2
Era un domingo por la mañana.
Juan citó a todos los pueblerinos a una misa donde el propósito era despedir a su padre, por lo tanto, todos se encontraban en la iglesia.
Algunos bromeaban y otros intentaban no quedarse dormidos.
No obstante, en esa iglesia faltaba una persona, Spreen.
— Amén — Tan pronto como Juan terminó de orar, todos volvieron a hacer ruido.
Sin embargo cuando la misa finalizó, Juan fue el primero en salir de la iglesia, llevándose con la grata sorpresa de que Spreen estaba sentado en las bancas del pueblo, por lo tanto se le acercó con una sonrisa.
— ¡Spreen~! —Hoy se cumplían seis días desde que no se miraban.— ¿Cómo sigues?
— Mago —Dejó de leer la carta y la guardó.— Estoy mejor que antes —En su tono de voz se notaba la esperanza.
Contacto visual.
Los ojos de Juan demostraban felicidad al ver a su amigo, notando que parte de las heridas ya se encontraban curadas y los moretones habían perdido el color oscuro.
Spreen por su parte mostraba una postura relajada, bastante extraño a ojos de los demás.
— ¡Excelente escuchar eso!
La sonrisa de Juan provocó que el corazón de Spreen se agitase.
Platicaron un poco más, Juan hablando con emoción sobre el evento que estaba realizando junto a Auron y Ollie. Spreen lo que hacía era escucharlo a la vez que mantenía su espalda contra la banca, los dolores secundarios aparecían si se mantenía en una mala postura.
— Lo siento si te llega a incomodar la pregunta, ¿cómo está Pelusa?
— Está en perfecto estado, está protegida, lejos de acá, lejos de Reborn.—Respondió.— Se la pasa jugando con el pescado de peluche que le obsequiaste.
Tras la explosión que hubo en su ciudad, pasó horas y horas buscando entre los escombros sus pertenencias, al final logró rescatar un par de juguetes de Pelusa y pocas pertenencias.
— ¿De verdad le gustó?
Spreen le sonrió.
— Pelusa adora los regalos que le das.
Se observaron otra vez.
Esa maldita costumbre de quedarse callados y mirarse hasta que Juan tuviera la iniciativa de recargarse sobre el hombro de Spreen e ignorar todo lo que estuviera alrededor de ellos.
— ¿Y la guerra? ¿Ya pensaste en lo que te dije?
El silencio fue cortado por las dos preguntas.
— No me detendré —dijo con seguridad.— Y no lo haré hasta que Reborn experimente lo que mismo que yo — Aunque el hogar de este estuviera destruido, no estaba satisfecho.
— ¿A qué te refieres? —Los demás pueblerinos se empezaron a ir a sus respectivos pueblos y ante eso Spreen se quedó callado para que nadie escuchase la plática entre ellos dos.
Cuando la última chica se metió a los portales volvió a hablar.— Quiero que experimente las mismas emociones de cuando Pelusa murió en mis brazos —han pasado varios días, si, pero cada noche recordaba como los latidos de su gata iban disminuyendo.
— ¿Y qué piensas hacer?
— Juan, si lo que tengo planeado hacer está en contra de tus principios, ¿que me harías? —ignoró totalmente la pregunta.
— Bueno, Spreen... Creo que eso dependería, dependería de que hicieras.
— Juan —la presencia de Juan lo hacía ponerse menos violento, pero aún así no sabía cómo notificarle al hechicero lo que hizo la noche anterior.— El bastón del profeta...
— Hey —jabía notado como Spreen tuvo el sentimiento de tristeza, y con algo de temor tocó la mano de este.— Es solo una colección de cuarenta y tantos, no debes de preocuparte por eso, además, solo alguien digno puede usarlo.
No alejó la mano de este, en cambio, hizo que sus dedos se entrelazaran.— Perdonáme —levantó la mano de Juan para depositarle un beso sobre los nudillos.
Los latidos del corazón de Juan se aceleraron, ¿Spreen acaba de hacer un gesto romántico en un lugar público? Era extraño ver tal cosa.
— ¿Por que tendría que hacerlo? —No sabía si sonreír por la muestra de afecto que tuvo estando en público o sentirse preocupado por la actitud.
— Pregunté si yo era digno —soltó la mano de este y en cambio tomó el mentón.— y no podía quedarme de brazos cruzados.
— El bastón del profeta fue quemado por error —volvía a repetir, dejando los sentimientos de timidez de lado.
Spreen se acercó y le susurró al oído.— No.
— Pero yo revisé el área, incluso los revisé a ustedes para confirmar —podía notar como el nerviosismo crecía en el mayor.
Después de haber perseguido a Spreen hacia la zona que antes se hacía llamar Spreenfield, empezó a hostigar a Spreen y a Marius para que le dieran el dichoso bastón para deshacerse de este y finalmente tener una vida tranquila.
Hace seis días, Juan usó su propio bastón y lanzó rayos al mismo tiempo que Marius había aventado el bastón hacia el suelo por su gran peso.
El bastón fue "quemado" instantáneamente, donde dos de los tres hombres quedaron como payasos.
— Hay cosas que no se tienen que contar —Spreen tocó por última vez la mejilla de Juan para después dar pasos hacia atrás.— Por cierto, Juan.
El hechicero se levantó de la banca y esperó una respuesta.
— Juan, hechicero supremo, ¿acaso no sentiste algo inusual todo este tiempo?
— Spreen, deja de jugar —No iba a aceptarlo, pero durante los últimos días había presentido algo inusual.
— No Juan, no me detendré —en un abrir y cerrar de ojos ya poseía aquel bastón en su mano derecha.— Mucho menos ahora, que podré derrotar a Reborn.
Juan de igual manera sacó el bastón y se puso en guardia.— ¡Suelta esa cosa antes de que hagas una pendejada!
— No te acerques.
Pero Juan no siguió la orden.
— Spreen, de verdad, no quiero que este universo se vaya a la mierda por la maldita guerra que tú mismo iniciaste.
— ¡Él empeoró todo cuando mató a Pelusa! — Un estruendo en el cielo resonó cuando Spreen alzó la voz.— ¿¡Que querés que haga!? — Y más truenos hicieron presencia, la vez que las nubes se juntaron en el cielo.— Si, revivió Pelusa, PERO SE METIÓ CON TODO LO MÍO.
Algo estaba mal.
Juan miró al cielo al notar como este respondía ante las acciones de Spreen.
No quería creerlo, pero esta escena era lo suficientemente verdadera.
¿Spreen era digno?
— Spreen, no quiero hacerte daño, por favor... No sabemos lo tan peligroso que pueda ser ese bastón.— Habló irritado.
No, en realidad no confiaba en Spreen.
Spreen era alguien impulsivo, le gustaba el caos y este era capaz de matar a quien sea si se le place.
— Vos no sabés, pero yo sí.
— ¿Qué fue lo que hiciste?
— ¿Por qué mejor no mirás atrás tuya?
Juan miró a Spreen y luego se dio la vuelta, mirando la estatua central del pueblo.
Un portal.
— Mierda, mierda, mierda — Se acercó peligrosamente a Spreen y le agarró la camiseta.— ¿¡Qué es esa mierda!?
— Y todavía falta lo mejor.
— ¡Deja de actuar como un cretino! ¿¡Sabes lo peligroso que es eso!?
— No tenía opción.
— ¿¡A dónde mierda lleva ese portal!? —La velocidad del aire empezó a ser más fuerte.
— Gafotas... Es un portal de entrada.
La mirada de Juan se transformó a una de furia.
— ¿CÓMO MIERDA SABES ABRIR PORTALES?
— He ido al Santuario más de una vez, he leído la mayoría de libros por curiosidad —se rió y le dio una palmada en la mejilla en forma de burla.
Ese no era el Spreen que conocía.
Ese no era el Spreen con el cual convivió en sus días más oscuros.
— ¿¡Qué chingados te está pasando!?
La sonrisa de Spreen era indescriptible, ni sabía si este estaba emocionado, triste o desesperado.
— Voy a ganar la guerra, solo que yo —le apretó ambas mejillas con la mano.— Ya no tendré límites.
La mirada de Spreen se dirigió al portal, donde logró asimilar como alguien salía del gran óvalo.
Lo primero que vio fue como una persona con sudadera verde y cabellos blancos salía de ese lugar.
— ¿Wacho? —Su mirada se había iluminado cuando reconoció al chico desconocido.
Spreen se separó de Juan con brusquedad y con pasos acelerados se fue acercando hacia el contrario, quién se veía desconcertado y con una hoja en sus manos.
Pero el híbrido no contaba con algo, cuando estaba por hablar, otras tres personas salieron del mismo lugar, pero estos se veían más inquietos.
— ¡Sos un boludo!
Esa voz.
— Conejo chupa pija.
Esas voces.
— ¿Pueden dejar de insultarme? ¡No es mi puta culpa que el oso de mierda no haya explicado!
El chico de sudadera verde habló por primera vez, agitando un par de hojas blancas.
— Boludos... —El híbrido habló después de entrar en razón.— ¿Son... Reales? —Varias miradas se posaron contra el oso, provocando el típico suspiro de sorpresa.
— ¡Spreen! — El chico de pelo blanco aventó la carta y corrió hasta el contrario con gran fuerza y velocidad.
— ¿Conter? — Estiró sus brazos y gustosamente recibió el abrazo, sus ojos se humedecieron al notar que la silueta que tenía enfrente suya si era real.— ¡Amigo! ¡Están aquí! —Lo abrazó con más fuerza mientras lo alzaba por los aires.
— Ya empezaron con sus homosexualidades —el chico de casco café fue el que habló.
— ¡Si llegaron! —Cuando dejó a Conter en el suelo saludó a sus otros amigos, pero siendo más "calmado", no quería más dolores por todo su cuerpo.
— Te ves... Increíble —Pero claramente su rostro expresaba asco.
— Boludo, literalmente me han explotado todo, ando en la pija.
— ¿Por esa razón nos contactaste? —El chico que no pronunciaba bien el español habló.
— Bueno... Sí, es por eso, necesito ayuda con la guerra y ustedes son los mejores.
Después de tantos días oscuros, una pizca de felicidad brotaba en el ser del híbrido, pero lamentablemente la felicidad no fue sembrada por él, la tan anhelada esperanza fue gracias a los cuatro chicos desconocidos.
Ese chico de ojos negros con cabello blanco.
No, no estaba molesto.
Todo lo que ha hecho en los últimos días fue para ver feliz a Spreen, claramente está más que contento mirando como su oso se veía más alegre con alguien más. Pero le gustaría que fuera feliz con él.
Juan lastimaba sus uñas por la fuerza que estaba generando sobre el bastón.
Los chicos desconocidos no se separaban de Spreen, incluso se habían abrazado cuando su mejor amigo fue el primero en abalanzarse contra los otros.
¿Debía de hacer algo o no?
Un nudo en la garganta le impedía el tomar decisiones.
Agachó la mirada y maldijo una vez más, debía de mantenerse cuerdo antes de que perdiera el control.
— Paren, saluden a mi amigo —Spreen se colocó al lado de Juan y le sostuvo de los hombros.
El hechicero se asustó al ser tocado, sin embargo tuvo que actuar normal ante una bola de desconocidos.
— Un gusto, soy Juan —Expresó lo más neutral que podía, pero la única cosa que lo delataba era el cambio de clima brusco.
Los amigos de Spreen fueron respetuosos al momento de escuchar Juan, sin embargo, la seriedad se terminó a los segundos, después de que estos mismos se miraron en cuanto Juan dejó de hablar.
— Boludo, habla igual que la nutria —El chico de cabellos rosas habló.
— ... ¿Nutria? —Definitivamente se enojó, y al instante golpeó a Spreen con su bastón, haciendo que este se separaran y quedara lejos.— ¿¡Qué chingados fue lo que hiciste!? ¿¡Y por qué estos pendejos saben de ti!?
— Juanito, Juanito —Con el bastón del profeta hizo que el mayor alzara el mentón.— Vos no sos el único que tiene contacto con otros universos.
El mundo de Juan se vino para abajo.
— Tus amigos significan un peligro para este universo.
— ¿Y qué harás? ¿Los matarás al igual que a Juan Qubico? —Y le fue empujando con el bastón.— Por que si planeas matarlos, primero tendrás que matarme a mí.
Los ojos color miel de Juan seguían furiosos, lo que menos quería era estar en guerra con Spreen, pero lo que este estaba haciendo iba en contra de sus principios.
— Tenemos que hablar, a solas.
— Hablaremos cuando vos estés más calmado —Le quitó el objeto del cuello y miró a los otros.— Les mostraré todo, siganme.
Los "amigos" de Spreen se dirigieron con este con una sonrisa y en todo momento rodearon a Juan, excepto uno.
El chico con orejas de conejo chocó "accidentalmente" contra Juan para después pegarse demasiado a Spreen.
Y la lluvia se desató.
El corazón de Juan se estrujó por como reaccionó su amigo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro