VI. Somnolencia II: Isaac, la redención de Chester
Yo no busco la redención de las consecuencias de mi pecado. Yo quiero ser redimido del pecado en sí, o mejor dicho, incluso del pensamiento mismo del pecado. Hasta que alcance ese fin, me sentiré satisfecho de sentirme angustiado."
-Mahatma Gandhi
(Sugerencia: reproducir la canción en multimedia)
DESDE QUE ISAAC CASTELLI se había percatado de que todo lo que había estado viviendo no era más que un sueño, todos los personajes que se hallaban a su alrededor se habían distorsionado, cual imágenes de un televisor antiguo, hasta desaparecer y tan solo quedo una ciudad despoblada que era donde se hallaba ahora. Solo, sin saber que hacer o adónde ir.
Su cerebro tampoco parecía querer cooperar, no tenía recuerdos claros. Era como tener un rompecabezas mental en el cual ninguna de las piezas encajaba. No estaba seguro de nada.
Aunque si había algo de lo que estaba seguro: se encontraba en un sueño. No había otra explicación validera, todo había sido demasiado perfecto para ser verdad o al menos era lo que su racional cerebro le decía a gritos. Las pruebas fehacientes estaban regadas por allí y sin embargo las había ignorado, por ello Isaac estaba más que seguro que si se había convencido de que aquella fantasía era cierta era porque él mismo así lo había querido.
Luego de varios minutos parado en medio de una calle vacía observando el azul cristalino del cielo se decidió a emprender la marcha. Nada podría hacer quedándose quieto. Debía averiguar que rayos pasaba y también como abandonar aquel sueño. Además el sol ya comenzaba a perderse en el horizonte y Isaac no estaba seguro que pasaría después de eso.
Comenzó a caminar en medio de esos callejones, se parecían a los de su vecindario en Chicago, eran casi una replica exacta, allí estaba el viejo almacén, el kiosko de revistas, ¡hasta la basura acumulada estaba allí! Pero todo vacío, sin gente o siquiera el más minúsculo animal rastrero.
Isaac continuó su camino mientras los últimos rayos de sol seguía pegando en su cabeza. Si continuaba así, caería desmayado por insolación. Lo cual hubiera sido un hecho muy curioso, según pensaba él, pues ¿qué pasaba al desmayarse alguien en un sueño? ¿Pasaba a un siguiente sueño? Era una pregunta estúpida aun para él, se reprendió.
En esas poco inteligentes cavilaciones estaba cuando, pasando por un local, le pareció ver reflejada en las vidrieras la figura de una extraña persona caminando tras de él. Isaac se detuvo, iba a darse vuelta, pero no lo hizo.
«No, no es posible, no hay nadie aquí. Debí de habérmelo imaginó», razonó y continuó caminando.
Pero cuando iba a dar el segundo paso, lo siguiente que sintió fue un "crack", como si alguien detrás de él hubiera pisado un papel en el piso, Isaac supo que no había sido él, el problema es que tampoco podía ser otra persona ¿o sí?. Se detuvo y esta vez miró por sobre su hombro.
Un hombre vestido de gris y que usaba una capucha que le cubría prácticamente la mitad del rostro, estaba a sólo escasos metros de él.
Isaac no lo detalló más, esa sola presencia bastó para que se echara a correr sin pensarlo dos veces con toda la fuerza que sus pies le permitían. El encapuchado, al verse descubierto por el muchacho, también corrió tras de él ya sin ningún disimulo.
Aquel hombre quizá tenía la respuesta para salir de aquel ensueño en el que se había metido había sido lo primero que se le había ocurrido a Isaac, pero aquella figura se veía bastante amenazante como para ser alguien que le podría brindar ayuda, además lo había estado acechando entre las sombras, por lo que había notado. Así que su instinto de superveniencia se activó. No quería terminar mal. No sin antes averiguar que estaba sucediendo.
¿Uno podía ser dañado en sueños? Isaac se había preguntado mientras corría, pero no quería quedarse para averiguar la respuesta.
El joven estaba ya más que seguro de que era un sueño pues a pesar de la corrida y del dolor de cabeza, él aun podía mantener la velocidad con la que había iniciado la carrera, aunque el hombre que lo perseguía tampoco parecía cansado. Ya habían salido de la callejuelas de su vecindario y ahora se hallaba en la zona céntrica de la ciudad.
Isaac comenzó a sentir el cansancio y a aminorar el paso, él nunca había sido bueno en deportes ni aún en sueños. En las carreras de atletismo, era el que siempre llegaba último y no le importaba. Era un intelectual no un deportista, era lo que solía decir tras cada derrota.
Pero esta no era una simple carrera escolar, era una carrera para salvar su vida. Y las pisadas de su perseguidor ya se sentían cada vez más cerca de él. Perder esta vez no era una opción.
Isaac tuvo que sacar fuerzas de donde no tenía y volver a correr. Fue cuando avistó el edificio de la facultad de ingeniería que fue casi como ver una luz al final de un oscuro túnel. Pues estando allí, y con la cantidad de aulas que había podía encontrar en donde ocultarse al menos para descansar por un rato y luego ver que hacer para huir de su incansable perseguidor.
Después de salir de sus pensamientos, Isaac volvió a sentir que el tipo le estaba pisando los talones, así que apresuró el paso y viró a la izquierda; iba a entrar, pero por la puerta ubicada al oeste así lo despistaria, pues si lo hacía por la frontal de seguro lo habría atrapado antes de siquiera cruzar la entrada.
Su plan parecía haber funcionado, el sonido de las pisadas tras de él habían desaparecido, aunque sólo fue un alivio momentáneo. Poco después de entrar al edificio, volvió a sentir a ese tipo tras de él.
A diferencia de otras universidades, la facultad de ingeniería no era un edificio entero, sino que estaba separado en varios bloques. Básicamente cada aula, era un pequeño edificio. Algunas estaba pegadas de a tres y otras de a cuatro, y otras apiladas, formando todas juntas el gran edificio que rodeaba al gran anfiteatro, el centro de todo.
Isaac se deslizó por el espacio que había entre la biblioteca y este. El césped estaba resbaladizo e hizo que Isaac patinara y le dificultara moverse con facilidad. Pero pronto pudo recuperar la estabilidad.
Su plan parecía irse al tacho pues hasta donde había recorrido las puertas de las aulas estaban todas cerradas y quedarse a probar si era con llave o no, no era precisamente lo mejor que podía hacer, no mientras aquel hombre le siguiera pisando los talones.
El joven, sintiendo a su perseguidor cada vez más cerca, decidió olvidar su plan original y tomó por las escaleras. El ascensor estaba al lado de ellas también, pero con su suerte no estaba seguro de que éste fuera a funcionar.
La escalera que formaba una espiral alrededor de una gruesa columna de varios metros de altura conectando los tres pisos principales de la facultad.
Isaac estaba ya sin aliento cuando había llegado al segundo piso, el sol le estaba pegando fuerte en ese lugar; así que tomó un pupitre que había en el pasillo y la lanzó por la escalera para impedir el paso del tipo misterioso y continuó corriendo, aprovechando el tiempo que creyó haber ganado abandonó la escalera caracol y tomó por las aulas del tercer piso. Trató de abrir algunas, pero éstas estaban -como él había sospechado- cerradas. El joven tuvo que tomar las escaleras que había al final de estas, y seguir su marcha hasta las del cuarto piso hasta que por fin llegó a las escaleras por las cuales había empezado.
Subió estas y se dio con que ya no había más para donde correr, las escaleras desembocaban en una superficie plana donde futuramente se iban a construir nuevas aulas y lo único que allí había era el tanque de agua. Se había acorralado solo.
Isaac se llevó la mano hacia su cabeza y entrelazó sus dedos en su cabello hasta desordenarselo; él sabía esto, pero en su intento de huida, esa información parecía haberse borrado de su mente.
Luego de tanto correr se animó a mirar hacia atrás y casi sintió alivio pues su perseguidor parecía no haber llegado hasta ahí... Parecía...
En cuanto el joven volvió la vista hacia adelante, lo tuvo frente a frente, y este en poco menos de un segudo lo sujetó de la camisa y estrelló contra la pared de cemento en que estaba apoyado el tanque de agua. Isaac se había preguntado si él podía ser lastimado en sueños, y el fuerte dolor que sentía su espalda y sus sesos tambaleando dentro de su cráneo habían sido su respuesta.
Ese tipo era fuerte pese a que físicamente no parecía ser más alto o corpulento que él y él era bajo y muy delgado, se preocupó Isaac. ¿Quién o qué rayos era aquel sujeto?
Tuvo que recuperarse pronto, para tratar de soltarse. La lucha tampoco era su fuerte, pero se vio obligado a sacar fuerzas de dónde pudo y lo sujetó por la ropa también y trató de empujarlo para obligarlo a soltarlo. El hombre retrocedió bruscamente unos pocos pasos atrás, pero arrastrándolo a él en el proceso pues el extraño no lo había soltado.
Sin embargo su esfuerzo no había sido del todo en vano, pues hizo que la capucha que le cubría el rostro a su atacante se cayera hacia atrás. Permitiéndole verle el rostro por primera vez.
El joven aspirante a ingeniero abrió enormemente los ojos, decir como platos era poco.
—¡¿Q-quién diablos eres?! ¿Qué es lo que quieres? —interrogó, sin comprender nada.
El hombre que lo había estado persiguiendo sin dar tregua, era exactamente igual a él; el mismo color de ojos marrón, el mismo corte de cabello y las mismas facciones. Casi habría pensado que estaba frente a un espejo sino fuera por la ropa y aquella mirada pérdida que su perseguidor tenía.
Su "clon" esbozó una sonrisa.
—¿Acaso no te has dado cuenta? Soy tú. He venido en tu ayuda. Esa ayuda que tu cerebro clama a gritos —su voz sonaba extrañamente como la suya pero más grave.
Isaac liberó a su clon pero no porque sus palabras le hubieran generado confianza, sino porque sus manos habían perdido toda su fuerza a tal punto que no podía ni mantenerlas en alto; su clon en consideración lo soltó a él también. En ese instante las piernas se le doblaron, el joven había perdido lo único que lo mantenía en estabilidad, y cayó de rodillas al piso. Sin embargo, recobró sus fuerzas y retrocedió varios pasos hacia atrás; Isaac desconocía las verdaderas intenciones de su doble y no quería tener que averiguarlas, Un ligero trastabilleo y Isaac volteó para ver cuál era el motivo, dándose cuenta que estaba al borde del techo y que éste estaba a varios pisos del suelo, jamas se había imaginado que la distancia fuera tanta; era una muerte segura, dedujo al instante. De un salto volvió hacia adelante. No había nada más que hacer. Su malvado otro yo lo tenía acorralado. Ambos quedaron frente a frente otra vez.
—¿De veras eres yo? —fue lo único que se le ocurrió preguntar.
—Se podría decir así. En realidad, soy una parte de subconsciente, esa parte lógica que busca que reacciones. Y te he perseguido, sí; pero fue porque tú huiste, huiste de una verdad que estoy seguro ya conoces pero te niegas a aceptar: fuiste inducido a un sueño.
—"Sueño"..., es verdad, lo sabía, o al menos lo sospechaba ¿pero inducido?
—Annabelle te necesita.
—Isaac, despierta ¡por favor! —una voz femenina se hizo oír— ¡Isaac! —era casi como un pedido desesperado.
Por un momento, le pareció que su doble tomaba la forma de Annabelle, pero fue una impresión que sólo le duró segundos, pues, repentinamente, le empezaron a latir ambas sienes, eran fuertes y repetidas puntadas como si alguien le estuviera taladrando la cabeza. Isaac sin poder tolerar el dolor entrecerró los ojos y llevó las manos hasta su rostro. Una serie de imágenes difusas inundaron su mente, sin que pudiera hallarle sentido alguno.
—Ambos fueron capturados... —explicó su doble exacto, casi como si hubiera leído la mente de Isaac y hubiera visto esas mismas imágenes. Tal vez era cierto que eran la misma persona—. Tú aun sigues dentro de tu mente. Debes despertar, ambos están en peligro.
—¿En peligro? ¿Despertar? ¿Cómo despierto? ¡¿Cómo?! —interrogó Isaac, el dolor ya había pasado, y él volvió a erguirse.
—¡Oh! Creo que yo puedo ayudarte con eso—el doble de Isaac caminó hasta él, con una extraña sonrisa en su rostro casi siniestra. A Isaac no le pareció nada bueno pero viendo en donde estaba no fue capaz de retroceder. Su clon se detuvo frente a él y, colocando su mano en el pecho de Isaac, lo empujó—. De nada.
Isaac ahogó un grito, y mientras caía pudo ver como su doble lo observaba estoico con una sonrisa maliciosa en el rostro y los últimos rayos de sol iluminándole la cabeza. Eso fue lo último que vio antes que su cuerpo se topara con el duro cemento y la oscuridad lo rodeara.
****
El seguido golpeteo de algo metálico contra un vidrio comenzó a molestarle, le aturdía los oídos. Quería seguir durmiendo «¡¿quién es el que hace tanto escandalo?!» Isaac pestañeo repetidamente, al principio lento pero luego más rápidamente hasta que finalmente abrió los ojos y lo primero con lo que se toparon fue una molesta luz blanquecina que le impedían mantener los ojos abiertos. En cuanto sus ojos se acostumbraron a la luz, comenzaron a vagar por su nuevo entorno. La posición en la que se encontraba parecía privilegiada pues podía ver todo a su alrededor y descubrió que estaba en cualquier lado menos en su habitación.
Era un extraño lugar, parecía un laboratorio; pero no había químicos o un microscopio o lavatorios o cualquier otro instrumento típico de esos lugares.
Sólo había una mesa de vidrio y junto a ella estaba un uniformado; un hombre de complexión delgada que estaba de espaldas a él, pese a que llevaba gorra, pudo notar que tenía el cabello rapado. Isaac se dio cuenta que aquel había sido quien hacia todo ese escándalo. Isaac no podía ver exactamente que es lo que hacía, pero debía ser algo importante pues estaba bastante concentrado en aquel quehacer y en refunfuñar algo que Isaac no lograba entender, pero el soldado parecía estar muy molesto con alguien. Isaac esperaba que no fuera con él.
Trató de moverse, pero no le fue posible; no demoró nada en notar que estaba encadenado a una pared. Se encontraba cerca de entrar en pánico, cuando de inmediato recordó las palabras dichas por su subconsciente, su otro yo, pero unas en específico: «Están en peligro»
Por supuesto, su encadenamiento tenía que ver con ello.
Sin embargo, de esa manera, él no podía hacer nada, más que esperar a ver que era lo que el uniformado tanto hacía. Aunque una voz en su interior le decía que no era nada bueno.
—¿Dónde estoy? —preguntó el joven al sujeto. No era precisamente la mejor opción, pero no había nadie más allí que pudiera aclarar sus dudas.
El uniformado se dio vuelta, y Isaac confirmó sus sospechas En una de sus manos traía un revólver que tenía una forma que jamás había visto antes.
Pero eso no fue lo que más extraño que Isaac vio, sino el soldado en cuestión. Aquel militar se veía exactamente igual al vocalista de la banda que a Annabelle tanto le gustaba. ¿Cómo era que se llamaba? ¿linkin... Park? Sí, Linkin Park ¿Qué acaso seguía soñando?
—Vaya, has despertado —comentó el soldado, sin modificar su gesto serio.
«¿Cual era su nombre?, Isaac se preguntó, ¡Claro!»
—¿Chester? ¿Chester Bennington? —se animó a decir.
Chester enarcó una ceja, confundido de que aquel joven supiera su nombre. Pero, luego recordó aquella ley de universos paralelos que aquel viejo Bruffman había dicho en aquella transmisión por TV: "A veces en otros universos puede haber dobles nuestros, son como nuestras versiones paralelas."
A Chester nunca le había interesado aquel tema, pero al menos, la corta atención que había puesto al noticiario un día, sirvió para que él se ahorrase el pedir explicaciones. No quería entablar conversación con el joven, mucho menos cuando estaba a pocos minutos de acabar con su vida. Después de todo le habían dicho que lo asesinara en cuanto despertara. Y ya estaba despierto.
—Sí, soy Bennington. Pero no el que crees. Me preguntaste donde estabas, pues no en tu mundo precisamente.
—¿No en mi mundo?
"Secuestro extraterrestre" fue lo primero que pasó por su mente, pero luego recordó la información de universos parelalelos que había estado leyendo después del paréntesis que el profesor de su universidad había hecho días atrás, y no demoró mucho en comprender las palabras de Chester.
—Estoy en un universo paralelo, entonces —dijo.
—Vaya, lo asimilaste rápido. Así es... —Chester terminó de insertar un cartucho en su arma—. Bienvenido al Universo 23.
Con gran velocidad, Chester tomó el arma y apuntó directamente a la frente de Isaac.
Isaac tampoco demoró en saber a donde iba esto. Sin duda, era un objeto de tiro al blanco humano.
—No, no. ¡Espera! —rogó. Si sus manos hubieran estado sueltas, él las hubiera usado como escudo—. Chester, no por favor. Al menos dime que he hecho. ¿Por qué pretendes o pretenden acabar con mi vida? ¿Cometí algún error? ¿He dañado algo?
—No has hecho nada y además ¡eso no es de tu incumbencia! Ni de la mía. Sólo trato de cumplir ordenes —contestó Chester, tratando de imitar la frialdad con la que Henrik solía hablar y hablarle a él específicamente. Chester volvió a fijar su objetivo.
Isaac no pudo evitar notar que la mano del soldado temblaba, era un temblor casi innotorio pero cuando el arma en cuestión apuntaba tan fijamente al medio de sus ojos no era tan difícil de ver.
Aquel temblor hizo que él se diera cuenta que quizá Chester no estaba tan de acuerdo con sus ordenes como quería hacerle creer. Así que iba a tratar de apelar a ese lado. Necesitaba salvar su vida si quería salvar la de Annabelle. «Annabelle... ¿Dónde estará?», no dejaba de preguntarse.
—Chester, Chester. No lo hagas por favor —rogó—. Puedo ver que eres una buena persona y no quieres hacerlo. Por favor, no dispares. No tienes que hacer esto. Tú sabes que no lo merezco.
Chester trató de mantener la mirilla apuntada al chico pero su mano seguía temblando y de manera peor; Isaac tenía una mirada lánguida y triste como la de los perros abandonados que están a punto de morir. Sintió lástima por él y sus patéticas súplicas le estaban llegando. Y junto con ellas las memorias de su horrible pasado.
Hacía algún tiempo el nombre de Chester Bennington era sinónimo de muerte. En esa época la cual él no era más que un simple sicario que asesinaba sin piedad a quien se le ordenara; siempre y cuando la paga fuera buena.
Sin embargo, la ruleta de la fortuna (¿o del infortunio?) había dado una inesperada vuelta y de un día para otro había terminado trabajando para una organización peor que la de los mafiosos que le pagaban para sacar del camino a la competencia o cualquiera que se apeteciera a esos tipos.
El gobierno, sin duda, era aún peor que los mafiosos.
En esa época él hubiera sido capaz de volarle la tapa de los sesos sin dudarlo, pero claro, en esa época ninguna de sus víctimas se encontraba tan cerca como para suplicarle por su vida de esa manera. Él sólo debía ubicarse en un sitio estratégico y disparar con un rifle especial y al instante el festival de sangre daba inicio. Acto seguido venían los gritos desesperados, el llanto de los familiares. Pero eso ya no interesaba a Chester, él ya había hecho su trabajo y por ende lo que importaba era su paga.
Tal vez sí hubiera tenido piedad de haber sucedido o tal vez no....
Definitivamente, no. Lo que sucedía era que se había "ablandado".
Y la responsable directa de su "ablandamiento" había sido su esposa Talinda, aquella chica había sido no sólo capaz de conquistarlo sino también de devolverle la humanidad que había perdido durante su vida en las calles. Y he aquí las consecuencias.
Pero no era la culpa de ella, sino de Henrik, no había sido más que un castigo que él le había impuesto por insubordinarse ¡Maldito Henrik!
El tipo le odiaba, eso era seguro y aun se quedaba corto con la palabra. Chester no entendía el porqué pero estaba más que seguro que era así. Tal vez porque le habían obligado a aceptar un sicario como soldado o porque no podía evitar desafiar a la autoridad, pero el hecho era que su sola presencia parecía desagradar al General.
Sin embargo, la había sacado barata con el castigo, pues si no fuera porque era el arma más valiosa de los altos mandos no cabía duda de que Henrik hubiera empleado otros castigos más fuertes. Los había visto emplearlos en otros de sus soldados que habían sido capaz de desafiarlo; pero no en él. No, ¡nunca e él! ¡Ni pensarlo! Sería castigado severamente de hacerlo. No era que los altos mandos tuvieran consideración con su persona, era más bien con su talento. Perder al mejor mercenario que habían tenido no era una opción. Sería como tener el arma más poderosa y quebrarla sólo por haberla dejado caer al suelo en un descuido. Porque esa era Chester para ellos: una arma.
—No puedo —sentenció el soldado—. Son mis ordenes, mi familia estaría en riesgo si no lo hago.
Chester volvió a apuntar al chico, esta vez ya estaba dispuesto a hacerlo. No podía titubear más. Pero en el instante en que iba a jalar el gatillo, el intolerante chirrido de la alarma se hizo oír por toda la habitación, haciendo que Chester perdiera el control del arma y casi escapara de sus manos. ¿Qué rayos pasaba?
Parecía que todo indicaba que no debía, pero, debía hacerlo. Chester volvió a tomar su arma, pero fue nuevamente interrumpido, pues desde el radio comunicador de su cinturón; una voz habló:
"Atención a todas las unidades. Código 18_..."
Él ya no siguió oyendo, dejó el arma sobre la mesa y apagó el aparato.
—¡Maldita sea! ¡Jodido aparato! —bramó con ganas de estrellar el radiocomunicador en el piso.
Chester afirmó ambas manos sobre la mesa de vidrio, para tratar de recomponerse y, luego, tomó su arma nuevamente.
Ahora ya no habría más irrupciones o eso creyó.
—Espera... Sé que tienes que hacerlo, pero, al menos... Al menos dime dónde está Annabelle. Annabelle, la chica que estaba conmigo. Debes de saber algo. Estoy seguro ¿E-ella está bien?
—Annabelle... —Chester murmuró como tratando de hacer memoria—. Está aquí al lado. Está bien —Isaac suspiró aliviado—. Pero no por mucho, correrá la misma suerte que tú. Sólo espera a que tu turno acabe.
—¡No! ¡Eso no! Escucha... Chester —A pesar de todo Isaac no dejaba de sentirse raro por conversar con un asesino que era tan parecido al músico Chester Bennington—. Escuchame: conmigo ya veo que nada puedo hacer, pero al menos... Ayudala , ayudala a ella. No quiero que ella tenga mi fin. Por favor, ayudala. Sacala de aquí. Prometeme que a ella no le sucederá nada.
—No puedo. Ella tendrá el mismo fin que tú. Lo siento. —Chester al disculparse había abandonado su fría expresión y se mostró compungido, luego, volvió a alzar el arma.
Isaac cerró fuertemente los ojos, ya resignado a su destino y aun preocupado por el de su amiga.
"Annabelle" alcanzó a murmurar, cuando se oyó el sonido de un disparo.
Sin embargo, Isaac no sintió dolor alguno y fue lo que le extrañó.
Abrió los ojos lentamente, buscó alguna lesión en su cuerpo, pero nada. Miró al costado y vio, con horror y una extraña sensación de alivio, que el balazo había impactado a escasos centímetros de su oreja derecha.
Entonces, miró al responsable del disparo, y comprendió el motivo: Chester Bennington aun estaba con el revólver en alto y el dedo en el gatillo, pero también con los ojos cerrados.
En su vida como criminal, Chester sólo había hallado la paz con su esposa; sin embargo las circunstancias le habían llevado a terminar trabajando para una mafia aun peor que la de los tipos con los que había trabajado y esa había sido el gobierno. Sin duda alguna, Dios o el karma o lo que fuera habían buscado cobrarle sus crimines de alguna manera. Y fue así que, luego de que le mandaran a asesinar a un conocido político (bastante cercano al presidente) porque había empezado a estorbar a quien le había contratado, terminara siendo capturado y usado para los propios fines oscuros del gobierno. Era un muchachito, un muchachito tonto. Quizá no más grande que el que tenía en frente. Se había dejado atrapar fácilmente, se había confiado demasiado de su invulnerabilidad. Nunca había sospechado, hasta ese momento, que lo que el gobierno quiere el gobierno lo consigue. Aún más fácil tratandose de un muchachito enclenque como él. Les había bastado con sólo dar la orden y en menos de lo que canta un gallo él se hallaba frente al propio presidente.
Y aun cuando había logrado librarse de ser el sicario personal del presidente -empresa que le había sido muy difícil-, tuvo que empezar a prestar servicios militares, así que lo que antes había sido una pantalla para encubrir su verdadero trabajo había terminado por volverse realidad. Era obvio que no le dejarían ir tan fácil. Su falta había sido grave. Chester aún no sabía que le desagradaba más si el ejercer de mercenario o de militar. En realidad le parecía que era igual sólo quería vivir en paz con su familia.
Chester abrió los ojos y parpadeó dos veces. «Está vivo», pensó estupefacto.
—Estás vivo —murmuró y miró hacia el agujerito de la bala. «Un maldito centímetro», se dijo «Un jodido centímetro». Chester se echó a reír frenéticamente como si en el agujerito que la bala había hecho al lado de la oreja de Isaac hubiera hallado lo más gracioso del mundo.
Isaac enarcó una ceja y se preocupó, pues este Chester paralelo parecía tener poca estabilidad mental o ninguna en realidad. ¡Rayos! ¡Reía a carcajadas! Incluso parecía llorar de a ratos. El joven comenzó a luchar con sus ataduras, aún si era un esfuerzo inútil valía la pena intentarlo; era mejor hacer algo que quedarse esperando a que ese demente recuperara la compostura y se le ocurriera jugar tiro al blanco nuevamente con él. Aunque sus intentos finalmente fueron tan vanos como creía. No había podido hacer nada con sus ataduras cuando Chester se recuperó de su ataque de locura temporal. El cañón del arma volvió a estar dirigido al medio de su frente y su verdugo lo observaba otra vez con esa mirada inexpresiva. Isaac palideció y su cara se deformó en una mueca de horror. «¡Debo intentarlo de nuevo!, se dijo a sí mismo, y volvió a sus ilusos intentos de liberarse.
En efecto así era. El soldado había decidido dejarlo a la suerte: si su disparo daba en el chico, habría cumplido su misión; seguiría con su detestables trabajo, protegiendo las instalaciones y su gente, y buscando nidos rebeldes, y por supuesto enviándolos al fin que él tanto trataba de evitar tener realizando ese trabajo; pero si el disparo erraba, en ese caso ayudaría al chico y a la chica ¿por qué no? a huir y a volver a su universo. Luego huiría con su esposa y sus hijos y se esconderían en el lugar más recóndito de la Tierra, del universo o lo que fuera. Libre de su pasado.
Isaac era su redención.
Chester repitió el procedimiento con las demás gruesas argollas metálicas que sujetaban a Isaac hasta que finalmente el chico cayó de rodillas al piso. Pero al fin estaba libre.
Fin capítulo VI
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Este capítulo se hizo uno de los más largos que he escrito (aún más que el anterior) así que decidí dividirlos en varios capítulos cortos. Va a ser como un pequeño intermedio antes de retomar la trama original. Una especie de saga "relleno" como en Naruto, con la única diferencia de que esto si tiene que ver con la trama. La voy a llamar la "Saga de Isaac" (creatividad nivel yo :v) o "somnolencia" como el título; igual ustedes pueden decirle como quieran. Va a tener cerca de tres o cuatro capítulos, igual voy a tratar de subirlos de corrido así no notan tanto el intervalo.
Annie F.L.
PD: voten y comenten please!
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