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38 : at the bottom of the sea




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TWO YOUNG HEARTS
en el fondo del mar
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El cielo estaba teñido de hermosos tonos rosados y púrpuras creando una vista placentera a los ojos celestes de Meredith que estaba recargada sobre el borde del barco disfrutando del paisaje y de la fresca brisa del crepúsculo. Sintió un escalofrío cuando sintió una mano rodear su cintura, Edmund se instaló a su lado mirándola con una sonrisa, ni siquiera la hermosa vista del cielo lograba opacar el brillo en los ojos de Meredith, sus rizos dorados revoloteaban con el viento, su piel pálida resplandeciente a causa de la luz del sol y esa sonrisa llena de alegría que lo hacia enloquecer.

—¿Qué pasa? —preguntó sonriente cuando sintió la intensa mirada del chico sobre ella

—Solo te miraba —respondió acariciando con su pulgar la cintura de la rubia

— ¿Quieres probar algo diferente? —preguntó en un susurro

— ¿A qué te refieres? —Edmund frunció el ceño con una sonrisa llena de confusión

— ¿Confías es mi? —entrelazó sus manos

— Confió en ti.— afirmó dándole un apretón

Meredith subió a un barril animando a Edmund a que siguiera sus pasos. Cuando los dos estuvieron sobre los barriles la rubia lanzó una mirada al chico que dio un asentimiento dándole a entender que estaba listo para cualquier idea alocada que tuviera.

Entonces salto al mar. La calidez del atardecer fue cambiada por la fría sensación del agua burbujeando. Meredith nadó arrastrándolos por él hermoso paisaje submarino, obviamente que había pensado en todo, la Guardiana creó un casco burbuja para que Edmund pudiera respirar bajo el agua y disfrutar de la vista que les ofrecía con diferentes especies de peces coloridos, corales, arrecifes, incluso un par de ballenas y delfines se atravesaron en su camino. Edmund miraba con asombro el lugar que a pesar de la oscuridad se podía apreciar bien por los pocos rayos de sol que traspasaban por el agua.

Meredith le hizo una señal con la cabeza para que la siguiera, nadaron hasta una cueva donde Edmund dudó unos segundos antes de seguir a la rubia al interior, si ella sabía que el lugar era seguro el iría tras ella sin dudarlo.

Cuando estuvo dentro del oscuro lugar giró desesperado sobre su eje buscando a Meredith, la había perdido de vista.

— Aquí estoy —habló llegando frente a él—, ven —lo tomó de la mano y volvieron a nadar juntos

Después de pasar por un tramo completamente oscuro, una tenue luz se hizo presente que poco a poco se volvía más intensa. Si el paisaje de antes era una hermosa vista no se comparaba con aquel lugar. Era una enorme caverna llena de cristales preciosos los cuales irradiaban luz propia de distintos colores craneo destellos, habían hermosas flores silvestres acuáticas adornando el suelo arenoso lleno de algas y corales.

Edmund había estado tan concentrado mirando a detalle el lugar que no se percató que Meredith creo una burbuja más grande permitiendo que el agua a su alrededor desapareciera, al igual que había hecho que sus prendas quedaran secas.

— ¿Te gusta? —preguntó la rubia acercándose a Edmund con una sonrisa.

— Es muy hermoso —giró a mirarla con una amplia sonrisa— ¿Cómo encontraste este lugar?

— Tuve mucho tiempo libre en estos tres años —comentó encogiendo sus hombros, se sentaron en una gran roca al centro de la caverna— ¿Cómo es la vida en tu mundo? —preguntó abrazando su pierna

— Muy diferente a aquí —comentó mirando los cristales en el techo que simulaban ser estrellas—. Ahí los animales no hablan, no hay sirenas, minotauros, centauros...

Edmund siguió enumerando las diferencias entre Narnia y su mundo, lo pintaba aburrido pero Meredith se aferraba a la idea de que tenía que haber algo bonito en aquel mundo.

— ¿Eres feliz ahí? —preguntó mirando sus manos.

Aquella pregunta había tomado desprevenido a Edmund, nunca antes se había preguntado eso, meditó su respuesta, se esforzó por encontrarla pero no había ninguna.

Ambos cruzaron miradas, tenían un brillo especial nunca antes visto en sus ojos, sintiendo una conexión intensa y un cosquilleo recorrer su cuerpo. Él miró sus labios que soltaban un respiración baja, volvió su vista a sus ojos celestes. Edmund fue el primero en tomar iniciativa tomando firmemente la cintura de Meredith.

— Te amo —susurró contra sus labios antes de besarla.

Dos palabras fueron suficientes para crear un revoloteo salvaje en el estómago de Meredith y acelerar su corazón de una manera inexplicable que sentía los latidos retumbar en sus oídos.

Los delgados brazos de la rubia rodearon el cuello de Edmund acercándolo más a ella profundizando el beso que comenzó como un suave y dulce roce de labios, enredó sus dedos en el cabello azabache del chico. Los besos de Edmund viajaron de su mentón a su cuello para terminar en su clavícula, acarició con las yemas de sus dedos el hombro de Meredith, su piel se erizó ante el suave tacto, como la caricia de una pluma.

Poco a poco Edmund recostó a la rubia en la roca con suma delicadeza, con su pulgar trazaba caricias tiernas en la cintura de la chica.

Claramente estaban muy nerviosos, ninguno sabía cómo empezar.

Volvieron a unirse en un beso ahora apasionado y profundo, Meredith gimió al sentir una presión sobre su vientre. De pronto ambos sentían el calor de sus prendas se volvía incómodo. Sin apartar la vista de los ojos avellana del chico se despojó de su blusa dejando únicamente su falda puesta.

Edmund se concentró para separarse de ella desprendiendo sus prendas, Meredith terminó de quitarse su falda cuando el chico se posicionó sobre ella dejando caer su peso sin lastimarla con los brazos doblados a la altura de su cabeza para apoyarse. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Meredith al sentir el frío de la roca chocar con su espalda, frió que se apagó en cuanto los labios de Edmund estuvieron sobre los de ella.

— ¿Estás segura? —preguntó mirándola fijamente a los ojos con nada más que amor— No haremos nada si no quieres

Meredith se mordió el labio y asintió con la cabeza mirándolo fijamente a los ojos. Se sonrojó al escuchar la voz ronca de Edmund, el tenía el mismo color carmesí en su rostro y su respiración era agitada.

— Te amo —afirmó abrazándolo por el cuello buscando su cercanía—, por eso estoy segura

Aquella nueva sensación solo hizo intensificar su amor, haciéndolos sentir completos. Habían elegido bien a la persona indicada.

¿Y qué mejor lugar para sellar su amor que el fondo del mar?

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