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[29] ¿Banshees? No, Izuna

Decir que Hibana e Izuna estuvieron poco tiempo en las cuevas era un completo insulto que lo sería suficiente grave, como para unirlos a que te partan la madre -Izuna y Hibana ahora sentían que tenían una aversión por las cuevas malditas cosas horribles-. Ambos Uchiha estuvieron días y noches completos bajo las peligrosas minas de Minecraft sin dormir, recorriendo el mapa y picando todo lo que encontraban como si fueran langostas hambrientas.

Picaron tanto, que incluso encontraron la ciudad del Warden de tanto que picaron sin sentido, lo que hizo que Hibana bloqueara la entrada mientras sudaba frio y apartaba a Izuna de una patada lejos de la musgosa fangosidad que era la propagación de muertes del Warden.

Sabiendo que Izuna ya estaba molesto por acompañarla a picar gemas oscuras para el Evilcraft, Hibana fue extremadamente comprensiva y le explicó -tan pálida que incluso Sai tendría que admitir la derrota ante su palidez- a Izuna la terrible bestia que ahí habitaba -Estaba tan asustada que casi se meaba encima, no podía correr el riesgo de perder todo lo que llevaba en el inventario, no, cuando llevaba stacks de hierro, carbón, oro, esmeralda y diamantes-.

Un monstruo de colosales alturas -exagerado a propósito para causar más pavor a Izuna- con el pecho abierto que contiene almas en su interior, encerradas entre sus costillas visibles, que se agitan mientras más alterado esté esa enorme bestia, con una boca grande y abierta lista para devorarte de un bocado, mientras que una sustancia babosa como musgo cae por su cabeza volviéndolo ciego, con grandes cuernos al costado de su cabeza que sirven como antenas para sentir la vibración de donde estás para encontrarte y matarte.

Como si su apariencia no fuera suficiente aterradora, el Warden tiene la capacidad de destrozarte completamente de un solo movimiento y que, dependiendo de la dificultad, podría quitarte entre 8 a 22 corazones de un solo golpe -por cierto, tienes solo una hilera de 10 corazones que se pueden contar como 20 ya que se parten por la mitad, dicho esto, incluso con una manzana dorada, el Warden te reventaría de un hit-, deshabilitando tus escudos en el proceso haciéndolos inútiles.

El Warden es una bestia que puede matar incluso a quienes poseen una armadura de Netherita completa -eso hizo sudar profundamente a Izuna, conociendo la diferencia de daño entre una armadura de Diamante y Netherita-.

Por no decir que, si estás elevado sobre el nivel del suelo, esa bestia puede lanzarte un ataque sónico que puede atravesar bloques para destrozarte vivo. Con solo uno de sus poderosos chillidos, el Warden puede quitar entre 3 a 6 corazones con su voz, pasando por alto completamente incluso el encantamiento de protección de las armaduras.

Izuna inmediatamente sospechó que una criatura tan maquiavélica y malvada solo podría provenir del Evilcraft -sus prejuicios sobre el Evilcraft eran demasiado arraigados como para que Hibana pudiera hacer algo al respecto más que dejar que pase el tiempo-, pero Hibana le dijo que era un jefe por defecto de este mundo y, por ello, extremadamente peligroso ya que estaba diseñado para matarte de uno o dos golpes dependiendo de la dificultad.

Sabiendo lo terrible que era el bicho ese -¿Cómo demonios era eso que incluso siendo ciego podía rastrearte con facilidad?-, Izuna y Hibana dijeron "patitas pa' que las quiero" y corrieron lo más lejos que pudieron -corrieron tanto que casi se mueren por falta de comida-, sin darse cuenta de que habían conseguido dos logros en el proceso.

Cuando volvieron a casa, habían destruido al menos ocho picos cada uno, tenían al menos un stack de diamantes y apenas, entre ambos, tenían un stack de gemas oscuras.

¿Quién le iba a decir a Izuna que esas mierdas eran tan difíciles de encontrar? Se pasearon por las cuevas de Minecraft de arriba hacia abajo y apenas encontraron un mísero stack entre los dos.

Izuna estaba molesto, tenía como seis stacks de hierro, tres stacks de menas de oro, un stacks de diamantes y el resto de carbón para quemar las cosas.

También trajeron un poco de pedernal para las flechas.

Santos cielos, Hibana e Izuna llegaron reventados a la base mientras que Madara y Akihito vivían una tranquila experiencia de granja y cultivación.

Akihito estaba maravillado por el simple y sencillo sistema de agricultura de este mundo, también por lo fácil que era generar recursos y como no tenían que esperar más que unos segundos para que los animales se aparearan y saliera una pequeña cría, que en unos minutos se volvería grande.

Este mundo era demasiado maravilloso, no le extrañaba que el maestro de su preciosa hija no dejase entrar a casi nadie, incluso cuando él mismo era el padre de su hija. Akihito lo comprendía de cierto modo, dejar que Madara-sama e Izuna-sama entrasen en este maravilloso mundo era para asegurarse de que su alumna no fuese a sufrir en su mundo original, si es que alguna vez se descubrían las maravillas ocultas que Hibana regalaba tan casualmente, como las pociones de curación y regeneración.

Aunque nunca fueron al Nether -Madara sospecha que si enviara al Nether a Akihito sin el permiso de Hibana la niña realmente intentaría castrarlo con una sierra oxidada-, Akihito estaba bastante curioso por ir a ese lugar descrito como el infierno. Aun así, Akihito conocía bien su lugar y no preguntó por la curiosa segunda dimensión dentro de esta dimensión ya que sabía que la prioridad en este momento, no eran las aventuras y ni la recopilación de información, sino el cultivar grandes porciones de tierra y criar animales.

Dios, su preciosa Hija vive en un castillo que solo le pertenece a ella, Akihito estaba muy orgulloso porque, según Madara-sama, ese castillo lo había construido ella misma.

Cuando Hibana e Izuna volvieron a casa, tan estaban reventados que se desplomaron en el suelo a la vez, tenían grandes ojeras por debajo de ojos demostrando que no habían dormido ni un minuto durante todo el tiempo que estuvieron ausentes. Sus cuerpos estaban todos sucios, sus armaduras no brillaban tanto como al principio, mostrando cuan desgastadas estaban y ambos suspiraban como si fuese a ser su último aliento, aun así, mientras Izuna iba a ordenar cofres, Hibana se puso de inmediato con el Evilcraft.

Teniendo las gemas que Izuna le dio, Hibana empezó a crear un Blood Extractor o, para los amigos, una jeringuilla de sangre, para recolectar sangre de forma pasiva mientras mataban a mobs hostiles y pacíficos o la que se encontrase en el suelo cuando algún mob se estampara contra el suelo.

Hibana juntó varias jeringuillas hasta conseguir cuatro jeringuillas de una capacidad de 25,000ml para obtener sangre, todo por el bien de llenar como se debe el horno de espíritus.

Hibana lloró por todo lo que tediosamente tenía que hacer, pero aun así se tragó sus quejas y trabajó diligentemente.

Todo por Konoha...

Todo por vacaciones remuneradas...

Madara, Izuna, tendrán que darme un aguinaldo todos los meses o ella soltaría Zombies por Konoha.

Pensando en eso, Hibana inició una loca carrera para Crafter un montón de cosas mientras su padre y Madara, durante los últimos seis días de Minecraft, han estado conociéndose y llevándose bien mientras cultivan y crían animales entre charlas ociosas.

La vida era pacifica para los dos, mientras que Izuna estaba tirado en el suelo por tanta aventura y Hibana estaba comiéndose sus lágrimas mientras crafteaba un Infusor de sangre, un Cofre Gigante de sangre, un Reanimador de espíritus y un Horno de Espíritus.

—I-izuna... —Hibana gimió tragándose sus lágrimas, su rostro estaba pálido demostrando lo miserable que era, sus ojos estaban hinchados por las lágrimas y miró al Uchiha acostado de cara contra el suelo—... N-no me alcanzaron.

—¡Nooooo...! —Izuna soltó un grito que podría poner los pelos de punta incluso a las Banshees y ambos salieron miserables de nuevo hacia la cueva—. Te odio, te odio tanto —siseó venenosamente Izuna mirando con rabia a Hibana, pero había lagrimas escapando de sus ojos mientras tomaba la jeringuilla que Hibana le entregaba con resignación.

No podía creer que tenía que sufrir tantas injurias, ¿Era este su karma?

Izuna solo podía tragarse las lágrimas mientras apretaba la jeringuilla con fuerza y la metía en su inventario principal.

—Yo también... —sollozó Hibana, aceptado su destino de ser una esclava no remunerada por el momento.

Maldita sea, necesita un mod de esclavos, digo, de trabajadores felices no remunerados que se ponen la camisa por la empresa, digo, por el pueblo.

—¿Sucede algo? —preguntó Madara al mirar las lamentables figuras de su hermano menor y su alumna.

—Toma esto, dale la otra a papá —Hibana le entregó dos extractores de sangre y Madara frunció el ceño.

—¿Para qué es...? —Madara no pudo terminar de hablar cuando Izuna lo miró con ojos que reflejaban el vacío.

—No preguntes... solo llévalo en tu inventario principal mientras matas animales... o monstruos... —Madara se quedó sin palabras y miró a Izuna y Hibana caminar tristemente de vuelta a la mina.

Parecían tan miserables y desgraciados...


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Sin dibujo hoy porque me demoré mucho con esta actualización sjsjsj

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