... rabia. Sintiendo así el sabor metálico de la sangre en mi garganta por la herida en mi costado y la falta de chackra.

Con mis manos intenté moverme de nuevo, coger una shuriken o lo que fuese. Pero antes que pudiese hacer algo más o que mi propio sensei acabase con mi vida...una voz me alivió a como dé lugar. Una voz firme pero a la vez cálida.

Apenas la oí quise llorar, menos ahora con toda la verdad que sabía.

Ellos... ¿Cómo?

—Le tocas un pelo más y el muerto serás tú Shinri, mejor ni te atrevas.

Subí la mirada vidriosa para verle, aliviada al escuchar y divisar el gran flujo de chackra de mi hermano medio que había en el lugar, o mejor dicho; mi padre.

Qué extraño sonaba ¿No?

Me estremecí de tan solo pensarlo, pero así era la realidad y debía aceptarla. Por mucho que fuese extraño; para ambos.

Suspiré. Pues, no saben cuánto fue el alivio de verle ahí junto a Hashirama y al hombre que tanto me daba escalofríos; Madara Uchiha.

¿Tan importante era para ellos?

Tobirama siempre terminaba salvándome, lo sabía. Desde pequeña siempre lo vi como un héroe, mi ejemplo a seguir. Al menos hasta que comenzó a ser tal cual es hoy. Por ello me sentí nostálgica. Dios...

Esto era demasiado.

—Oh vaya...—fue todo lo que pudo decir mi sensei al verlos ahí, antes que acercase aún más aquel filo en mi garganta. Lo cual me hacía sudar, pero no era para menos.

Dos gotas de sangre cayeron por mi cuello, ya había generado un corte pequeño y eso solo hacía la situación peor. No pude evitar el cerrar mis ojos.

¿Él iba a asesinarme?

Entonces, cuando pensé que a él no le importaría y que seguiría con su maléfico plan de recuperar a su familia. Que me asesinaría sin piedad alguna frente a mis hermanos o simplemente me sacaría de ahí... él soltó la espada sorpresivamente —Incluyéndome— y alzó ambas manos como si fuese arrestado, volviendo de nuevo a la luz de la luna junto a las vivas llamas que acababan con todo a su paso.

¿Qué demonios?

Vale vale, me rindo. —fueron sus palabras, serenas y llenas de diversión.

¿Acaso no le veía el peso a las cosas?

Me volteé para observarlo con pánico y demasiada confusión, pues no entendía nada. Pretendí tocar mi abdomen para que dejase de sangrar, sin embargo, cuando lo hice pude notar como no había herida alguna ahí. Pero el dolor seguía intacto.

¿Qué mierdas acababa de ocurrir?

—Madara, ve a revisar el estado de mi hermana junto con los demás. —escuché decir a Tobirama, algo inquieto mientras se teleportaba a mí posición y tomaba a mi maestro del cuello brutalmente.

Pretendí decir algo, pero el albino de manchas rojas no fue capaz de observarme y simplemente salió de ahí con mi alocado maestro. Luego, el azabache y sombrío Uchiha de cabellos largos apareció frente a mí. Cosa que no me gustó para nada.

—Toma mi mano. —dijo, sin generar expresión alguna y dudé— Hazlo, no te haré daño.

Dudosa y con mi cuerpo temblando un poco, finalmente hice caso a sus palabras y agarré su mano con fuerza. Era cálida, a pesar de ser la palma de la persona más fría que haya visto en mi vida.

Me llevó hasta el tejado más cercano a los demás, mientras Hashirama daba órdenes a varios Anbu para frenar las llamas y no pude divisar a quien ahora era mi padre. No tenía idea alguna de por qué le buscaba, pero no podía evitarlo.

—¡No, no, no! ¡Se están equivocando!

El grito desgarrador de Izumi inundó nuestro silencio y rechiné mis dientes con notorio enfado, ya estaba hartándome. Madara-sama pareció notarlo y entrecerró sus ojos hacia la castaña, segundos antes de quitar su mano de la mía.

—No la culpes, está bajo un genjutsu.

Antes que pudiese decir algo, él se alejó para posarse de rodillas frente a la castaña y con dos de sus dedos despejarla en un instante. Izumi quedó ida; en otro mundo.

Casi como lo estaba yo, mi cuerpo no dejaba de temblar.

—Izune ¿Estás bien?

Toqué mi cuello instintivamente, sin sentir anomalía alguna más que el ardor de un corte que al parecer no tenía y asentí a Itachi. Luego, oí una tos bastante conocida no muy lejos de dónde estaba y no me costó mucho abrir el paso para llegar a quien tanto quería.

—Óbito ¿Estás bien? ¿Tu herida está...?

Él medio sonrió, sentándose sobre el tejado con cansancio mientras tapaba su boca al toser una vez más. Mi garganta también picó al sentir el humo de las llamas, y seguramente en cosa de segundos todos estaríamos igual. Tosí de igual forma.

—¿Tú cómo estás? —respondió una vez su tos cesó y asentí— No me mientas, Bakazune. No debe ser fácil ver a un ser querido otra vez y de esa manera...

Mordí mi labio inferior, aguantando las ganas de llorar y simplemente le di una leve patada en sus piernas, tomando así mis cabellos con ambas manos mientras observaba el cielo oscuro. Él soltó una risa leve mezclada con un quejido.

Aunque estaba preocupado.

—Eres fuerte, Izune. —prosiguió, tomando así una de mis piernas para que me sentase a su costado y lo hice, aún mordiendo mi labio inferior para no llorar— Lo superarás con el tiempo, como lo has hecho siempre. No tienes por qué ocultarlo conmigo porque siempre sabré cuando algo anda mal y trataré de arreglarlo.

Solo eso bastó para que las vagas lágrimas que estuve aguantando todo el tiempo durante mi lucha salieran a flote, varios sollozos escapándose de mi boca mientras acaparaba la atención de todos.

¿Por qué todo tenía que ser así?

—Venga, estarás bien.

Sus brazos me rodearon al instante y me apegué a su torso, desahogándome por completo en medio de su cuello y hombro mientras él daba leves caricias en mi espalda. No me importó mucho el hecho de que estuvieran todos ahí, simplemente me dejé ir y no pensé en nada más.

Sumiéndome así en el aroma único de quién siempre estuvo a mi lado, junto con la mezcla de arena y mucho humo. Aquello solo hacía la situación peor.

Mi hermano resultaba ser mi padre, mi antiguo maestro estaba vivo, Izumi me odiaba y lo peor, había sido infiel a Óbito.

Sabía que no tenía que recordar aquello ahora porque no fue del todo mi culpa, pero era inevitable no hacerlo al tener a Óbito ahí siempre para mi, siendo un encanto sucio. Defendiéndome y hasta dando su propia vida por mi. No tenía excusas para lo que había hecho, solo el que haya sido controlada por Izumi pero... ¿Me creería?

— ¿Ella estará bien?

Esa voz... joder.

—Sí, Shisui. —respondió mi azabache, gruñendo por lo bajo— gracias por preguntar.

No quise salir de su pecho. No me sentía preparada para ello y simplemente me escondí en su playera azul marino. Sin dejar de llorar en ningún momento mientras él seguía acariciando mi espalda y hombros, poco a poco besando mi frente y cabellera sucia.

Las llamas comenzaban a bajar, y al parecer todo estaba terminando.

—Óbito, iré junto a Hashirama a formalizar a Ukitake. Hay muchas cosas que debemos solucionar. —oí la voz de Madara hablar, muy cerca de mis pies y simplemente me aferré aún más a Óbito— Por ahora quedas a cargo, llévala a casa y cúrate las heridas. Tú y yo tenemos que hablar luego.

—¿Hablar de qué? —soltó el pelinegro, confundido y no muy a gusto.

—No abuses de tu confianza, menos en frente de los demás. —regañó a voz ronca y demandante, a lo que Óbito gruñó por lo bajo— Eso es todo, ya sabes qué hacer. Luego me buscas.

Dicho aquello, el líder sombrío del clan Uchiha salió finalmente de tal lugar y sentí ansias de toser, frenando así un poco mis sollozos. Óbito besó mi frente y luego hizo el amago de ponerse de pie.

—Vamos a casa, acá solo te enfermarás con tanto humo. —dijo, tosiendo un poco.— Tus hermanos y Madara-sama se encargarán de todo.

No pude evitar el negar con mi cabeza y él me obligó a ponerme de pie. Eso me reconfortó, puesto que Obito era el más propenso a quedar enfermo con aquella tos pero simplemente se preocupaba por mí antes que todo. Óbito era único, mi Óbito.

—¡¿Qué están haciendo?!

Nuevamente, el grito alocado de Izumi nos alertó a todos. No obstante, el único que fue en su ayuda para frenar los rasguños de sus piernas fue Shisui y aquello me sorprendió, pues esperaba que Itachi actuase de una manera más cariñosa y preocupada con ella. Pero no fue así, él solo presionó sus puños para acercarse a nosotros y dar su espalda a ella.

Su rostro se había vuelto inexpresivo de repente.

—Iré a ver el estado de Sasuke y el resto del clan. —nos avisó— les dejo a la parejita.

Óbito frunció el seño, al igual que yo y nos observamos algo confundidos por tal sentencia ¿Shisui e Izumi...?

Entonces, cuando quise preguntar noté que eso no le importó al ninja de coleta como para frenar su ida. Pues, simplemente en un salto se fue de ahí mientras los demás apagaban las llamas. Anbu's más que nada y uno que otro Uchiha junto a jounin's de élite.

—¡¿Cómo que lo formalizaron?! —otra vez, su grito frente a las cosas que decía Shisui de rodillas frente a ella. Las cuales por cierto no podía oír.— ¡Él no fue! ¡No fue! ¡No fue!

—¡Maldición Izumi, cálmate! —exclamó el de cabellos alborotados y tragué saliva.— ¿Qué te han hecho?

—¡¿Y ustedes qué miran, eh?! —nos gritó a ambos, desesperada— ¡¿Disfrutan el sufrimiento ajeno no es así?! ¡Manga de inútiles!

Óbito medió una mueca, incómodo totalmente con sus palabras. Mientras, yo limpiaba mis lágrimas sin mucha importancia y algo de enfado con ella. La castaña definitivamente estaba haciendo mucho drama y ya comenzaba a hartarme. No solía pasarme mucho porque tenía paciencia y la comprendía con todo lo sucedido, pero con su dada de espalda de antes ya no podía más.

Primero Shisui, y luego me lanza al enemigo. No era algo que se me olvidaría tan fácil.

—Nada, nada. Ni siquiera estaba viéndote. —respondió mi moreno con un bufido, quitando así sus brazos de mi para dar lugar a entrelazar nuestros dedos y caminar hacia ambos lentamente— Neh, Shisui.

Mi antiguo compañero se volteó hacia nosotros al oír su nombre —sin soltar a Izumi— y sentí escalofríos, no sabía si por el hecho de su mirada directa hacia nuestras manos o por lo que habíamos hecho. No lo podía creer y mucho menos todo lo ocurrido antes. Era difícil de asimilar. Todo.

—¿Qué sucede?

—Gracias por ayudar a Izune. —aquello solo hizo que mi culpa incrementase, no podía soportarlo— Nosotros nos vamos, cualquier cosa... avisas y estaremos.

Shisui pretendió decir algo, pero fue interrumpido por otra voz. Aquella voz que tanto detesté en ese preciso instante.

—Izune estará en la cama de Shisui, ahí la puedes encontrar siempre Óbito. —balbuceó la castaña con cierta gracia fingida, y en cosa de segundos pretendí atacarla.

No aguantaba un segundo más ¿Qué más daba el que le hubiesen hecho algo? Estaba pasándose de la ralla.

Óbito me detuvo enseguida, desconcertado y algo sorprendido con mi actuar. Yo no solía ser así de impulsiva y él más que nadie lo tenía claro.

—Epa, epa —dijo, sujetando ambos brazos míos— ¿Qué ocurre, fiera? Izumi está loca, no sabe lo que dice. No te dejes guiar por esas cosas. Tienes asuntos más importantes de las que preocuparte ahora.

—Óbito, es que tú no...

—Eso quisieras, marrano con cuernos.

Apenas Izumi formuló esas palabras, tomé un tejo del suelo y lo lancé con todas mis fuerzas, este siendo atrapado por Shisui para que no le llegase a la cabeza. Solo por esa razón pretendí  hacerlo de nuevo, segundos antes de que Óbito utilizase su kamui para llevarnos a casa.

Por lo tanto, quedé a mitad de accionar con el tejo en mano en el living de mi propia casa. Óbito me analizó con la mirada.

—Entiendo que estés estresada con todo esto, pero esa actitud con Izumi...

Refunfuñé, esta vez dejando aquel tejo sobre el suelo mientras me volteaba hacia Óbito con una ceja enarcada.

—Óbito, eres el menos indicado para reprocharme eso. —dije, rechinando un poco mis dientes. Él alzó sus hombros y luego tocó su abdomen.— ¿Estás bien?

El moreno asintió con la cabeza y simplemente se acercó a mí a pasos vagos, enrollándome una vez más con sus brazos para luego besar mis labios levemente. Un beso suave pero pasional a la vez, como él siempre solía darlos.

Perfectos.

—Tuve miedo, cuando te vi frente a la espada. —murmuró en mi oído una vez se separaba y apoyaba su mentón en mi hombro, abrazándome suavemente. No pude evitar pasar mis brazos alrededor de su cuello— No lo hagas nunca más, no me gusta esa faceta suicida tuya. Sonará cursi y algo cliché pero sin ti me muero idiota, eres todo lo que me queda sin contar a Kakashi. Y lo digo muy enserio, Bakazune.

Tragué saliva, sobre todo al sentir como besaba suavemente mi cuello y me ronroneaba de vez en cuando; acariciando así mis muslos. Él no se merecía esto.

Y menos podíamos estar así de tranquilos luego de todo lo que sucedió en el clan Uchiha. Quería creer que todo estaba en orden porque él me daba paz como nadie, pero algo en mi corazón me decía que no era así. Sin quitar el hecho del pequeño detalle que le estaba ocultando.

—Tú tampoco lo hagas, eso de cruzarte para amortiguar el golpe cuando pudiste usar tu poder para irte o simplemente absorberlo, a mí no me gusta. —confesé, aunque el nudo en mi garganta no me dejaba expresarme con tal exactitud— Odio que te hagan daño, si algo te pasara yo...

—No pasará, lo prometo. —murmuró, alejándose un poco para subir sus besos a mi mejilla y mediar una leve sonrisa— Te amo, Izune.

—Yo a ti, Óbito.

Tras ese murmullo de mi parte, él se alejó de mi cuerpo para acariciar mis largos y sucios cabellos como si fuese un animal de calle mientras me sonreía de lado. No me molestó en lo absoluto. Sin embargo, dolía en lo más profundo verle así conmigo después de lo que hice.

Me sentí sucia, una zorra.

—Debes descansar, —comentó, realmente lucía preocupado por mi— tienes poco chackra y con todo lo sucedido... ya me entiendes. Si quieres te acompaño, ya luego voy con Madara-sama.

No respondí, porque sí... ni siquiera de eso fui capaz al recordar la idiotez que había hecho por culpa de Izumi. Me sentí mal, yo no quería hacerlo. Era Óbito de quién estamos hablando, quien si bien se había acostado con dos chicas antes siempre me fue fiel a pesar de todo. Incluso si no fuéramos pareja en el pasado lo era. Y no era sólo eso, sino porque de cualquiera había sido Shisui. No era algo que pudiese quedar en el olvido, ni para él o para mi. Aunque no era justo que me callase.

Si yo quería jugar sin Rin en el pasado o Kakashi, ahí estaba él. Si yo quería comer helados, ahí estaba él. Todo lo que yo decía o solía querer, Óbito siempre me apoyaba.

¿Y yo...?

Puede ser el mayor cabrón del mundo y un celópata de primera; un impulsivo. Pero yo lo quería así... y dolía hacerle daño de esta forma, como no tienen idea.

—¿Quieres subir? Neh, Izune...—dijo, rascando su nuca con incomodidad al notar mi silencio.

—S-si.

Él dio un suave suspiro y esperó a que yo subiera primero las escalas, mientras él venía tras de mí en silencio. No sabía si por el hecho de la ardua lucha, o porque algo tenía en mente con mi actitud cambiante de un momento a otro. Yo no podía estarle haciendo esto.

Óbito no se lo merecía.

—Oye, sobre lo de Tobirama... —le oí decir, una vez ingresaba a mi habitación y él me seguía detrás mientras cerraba la puerta— Hoy te lo íbamos a decir, porque Madara ya lo sabía y él quería que lo supieras todo. Pero como no apareciste y bueno...

—Está bien, Obito. —interrumpí, dando un suave suspiro— No te culpo, querías que él me lo dijera.

—No, así no fue. —me refutó, segundos antes de que tomase mi sien y me lanzase a la cama— Cuando me lo dijo planeé en que lo supieras, pero no estaba seguro si lo que decía era verdad. De hecho todo comenzó con lo de Kōga y pues... al final terminó contándomelo todo. Tú venías ya con un drama por lo de Uryu y no quería...

—Te comprendo Óbito, no es necesario que me des explicaciones. —respondí, a lo que él soltó un suspiro.

Algo tenía que sospechar.

Quise preguntar por ese tal Kōga, pero no me dio el cuero. Me estaba sintiendo fatal, sin contar el hecho de que a pesar que nuestras heridas no estuviesen el dolor seguía ahí. Pero no había dolor más grande que el imaginarme el rostro de Obito cuando le dijera lo que sucedió.

¿Me creerá?

Oye, Óbito...

Él frenó sus movimientos en la cama, pues se había quitado la bandana y ahora pretendía sentarse en ésta. Me observó, su mirada estaba con un deje de angustia —podía notarlo— como si supiese que algo malo iba a decir. Mi cuerpo tembló un momento y tragué saliva.

¿Era este el momento correcto? ¿Aquí, ahora, luego de haber luchado y tener nuestros cuerpos cansados? ¿Mejor antes que esperar a que alguien más se lo diga?

—¿Ocurre algo? ¿Por qué me miras así?

Nunca supe lo que era una decisión correcta, ni lo que era hacer las cosas bien. Pero ¿Acaso el bien y buenas decisiones abarcan a todos? No creo que eso sea cierto. Porque cada quien tiene su propio bien y sus buenas decisiones. Es subjetivo. Quizás esta no sea la decisión más sana, pero iba a tomar el riesgo; porque él no se merecía más mentiras.

Yo... —balbuceé, esta vez incorporándome en una posición de asiento en la cama. Él me observaba con cierto miedo en su ojo visible— Hay algo que debes saber.

¿Qué cosa? —soltó de golpe, su seño frunciéndose simultáneamente con sus palabras.

Inhalé todo el aire que pude, y entreabrí mis labios. Era ahora o nunca.

Primero, quiero que sepas que te amo. —comencé a hablar, evitando su mirada en todo momento. Incluso si sabía lo inquieto que estaba— Segundo, que no fue mi culpa y tercero, que estés tranquilo ¿Vale? Porque esto no te va a gustar.

Pretendí observarlo esta vez. Sin embargo, sentí la mirada penetrante de alguien  y no precisamente la de Obito, razón por la cual posé mi vista en la ventana.

¿Se habrán encargado de todo?

Enseguida, divisé una silueta larga con cabellos en punta y arrugué mi nariz, queriendo ir a checkear de quién se trataba, porque después de todo ya creía cualquier cosa. Pero ésta vez fue el fuerte agarre de Obito sobre mi muñeca lo que me impidió observar de más cerca a aquella persona. Él estaba demasiado tenso.

Dilo de una puta vez, me tienes de los nervios. —dijo, y balbuceé al verle. Su rostro algo sucio por el polvo y angustiado.

Luego, posé nuevamente mi vista en la ventana con algo de temor y cercioré que no había alguien ahí. Solo las sombras de los árboles junto a la luz de focos y la luna estaban pasando a través de ésta. Aquello me extrañó.

¿Acaso mi mente buscaba excusas para no tener que estar en esta situación?

—Izune, te estoy hablando. —espetó el azabache, su voz firme sin querer soltarme un solo momento— ¿Qué ocurre? ¿Qué hiciste?

Mordí mi labio inferior, sintiendo como las lágrimas querían salir y no me lo permití. Bien pude disfrutar de ello —al menos mi cuerpo— y ahora llorar no solucionaba nada. Llorar nunca servía de nada.

Para nada.

H-hoy... —comencé, finalmente observando su rostro asustadizo por verme así y tragué saliva— fui a entrenar a Kinoe, y me encontré con Izumi. Ella me mostró un genjutsu donde tú estabas con Rin y...

Él se puso de pie de inmediato, soltando mi muñeca bruscamente y se tomó los cabellos mientras tensaba su mandíbula. Si no lo conociera, diría que no sospecha una pizca de lo que voy a decir.

Aquello me rompió el corazón.

...y después me habló de las chicas de Iwa, ella dijo que...

Por favor dime que no has hecho una locura. —fueron sus palabras, duras e inquietas mientras se paseaba por la habitación con ambas manos sobre su cabeza. Él estaba demasiado serio, tenso y desesperado.

Tanto que me causó temor.

No fue mi culpa, Óbito. —intenté excusarme, y él no moduló ni una sola palabra. Sus labios estaban sellados en una perfecta línea recta— Luego fui al cuartel policial, ahí estaba Shisui. Yo estaba muy mal con todo, él me llevó a casa y...

No lo digas. —gruñó entre dientes, cerrando fuertemente sus ojos mientras le veía tensarse aún más y aguantar el enfado que podía estar sintiendo — No me digas que esa es la razón por la que no fuiste hacia Madara.

Mi corazón latió con fuerza, mientras me ponía de pie para quedar frente a él y poder arreglar todo esto. Tomé su brazo también, el temor inundando todas mis entrañas y la angustia siendo cada vez más grande.

Y-yo no quería, Óbito. —dije, mis palabras enredándose con mi lengua solo por los nervios de verle casi a punto de explotar— Izumi me tenía en un genjutsu y...

Dime que no te follaste a Shisui, por favor dime que no lo hiciste.

Le oí rechinar sus dientes, sin abrir sus ojos hacia mi y con eso ya no pude más. Una vez cayó la primera lágrima, fue imposible frenar las consiguientes y mis súplicas ridículas. Jamás me había sentido tan desesperada con la idea de perder a alguien.

O tal vez sí, pero era una situación distinta.

Lo siento, Obito. Y-yo no quería y...

No me toques.

Mis labios se entreabrieron con sorpresa y mis orbes oculares también, sintiendo así como el alma se me iba en lo más profundo al ver ese semblante que no pensé ver jamás en él. No al menos desde aquel día.

Óbito por favor, que yo no...

Suelta mi brazo, Izune. Hablo enserio.—insistió, sin querer observarme mientras lo único que hacía era sujetar más su brazo. Mis sollozos inútiles resonando en toda la habitación.

¡Que no fue mi culpa, yo no quería! —exclamé, moviéndolo un poco al ver que no reaccionaba. Como si estuviese pensándose todo lo que había sucedido— ¡Yo no tenía control sobre mi cuerpo, por mucho que intentara no había forma de...

¡Que no me toques te digo!

Finalmente, él había explotado y aquello me hizo sentir más culpa de la que ya tenía. Quitando así mi agarre en cosa de segundos de manera tosca y ahora su rostro detonaba demasiado enfado y decepción contra mi o contra quien fuese. No me gustaba ese rostro. Lo odiaba. Aquello solo me recordaba a aquel día en que enloqueció por completo y... me sentía fatal.


Era tarde, había mucha lluvia y recuerdo que tenía unos doce años aproximadamente. La oficina del Hokage estaba completamente en silencio luego de las crudas palabras de mi hermano.

Óbito...—murmuré, tocando suavemente su hombro. Pero él lo quitó de inmediato, su vista enfadada muy fija en el suelo.

Lo siento mucho, Óbito. —fueron las palabras de Hashirama con demasiada lástima y me sentí mal— Sé que tienes sueños y muchas metas, pero tendrás que conseguirlos de otra forma. No siendo un ninja, al menos no con ese cuerpo.

Su rostro... Jamás me voy a olvidar de aquel semblante tras oír el que no podría ser un ninja y que tendría que hacer otro tipo de trabajos; no ser un shinobi. Él estaba destruido.

El resto es historia, pero ese día fue la primera vez que le vi han enfadado y decepcionado con los demás, o el mundo entero. Ahora tenía un semblante parecido, pero era por mi culpa. Incluso si me juré el que nadie lo haría sufrir de esa manera tan enorme.

Me odié.

Óbito, d-de verdad que yo no quería y él solo sig...

—¡¿Me crees idiota?! —finalmente gritó , moviendo así sus brazos tensos de la cabeza para patear lo que era mi papelero con mucha rabia. Éste chocó brutalmente con la pared y pegué un brinco— ¡¿Es que acaso te puso una mierda de kunai en la cabeza para que lo hicieras?! ¡¿O lo hiciste en venganza por las chicas de Iwa, eh?! ¡¿Qué clase de excusas baratas son esas que me estás dando?!

—Óbito, c-cálmate déjame que te explique no seas...

—¡¿No seas qué?! —mordí mi labio inferior, sintiendo como mi rostro se mojaba por completo debido a las lágrimas. Más al tener la mirada amenazante de Obito tan cerca de pronto, él ya no lucía como siempre. Aquello me causó temor.— ¡Me sentí culpable durante todo este tiempo por ser un celópata y un impulsivo de mierda contigo, cuando en realidad sí habían putas razones para reaccionar así! ¡¿Él te gusta, esa mierda de Uchiha te gusta?! ¡Si era así no tenías por qué engatusarme de esta manera por pena, demonios! ¡Yo no iba a caer si no me amabas!

Mi labio inferior temblaba como el de una bebé cualquiera que era regañada, porque así lo era. No me había sentido así de culpable ni vulnerable durante toda mi vida, solo con Tobirama y ni siquiera se comparaba a esto. Óbito estaba destrozado y aquello me dolía más que nunca.

Sobre todo, porque por lo visto no me creería.

—¡¿No ibas a explicarme?! ¡Vamos, habla de una puta vez! —insistió, demasiado cerca de mi cuerpo.

Temblé un poco más, segundos antes de modular la cosa más estúpida que pude decir en estos momentos, en vez de realmente poder decir lo que ocurrió;

—T-tienes que calmarte, por favor cálma...

—¡No me calmo ni mierda, Izune! —volvió a gritar frente a mí, mi rostro prácticamente chocando en contra de su pecho— ¡Todo el tiempo me dijiste que a él no lo querías, que confiara en ti pero solo estabas mintiendo! ¡¿O acaso me vas a negar que no sucedió algo con ese idiota en casa de Rin, eh?! ¡Me jode que siempre lo ocultes todo, maldita sea! ¡¿Por qué mierda tienes que ser así?! ¡¿Dónde está tu puta confianza?!

Cerré mis ojos con fuerza , solo escuchando el gran crack de las patas de mi alcoba con temor. Él estaba desatado y no podía dejar de llorar por mucho que lo intentase. Ni siquiera me dejaba explicar con claridad, y cuando lo intentaba el miedo me hacía sonar débil; vulnerable.

Y poco convincente.

—E-eso no es verdad, Óbito. —dije, abriendo nuevamente mis orbes mojados con cuidado.— Yo te amo a ti, a nadie más...

Noté que por poco estaba abrazándome a mí misma, temblando por un temor que ni idea sabía por qué tenía. El azabache dio otra patada a la cama y luego se tomó el rostro con desesperación, dejando así a la vista su parte anteriormente vendada que había caído por sus palmas.

Sharingan, él había recuperado su sharingan.

¡Idiota! —gritó una vez más, sin querer verme mientras presionaba sus puños.— ¡Soy un idiota por creerte!

—¡Eso no es así, maldita sea! —grité de igual forma, mi voz algo rasposa y desesperada por el llanto. Ya estaba cansada de que dijera esas cosas. Yo si lo amaba, nunca le mentí con lo que sentía.— ¡Izumi controló mi cuerpo te digo, que no lo hice adrede! ¡Nunca te he mentido con lo que mis sentimientos refieren maldita sea!

—¡Esa mierda ni siquiera es posible Izune, no me tomes por idiota! ¡Ningún puto y vago sharingan puede controlar las acciones de otro Uchiha para follar!

—¡Que si lo es! ¡¿Por qué mierda no puedes creerme?! —insistí, esta vez acercándome a su posición para tocarle aunque fuese la mano. Pero él se alejó bruscamente— ¡Basta, Óbito! ¡Tienes que creerme!

Él negó con su cabeza, sonriendo cínicamente mientras se tomaba la frente y movía una de sus piernas. Esa actitud soberbia, como la odiaba. Pero me sentía tan mal que no era capaz de reprocharlo como lo hacía siempre, él no escuchaba. No quería escucharme.

Aún así, lo húmedos que se notaban sus ojos hizo que mi alma se quebrantase aún más . Jamás imaginé ser una de las razones por la cual sufría, jamás.

—¿Basta? ¿A mí me dices basta? —comenzó a hablar, su voz rasposa y quebrada pero a la vez firme— ¿Y al otro idiota qué? ¿Qué le has dicho por seguir el acto aún sabiendo de esa excusa barata que me has dado? ¿A él también le has dicho basta?

Silencio, no pude responder a su pregunta.

—Lo supuse.

Dicho aquello, el azabache apretó sus dientes y sus puños simultáneamente; segundos antes de cambiar su semblante a uno de enfado y salir por la puerta para bajar las escaleras. No demoré en seguirlo mientras le llamaba a gritos; gritos muy desesperados.

¿Qué es lo que iba a hacer ahora?

—¡Óbito, mierda, escúchame! —insistí, usando mi hiraishin con el poco chackra que me quedaba para llegar a su costado y tomar su brazo fuertemente.

No quería que se fuera, tenía que explicarle.

No obstante, como pudo él lo quitó brúscamente, segundos antes de darme una última mirada con decepción notoria y así luego utilizar su remolino; su kamui.

—¡No, joder, Óbito espera!

No importó cuantas veces imploré o grité, porque él desapareció de todas  formas con ese semblante asesino que solía tener cuando se enfadaba. No pude evitar el entrar en pánico y sentir cómo mi corazón era sacado de mi pecho.

Esto era demasiado.

Enseguida, tomé con mis manos varios de mis cabellos fuertemente y los tiré con desesperación una y otra vez. Grité, grité como nunca y también rompí varias cosas de la sala. Pues, lo último que me faltaba en mi vida era tener lejos a mí azabache, y lo había conseguido... todo por mi culpa.

Siempre era igual, yo siempre tenía la culpa de todo. Todo.

Mi madre —no biológica— murió por mi culpa. En épocas de guerra siempre perdíamos la comida por mi culpa, Tobirama siempre lo decía y me reprochaba por ello hasta hacerme llorar como una cría que pierde un dulce. Yoshiro murió por mi culpa, yo le dejé ir en búsqueda de su animal. Ukitake-sensei también lo hizo, y ahora había causado todo ese desastre por mi culpa. Quién sabe cuántas muertes causó con todo eso, todo por mi culpa.

Porque me quería a mí.

No nos olvidemos de Uryu, él también había muerto... y por mi culpa. Toda esta mierda en la que fingíamos vivir era una jodida ilusión. Todo lo que me sucedía era el simple karma de mis culpas. Porque por mucho que Óbito o los demás lo dijesen, yo sabía... que era mi culpa todo lo que me sucedía.

Pero lo de Obito, eso no me lo perdonaría jamás. Él era mi todo y lo había hecho sufrir.

Finalmente, caí al suelo de trasero. Mi espalda chocando con la pared de concreto toscamente mientras los sollozos desgarradores eran la única música que adornaba aquella desolada casa en la que vivía. Ya no podía más, ya no.

Quizás para muchos no era nada, pero yo lo sentía como todo. No podía.

—M-mi culpa...

Observé mis manos con pánico y temblando como antes, los cabellos largos yacían ahí. No todos, claro. Pero si habían suficientes como para saber que estaba cayendo hondo. Y ahora tenía que buscar a Óbito a pesar de todo, porque no estaba segura de lo que sería capaz de hacer y mucho menos lo quería lejos de mi.

Aunque más, era por la simple razón de que sabía con certeza... que él no iría de visita a Madara sino a otra persona. Tenía que apresurarme.

// Espero les haya gustado el capítulo, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.

¡Hola! Ha pasado mucho tiempo ¿No? Jaja ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Sospechosa la rendición de Ukitake? 🤔 Jaja no lo sé, díganme ustedes.

En fin, no lo había hecho antes pero somos 50k y joder... realmente no me lo creo. Siempre lo digo y jamás me cansaré de hacerlo, gracias por regalarme todo esto. Ustedes se merecen todo el amor del mundo y si pudiera abrazarlas a cada una lo haría porque sí, son de lo mejor😭❤️. Gracias por leer lo que tanto amo hacer, en serio.

Cuenta regresivaaaa de 5 capítulos😭.

Y eso, aviso que si no he respondido comentarios es porque no tengo internet💔. Si logré subir esto es solo porque le he robado a alguien🙊 así que no se crean que me olvidó de ustedes jaja❤️.

Muchas gracias por todo, y que tengan un muy lindo día💕.

Adiosín 💕.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro