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Epílogo.

"La verdad"

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¿Ya te vas? Debes apresurarte, te has retrasado en esa reunión...

El individuo de capuchas oscuras soltó un suave suspiro, el vaho saliendo de sus labios debido al frío que comenzaba a invadir Konoha. Afirmó también su marcada espalda sobre las rejas mientras cruzaba sus brazos y negaba con su cabeza. Ukitake no lo comprendía.

O tal vez si, solo un poco.

—Esa reunión ha sido solo una farsa, quieren utilizar a Izune de rehén para capturar a los Senju o algo así. —explicó, a voz cansada— Se han creído eso de haber sido enviado por Tobirama, son unos ingenuos...

—No lo son, es tu poder. Ten cuidado, hombre.

—Lo sé.

Ambos quedaron en silencio por unos segundos, a la vez que el individuo tomaba la máscara que había dejado en el suelo para ubicarla en su rostro. Mientras tanto, Ukitake tan solo jugaba con sus dedos.

El muchacho sonrió, tal vez su maestro tenía razón.

—Me he mostrado ante Shisui, —soltó de pronto el de capucha— despertará desorientado porque borré su memoria. Pero sabrá que no soy Yoshiro.

Ukitake presionó uno de sus puños.

—Te estás saliendo del plan ¿Lo sabes, verdad? ¿O es que ya no lo recuerdas?

Era un día cualquiera, o quizás no tanto. Pues, el hecho de que la lluvia cubriera gran parte de Konoha era innegable, aún no siendo invierno y teniendo a todos en Merced de sus labores. Incluyendo al único sobreviviente del clan Ukitake, el cual se esmeraba en sus asuntos en aquella época. Un mes antes de ir en busca del pergamino para el final de la guerra, su primera misión de rango S con su equipo.

Era un hombre trabajador, quizás más de lo que debería.

—¿Ukitake-sensei? ¿Está en casa? —un murmullo se oyó tras la puerta del sótano, mientras se abría lentamente como cuál película de terror lo haría— Me han ordenado que... ¡Oh por dios!

Un chico, mejillas con marcas rojizas de catorce años, cabellos castaños y algo desordenados. Una cicatriz cubriendo su labio superior. Quien se cubría la boca apenas ingresaba a la habitación del sótano. Pues lo que vieron sus ojos era espantoso. Horrible.

Insano.

Y Yoshiro sabía muy bien que algo andaba mal con su maestro de hace varios días, por ello intentaba vigilar sus olores y esencias, pero jamás imaginó algo así. Ni siquiera se le pasó por su mente. Jamás.


Sí, lo sé. —respondió el muchacho de capucha, esta vez tomando su frente con algo de frustración— pero así lograremos todo más rápido creo yo. Me estoy aburriendo a la espera.

—No te precipites, siempre te lo he dicho. Desde que te encontré.

El individuo rió, dando unos dos pasos lejos de las rejas.

—También lo sé, pero seré cuidadoso. —dijo, bastante tranquilo— Solo queda una cosa que debo hacer, antes de marchar y seguir a esos dos. Deidara ha de estar esperando y Kimera también.

—¿Qué harás?



—¿Qué haces tú aquí? —bramó el mayor de cabellos grises, algo inquieto— No deberías estar en este sótano, es algo leve. Déjame explicártelo, pero no sé lo digas a nadie ¿Vale?

Ukitake, un tanto desalmado y preocupado al ver el rostro helado de su alumno, dejó sus implementos sobre la mesa y por poco corrió hacia el muchacho para quitarlo de ahí. Él estaba desconcertado y demasiado en shock como para generar una respuesta, observando todo a su alrededor con cautela y demasiado miedo.

Su animal hizo lo mismo, ladrando un par de veces antes de perderse de vista.

—Escúchame Yoshiro... —advirtió el albino, una vez tomaba ambos hombros del Inuzuka frente a él, mientras intentaba calmar la situación— Tú no dirás nada de esto a nadie ¿Vale? Son solo comprobaciones mías, no es algo por lo cual morirse y mucho menos algo malo ¿Vale? ¿Yoshiro? ¿Me estás oyen...

—¡¿Acaso está loco?! —finalmente reaccionó— ¡Son personas, no juguetes! ¡¿Qué mierda es lo que está haciendo con ellos?! ¡¿Qué hay de esos ojos?!

El Inuzuka había enloquecido, se había zafado de su agarre y pretendía huír lo antes posible; atemorizado por la mirada inquieta de su propio maestro sobre él y lo que acababa de presenciar en aquel sótano. Él tenía razón en sospechar de su maestro.

Cuerpos momificados, niños y muchos ojos en frascos pequeños. Muchos de ellos tenían nombres, pero él sólo pudo divisar uno... Uchiha Kei.

Un frasco totalmente vacío.

—¡Espera, Yoshiro! —gritó el mayor, frustrado y desesperado— ¡Maldición!


Luego lo sabrás.

Dicho aquello, el individuo de máscara en su rostro salió de ese lugar sin siquiera despedirse. Dejando de esa forma a su maestro en una incertidumbre inmensa. Incluso si supiese que el chico era indudablemente inteligente. Pues, aquello de hacerse pasar por aquel moribundo que fue alumno de Ukitake alguna vez... fue idea del mismo que corría por los escalones de la Torre Hokage.

Y había funcionado.

No obstante, el chico algo tenía que hacer antes de marchar y comenzar con todo, todo lo que le mantenía vivo. Toda razón de vivir, que alguna vez ese albino le dio. La voluntad de esa mujer estaría intacta y encontrarían a la pieza restante. Solo faltaba uno.

Uno de los Senju mitad Uchiha. Solo uno.

El pequeño Inuzuka tenía que hacerle saber de esto a alguien, ahora mismo. O tal vez escapar primero junto a Tozuko, porque aquello no terminaría en nada bueno. Sin embargo, sintió demasiado miedo, porque desde siempre había sido un marica miedoso y gritón, incluso con las cosas más pequeñas. Él era el llorica del equipo Ukitake. Pero... ¿Y si tan solo escuchaba? ¿Para qué su maestro...?

—¡Yoshiro, escúchame de una buena vez!

—¡Déjeme en paz! —gritó el de marcas rojas en sus mejillas, desesperado al notar como Ukitake había llegado frente a él y sujetaba sus brazos con fuerza; impidiendo así su escape de corridas— ¡Basta! ¡¿Qué es lo que quiere hacerme?!

—¡Nada, no pienso hacerte nada! ¡Escúchame por el amor de Dios! —exclamó el de cabellos grises, demasiado cabreado al no ser escuchado por su propio alumno.— ¡Solo quiero que dejes de gritar, que no digas de esto a nadie y que me escuches! ¡¿Es mucho pedir?!

Yoshiro tragó saliva, su respiración demasiado agitada mientras buscaba con su mirada a su animal. Él podría ayudarlo a escapar si lo viese, quizás llamar a Shisui o incluso a Izune para que fuesen a por él y por esos niños momificados en el sótano. Cualquiera de los dos le valía, pero su maestro no era quien decía ser. Era un monstruo.

Esperen... Tozuko no estaba ladrando.

—¿A quien buscas, lloronsín?

Esa voz, esa maldita voz no era precisamente la de su maestro y mucho menos alguien digno de llamarle así. No era un adulto y tampoco un adolescente. Pero estaba ahí.


El individuo sonrió, una vez ingresaba cautelosamente a la oficina del Hokage. Pues, recordar el lugar donde todo comenzó le ponía ansioso, y ver la imagen de Tobirama recargada sobre el mesón mientras dormía lo hacía todo mejor.

Lucía tan ¿Tranquilo? ¿Débil?

—Esto es lo que querías tanto ¿Neh, Kei? —murmuró él, dando pasos vagos hacia su respaldo para verle más de cerca.

Tobirama movió uno de sus puños, pues al ser del sueño pesado no podía permitirse el dormir en aquel despacho. Solo por el hecho de sentir un chackra familiar sus manos se movieron por inercia y ya no estaba durmiendo. El Senju no era alguien a quien tomarse por broma.

El chico rió.

—Podría matarte y no lo sabrías. —dijo, una vez notaba como el albino abría completamente sus ojos. Sin embargo, el individuo paralizó su cuerpo con tan solo un sello de manos. Causando una desesperación en el mismo peligris— De hecho, muero de ganas por arrancar tu cuello y luego dárselo a mis animales. Pero ella no lo quiere así, prefiere hacerlo con sus propias manos. Me lo pide día a día...

—¿P-Por qué esa voz me es tan familiar? —gruñó el albino— ¿Qué quieres?

—Tranquilo, Tobirama-sama... solo está dormido. —se burló— Está soñando con voces. No le haré daño.

—Voy a asesinarte.

—Inténtelo.

Enseguida, unos quejidos logró escuchar el castaño en su derecha y al cambiar su mirada se dio cuenta que su compañero canino goteaba mucha sangre y era sujetado de su cola. Por esa razón él...

—¡Tozuko! —gritó, sus orbes por poco saliendo su rostro junto a las lágrimas de desesperación— ¡No, no! ¡¿Qué está pasando?! —Yoshiro intentó liberarse, desesperado al ver a su compañero en esas condiciones— ¡Ukitake-sensei! ¡¿Por qué está haciendo esto?! ¡¿Quién es él y por qué...?!

Ukitake dio un suspiro, tomando así ambas manos de su inquieto alumno con fuerza, para luego posarlas sobre su cabeza y finalmente enterrar su katana en medio de ellas, dejándolo sin escape con su raiton. Yoshiro no pudo evitar el grito de dolor y horror por ello, sobre todo al no poder salir de ese lugar en auxilio a Tozuko.

Su mejor amigo y compañero... su única familia estaba en peligro.

—Hey, —regañó el albino, el cansancio haciéndose notar en su voz mientras tomaba su barbilla— ¿Qué parte de "no lastimes a nadie" sin que yo te lo diga no has entendido?

El pequeño azabache de tan solo once años y mirada inocente alzó sus hombros sin mucha importancia frente al maestro, tirando así al frío suelo aquel animal que agonizaba de dolor. Yoshiro no podía creerlo, tenía que escapar de una buena vez o quizás terminaría mucho peor que su compañero. Pero no sabía cómo.

Poco a poco, las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos con desenfreno.

—Lo siento, mala costumbre. —se disculpó el pequeño, ladeando su cabeza— Estos ojos me ponen un tanto ansioso y como usted dijo que tenía que ocuparme de los intrusos pues...

—¡Ukitake-sensei! —interrumpió el Inuzuka en medio del llanto— ¡Déjeme salir! ¡Mire a Tozuko! ¡No es justo que esté manipulando niños y... mierda mierda, ust...

Crack. Un enorme golpe en el rostro del Inuzuka fue estampado para hacerle callar. Pues ahora el albino estaba molesto, sobre todo con el azabache y con su propio alumno por aparecer en ese lugar. Porque sin el canino estando vivo lo más probable es que se generase sospechas. Ukitake sabía... que Yoshiro no iba a callarse.

Lo conocía demasiado para saberlo.


El de capucha tomó la cabeza albina del Senju sin preámbulos, y la presionó hasta el punto de romper el mesón en el que estaba afirmado. Tobirama no podía moverse, y de pronto... tampoco podía hablar. El chico ansiaba sangre en sus orbes rojizos.

Tobirama ni siquiera podía divisar a quien le estaba atacando de aquella manera tan brutal, y esa fuerza... todo era confuso. La voz no iba con aquella fuerza.

—¿Puedes verme, Kei? ¿Sientes esa satisfacción? —soltó el muchacho, con una leve sonrisa— Deberías estar orgullosa... ¿Qué? ¿Qué no le haga daño? ¡Oh, vaya! ¡Ya me estaba divirtiendo!

Tobirama tragó saliva al oír el nombre de aquella mujer, intentando así mover sus músculos con toda desesperación y fuerza posible. Mientras, sentía a sus subordinados y guardias removerse en la planta baja ¿Dónde estaba Minato?

No tenía miedo, pero sí se sintió frustrado al no poder reaccionar de manera correcta. Incluso si no fuese culpa suya el que ese hombre tuviese tanta fuerza sobre sus manos, y ojos.

—Te has salvado está vez, Hokage-sama. —dijo, una vez soltaba su cabeza y lanzaba al piso su cuerpo como cuál sacó de papas— Como he dicho antes, ella no quiere que te asesine y que hable mucho tampoco le gusta. Prefiero hacer caso antes que lamentar...


—No quiero hacerte daño, créeme que no quiero Yoshiro. —comenzó a hablar el peligris, siendo observado atentamente por el pequeño desde el sofá en el que se había sentado tranquilamente— Pero te conozco, eres muy bocón y no pienso arriesgarme. Esto que has visto es solo el comienzo de algo que no te incumbe, pero con el solo hecho de observar... ya estás involucrado.

Yoshiro comenzó a temblar, aterrado al ver como su maestro sonreía ampliamente y metía una de sus manos en su bolsillo. Tenía un mal presentimiento. Su corazón le pedía a gritos escaparse.

—¿Q-qué es lo que va...?

—Shh, tranquilo. —interrumpió Shinri, su voz demasiado calmada para semejante situación y él tragó saliva— Chico, ¿Sabes hacer el jutsu de transformación ya?

El azabache subió su mirada desde el sofá y alzó sus hombros, esa soberbia innata que tenía saliendo de sus poros.

—Sí, es pan comido ¿Qué cree?

Yoshiro sintió su corazón estallar de tan rápido que eran sus latidos, por poco saliendo de su órbita. Mientras así posaba su vista directamente en el pequeño pelinegro. Se le hacía conocido, pero no sabía de dónde.

Aunque eso no era lo importante, tenía que salir de ahí como fuese. Porque tenía un muy mal presentimiento.

—Ese chico que ves ahí, acaba de perder a su padre hace unos días. Todos en el alto mando creen que se ha suicidado por el miedo a ser difamado, pero en realidad fue este muchachín quien quitó su vida. —Ukitake rió, mientras el muchacho tan solo jugaba con sus dedos al oír su historia— ¿Fantástico no crees? Le he ayudado a cubrir sus marcas y a tener un poder que carece por genética. Porque a pesar de ser completamente Uchiha, es incapaz de despertar su propio sharingan. Así que... ¿Por qué no ayudar a este pobre muchacho?Dándole un propósito de vida mucho mejor que no inculque guerras de clanes. Porque todos perdemos algo cada vez que un Senju y un Uchiha discuten. Él mejor que nadie lo sabe, su madre engañaba a su padre y éste mismo se descargaba con ella a golpes. Ambos crearon a este pequeño monstruo de doble personalidad, yo no lo manipulé para hacer todo lo que planea en su cabecilla. Aunque lo parezca...


Bueh... supongo que debo dejarte porque la gente ya se ha dado cuenta. —insistió con voz frustrada, saltando hacia la ventana— Adiós, Hokage-sama.

Tobirama, aún en el suelo sin poder moverse o hablar, mordió su lengua hasta el punto de sangrar. Pues la única pista de lo que se estaba perdiendo ya se había ido de su alcance. Pero de algo estaba seguro, ese hombre... no era el Inuzuka.

Y si lo fuera, ese poder no era suyo.


Aquello no tranquilizó siquiera un poco al castaño con manchas de sangre sobre su cabeza, pues el goteo de sus manos era insaciable y no sabía qué pensar. Tic tac. El tiempo pasaba y no podía quedarse más tiempo allí.

—¿Por qué me dice todo esto?

Ukitake esperó unos segundos, cerrando sus ojos un momento antes de suspirar y quitar la mano de su bolsillo trasero. Hilos anbu.

—Vas a morir ¿Qué más da lo que diga?

Los ojos de Yoshiro se abrieron de par en par y comenzó a moverse con brutalidad hacia todos lados, desesperado. Sin pensar en nada y solo gritando a por auxilio. No quería morir, al menos no aún.

Tenía varios sueños, muchos. Y uno de ellos, era confesarse con su amada Izune.

—¡Déjeme en paz! ¡No diré nada se lo suplico! —gritó, al ver como el albino mordía aquel hilo y lo alargaba con su propia mano— ¡Niño ayúdame, por favor! ¡Shisui! ¡Alguien! ¡Ayuda!

—Uh, esto se ha puesto bueno... —murmuró el pequeño azabache con gracia, posando así ambos codos sobre sus rodillas. Fascinado.

—¡No! ¡Ukitake-sensei por favor! ¡Ukitake-sensei!


Tras dejar la torre Hokage, el muchacho de capuchas se asomó en uno de los árboles cercanos a un clan que conocía bastante. Suspirando, pensando. Recordando.

Después de todo, sí que lo había pasado bien en ese lugar. Pues, Ichiraku ramen siempre era un buen lugar para tener una cita y pasarlo con amigos ¿O no?

Observó a la pareja que devoraba los tazones unos segundos, porque ella parecía entretenida. Y él también. Aunque eso no le causó rabia alguna, al contrario. Pues sintió esa necesidad de realizar lo que tanto quiso desde un principio cuando comenzó con aquella farsa.

¿Equipo? Qué va, él no conocía esas palabras.

Sacrificio. Piedra. Senju mitad Uchiha. Solo eso necesitaban.


El albino dio un último suspiro, antes de finalmente abrir sus ojos y lanzar aquel hilo con brutalidad sin piedad alguna. El pequeño estaba completamente fascinado ante las imágenes que divisaba con su nuevo poder adquirido, el mangekyou sharingan de Uchiha Kei.

—Creí que tendrías algún tipo de plan para escapar, ya veo que me faltó entrenarte. —murmuró el albino, tragando saliva con inquietud y algo de lástima al ver como el cuerpo de su alumno se partía en miles de pedazos bajo sus pies— Realmente lo siento mucho, Yoshiro. Seguramente podré revivirte algún día...

Cerró sus puños, el imponente hedor a sangre inundando sus fosas nasales mientras el pequeño lamía sus labios una y otra vez; ansioso. Ese olor se le hacía tan familiar...

—Dáselo de comer a tus lobos, yo me quedaré con la cabeza.

—¿Qué hay del perro? —preguntó el azabache, quien caminaba rápidamente hacia el suelo cubierto de sangre. Emocionado.

—De eso me encargo yo.

—¡Hai!

El azabache tomó las piezas en sus brazos sin grima alguna, yendo de inmediato hacia el patio con sigilo y suma rapidez. Aunque antes de cruzar la puerta frenó sus pasos.

—¿Deidara tiene que saber de esto?

Ukitake asintió. La cabeza de su propio alumno manchando su ropaje y chaleco jounin. En el fondo sintió dolor y culpa por su alumno tan querido, pero todo lo valía. Nada de lo que soñó Kei sería en vano. Y no se arriesgaría con el Inuzuka.

Aunque ahora debía idear un plan para darle una muerte que no lo involucrase a él. Una muerte justa, luchando como debería morir todo shinobi.

—Chico ¿Podrías observarme un momento?

El pequeño de once años frenó sus movimientos al oír esas palabras, haciendo caso omiso a lo que el albino decía con su cuerpo completamente tenso. Pues luego de unos segundos tiró las partes del cuerpo al suelo, caminando hacia una de las palas sin mucha importancia.

Aunque lucía molesto.

—No.

—Chico... —insistió el mayor— Solo es...

—No quiero, estos ojos son míos ahora. No soy Kei.


El chico sonrió con amabilidad al verles, recordando aquellos días en los que disfrutó junto a ellos. Porque a pesar de que siempre tuvo las intenciones de seguir los planes locos de Ukitake o Kei, ellos sirvieron de distracción en su mundo.

Mala suerte tuvo, cuando todo se frenó por culpa de la irresponsabilidad de Deidara. Mírenlo que dejarse atrapar por simples shinobis como lo eran los chunnin de Konoha, o los de Kirigakure. Si no fuese por él... seguramente estaría en una celda ahora.

El individuo podía controlarlos a todos, incluyendo a altos mandos. Era... ¿Dios? No, eso quedaba para la propietaria de aquellos ojos.

Suspiró una vez más. No tenía que pensar en esas cosas.

—Creo que ya es hora.


—Te harás pasar por Yoshiro, este perro común le hará de Tozuko y actuaras como él mientras puedas ¿Vale? —ordenó el albino de cabellos largos— Será tu primera misión en este enrollo.

—Como diga... —respondió el azabache— el acantilado es mi prioridad ¿No?

—Ajá.

Les siguió en su camino a casa, esperó a que el muchacho le dijese adiós y él por fin pudo ingresar sigilosamente. Siempre por la ventana. Donde nadie pudiese divisarlo u sólo presenciar su sombra.

La observó desde ahí, de pies a cabeza y hasta donde más pudo. Su estómago lucía un poco más abultado de lo normal y sus cabelleras anaranjadas caían sobre sus hombros. Ella se había cortado el cabello.

No lucía nada mal.

Lástima que su destino no fuese el mejor.

Entonces, no lo pensó dos veces y en cosa de segundos le tomó del cuello por detrás. Paralizando su cuerpo entero como le hizo al mismísimo Hokage. Ella intentó gritar pero todo fue en vano, incluso sus vagos intentos de quitar la katana que aquel encapuchado pretendía empuñar en su vientre fueron inútiles.

Ella estaba en desventaja.

—Tiempo sin vernos ¿No crees?

Enseguida, él quitó su máscara y el rostro de la chica fue simplemente épico. Tanto que el muchacho no paró de reír por unos minutos. Como amaba este tipo de cosas y dramas, sobre todo los rostros de desesperación y sorpresa.

—No debiste caer en mi genjutsu eterno, Kiara. —dijo— Ahora esta aberración que llevas dentro será nuestro sacrificio.

Basta. Basta. Se repetía mentalmente la muchacha, debido al hecho de no poder hablar ni gritar a por auxilio. Más si el azabache ya hubiese comenzado con su cometido, dolía como mil demonios.

Y no podía hacer nada.

Quiso gritar de dolor, de desesperación y angustia, sus lágrimas empapaban todo su rostro mientras la sangre emanaba de su cuerpo como si fuese agua misma. El chico tomó aquel que pudo ser un bebé alguna vez y sonrió. Esta vez poniéndose de pie sin siquiera observar a la chica moribunda bajo sus pies.

Ella ya no estaba sufriendo, pero su corazón sí. Porque pretendía tener a ese bebé... y ya no podría.

—Respira, es increíble. —murmuró, aún con esa sonrisa— Ahora déjame escribir algo con tu sangre para que el drama siga, seguramente alguien vendrá y te salvará. Aunque si no lo hacen en unas horas... morirás. Pero meh, es lo de menos.

La pelinaranja le observó aterrada y un tanto cansada por la pérdida de sangre, mientras el chico con sus dedos pintaba perfectamente en la ventana "Esto solo está comenzando" y luego se limpiaba en la capucha negra que llevaba.

Tiempo después, posó su vista en la pelinaranja. Esos orbes rojizos quitando gran parte de su labia, porque necesitaba oír lo que quisiera decir ella por lo ocurrido. Teatro, drama.

Como amaba ese tipo de cosas.

—Uryu... —lloriqueó la chica— ¿P-Por qué?

—¿Creíste que daría mi vida por ti? ¿Qué me interesaba ser jounin para seguir mi vida como Izune?

Él rió.

—Uryu, ella... sufrió. —sollozó la pelinaranja, al borde del colapso y de desmayarse— Y-Yo también, K-Kinoe y...

—Mal por ellos. —cortó, nuevamente saltando hacia la ventana sin empatía alguna— Ahora si me permites, tengo cosas que arreglar.

Y tras una borrada de memoria instantánea, el Uchiha salió disparatado de ahí con suma rapidez.

Porque sí, este era el nuevo comienzo, pero no el que todos esperaban. Este era... el verdadero comienzo.


// Espero les haya gustado el epílogo, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.

¡Hola! ❤️ Puesssss, ¿Qué les ha parecido? Según yo era bastante obvio que el de las sombras siempre fue Uryu, o en realidad que nunca fue Yoshiro. Porque hablaba a través de genjutsus yyyyy #censura ahre 😂 Eso se verá después.

Así que de corazón espero que hayan entendido algo o les haya gustado porque ansiaba por decirlo😭❤️.

Yyyy, ahora sí con esto finaliza UCHIHAS y no daré gracias tan alargadas que en el siguiente apartado pondré todos los agradecimientos y la sorpresa que les está esperando ❤️😍 Aunque creo que muchas pueden imaginarlo 🤔 no deja de ser sorpresa para mí jaja.

Con esto, me despido y les doy las gracias por siempre leerme y apoyarme, que tengan un lindo día o noche 💕.

Amarlas es poco, adiosín💕

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