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1

Logró salir.
Los escombros cayeron una vez que él logró levantarse, sus piernas tambalearon y con ello, cayó de rodillas. Escupió sangre y tierra, su rostro se veía aterrado y ensangrentado por los golpes en el cráneo.

No entendía que fue lo que pasó, él estaba tranquilo, haciendo los papeleos de siempre y organizando su agenda para tener un par de días libres y así poder convivir con aquel chico.

Se volvió a levantar, todo a su alrededor estaba destruido por bombas, todo su progreso de meses había sido explotado en cuestión de segundos.
Su vista estaba borrosa, su mente intentó buscar una explicación de quién o qué provocó la catástrofe, sin embargo, un nombre llegó a su mente.

Pelusa.

Sus ojos se abrieron de golpe, el cuerpo que antes se mantenía estático, se había dado la vuelta y observó los escombros que estaban detrás de él.

— ¿Pelusa? ¿Pelusa?

Comenzó a buscar entre cada escombro, gritando el nombre de Pelusa.
Su cuerpo estaba en constante agonía, las heridas se abrían cada vez que levantaba un pedazo grande de concreto. La voz se iba entrecortado al no escuchar los maullidos de su querida mascota.

Pasaron los minutos, no sabía cuánto con exactitud pero el sol estaba en su punto máximo en el cielo cuando encontró el cuerpo de Pelusa entre pedazos de concreto y polvo.

— No... No...

Inmediatamente agarró a su mascota y la abrazó, retirando la sangre que salía de la nariz y boca.

— Pelusa. Perdonáme Pelusa — Entre el habla se escuchaban sollozos.— Juré protegerte y no lo hice.

Su primera mascota, la gata que siempre la esperaba en su recámara para que ambos durmieran después de un largo día de trabajo estaba muriendo en sus brazos.

La respiración del ser vivo se iba haciendo más y más lenta, pero aún así no dejaba de ronronear.— Te traeré de vuelta y estaremos bien, ¿si?

Se lo decía a su mascota, pero también se lo decía a sí mismo.

— Sos la mejor mascota que he adoptado.

¿Pollería? No le importaba.
¿Su hogar? Tampoco le importaba.

Lo único que hizo al sobrevivir de la explosión fue salvar a Pelusa, aunque llegó muy tarde.

— Te reviviré y haré venganza por vos — El híbrido depositó un último beso en la frente de su gato.

Los ronroneos de Pelusa habían parado hace segundos atrás, pero se negaba a soltar el cuerpo, aún poseía esperanza de que solo estaba viviendo una pesadilla.

Jamás tuvo una mascota por miedo a no ser suficiente.

Y Pelusa, su primera mascota de toda la vida, aquella gata que le llenó de alegría.

Además de su gata, también era su mejor amiga.

¿Cómo va a pasar el resto de su vida sin su mascota? ¿Quién lo acompañaría en el trabajo a altas horas de la noche? ¿Quién lo escucharía hablar sobre sus emociones?

Los minutos pasaron, Spreen ya se encontraba llorando mientras seguía repidiendo las palabras de antes.

"Mi gata, mi querida gata."

Spreen cruzó el portal que daba hacia el pueblo principal, el aire había despeinado sus cabellera como anuncio de haber llegado a su destino. Su mirada se veía decaída, su sonrisa sarcástica había desaparecido y en cambio ahora mostraba un rostro serio y cabizbajo, además, debido a las heridas ya no podía mantener la sonrisa.

Escuchó un par de voces a lo lejos, causándole una punzada en la cabeza.
El dolor era notorio y eso se justificaba ante la mueca y el haber colocado su mano contra el vendaje que rodeaba la cabeza.
Entre el dolor insoportable, reconoció esa voz.

La sonrisa era escandalosa, incluso podía asegurar que el sol brillaba con más intensidad cada vez que el otro individuo caminaba, el traje azul se agitaba debido a las corrientes de viento, el sombrero parecía que iba a salir volando debido a lo antes mencionado.
Spreen no sabía si el otro había notado su presencia debido a que este seguía platicando con Tanizen y con Noni.

En sí, no planeaba hablar con ellos en ese momento, primero debía de ir a la farmacia por un par de medicamentos y después tenía que ir a la florería a comprar un ramo pequeño de flores para la tumba de su mascota.
Antes de doblar hacia la derecha y seguir el camino que lo llevaría a la farmacia, una corriente de aire se desató.

Spreen observó cómo el sombrero puntiagudo voló y terminó frente a sus zapatos. Genuinamente no iba a levantarlo, su cuerpo seguia más que adolorido, pero algo dentro de él sabía que Juan sería la solución a uno de sus problemas.

Se agachó lo suficiente para que su mano pudiera agarrar la parte superior del accesorio, una vez en sus manos retiró el poco polvo que se adhirió a la tela. La piedra verde que estaba situada en el centro del sombrero volvió a brillar al haber pasado la tela de su camiseta, sus ojos observaron como su silueta se veía reflejada en aquella piedra preciosa.

Y así fue como una nueva idea llegó a él.

Spreen agarró valor y caminó en dirección al trío de amigos, la voz del dueño del sombrero se había quejado de que su accesorio había salido volando por culpa del aire, este se había dado la media vuelta de manera rápida para ir en busca del sombrero y no perderlo.
El chico se quedó completamente quieto al notar como el híbrido se detuvo frente a él con su sombrero en ambas manos.

Los ojos que poseían un color miel, casi avellana, mostraron sorpresa y preocupación ante el aspecto de su amigo.
No estaba enterado del todo, sabía que la ciudad de Spreen había sido atacada por explosiones durante el transcurso de la mañana, no obstante, no estaba enterado que Spreen había salido herido de tal ataque.

— Spreen, ¿estás bien? ¿Que pasó? ¿Cómo estás?

El empresario observó a su amigo, este solo agachó la mirada en dirección al sombrero.

— Estoy bien, no es para tanto. Tomá.— Uno de sus brazos se había extendido hacia el frente, dejando el sombrero sobre la cabeza.— Ten más cuidado, Juan.

El castaño se apenó ante la acción, su mirada se había desviado hacia el lado izquierdo.

— Gracias.

— Juan, ¿puedo hacerte una pregunta?

— Adelante.

Las miradas se volvieron a conectar, Juan desprendía una felicidad reluciente y hermosa, mientras que Spreen demostraba tristeza, dolor e ira deprimida.

— ¿Puedo revivir a mi gato? — Era su momento de recuperar lo que más llegó a amar.

La llegada de Spreen le causó confusión a Juan.

Generalmente cuando los dos se encontraban Spreen era el primero en insultarlo hasta morir, sin embargo ahora fue una plática normal, hasta esa pregunta.

¿Acaso era real la noticia que Tanizen le había dicho? ¿La mascota de Spreen había muerto en el accidente?

— ¿Revivir a Pelusa? Bueno... Creo que puedo hacerlo, pero tendrías que devolverme algo de mi papá.

— Yo no tengo nada del Profeta — Suspiró.— Te repito mi pregunta, ¿soy capaz de revivir a Pelusa?

— Si, pero eso conllevaría a un sacrificio y el bastón del Profeta.

— ¿No entendés? No tengo el bastón.

— Spreen, sé que me veo pendejo pero no lo soy del todo, si tú quieres a tu gata de vuelta, tú me tienes que dar un gato al cual sacrificar y claro, llamar a la "persona" que tiene el bastón.

— ¿Puedo revivir a Pelusa? — Ignoró totalmente las demás palabras.

— Eres sordo, ya lo repetí más de dos veces.

— No. Te estoy preguntando si YO puedo revivir a Pelusa — Spreen sacó el bastón y lo estiró hacia Juan.

Los ojos de Juan demostraron sorpresa.

Tanizen y Noni le advirtieron de que posiblemente Spreen fue el ladrón que se adentró al Santuario, sin embargo él decidió no creer.

Conocía a Spreen, sabía que el chico era bromista y pesado.

Pero eso fue algo que no esperaba, aunque eso era predecible.

Pero habían hechos que provocaban que aún confiara en Spreen.

Había una historia detrás.

— Solo alguien digno puede usar el bastón — Juan le respondió rápidamente.

— ¿Me estás diciendo que no soy digno?

Pobre Juan, si tan solo supiera la verdad.

— ... Revivo a Pelusa si tu me das el baston, ¿bien?

— ... Lo que digas.

— Te veo en cinco minutos en el santuario.

Spreen se dio la vuelta para irse a su pueblo, dejando de lado el plan de comprar medicamentos y las flores para Pelusa.

Juan cometió un error al no quitarle el bastón.

Spreen estaba cruzado de brazos mientras esperaba a que Juan terminara de hacer cosas de hechicero supremo.

El cielo respondió la petición de Juan, conllevando a eso a que una serie de rayos cayeran frente al atril.

El ruido aturdió al empresario, causando que cerrara sus ojos con fuerza.

Cuando el ruido desapareció volvió a abrir los ojos, esperando ver a su mascota.

Y así fue, el típico maullido de la gata apareció frente a Spreen.

— Pelusa... — Los ojos de Spreen se humedecieron al volver a ver a su mascota a pocos pasos de él.— No tengas miedo, estarás a salvo acá — Tan pronto como agarró al gato la tuvo que esconder en la jaula antes de que algo malo sucediera.

— Spreen, el bastón — Juan extendió la mano para recibir el objeto.

— Ah... Si, tomá — Y tiró una espada de oro al suelo.

— Oye... Este no es el bastón — Juan se agachó para recoger la espada de oro.

Cuando Juan alzó la mirada se llevó la desagradable noticia de que Spreen se había largado.

El híbrido estaba situado en una montaña mientras tenía a su gato al lado, sus dedos trataban con delicadeza el pelaje de su mascota a la hora de poner el collar.

— Estarás escondida durante un buen tiempo, ¿sí? — Acariciaba la cabeza de Pelusa, escuchando como respuesta varios ronroneos.— No te preocupes, te pondré en una zona totalmente segura hasta que todo se calme.

Spreen, aquel chico que era temido por la mayoría de los habitantes de Tortillaland, aquel empresario que siempre actuaba sarcástico y como si nada le importase estaba en su punto límite.
Y es irónico, pero el golpe que Spreen recibió cuando Pelusa murió en sus brazos fue horripilante.

— ¿Crees que lo que vaya a hacer está mal?

El bastón del Profeta se encontraba a su lado.

— Reborn está jugando sucio, ese hijo de re mil puta metió a sus amigos... Si tan solo yo... Pudiera hacer lo mismo.

Su vista se posó ante el bastón, el cual fue "quemado" por Juan hace horas atrás.

— Si tan solo pudiera... Traerlos, solo para la venganza, para que Reborn se sienta inútil.

Spreen acarició por última vez la cabeza de Pelusa y en cambio recogió el bastón para después alejarse unos metros.

Alzó el objeto a la dirección de la luna.

El primer rayo cayó a su izquierda.

El segundo rayo cayó contra un árbol.

El cielo lanzó una advertencia de truenos ante un nuevo ser.

Spreen era digno.

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