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IX. Un cambio de prioridades




Isaac lucía distinto, Annabelle notó. No era sólo que no usara su típica ropa, sino su apariencia física, estaba más delgado y pálido (casi recordándole la palidez de su propia piel), una rala pero notoria barba recubría parte de su infantil rostro dándole un aspecto más adulto y además bajo sus ojos marrones tenía unas grandes ojeras. Era obvio en él el cansancio y el abatimiento. Tan obvio como de seguro lo era en su propia apariencia, aunque no se había tomado el tiempo de fijarse, sabía que era así. Sin duda, los días encerrados habían hecho estragos con ambos.

Aunque ¡qué importaba! Ahora lo tenía de regreso y vivo.

Annabelle reposó su cabeza en el hombro del muchacho, acto que
hizo que Isaac la mirara extrañado. Su amiga no era el tipo de muchacha que le agradaran las demostraciones de afectó y mucho menos el contacto físico. No era una mujer fría, sino más bien poco demostrativa. Esta, sin embargo, no era la Annabelle que recordaba. Parecía una muchacha completamente distinta.

Se preguntó que le habría pasado para que ella tuviera aquel dócil comportamiento. Tal vez los hechos que habían vívido habían sido muy traumáticos, era una de sus hipótesis, pero no había podido confirmarla o desmentirla.

Habían ingresado hacia tan solo minutos al resto del grupo al destruido escondrijo rebelde y realmente aún no habían podido cruzar más palabra con Annabelle que cuando se hallaban afuera.

Un «Te extrañé» y aquel abrazo habían sido su única interacción.

Todos se encontraban reunidos en lo que antes parecía haber sido una sala de reuniones, había una enorme mesa rectangular cubierta por una tela amarillenta y llena de polvo, y varias sillas alrededor de ésta, mas de las que él recordaba haber visto en recepción. Sin embargo, la mayoría, estaban destruidas y sólo algunas eran todavía utilizables. Ocasionando que algunos tuvieran que quedarse de pie, sin embargo él y Annabelle habían conseguido hacerse de unas sillas sólo que estaban algo lejos del resto del grupo.

Al principio sólo hubo silencio, y miradas inquisitivas por parte de todos hacia todos. Pese a haber descubierto que él y Annabelle se conocían, ellos parecían seguir teniéndose desconfianza entre sí, más que nada provenían de quienes habían ayudado a Annabelle. Isaac no comprendía el porqué de aquella enemistad. Su amiga tampoco le supo decir. Lo que si le quedó en claro era que sin duda ellos por más parecidos que se vieran no eran los miembros de aquella banda de rock que tanto gustaba a su amiga.

Uno del grupo, al fin, se atrevió a hablar.

—Así que también se han vuelto fugitivos ¿eh? —inquirió Robert Bourdon. Él estaba afirmado en la puerta de entrada, su cabeza cubría parte de un despintado cartel en el cual se podía leer pobremente "Sala... juntas Quim I"

—Bueno creo que eso ya es bastante obvio —contestó Chester incorporándose en su asiento y afirmando los codos en la mesada.

—Me sorprende, pensé que eran soldados leales al ejército —comentó Brad, había cierta malicia en su voz.

—Nosotros pensamos que ustedes lo eran también —replicó el soldado.

—Nuestras prioridades cambiaron —explicó Robert Bourdon, dando un corto vistazo a Annabelle Dillinger.

—Las nuestras también —repuso el ex mercenario. Y ya ninguno se atrevió a cuestionar nada.

—¿Cómo llegaron aquí? ¿Cómo fue que escaparon —inquirió repentinamente Annabelle, incorporándose en su propio asiento. Ella se veía completamente diferente de momentos antes, sus oscuros ojos despedían un brillo particular y sus labios dibujaban una pequeña pero radiante sonrisa. Ya no quedaban rastro de aquella persona sombría que sólo buscaba acabar con su propia vida.

A Mike le agradaba verla así, pero otra parte de él no parecía disfrutarlo. ¿Por qué? Si se suponía que debía de estar contento, la chica ya había vuelto a ser la joven que él había conocido en el universo 32 hasta con mucho mejor humor y sin embargo, estaba más molesto. ¡Diablos! ¿por qué debía mirar al muchacho de esa manera?

La grave voz del soldado de barba anaranjada ingresó en sus oídos y le hizo salir de sus pensamientos.

—No fue fácil —decía, aunque el soldado no se refería exactamente a la huida en sí. Por la velocidad con la que había decidido parecía que Phoenix la había tenido sencilla al decidir traicionar al ejército y al gobierno, Pero en realidad había sido algo muy complicado; acababa de traicionar sus convicciones e incluso aun seguía sopesando si había hecho lo correcto o no. Pero ya había escogido, y un hombre como él no se iba a echar atrás. Además el ver que Bradford Delson también se hallaba ahí le daba aliento. Puesto que si aquel ex militar tan ejemplar había traicionado sus convicciones por ayudar a esa joven, entonces tal vez no había escogido el bando errado. Eso le tranquilizaba en parte.

—Nada fácil —acotó Chester e intercambió miradas con Isaac y Phoenix. Y entre los tres comenzaron a narrar brevemente sus desventuras, tratando de contar lo principal, y obviar los datos de poco interés como el sueño que Isaac había tenido, pues al final ese solo lo sabía él y no pretendía contarlo; o el pasado de Chester, dado que el soldado no tenía interés en contar detalles de su vida a tres personas que apenas sí conocía. Los demás solo oían atentamente cada palabra que decían, hasta que finalizaron.

—¿Y cómo hicieron para llegar hasta aquí? —quiso saber Annabelle— ¿Sabían que estábamos aquí?

—¡No, para nada! Pensábamos que estaba deshabitado —negó Chester con una voz que sonaba estrepitosa, pero para él era casi su tono natural—. Ninguno sospechaba hallarlos por aquí. ¿No es así, chicos?

Tanto Isaac como Phoenix asintieron con la cabeza.

—Creo que todo ha sido una gran coincidencia. Phoenix... David conocía este lugar —prosiguió Chester—, dijo que era un buen escondite y nos convenció de venir hasta acá.

—¿Ah, sí? —inquirió Brad un poco intrigado. ¿Será que estaba en presencia de un traidor?, se preguntó, Phoenix parecía más de los suyos que alguno de esos salvajes. Pero... ¿Quién sabe?

—Sí, lo encontré durante una redada —contestó Phoenix con voz calmada pero firme, fruto de su tiempo como soldado—, pero no hallamos nada. Sin embargo, me pareció un buen escondite ahora que los fugitivos eramos nosotros.

—¿Y ustedes como terminaron aquí? —esta vez era Isaac quién había preguntado.

—Farrell no es el único que pensaba que este era un buen escondite —dijo Brad Delson dando un vistazo a Rob Bourdon.

Y así fue como se inició una nueva narración, esta vez por parte de Michael Shinoda y el resto del grupo. Al igual que ellos sólo hicieron hincapié en lo importante evitando hablar de algunos otros temas secundarios. Rob no entró en detalles de su vida privada, es decir, su familia, tan sólo mencionó que él conoció a alguien que le habló del lugar y Annabelle, por su parte, no brindó más detalle que el hecho de que ella había visto a Isaac ser llevado al cuarto de al lado y que había perdido contacto con él, evitando contar lo que había llegado a creer y lo siguiente ya que le parecía muy bochornoso de contar más ahora que Isaac estaba a su lado.

Finalmente, con ambos relatos contados, confirmaron que sus objetivos eran los mismos y llegaron a la conclusión de que, mal que les pese, debían trabajar en equipo para poder lograrlo. No tenían otra opción. Al enemistarse con el gobierno habían quedado por su cuenta.

No obstante unirse había sido una excelente idea, los soldados hasta tenían hasta un mapa digital del sector tres, mucho mejor y más completo que el que Michael Shinoda había conseguido vía internet antes de rescatar a la muchacha, ya que Chester era enviado a hacer guardia a ese lugar en reiteradas ocasiones. Brad, aunque le doliera, tenía que aceptar que hacía un buen equipo con esos dos, pues de tener la mente de nublada e imposibilitada de hacer un buen plan había podido realizar uno brillante con Chester Bennington, que además de ser buen tirador, había resultado ser un buen estratega. Otra de las ventajas había sido que ellos habían traído varias armas, municiones y esa enorme camioneta. Los soldados por su parte obtuvieron a Brad, el mejor tirador del ejército. Phoenix lo sabía más que nadie. Delson había estado poco tiempo en el ejército pero había conseguido hacerse de una muy buena fama. Delson era uno de los mejores tiradores del 2000. Por otra parte, supieron que Robert Bourdon el silencio y tranquilo asistente de Shinoda también lo era. Tanto Chester como Phoenix dudaban de esto pero si Delson lo decía, deberían creerlo.

No obstante, si era cierto o no era lo de menos. Eran siete personas ahora y sólo dos eran peso muerto. Siendo cinco ese número les daba algo de ventaja, claro, siempre y cuando ninguno de esos cinco fuera un estorbo, un peso muerto porque entonces sí estarían en problemas. Ya suficiente era con los dos muchachitos.

Luego de un par de horas, el plan por fin había tomado forma. Todos los cabos sueltos parecían haber sido atados, el margen de error era de un pequeñisimo porcentaje, y podían vivir con ello. Los dos soldados se sentían orgullosos del plan que habían ayudado a idear, había válido la pena aguantarse el cansancio y el sueño. Pero quien más orgulloso estaba era Brad; se sentía orgulloso de su plan, de sí mismo, de los demás. Esa primera fase estaba siendo terminada. Luego, con el plan ejecutado, el ex soldado daría fin a esa tregua, y ya sólo debería ocuparse de él mismo y de su amigo. De su suerte. De salvar su pellejo y el de su amigo y el de Rob..., sí, de Robert Bourdon también. Y para eso ya no necesitaría de los soldados traidores.

Entonces fue cuando Michael Shinoda quien había tenido poca participación en la elaboración del plan hasta el momento hizo notar que aun no habían resuelto un punto muy importante:

—¿Y que hay del teletransportador? Ninguno de nosotros sabe manejarlo, hasta donde sé. Y aún si alguno supiera está bajo clave. Clave que sólo el ingeniero en jefe de ese sector conoce. Creo que tú y yo lo sabemos mejor que nadie ¿Verdad, Brad? Hemos hecho dos o tres viajes con ella después de todo.

Brad, algo perplejo, asintió con la cabeza repetidamente. Sí, él era más que conocedor de esto, y de hecho cuando estaban en el apartamento de Michael lo había mencionado varias veces, mas sin embargo, lo había olvidado por completo. ¿Cómo pudo borrar tal información de esa manera? Se preguntó. Pensar que ya casi cantaba victoria, casi llegaba al fin del plan. Y ahora había retrocedido varios casillas casi volviendo al punto de partida del tablero.

—Oh, yo creo tener la solución con respecto a eso —dijo Chester y todas las miradas se dirigieron hacia él. El soldado ya había estado pensado en eso desde el momento en que había decidido liberar la chico. Esa parte era la única cosa que tenía bastante clara.

—¿Ah, sí? —dijo Brad, enarcando una ceja incrédulo—. ¿Acaso tienes las claves de acceso? O espera no me digas... Claro, ¿sabes manejar el aparato ese?

—No más que tú sin duda... —replicó audazmente Chester, estaba mas que seguro que el cientifico solo buscaba provocarlo. Por algún motivo jamás le había agradado a Delson, aunque el tampoco hacía grandes intentos de caerle bien-. Pero conozco a alguien que se sabe de Pe a Pa el funcionamiento de ese aparatejo.

—¿Sí? Y quién es ese genio si se puede saber —inquirió Delson con desinterés. Los demás en el grupo se mostraron más sinceramente interesados en la respuesta.

—Joseph Hahn, el asistente del ingeniero en jefe.

—¿¡Ese idiota!? —vociferó Brad.


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En multimedia: como se ve uno de los sectores del laboratorio

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