• Sadomasoquismo •
— Estoy orgulloso de ti, hermano —sentenció con orgullo el erizo de saco azabache y bufanda gris, abrazando el zorro frente a él vestido por un tuxedo de blanco con corbata negra—. Ahora eres todo un hombre. Quién lo diría...
— ¿Estás llorando? —preguntó con suma curiosidad, alzando una ceja, correspondiendo al abrazo del de azul.
— Es mí orgullo —afirmó, separándose, con los ojos hinchados por el esfuerzo que era el aguantarse las lágrimas—. Es que ya... ya creciste... ya tienes una esposa, quizás en cuestión de meses tengas hijos y quien sabe, puede que ya ni siquiera tengas tiempo para venir y jugar Tomatopotamus 3 conmigo así que-
— Sonic, ya —interrumpió, tomándolo de los dos brazos, viéndolo con una sonrisa serena—. Estás así porque Amy no vino ¿Cierto? A propósito. ¿Dónde está? No la vi en toda la ceremonia, creía que no se lo perdería por nada... —añadió, inclinando ligeramente sus orejas, decepcionado.
— Lo sé —asiente, secándose las pequeñas lágrimas de orgullo por su hermano menor, respirando de forma profunda—. Fui a recogerla a su casa, pero no estaba por lo que supuse que vendría por su propia cuenta más tarde y... sí, nos plantó a todos —afirmó, posando sus manos sobre sus propias caderas, suspirando, confundido por esa actitud tan extraña.
— Lo bueno es que Sticks es la madrina ahora —comenta el zorro de dos colas, caminando rumbo a la playa frente al salón de fiesta—. Espero que Amy no se ofenda...
— Realmente no debería —afirma a mitad de un bostezo, tapando su boca con el dorso de su mano.
Mierda, realmente estaba demasiado cansado.
Todo el día había sido una celebración en común. Cada uno de los habitantes de la villa habían sido invitados en lo que fácilmente sería la boda más grande hasta ahora en aquella isla.
Todo había sido perfecto. Desde el vestido de la novia hasta su entrada nupcial, con la boda teniendo lugar frente a una cascada de brillante azul en un claro de la selva, teniendo tiempo después la fiesta en el gran salón del museo habilitado solo para ésta ocasión. El baile, la forma en la que los novios ahora recién casados se miraban y susurraban cómplicemente a los oídos de su pareja, la comida exquisita preparada por cheffs experimentados y de buena reputación, todo, todo cuanto había ocurrido en aquel día era perfecto, pero aún así el héroe de azul se sentía incompleto.
Más allá de poder jurar que Eggman pudo o no estar cerca, dejando un pequeño regalo para los novios en la mesa de los obsequios; Sonic se sentía notablemente triste de que su novia no hubiera venido con él. No es que le hubiera incomodado hacer de padrino para la boda junto a Sticks, para nada, no le incomodaba compartir ese título con ella, pero sí hubiera deseado que fuera la mujer de sus sueños la que hubiera tenido ese estatus también.
De la comida no se podía quejar, literalmente por él pusieron una mesa exclusiva de Chillidogs lo cual agradecía enormemente, pero aún así por más que comiera el vacío dentro de él no terminaba de llenarse.
Pese a todo lo malo sus sentimientos o inseguridades no fueron ningún obstáculo en la fiesta. Más allá del brindis que dió con un par de bromas de doble sentido bien recibidas por el público se sentía bien, abandonado, pero bien, firme para acompañar a su mejor amigo en los primeros pasos hacia su nueva vida.
Y pensar que hubo una época donde ese zorro dependía solo de él, siendo un niño más con inseguridades del mundo que lo rodeada y mírenlo ahora, siendo tan alto como él, con mayor seguridad en sí mismo, una reputación intachable y con una bella esposa.
El tiempo realmente se movía muy rápido, más de lo que le podría gustar.
— ¿Todo listo para la luna de miel? —preguntó, cruzando sus brazos en lo que seguía al vulpino en aquella senda semi invisible entre los árboles.
— Si. Oye... ¿Seguro que podrás con Sticks y Knuckles solo? —duda, viéndolo de soslayo en lo que llegaban a la playa secreta en la que su avioneta estaba estacionada.
— ¿Bromeas? Una vez pude convivir con Eggman durante veinticuatro horas. Una semana con ellos no será nada difícil —afirma, dándole un codazo lateral mientras ríe.
No miente. Es cierto que puede convivir solo con ellos por todo ese tiempo, siempre y cuando Amy no lo deje abandonado como hoy, claro está.
Ahí frente al oleaje del mar y el brillo blanco reflejado sobre la arena por la gracia de la luna llena resplandeciendo en el firmamento estrellado se encontraba la avioneta amarilla en la espera de su piloto, contando también con la compañía de aquella vulpina rubia con un vestido blanco con falda hasta sus rodillas, maquillada con un labial carmesí en sus labios y una sombra de ojos violeta sutil sobre sus párpados, viéndose como una belleza sobria, ideal, perfecta y casta.
— Sin duda elegiste bien —musita con una sonrisa jocoza el mayor de espinas azules, alzando y bajando las cejas mientras el zorro menor rueda los ojos, esbozando una pequeña sonrisa a la par de un ligero rubor sobre sus mejillas—. ¿Tienen todo listo? ¿Pasaporte, dinero, equipaje?
— Si, aquí la señora Prower se hizo cargo —responde, tomando las dos maletas a la par de la vulpina para irlas subiendo al avión.
— Sonic, no tienes idea de cómo agradezco que nos hayas ayudado —habló suavemente Zoey, extendiendo sus brazos hacia el mayor, atrapandolo en un cálido abrazo tras tenerlo lo suficientemente cerca.
— No es nada —afirma, correspondiendo tímidamente—. Ustedes lo necesitaban, solo lamento no poder hacer más...
— ¿¡Más!? Ya hiciste suficiente. Entregaste las invitaciones a todos en el pueblo, nos ayudaste en la selección para el banquete, me hiciste una despedida de soltero, te hiciste cargo de la seguridad de la fiesta, elegiste la música e incluso nos prestaste dinero para nuestra luna de miel —habla el de orbes celestes— ¿¡Qué otra cosa hubieras podido hacer!?
— Seguirlos a la luna de miel, obvio —asegura, pegando su mejilla con la de la menor, haciéndola reír mientras él veía fijamente a su mejor amigo, molestandolo adrede.
— Gracioso —gruñe, sonriendo forzadamente después de terminar de ordenar las maletas en el avión—, pero Amy te mataría de ser así. Sin duda ella te necesitará más que nosotros.
— Cierto... Una pena ¿No? —lamenta falsamente, guiñándole un ojo a la recién casada antes de separarse, tomando una gran distancia para luego cruzarse de brazos— De todas formas no sé si podré distraerme de forma apropiada. No a respondido si querrá ir a la cita de mañana.
— Déjala, quizás está desanimada —defendió la de ojos azules viendo hacia el erizo—. Las chicas aveces necesitamos tiempo a solas...
— ¡Ya oíste, Tails! —exclamó Sonic, apuntandola— Primer consejo de casado: No molestes a tu mujer si quiere estar sola, de lo contrario será difícil para la policía encontrar tu cadáver.
— Ay que gracioso —admite el zorro a secas, sonriendo de forma ladina mientras su esposa se carcajea al punto de gritar y sostenerse el estómago—. De todas formas si Amy no aparece puedes ir y ayudar a Knuckles con sus impuestos o visitar a Eggman y ver si sigue vivo.
— Impuestos —gruñe, mostrando una expresión de asco y desdén—. Elijo la tercera opción: Ayudar a Sticks en construir su búnker anti-aliens mientras me convence de creer en el gobierno subterráneo secreto de los roedores —sonríe, suavizando su expresión—. Les deseo un gran viaje. Cuídense ¿Sí? Y no se aloquen demasiado.
— Sí, sí... Lo entendemos —responde el zorro mientras ayudaba a su esposa a subirse al asiento trasero del avión.
— ¿Podrías ir a nuestra casa de vez en cuando y regar las plantas? —pidió de forma cortés la vulpina tras verlo subirse al ala del avión para estar más cerca de ellos.
— Con gusto —asiente con la cabeza, sonriendo de forma animada—. Puedo aprovechar y dejar ahí los regalos de la boda.
— ¡Oh, sí! Sería de gran ayuda para nosotros —musita la más joven, sumamente encantada por la sugerencia.
— Genial... —vió hacia Tails quien ya se encontraba sentado en el asiento del piloto— ¿Todo listo, hermano?
— Afirmativo —sentencia con total seguridad, encendiendo los motores al mismo que presionaba otros botones para configurar de mejor forma el vuelo—. Cuídate ¿Sí? Y ni se te ocurra robarme algo del taller, porque me daré cuenta.
— En este momento lo único que robaré serán las sobras del banquete de bodas —burla, saltando fuera del ala, dándoles espacio para despegar—. ¡¡Tengan buen viaje, disfruten de la luna de miel!! ¡¡Cuídense mucho!! —exclama finalmente tras verlos despegar, agitando su mano en el aire como señal de despedida.
Sigilosamente se queda viendo el horizonte nocturno, observando aquella figura de metal desvanecerse en el firmamento hacia el infinito, cruzando el mar hasta llegar a su destino, sumiendolo todo en un incomodó silencio.
El héroe suspiró, inclinando su mirada. No debía sentirse mal, pronto el se casaría con Amy, la mujer de sus sueños, la única mujer en su vida, en su mundo, en su corazón.
Rápidamente regresó a la fiesta, retomando la labor de vigilar a los invitados y de mantener un buen ambiente sin importar qué, no por el hecho de que los novios se fueran habría que detener la fiesta ¿Verdad?
Mientras tanto, en las profundidades de la selva, en aquella enorme cazona de estética futurista, allá en el sótano ubicado tras unas escaleras que descendían hacia un vacío de oscuridad.
Detrás de la puerta de metal pintado de rojo intenso, entre la oscuridad interrumpida por las velas de cera carmesí con llamas doradas, en el centro de la minimalista habitación, sobre ese colchón circular revestido con tela de terciopelo vinotinto, se encontraba aquella dupla de amantes.
Completamente desnudos, en la intimidad de su confianza, con la chica de espinas rosadas completamente desnuda frente al erizo azabache de vetas carmesí, con sus manos rudamente atadas detrás de su espalda, vistiendo solo un par de medias de red que llegaban hasta la mitad de sus muslos, con una sombra de ojos oscura sobre sus párpados y un delineado notable alrededor de sus ojos, notablemente sumisa, atrapada, excitada.
— ¿Quieres ésto, no es así? —preguntó con una voz ronca y viril el de orbes rubí, sosteniendo entre sus manos su larga y gruesa polla palpitante.
— Sí... —respondió.
— ¿“Sí” qué? —preguntó nuevamente, alzando una ceja a la par de una sonrisa testaruda— Dilo...
— Sí, amo —sentenció finalmente, con un fuerte rubor cubriendo sus mejillas y orejas, con su cola agitándose de lado a lado, esbozando una gran sonrisa en su semblante.
— Buena chica —felicitó, rosando la punta de su pene contra sus labios, tentandola—, mereces un buen premio...
No debía decírselo dos veces.
La más joven abrió sus labios, recibiendo gustosamente el miembro del mayor, lamiendolo en círculos por todo lo ancho y largo, saboreando en su paladar la escencia del líquido pre-seminal, llevándolo hasta el fondo de su garganta, una y otra vez, sin importar que pudiera ahogarse, sin importar si eso le provocaba arcadas, siguiendo ciegamente los instintos que tarde o temprano la llevarían al placer.
Los minutos pasan, el ciclo se repite entre los jadeos y gemidos ahogados del más fuerte de los dos, gustoso, felíz de tener a alguien en su vida para relajarse, para bajar la guardia, para complacerse sin que eso tenga de por medio el uso de la fuerza, a no ser que ésta sea pedida.
La observa, lo concentrada que está en su misión de hacerlo sentir bien, sin saber que ya lo logra con tan solo respirar a su lado en la misma habitación.
Es una chica ejemplar ¿No es así?
Lo ama, y él la ama ¿Por qué seguir peleando contra el destino? ¿Por qué no pueden ser claros en sus deseos y estar juntos de una buena vez? ¿Qué los detiene de que ésta sea su realidad?
Un día de estos las citas secretas como estas perderán todo el sentido que tuvieron en algún momento y quizás, solo quizás, sea cuando los dos se den cuenta de lo que realmente importa.
Velozmente el de vetas carmesí empuja la cabeza de su novia hacia atrás, sacando su pene de su boca, masturbándose con fuerza, sin contener sus jadeos.
— Abre grande —comanda, viéndola directamente a los ojos, reteniendo su cabeza para que no se aparte cuando se corra.
La rosada abre su boca por completo, siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, cerrando sus ojos hasta recibir su semilla, con el semen del mayor saliendo en demasía, cayendo sobre su cara, con las últimas gotas yendo directamente hacia sus labios y lengua, con la más joven saboreandolas con una sonrisa llena de agradecimiento y amor por él, relamiendo sus comisuras en búsqueda de más.
Shadow sonríe, sintiendo breves escalofríos recorrerlo de pies a cabeza. Se sube sobre el colchón, acorralandola con una sonrisa traviesa, repasando con sus manos el contorno de su cara, limpiando semen de sus ojos y cabello, distrayendola con besos en su cuello, aprovechando para así tocarla en los lugares correctos, desde sus redonditos y sabrosos senos hasta la zona interior de sus muslos, separando sus piernas en el proceso.
Amy jadea suavemente, disfrutando cada roce sobre su piel, cada beso en su cuello, cada vibración que siente gracias a él.
Ésto es amor, así se siente ser amada por alguien que sí sabe cómo hacerlo ¿No es así?
Shadow toma una venda carmesí y venda sus ojos, privándolos de la luz de las velas a su alrededor, sumiendola en una oscuridad íntima y privada, con el resto de sus sentidos intensificandose más ahora que el principal se encontraba ausente.
Cuidadosamente empieza a frotar su clitoris con sus manos desnudas, sintiéndola removerse debajo de él, castigándola al dar duras palmadas contra los labios de su entrada, tensandola, escuchándola chillar, sabiendo que estaba haciendo un buen trabajo al sentirla húmeda al cabo de un tiempo, con ese líquido transparente emanando de ella como un lubricante natural.
Tomó sus tobillos y los elevó hasta el nivel de sus hombros, encimandose por completo sobre ella, abriéndola al máximo, alineando su pene contra la entrada de su vagina hasta entrar de lleno en ella, tocando fondo, jadeando de forma ahogada, blanqueando los ojos al sentir nuevamente como ese cálido y húmedo interior se ceñía al alrededor de su polla, aprisionandolo en un abrazo imposible de olvidar o de odiar.
Amy emitió un pequeño gemido, arqueando su espalda al mismo que movía hacia un lado su cabeza, limitada de acciones, sin poder hacer nada más que respirar y dejarse hacer, despertando en ella nuevas sensaciones al encontrarse hasta cierto punto cautivada, extasiada.
El veteado rojizo empezó a moverse rápidamente dentro de ella, metiendo y sacando su polla una y otra vez, con sus bolas chocando agresivamente que contra el culo de la rosada, haciendo a chillar mientras se removía debajo de él, con el más fuerte sosteniéndola desde sus tobillos, poniendo todo su peso sobre ella para evitar cualquier movimiento inesperado que no fuera suyo, con ambos jadeando y gimiendo ante el placer que los recorría una y otra vez en un circuito que fluía de forma infinita, multiplicándose tras cada roce, tras cada beso en sus labios, tras cada latido en sus corazones.
— ¡¡Di que lo quieres!! —espetó rudamente, con el sudor corriendo por su frente, sin dejar de mover desenfrenadamente sus caderas contra su coño, enterrando una y otra vez su gran pene en su pequeña cavidad, abriéndose camino en aquel estrecho y acogedor lugar— ¡¡Dilo!!
— ¡¡Lo quiero!! —chilló la de espinas rosadas, con sus pechos bañados en sudor, teniendo su cuello y hombros adornados por mordidas y chupetones recién hechos— ¡¡Lo quiero, amo!!
— ¿¡Qué es lo que quieres!? —insistió con una mirada llena de energía y lujuria, tomándola fuertemente de la mandíbula, sin dejar de embestirla— ¡¡¡Dime!!!
— ¡¡Quiero su polla, amo!! ¡¡Quiero que me siga follando hasta convertirme en un desastre, amo!! —exclamó con todas sus fuerzas, arqueando su espalda a un lado, gobernada por un inmenso placer que le impedía pensar correctamente.
El mayor sonríe complacido y la rodea con sus brazos en un abrazo asfixiante, besándola en la boca, entrelazando su lengua con la suya, sin dejar de follarla tan fuerte como al principio, llevándola al límite con un gran orgasmo que, gracias a los golpes que su pene daba contra su punto G, provocó ese squirt que solo Sonic sabía cómo provocar hasta entonces, arrastrándola en un torbellino de pasiones, destellos de vibrantes colores y euforia sin igual, aliviandola de todas sus cargas.
Segundos más tardes el mayor eyaculó en su interior, gruñendo de forma ahogada, siendo dominado una vez más por esos espasmos que caían sobre él como el golpe de un látigo en sus sentidos.
Agotado, lentamente fue disminuyendo la velocidad de sus embestidas, jadeando, temblando, sintiéndose somnoliento, como si tarde o temprano fuera a desplomarse fuera del juego.
— Lo hiciste bien —ronroneó, hundiendo su nariz sobre el cuello de su adorada, besándolo suavemente mientras recorría la silueta de su cintura con sus manos, acariciándola de la forma más suave que podría permitirse—, muy, muy bien...
La de orbes jades sonríe, descanso su cabeza sobre la suya, respirando cansada, agotada por toda la acción, notando el hormigueo en sus muñecas y brazos, comenzando a doler.
El veteado la libera de sus ataduras, arrebatándole la venda de sus ojos, cegandola momentáneamente entre el brillo de las velas que se reflejaba sobre ellos. Ambos se miran y no hay nada que puedan decir que ya no sepan.
Amy es la primera en acurrucarse, cruzando sus piernas en lo que el semen dentro de ella se va deslizando hacia el exterior, con el de tez bronceada acobijandola entre sus fuertes brazos, besando su frente mientras soba su espalda, recobrando el aliento al percibir su aroma de fresas frescas, aún entre su sudor su aroma sigue siendo el mejor de todos.
Una noche más.
Una noche menos...
Todo estará bien.
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