⟣ᴠᴇɪɴᴛɪᴜɴᴏ⟢
Enfocados en tanto júbilo, había pasado un año completo en el que mi relación con Sarah no se hacía sino más fuerte.
Habíamos tenido varios atentados, nada muy grave, y era sumamente reconfortante verla ayudarme a cumplir mi labor de protegerla (pues me había pedido que la instruyera en la defensa personal y el uso de algunas armas que llevaba consigo) para después venir a mis brazos y chillar emocionada:
-¡No me mataron, KooKoo!¿Viste eso?¡Logré darles una buena patada en el culo!¡Lo logramos, mi amooor!
Yo sólo reía y la besaba. Estaba verdaderamente aliviado de que por su locura de dárselas de karateka no hubiese terminado lastimada.
Por el momento, seguíamos escondiendo nuestro amor del mundo, pero estábamos bien con eso pues, en cuanto volvíamos a estar a solas en una habitación o rodeados de nuestro círculo de amistades y familia, era yo a quien sus labios besaban y quien acaparaba toda la verde mirada de mi RaRah.
Todos estaban felices por nosotros, incluso mis padres, que aunque estaban indignados por no poder conocer a su nuera ni siquiera tener una pista de su nombre o imagen, se alegraban de mi dicha y me recordaban siempre que dejar de ser tan cabezota me había resuelto muchos problemas.
Claro que tenían razón. Estaba muy ciego.
Pero, esas son aguas pasadas.
Ahora puedo darme golpes de orgullo en el pecho al saber que soy la persona que llena el corazón de mi pequeña rubia loca y con la que no le importa fugarse de las convenciones, ni las reuniones, ni los eventos, sólo para pasar un rato a solas en alguna parte donde no seamos vistos, y aunque muchas veces sólo nos besamos, otras terminamos haciendo el amor y no es la primera vez que casi nos descubren.
Pero poco nos importa. Nuestra pasión nos genera esa exquisita adrenalina que nos sigue acompañando al día de hoy y que nos hace olvidarnos de que hay más personas en el mundo.
Tal ejemplo de dichas fugas era el de aquel día.
Habíamos vuelto a la isla Toki para otra reunión con los Elders, pero ya notaba a Sarah bostezar cada tres minutos pues la reunión ya no era de su interés, y ciertamente sólo estaban hablando a modo de resumen de los aspectos positivos de lo que habían hecho en el mes entre todos y las mejoras que habían traído al mundo.
Sarah recientemente había logrado destapar un negocio lucroso que involucraba un poblado intrincado al norte de Suecia que se basaba en el tráfico de personas y su explotación sexual. Literalmente era un pueblo prostíbulo que tenía a personas de todas las edades como esclavos. Todo eso fue sacado a la luz por mi chica, y cerca de medio millón de personas fueron liberadas y devueltas a sus hogares con una indemnización y ofertas para reorganizar sus vidas. Fue bastante triste y lindo a la vez a cientos de niños querer abalanzarse sobre Sarah llorando de alegría porque ya no sufrirían más y estaban sumamente agradecidos con ella.
Con todo esto quiero decir que mi chica no tenía la necesidad de estar ahí pues ya sabía los resultados de su trabajo y claramente estaba al tanto de los de sus compañeros, así que simplemente se levantó y se excusó con que iría al baño.
Siguiéndola, llegué a pensar que realmente haría aquello, pero apenas estuvimos lo suficientemente lejos del salón de reuniones, se giró en mi dirección con una enorme sonrisa pícara y tomó mi mano.
-Vamos, Jungkookie. Salgamos de este aburrido lugar.
Sus risitas me contagiaron y no puse resistencia a dejarme guiar por ella. Desde afuera, cualquiera que nos viera, sólo podría pensar que somos buenos amigos pues ambos sabíamos qué distancias tener para pasar desapercibidos.
Fruncí mi ceño cuando me percaté que habíamos llegado al mismo muelle de aquella vez, y me sorprendió aún más encontrarme con el mismo yate de aquella vez, de nuevo saliendo su dueño de él.
El señor Garol Thister no había cambiado en todo ese tiempo, sólo se había cortado el bigote. Era un buen hombre, dedicado a la pesca y a su pequeña familia de una esposa, dos hijos y tres nietos. Recuerdo haberlo investigado tras el incidente y fui uno de los que defendió su inocencia.
-¡Oh! Joven Sarah, Jungkook-su sonrisa nos contagió e hicimos una suave reverncia ante él pues había hecho lo mismo-. Me alegra que hayan llegado. Hace unas horas terminé de ajustar los detalles de su yate. Todo está perfecto, y les aseguro que esta vez no quedarán perdidos.
Ambos compartieron una cómplice risa, pero yo no entendía la situación.
-Gracias, señor Garol ¿Cómo está su esposa? Me dijo su hijo que una de sus nietas quiere ser abogada. Debe presentármela para yo misma comprobar y apadrinar ese potencial.
Siguieron conversando, yo encontrándome perdido pues no tenía idea de que Sarah se mantuviese en contacto con ese señor y su familia, y casi al final de la charla, nos fuimos acercando a un yate blanco, con barandas brillantemente plateadas y su nombre grabado en dorado: KooRah.
Bien, es un nombre algo raro, pero, comenzando a entender las intenciones de mi chica, casi me echaba a llorar ahí mismo por el detalle que había tenido.
Sus ojos esmeraldas me observaron espectantes luego de haber dado todo un recorrido por el enorme y moderno yate (que contaba con la cabina de control, la proa, un baño, un pequeño cuarto y un almacén) y ya no pude ocultar más mi sonrisa, lanzándome a abrazarla y besarla repetidas veces en cualquier parte de su bello rostro.
-Ya es nuestro y siempre estará disponible para cuando queramos escapar-con mis manos sobre sus mejillas, las suyas fueron a lisonjar mi pecho-. Tiene un GPS y rastreador vinculado a mi celular, el de JiMin y Tim, y pronto en el tuyo, así que no habrá manera de perdernos de nuevo. Ahora, las coordenadas están sobre la mesa de la cabina de control. Anda y pon a este bebé en marcha que quiero huir de aquí de una vez.
Obedecí, mas no quise soltar su cintura en ningún momento, y cuando no podía hacerlo, era ella quien se aferraba a la mía.
No quería creer lo que estaban viendo mis ojos.
El punto destino que marcaban las coordenadas no era nada más y nada menos que aquella isla en la que quedamos varados hacía tiempo atrás. Me había pasado eso por la mente, pero no podía creerlo, menos cuando noté las modificaciones que se habían hecho.
Para empezar, había una simple plataforma al lado de la cual dejé nuestro yate, justo en el mismo lugar en el que nos habíamos detenido en aquel entonces, y caminando y observando todo de la mano de mi chica (que la notaba algo nerviosa por mi reacción) me encontré todo, o casi todo, en el mismo lugar en el que estaba, sólo que con grandes cambios.
Donde estaba nuestra tienda, había una pequeña cabaña que se alzaba a unos centímetros del suelo en una plataforma de madera y tenía una hamaca y una cómoda cama además de un pequeño closet con espejo y un ventilador de esos que son recargables; el techo y las paredes no eran más que cortinas blancas que se sujetaban por las columnas de madera de cada esquina del pequeño cuadrículo.
El lugar de nuestra cocina fue reemplazado por una estufa (aunque el lugar de la hoguera se mantenía) y una meseta de loza, bajo la cual habían varios pequeños contenedores, un gavetero y una nevera. A poco menos de un metro estaba ubicada sobre tablillas de madera, una mesa del mismo material, simple y con cuatro sillas.
Más allá de la mesa y la hoguera, del otro lado estaba ubicado otro cubículo bastante grande que identifiqué como el baño por la ducha que se veía a través de de los cristales que la protegían y la puerta de madera estaba abierta, dejando ver un inodoro y un lavabo, más un pequeño estante. El suelo, también de madera, era cubierto por alfombras.
Volviendo a mirar hacia atrás, me percaté que cerca del árbol de mango estaba colocado todo un equipo de telecomunicaciones que tenía dos gruesos cables que se encontraban en lo más alto del poste y seguían más allá de la isla. De allí salían también las extensiones a las que estaban conectadas la nevera, los enchufes en una esquina de la cabaña, y la enredadera de bombillos que alumbraban todo el lugar sobre nosotros y el baño.
Todo estaba creado para que pudiéramos quedarnos allí sin preocuparnos por nuestra supervivencia, sino para pasarlo bien.
La vista de la playa y su olor me hicieron suspirar.
-¿Cómo fue que...?
-¿No te gusta?-me interrumpió, colocándose frente a mí con preocupación-. Estuve planeando esto desde que salimos de aquí pues no me sentía capaz de abandonar el lugar donde nos amamos por primera vez, y estuve dirigiendo de lejos la obra, y me gustó el resultado pero me intriga saber si a ti también, porque sé que puede ser algo loco, pero...
Un sólo beso, uno suave y cargado de alegría, fue el que deposité en sus labios, abrazándome a su cintura, recibiendo encantado sus brazos alrededor de mi cuello.
Cuando volví a tener sus ojos en los míos, ya las lágrimas no podía detenerlas.
-No, no, no. Por favor, mi amor, no llores-mordía su labio desesperada, pero yo negué con la cabeza.
-Estoy muy feliz de que hayas hecho todo esto por nosotros. Hasta me siento mal por no poder hacer este tipo de cosas por tí-y antes de que hablara siquiera, me apresuré a hacerlo yo-, pero eso puedo arreglarlo.
Nos hice dar pasos hacia atrás, besándola y tanteando hasta ir zafando algunos botones de su blusa, así como ella logró quitarme el saco y dejarlo caer por alguna parte en la arena.
-Vamos, RaRah. Vamos a estrenar este lugar como se debe. No podré darte una isla, pero puedo hacerte el amor y hacerte ver las estrellas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro