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Sunghoon no se dio cuenta del momento en el que aquel chico había llegado a su lado, sin embargo ahí estaba, tan cerca de él viéndolo detalladamente con cara de preocupación, no pudo evitar que sus mejillas se pincelaran de una tonalidad carmín por la cercanía.

—Estás sangrando...

El pelinegro se arrodilló sobre el camino de tierra, llevando sus manos a sus mejillas sonrojadas, intentando ocultarlas torpemente.

—E-estoy bien —murmuró evitando hacer contacto visual.

—No, no lo estas, está saliendo sangre de tu frente —el rubio guardó silencio por un momento, pensando en que hacer —Mira, la casa de mi abuela está aquí cerca, podemos ir para desinfectarte la herida y que puedas quitar la tierra de tu uniforme, por lo que veo vamos a la misma preparatoria, así que tenemos tiempo de sobra, ¿estás de acuerdo?

Sunghoon asintió aún con las manos en sus mejillas, que por alguna razón seguían estando rojas.

—Bien, mi nombre es Sunoo, Kim Sunoo. Déjame ayudarte a levantarte ¿sí? —Habló extendiendo su mano para ayudarlo a ponerse de pie.

Park miró por unos segundos la mano extendida delante suyo, la piel se veía tersa y suave, lo que lo llevó a aceptar la ayuda que el rubio le estaba ofreciendo para ponerse de pie, provocando que su sonrojo se extendiera hasta sus orejas al sentir el contacto y el leve estremecimiento que recorrió su cuerpo. "¿Qué me está pasando?".

—Mi nombre es Park Sunghoon..

—Oh, así que fuiste tú el que me trajo los panecillos ayer, mi abuela me dijo tu nombre y que probablemente te conocería hoy en la preparatoria, es una lástima conocerte de esta manera tan dolorosa... Bueno, para ti —Comentó Kim, sonriendo y dejando a Sunghoon ensimismado con su belleza.

—Bu-bueno, realmente los panecillos los hicieron mi abuela y mi mamá, pero sí, yo los lleve.

Park se sentía algo atontado, y no podía estar seguro de que fuera por el tremendo golpe que se había dado, porque Sunoo sonriéndole de esa manera lo hacía olvidar la sangre que escurría desde su frente.

—Creo que será mejor que vayamos a curarte eso

El se agachó y tomó la bicicleta en la que Sunghoon iba hace unos minutos, comenzando a caminar hacia la casa de su abuela con la bicicleta a su lado y esperando a que el pelinegro lo siguiera.


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—Ya terminé, ahora solo te pondré una curita, ¿la quieres de ositos o normal?

—No-normal está bien para mí..

— ¡Listo! —Exclamó Sunoo al terminar de colocar el curita en la frente de Sunghoon.

—Gracias.

—No hay de que... Oh, el baño está en el pasillo, la primera puerta a la derecha, mi abuela tiene unas toallas pequeñas en el primer gabinete, puedes tomar una y limpiar la tierra de tu uniforme, yo esperare aquí —Instruyó el menor, regalándole una cálida sonrisa al mayor.

—Ah sí, ya vuelvo.

Sunghoon caminó hacia el baño, cerrando la puerta detrás de él y recargándose en ella, exhalando y tratando de calmar los rápidos latidos de su corazón. Levantó la cabeza topándose con su reflejo en el mediano espejo situado arriba del lavamanos; sus mejillas y orejas se encontraban rojas y habían estado así desde que se encontró con Sunoo. Seguía sin entender por qué estaba sonrojado de aquella manera, por qué sus manos seguían temblando, por qué su corazón latía tan rápido y por qué sus ojos habían observado con tanto interés y detenimiento el rostro del rubio mientras este limpiaba su herida, como si quisiera impregnar el rostro del menor en su mente para siempre.

Sacudió su cabeza y se acercó al lavamanos, abrió la llave y se agachó para mojar su rostro, intentando dispersar el vívido color carmín de sus mejillas. Abrió el gabinete que Kim le había indicado y tomó una de las muchas apiladas toallas, comenzando a limpiar su uniforme.

Después de limpiarse por completo volvió a la cocina, en donde Sunoo acomodaba las cosas que había dentro del botiquín de primeros auxilios.

—Oh ya terminaste, pensé que tardarías un poco más, ahora si podemos irnos a la escuela.

Sunghoon asintió, tomando su mochila de la silla en la que antes se había sentado, esperó a que el rubio tomara la suya para después salir juntos de la casa de la señora Kim; Park tomó su bicicleta - la cual se encontraba recargada al lado de la puerta- y siguió a Sunoo hasta que estuvieron fuera del espacioso terreno de YongSun.

— ¿Te irás en la bicicleta? Solo ten cuidado con las rocas, no vayas a caerte de nuevo —Habló el menor, ajustando las correas de su mochila.

—Ah, bu-bueno, realmente pensaba en ir caminando contigo —Respondió, sintiendo la vergüenza apoderarse de su ser.

— ¡Claro! Es comprensible que quieras evitar usar la bicicleta después de tremendo accidente. Vamos antes de que se nos haga tarde.

Llegaron a la preparatoria después de unos largos minutos de caminata, Parkcpudo percatarse de que Sunoo era muy bueno para socializar y que no le era difícil mantener conversación con él, pues hablaron de diversos temas como sus gustos personales, por qué vivían en aquel pueblo, etcétera; también se dio cuenta de que el menor era un chico muy carismático y amable, además de emanar ternura de manera natural; se enteró de que era un año menor que él y la mayoría de sus amigos, pues el único chico de la edad de Sunoo que conocía era Jungwon. Su plática fue amena y divertida, por lo que el llegar a la escuela y tener que tomar caminos diferentes lo desilusionó un poco.

—Fue un gusto caminar hasta la escuela contigo, hyung.

—Igualmente Sunoo, espero verte más tarde.

— ¡Adiós! —gritó el rubio mientras caminaba hacia su salón.

Sunghoon sacudió su mano como ademán de despedida, soltó un suspiro y se dio la vuelta para caminar hacia su aula, sin esperar chocarse con Heeseung.

— ¿Quién era él y por qué lo veías con los ojos tan brillosos? —preguntó Lee, levantando una de sus cejas.

—Yo no veía a nadie con los ojos brillosos.

—Sí, si lo hacías, y permíteme comunicarte que eso solamente lo haces cuando ves los bocadillos que prepara tu abuela.

—Da igual... Él es Kim Sunoo, nieto de la señora Kim —explicó el menor.

— ¡Eres un traidor!, no puedo creer que fueras a conocerlo sin mí —Exclamó fingiendo llorar.

—No fui a conocerlo, me lo topé de camino a la escuela —Respondió Park, soltando un suspiro de exasperación.

—Sí claro, haré como que te creo.

—Cree lo que quieras, hyung. Me voy a mis clases.

— ¡Park Sunghoon! ¡No me dijiste por qué te brillaban los ojos! —gritó el mayor mientras lo veía alejarse.

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