⟣ϙᴜɪɴᴄᴇ⟢
Era la noche del veintinueve de Septiembre, y me encontraba custodiando la puerta de la habitación de mi Sarah.
Usualmente solía estar junto a JiMin y nos la pasábamos hablando toda la madrugada, pero él estaba demasiado ocupado con Leiah y los niños.
Sobre todo con Leiah.
Ya Sarah me había comentado que notaba la tensión y la extrema cercanía entre esos dos, y yo la apoyaba silenciosamente, también siendo consciente de lo bien que se veían juntos esos dos.
Como tú y yo aunque no quieras aceptarlo, me había dicho Sarah.
Volviendo al tema; pensaba que me aburriría como cada una de esas veces que mi mejor amigo no estaba, pero en su lugar, tenía a una muy hiperactiva Sarah contándome pésimos chistes a través del micrófono que tenía justo en la cabecera de la cama y su voz llegaba a mi auricular claramente.
Me estaba descojonando de la risa en silencio en medio de aquel desierto pasillo, y tenía que alejar el pequeño micrófono de mis labios y cubrir mi boca con la mano para ser más disimulado.
-JungKook ¿Qué me regalarás en mi cumpleaños? Si no tienes nada, te voy advirtiendo que te quedan pocos minutos para que llegue el gran día ¿Te has planteado ya mi petición de que me hagas un striptease? Lo decía en serio.
Suspiré e inconscientemente llevé mi mano al bolsillo delantero derecho de mi pantalón, tanteando la pequeña cajita que allí había guardado.
-Señorita Cain, debería estar durmiendo. Es muy tarde y mañana ha de querer levantarse temprano para pasear con sus amigos como había planificado.
Durante un par de segundos, en los cuales fruncí mi ceño, todo quedó en silencio...y admito que me sobresalté un poco cuando su puerta se abrió, asomándose su rubia cabellera por el pequeño espacio abierto.
-Ven adentro-invitó, y estuve a punto de negarme, pero como siempre, ella me interrumpió-. Así me cuidarás mejor y no tendrás que pasar horas enteras de pie. Deberías hacerlo todas las noches en vez de estar parado ahí como un idiota, que lo eres, pero hablo de que en esa posición lo eres más de lo usual.
No dije nada, pero tampoco puse mucha resistencia cuando me jaló por las mangas del traje y con un impulso que nos hizo reír (ella más que yo, claramente), me dejó caer sobre el sofá a poco menos de medio metro de la puerta, y el sonido de los muelles rechinar sólo me incomodó a mí, pues ella estaba cerrando la puerta muy campante y yendo hasta su cama, de donde tomó su almohada y colcha antes de caminar de vuelta hasta mí.
No hice más que apretar los labios cuando se acomodó de lado en el hueco entre mis muslos abiertos y, dejando la colcha cubriendo sus desnudas piernas (porque esa mini pijama suya no debía ayudar mucho con la baja temperatura que el aire acondicionado mantenía en el cuarto), procedió a acomodar la almohada detrás de mi cabeza. Entre mis hombros y el espaldar del sofá, dicho objeto cabía perfectamente y le servía de descanso a mi cabeza.
Como de costumbre, estaba aguantándome la sonrisa, pero mi corazón latía al ritmo de la emoción que me provoca el simple hecho de tenerla cerca y que haga esas cosas por mí, y cuando su cabeza se recostó en mi pecho, su sonrisa me confirmó que ella sabía de mi sentir incluso si no abría la boca o me mostraba insípido.
Para mantenerla mejor, a sabiendas de que se quedaría a dormir en esa posición, una de mis manos pasó detrás de su espalda baja y se enganchó a su cadera. La otra simplemente estaba sobre sus piernas.
Permanecimos así por mucho tiempo, ella contándome sus chistes nuevamente y yo intentando apenas sacudirme al reír.
Cuando su mano dejó de pasearse con delicadeza por mi pecho, me quedé observándola dormir hasta que, unos minutos más tarde, me armé de valor y, con cuidado de no moverla mucho, saqué de mi bolsillo su regalo.
Me costó algo de trabajo sacarlo de la caja, pero finalmente logré colocar el anillo en el índice de su mano izquierda; es una especie de trenza, bastante fina, de plata y zafiro. Me costó mucho dinero, pero para eso me pagaban, y a Sarah le gusta mucho esa piedra preciosa en específico, así que quise darle el gusto.
Sonreí a gusto al ver la joya brillar en su hermosa mano, y tomé la colcha para cubrirla hasta los hombros, aprovechando para acurrucarla más en mis brazos, como la bebé grande que es para mí, así como yo lo soy para ella.
-Feliz cumpleaños, RaRah.
Muuuy en mi interior deseaba que ella no notase mi regalo y simplemente pensara que lo había dejado pasar, y agradecía internamente que así hubiese sido por todo el tiempo que iba de día.
Apenas despertando y llegando a la cocina, Leiah, Jeremy, Liam, Timothy, JiMin, y los padres de Sarah (Oscar y Maiah) la recibieron con un enorme pastel rodeado de tantos potes de Nutella, que me empalagué de sólo mirarlo, pero para mi chica eso fue como entrar al mismísimo paraíso.
Cantos de feliz cumpleaños por aquí, regalos por allá, y en cuanto la cumpleañera se hubo arreglado, sentenció que aprovecharía su día y saldría de compras junto a sus amigos, mas esos sólo serían Leiah y JiMin, pues Timothy dijo que claramente se haría una fiesta y él estaba a cargo de eso mientras Oscar y Maiah se quedaban con los niños.
Así fue como terminamos dando vueltas por varios centros comerciales y...entrando a una Sex Shop.
Ahora sí que se volvió loca esta mujer, chillaba mi voz interna, estremeciéndome (y no en el buen sentido) ante las miradas lascivas que recibía por parte del cajero de la tienda.
Sin embargo, cuando Sarah se enganchó a mi brazo y me guiñó un ojo, me salvó de tanta incomodidad.
-Vamos, bebé. Me tienes que ayudar a escoger.
Sé que me sonrojé furiosamente por las risas que mis contrarios soltaron, pero me mantuve tranquilo, siguiendo a mi chica por todos aquellos pasillos llenos de juguetes, disfraces y lencería.
Ella había tomado una cesta de la misma tienda y junto a Leiah se habían adelantado mientras se ponían a escoger diferentes conjuntos y debatían qué marca era mejor.
-No creo que hayas sido tan cabrón como para no regalarle nada a tu novia en su cumpleaños.
Mirando a mi amigo de reojo, le sonreí ladino antes de devolver mi vista a las chicas.
-Su dedo índice.
Con sólo eso, JiMin, así como yo, fijó su vista en las manos de Sarah.
En medio de los tantos anillos que suele usar, allí estaba el mío, resaltando aunque sólo ante mis ojos.
Me extrañaba que no se hubiese dado cuenta aún, sinceramente.
-¡Por todos los cielos!-jadeó y tosió por lo bajo, ocultándose junto a su mueca de asombro tras mi espalda-. Esa mierda debió acostarte un ojo de la cara.
-Ella se lo merece-fue lo único que respondí. Admito que aquello en parte se debió a la mirada de la mujer objeto de nuestra conversación sobre mi persona, con su juguetona sonrisa mostrándome sobre su ropa la lencería que compraría.
Ni siquiera le importaba que su amiga se estuviese riendo a mandíbula suelta de su loco actuar y mi nuevamente sonrojo.
Seguimos dando vueltas por la tienda.
Las chicas ya habían comprado varias cosas, desde ropa interior hasta vaselina y condones de sabores...incluyendo dos pares de esposas y una variedad (no tan extensa como me imaginaba) de aparatos para "armar su sex kit".
Tragué saliva de tan sólo imaginar lo que podríamos hacer con todo eso ella y yo...sin siquiera reparar en un lugar.
-De la lista lo único que falta es tu consolador, Sarah.
Mi respiración se cortó de tan sólo escuchar a Leiah mencionar aquello y JiMin me miraba burlón.
-¡Cierto!-rió Sarah-. Debe ser azul. Es mi color favorito.
-Y el de JungKook-el agrego de mi mejor amigo lo consideré innecesario.
-Lo sé, JiMinie-la sonrisa cómplice de Sarah era el motivo del por qué las aclaraciones del pelirrubio eran inútiles.
Ella lo sabía todo de mí.
-Bien. Veamos-tarareando una inentendible canción de un idioma que me era desconocido, Sarah nos adentró en el pasillo de los consoladores. Ella se paseaba de un lado a otro con el ceño fruncido-. No puedo creer que la gente se conforme con tan poco.
-Concuerdo contigo amiga-Leiah observaba cada uno de los aparatejos con extrañeza, mas JiMin y yo sólo nos mirábamos con duda...hasta que la misma rizada explicó-. Están bien de tamaño, pero ese grueso no le hace cosquillas ni a una virgen.
-Dime que ellas realmente no están hablando de eso-murmuró mi amigo, pero a mí no me dio tiempo a responder.
Sin previo aviso, Sarah enganchó sus manos en mi cinturón para atraerme hacia ella con una fuerza extraordinaria, y luego, sacándome un jadeo de puro asombro (y placer oculto), coló una de ellas bajo mi pantalón y boxer, tanteando con sus dedos.
Para cuando tuvo su mano a la altura de su rostro, sus dedos se habían cerrado de manera tal que...
-¡Oh, no! Ella no acaba de...meter su mano en el pantalón de mi amigo...para...sacar su...grosor.
Yo estaba incluso más pasmado que JiMin, viendo a mi chica silbar con sus ojos fijos en el ancho que tenía el círculo de sus dedos.
-Siempre he sabido que JungKook tiene un buen paquete, pero viéndolo ahora de esta manera, me doy cuenta que he encontrado tremenda joyita.
-Hemos encontrado, amiga-corrigió Leiah entre constantes risas-. Ahora que ya tienes un buen molde, podemos encontrar mejor tu juguete.
Por unos segundos me quedé en blanco, apenas pestañeando, y la risa de JiMin me despertó conjuntamente con las palmaditas que daba a mi espalda.
-Vaya mujercita la tuya, amigo.
No podía discutirle eso.
Menos cuando en aquel ahora estaba esperando pacientemente en una butaca en medio de la habitación de Sarah a que ella misma saliera del baño, pero al parecer el lavabo y la bañera le estaban contando unos chistes muy buenos que hacían que sus risas llegaran hasta mí y me dieran a entender que probablemente no saldría de allí en largo rato.
La duda era si sería inteligente o no de mi parte ir a buscarla.
Pero al final, como soy un arrastrado de mierda por ella, simplemente me coloqué de pie y fui hacia el baño.
Saliendo del centro comercial, Timothy nos había llamado a JiMin y a mí para darnos la dirección del lugar donde sería la fiesta, así que volvimos a la mansión para que las chicas (y JiMin que fue convencido a última hora) se bañaran y cambiaran de ropa, y más tarde partimos hacia un elegante bar, en el cual Timothy había reservado una pequeñísima área VIP que tenía un minibar, una pista de baile, y un par de mesas y juegos. La fiesta era sólo con nosotros y la música de afuera amplificada mediante una pequeña pero potente bocina, y desde mi posición a un lado de la puerta cerrada, los veía a todos divertirse y una que otra sonrisa disimulada se me escapó, más cuando Sarah se acercaba a mí a "hacerme un striptease" mientras se restregaba seductoramente contra mí. Por supuesto, todo eso terminó en tres amigos borrachos y dos escoltas llevándolos de vuelta a casa mientras teníamos que soportar que Timothy, Leiah y Sarah pensaran que aún seguían en aquel bar y continuaran cantando (gritando) y bailando (retorciéndose) en los asientos de atrás. A pesar de todo, JiMin y yo estábamos muy divertidos con toda esa situación, y dejando a cada cual en su habitación, mi amigo y yo nos colocamos de guardia en nuestros respectivos sitios.
Y allí estaba yo, parado fuera del baño de Sarah, cuya puerta estaba entreabierta y podía ver claramente su figura, aún con toda su ropa puesta, sentada en el borde de la bañera y riéndose de algo en su celular que hasta el momento desconocía, mas no me tomó mucho descifrar que era un vídeo de ambos cuando se recostó a la pared y me daba pleno acceso visual al aparato en sus manos.
Éramos nosotros tonteando en aquella isla. Ella me grababa a escondidas mientras le hacía cosquillas a un yo dormido que le rogaba porque parara, y al final terminé envolviéndola en mis brazos con fuerza y en medio de nuestras risas, le susurré un: Te amo con locura, pero si arruinas mi sueño, te asfixio.
Admito que a mí también me causó gracia mi propia cara en dicho vídeo.
-Señorita Cain-sentía que debía interrumpir antes de que los recuerdos hicieran estragos en mi mente y terminara perdiendo la cordura-. Si no va a bañarse, debería ir a dormir. Ha sido un largo día.
Mi repentina presencia la asustó sólo un poco, pero simplemente se giró hacia mí y me regaló una de sus más hermosas sonrisas.
Sin embargo, no dijo nada. Sólo caminó hacia mí con un menear de caderas que...me sugerían que las cosas se iban a poner calientes si no retrocedía.
Y eso hice. Pero ella no se rendía.
Caminé de espaldas, buscando alejarme a la par que ella se acercaba más y más, con esa mirada suya tan...malditamente excitante, y pronto me encontré acorralado cuando choqué y caí al butacón que yo mismo había colocado en medio de la habitación (que maldije por eso infinitas veces), y Sarah no perdió la oportunidad para subirse a horcajdas mío.
Sus manos masajearon mis hombros por sobre la camisa y bajaron por todo mi torso hasta mi cinturón.
Estababa embobado, pero llegué a reaccionar cuando mi arma fue lanzada a la cama junto a mi cinturón.
-Señori...
-Me debes mi regalo de cumpleaños, JungKookie.
Si supieras, pensé mientras dirigía una rápida mirada a su mano, donde mi anillo resplandecía con el brillo de la Luna que se colaba por la ventana.
-Me dejaste besarte en tu cumpleaños. Baja esa máscara para mí hoy también...por favor.
Sus ruegos iban acompañados de los besos húmedos que comenzaba a repartir por todo mi cuello y clavículas, y me sentía incapaz de detener sus manos de desabotonar mi camisa.
-Estás borracha, Sarah.
-Si eso quieres creer...
Me reí en un murmuro, suspirando placenteramente ante el toque de sus uñas en la piel de mi pecho y abdomen.
Nuestros collares volvían a estar juntos, su labio era mordido seductoramente y sus ojos me rogaban porque le hiciera el amor hasta que nuestros cuerpos no pudieran soportar más.
Estuve a punto de ceder, pero justo cuando mi camisa corrió por mis brazos hasta quedarse amontonada en mis codos, negué con la cabeza. Volvía a maldecir para mis adentros por tampoco llevar el chaleco antibalas ese día, cosa que al menos me ayudaría a ganar más tiempo para detenrla.
-No debes hacerlo, Sarah. Sabes que esto te puede afectar a largo plazo.
-Eso quien lo decide soy yo, Jeon JungKook.
Fruncí mi ceño, contagiado por su misma expresión de desacuerdo.
-Sarah...
-Silencio.
¡Y, oh, joder!¡Vaya manera de hacerme callar!
Sus labios se lanzaron a los míos con fiereza, mordiendo con la fuerza suficiente como para hacerme jadear de deseo y dolor a la vez.
Entonces, me perdí en sus besos, en sus caricias, y en las lamidas que daba a medida que bajaba por todo mi torso luego de haber devuelto sus pies al suelo y arrodilládose entre mis piernas, las cuales ella misma separó.
Aunque una parte de mi cerebro me gritaba que no hiciera aquello, la otra me mantenía en un estado similar a la droga (que nunca he probado, pero así supongo que se sienta cuando a ciertas personas les gusta tanto), y se dejaba hacer por ella.
Pantalones, boxers, zapatos y calcetines fuera. Mis manos se aferraron al borde de aquella butaca de cojín y eché mi cabeza hacia atrás conjuntamente de un irregular jadeo, todo provocado por su boca abarcando todo mi falo y sus dedos presionando mis muslos y lisonjando mis testículos.
Pronto la habitación se llenó de mis gemidos gustosos y los sucios y seductores sonidos producidos entre su boca y mi piel, y una fina capa de sudor comenzaba a formarse en mi cuerpo debido a que estaba aguantando lo más que podía aquel orgasmo que me presionaba el vientre y sacudía cada músculo.
Llevaba mucho tiempo sin sentirla, y por ello mi liberación fue enorme y explotó en su boca, chorreando por su mentón y cuello.
Maldita imagen perfecta.
Su sonrisa burlona fue lo último que vi antes de cerrar mis ojos y dejarme caer hacia atrás, con mis manos sirviéndole de apoyo a mi cabeza en el suelo mientras mi respiración se recuperaba.
Aunque jadeé con sorpresa al sentir de nueva cuenta su peso en mis muslos, gemí cuando el húmedo calor de su interior acogió mi erección por completo.
-¡Ah! Te ves tan hermoso así...tan expuesto.
Me tensé aún más de lo que ya estaba al Sarah pasar su lengua por toda la piel sutilmente sudada de mi abdomen, y mi camisa volvió a rodar, esta vez amontonándose en el suelo, haciéndome más fácil el poder quitármela de una vez.
-Sarah...
Pero mi ruego no fue suficiente para detenerla.
En aquella extraña posición, mi chica me montó. Sus muslos chocando constantemente con los míos por sus saltos y sus manos apoyadas en mis costillas.
Tomé impuslo y volví a estar a la altura de su rostro, provocando el click de las cadenas y tomando sus caderas para ayudarla a impulsarse con más fuerza, mas me tomé el tiempo de pasear mi boca por todo su cuello y clavículas, siendo interrumpido de vez en vez por los besos rápidos y desesperados en los que nuestras lenguas se enredaban y ocultaban nuestros gemidos...aunque no por mucho, ya que realmente nos importaba una mierda si hacíamos ruido o no.
En medio de los roces, sentí la molestia de su ropa aún cubriendo su cuerpo, y di el primer paso para arreglar eso.
No me parecía justo ser el único desnudo allí.
Haciéndome reír por el chillido que soltó apenas nos levanté con sus piernas enrolladas en mi cadera, la ayudé a seguirse moviendo hasta que estuvimos lo suficientemente cerca de su tocador.
Allí la dejé de vuelta en el suelo y rápidamente le hice girar.
Nuestras miradas coincidieron en el espejo, y una sonrisa se nos escapó.
Mis labios paseándose por todo su mentón y oreja, mis manos abriéndose paso por todo su torso logrando arrebatarle aquella camiseta y sujetador, sus brazos extendiéndose sobre la superficie de madera y sus caderas inclinándose para hacer a sus nalgas seguir en contacto con mi hombría...todo me encendía y animaba a llegar al final.
Con besos repartidos por toda su espalda desnuda, llegué al borde de aquella minifalda que había estado meneando para mí todo el día y las retiré con rapidez. Ahora era mi turno de arrodillarme y dejar que balanceara su trasero en mi cara, tomándome mi tiempo para amasar y dar pequeñas palmadas a la piel blanca de sus glúteos, deleitándome con las marcas rojizas que mis manos dejaban. Sólo entonces, cedí el protagonismo a mi boca.
-¡Oh, mierda!
Su suspiro fue secundado de muchos otros más. Mi lengua se estaba encargando de hacer un excelente trabajo lamiendo desde su ano hasta su clítoris, estimulando cada zona que sabía la volvía loca, y mis labios aprovechaban de chupar y apretar cualquier zona que se les antojara.
-¡Sí, sí, sí!¡Justo ahí!
Sonreí en medio de mi labor, observando su torso caer por completo sobre el tocador y una de sus manos empujar mi cabeza, siendo la otra la que amasaba uno de sus senos con desespero.
Su tan anhelado (por mí) temblor de piernas, llegó previo a su orgasmo, y repartí un par de lamidas más antes de volver a estar de pie, detrás suyo, acariciando cada curva y apartando de su nuca su cabello.
La ayudé a reincorporarse y volver a darse la vuelta, y viéndola toda agitada y temblorosa, la sostuve de la cintura y dirigí mi boca a sus pechos.
Me encanta tener mi cabeza metida en medio de ese par de gloriosos senos, cuyos pezones son objetos del juego de mi boca durante largos minutos.
Nuevamente escuchaba sus gemidos mientras me mantenía colgado a sus tetas como un puto bebé, y me tomé el tiempo de cerrar los ojos con el masaje que recibía mi nuca y hombros.
Me lancé a sus labios, dispuesto a comérmela de esa manera, y me dejé guiar por ella cuando nos encaminó hacia el sofá.
Caí sentado yo primero, y luego ella sobre mi regazo, dándome la espalda.
Mis brazos la rodearon en un fuerte abrazo al que se unieron también los suyos, y nuestros rostros se inclinaron hacia el otro para poder juntar nuestros belfos y lenguas. Aquello sólo me había hecho recordar las tantas veces que me había dicho ya cuánto amaba estar entre mis brazos, y fue como un impuslo más para que la siguiera haciendo mía.
Desde esa misma posición, mi rubia loca volvía a montarme, pero esta vez casi no separamos nuestras bocas, y mucho menos detuvimos nuestras lenguas. Nuestras extremidades superiores seguían enredadas, y los gemidos seguían haciendo eco por todo el lugar.
Las estocadas iban en aumento, nuestras caderas parecían no querer parar con su rítmica danza, y nos mantuvimos amándonos hasta que no pudimos más.
Su liberación llegó primero, y cuando fue mi turno, tuve que utilizar la vieja técnica de correrme fuera, y, honestamente, poco me importó dónde carajos hubiera caído aquel chorro de semen.
Lo único en lo que podía pensar era en mi chica, aún envuleta en mis brazos, que nos impusló hasta caer acostados en el sofá y se aseguró de enredar muy bien nuestras piernas también.
Reí ante ello, contagiándola, y me tomé un tiempo para besar su mejilla, cuello y hombro, dándole mimos que la hicieron sonreír y pegar más la espalda a mi pecho.
-Duerme conmigo esta noche, KooKoo.
Mi comisura se alzó en una media sonrisa, y accedí a su propuesta, apartando uno de mis brazos de nuestro agarre para que le sirviera de almohada.
Ahí se dio la vuelta, y sus preciosos orbes esmeralda se fijaron en los míos cafés, con sus manos mimando mi pecho y jugueteando con los collares que se volvían a unir.
-Yo te amo, mucho.
No lo pensé dos veces y me estiré lo suficiente para besarla con cariño y dulzura.
-Yo también te amo, RaRah...y créeme que me gustaría mucho poder ser el hombre indicado para tí.
Ella sólo bufó una risilla y rodeó con el brazo mi cintura antes de acomodar la cabeza en mi pecho.
-Tú y tu calidez son suficientes para mí.
Mas yo sólo me quedé en silencio, observándola dormir pacíficamente mientras pensaba en todo el trabajo que tendría unas pocas horas después si quería recoger todo el desastre antes de que Sarah despertara y recuperara la consciencia.
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