• Masturbación Al Pasivo •
— ¡¡Sssshhhh!! —siseó con gran rudeza el erizo de espinas azabaches, vetas rojizas y brazaletes de dorado esplendor mientras posaba con fuerza su mano sobre la boca de la más joven.
La eriza de espinas rosadas, orbes jades y tez pálida se encontraba petrificada del miedo, temblando en su lugar mientras acataba la orden del mayor, con sus orejas agachadas mientras se aferraba con fuerza al tronco a sus espaldas, desesperada ante lo que parecía ser un escenario salido de la peor de las pesadillas, sus pesadillas.
Un rugido eléctrico resonó por toda la arboleda en conjunto de grandes y ruidosas pisadas que hacían temblar la tierra, sacudiendo los árboles mientras agitaban a las aves que se suponía debían retozar en armoniosa paz.
Aquella colosal bestia hecha de metal, engranajes y comandos dirigidos por voz de aquel genio lunático que obtenía placer a base de la miseria ajena y destrucción caminaba por los alrededores, alzando su endemoniada cabeza por encima de las copas de los árboles mientras buscaba con su visor algo, a alguien.
La joven de vestido magenta ahora ligeramente destrozado estaba más que horrorizada, deseando con toda su alma llorar y gritar al ver que su mayor fortaleza no estaba ahí con ella.
Bien podría sacar su martillo y atacar como si no hubiera un mañana, sin duda lo haría, ¿pero de qué serviría eso si tras haberlo intentado no obtuvo nada más que la destrucción de su única arma?. En efecto, aquel monstruo moderno había sido fabricado con un metal especial anexado a un campo de fuerza que hacía que todo objeto o artefacto que entrase en contacto con él se desintegrase hasta reducirse a cenizas o baratijas.
El erizo de espinas negras por otra parte conocía a la criatura y cómo rastreaba a sus presas, precisamente fue por esa entidad que decidió quedarse en aquella isla y no por el morbo de ver a cuántos podría dañar en un solo día, fue más que nada por la idea o esperanza de saber cómo detenerla o ayudar en su destrucción.
Miró a la joven frente a él, tan aterrada, con su pecho subiendo y bajando debido a sus respiraciones aceleradas en conjunto del aroma que desprendía en su miedo, ah, sí. Ésto es a lo que él fácilmente diría “carnada fácil” y realmente no habría problema con eso si tan solo no fuera él uno de los que casualmente podría salir herido o muerto debido a esa cosa.
— Amy, tienes que calmarte —habló entre el estruendo de las pisadas y árboles sacudiéndose al alrededor de ellos por sobre sus cabezas—, ¡Cálmate!
— ¡No puedo hacerlo! —titubeó antes de volver a ser callada de forma abrupta, estresada y con un temor más grande que su corazón sacudiéndose de lado a lado en su alma, liberando así pequeñas lágrimas entre sollozos que intentaba soltar de forma deliberada.
El de vetas rojizas miró hacia atrás, alzando su mirada de forma agobiada hacia el cielo en búsqueda del semblante de aquel monstruo, enojado. Aquella bestia sin duda los encontraría si aquella chica no se calmaba pronto, ¿Pero cómo?
La miró fijamente a los ojos, sin quitarle la mano de la boca, aturdido. ¿Cómo se logra calmar a una mujer que se ahoga en estrés? ¿Como logras hacer que alguien que teme por su vida conserve la cama? ¿Cómo se consigue dar con las palabras correctas para que te obedezcan aún cuando se acercan las horas del fin?
Conocía perfectamente a la bestia que los acechaba, es más, él mismo había sido el de la brillante sugerencia de instalar un sensor que captara el ritmo cardíaco de todo aquel en un radio de un kilómetro y que en base a eso seleccionara al individuo con mayor ritmo cardíaco para ir tras él...
O ella, como ahora.
No sabía mucho sobre cómo relacionarse, mucho menos entendía completamente las reacciones sentimentales y el como responder ante ellas, aunque claro, sin duda lo poco que sabía sin duda sería más que suficiente si utilizaba aquel saber de forma correcta.
Tomó una profunda bocanada de aire para posteriormente suspirar de forma silenciosa, si deseaba calmarla a ella tendría primero que calmarse a sí mismo.
— Todo estará bien —sentencia con una certera seguridad a su oído, llamando su atención por entre las lágrimas—, respira, Amy.
— ¡¡Vamos a morir!! —gritó separando su mano de su boca de forma abrupta, estallando en lágrimas mientras pataleaba y temblaba a la vez.
— ¡Ssshhh! —siseó, tapandole la boca con su otra mano mientras que con la mano restante la pegaba más a él, haciendo uso de aquel sobrevalorado contacto físico— Nadie va a morir, respira... No moriremos, Amy, vamos a estar bien.
La joven de espinas rosadas no sabía si creer o no.
En efecto, confiaba en él desde hace ya un par de meses, a fin de cuentas se habían hecho con un lazo de amistad algo inusual pero funcional entre ambos y sin duda era consciente de sus experiencias en esta vida, misma que lo capacitaban para ser la mayor y única respuesta en situaciones así, pero... ¿Sería ella igual? ¿Aún con todo lo que había vivido y lo que estaba viviendo sería capaz de igualarlo? ¿Podría tener paz? ¿Podría confiar en que estaría bien? ¿Sería capaz de relajarse aún teniendo a la muerte respirandole a un lado? Quizás, quizás, quizás...
Tomó una profunda bocanada de aire, apretando su mandíbula y labios mientras se aferraba al más alto, temblando mientras intentaba no seguir llorando, moderando su respiración conforme sentía las caricias del veteado sobre sus mejillas, bajando hasta su cuello hasta llegar a su cintura, animandola a continuar con aquella actitud, con aquella actuación.
La bestia de metal blanco se detuvo entre sus gruñidos, confundida tras perder el rastro de su presa, enfurecida hasta notar cómo una estela de azúl se hacía notar por encima de los árboles, llamando su atención lo suficiente como para ir a por aquello que osaba intercambiarse como su nuevo objetivo.
Rápidamente sus fuertes pisadas fueron siguiendo a aquel veloz ser, alejándose prestamente de la localización de la más joven y el de azabache, dejando que sus rugidos y alaridos mecánicos resonaran entre el cielo y el viento.
Aquella dupla se había quedado estática, aferrados a sí mismos hasta confiar en la ausencia de aquella bestia.
La joven de espinas cortas rosadas abrió lentamente sus ojos, sintiéndose en efecto más calmada, más relajada, observando de forma atenta al más alto y fuerte de los dos, sintiéndose extrañada, como si su corazón latiera con la misma fiereza con la que la latía cuando estaba con Sonic antes de ser novios. Sí, una sensación de adrenalina y paz la recorría de pies a cabeza con tan solo ver a aquel que en algún momento vió como un vil enemigo más de la vasta lista, ruborizada en su totalidad sin entender bien la razón.
Aquel de brazaletes dorados la observaba de arriba abajo, absorto de lo que parecía ser un nuevo y precioso panorama, sorprendido puesto que en lo que llevaban conociéndose era la primera vez que la percibía tan hermosa, tan agraciada, tan sublime, tan... divina.
Las palabras no hicieron falta, ambos sabían que hacer y no esperaron mucho para dejarse llevar entre las órdenes de sus corazones, ciegos ante sus deseos juntaron sus labios en un cálido beso que lentamente se fue haciendo más grande y hambriento, con el azabache colando de improvisto su lengua en aquella cálida y húmeda cavidad, recorriendola como si fuera de su pertenencia, con la más joven aferrándose a él entre pequeños jadeos desesperados.
La acorraló contra el árbol, posando una mano rodeando su espalda mientras que la otra la movía ágilmente por debajo de su vestido, masajeando de forma desvergonzada su vagina por sobre sus panties de blanco, arrebatándole pequeños gemidos ansiosos mientras más movía sus dedos por sobre su clitoris, ejerciendo una suave presión mientras lo movía a un ritmo constante.
Aquella de orbes jades jadeaba de forma desvergonzada, separando sus piernas mientras ladeaba su cabeza a un lado, permitiendo que aquel de tez bronceada se abriera camino hacia su cuello, permitiendo que lo besase y mordiese cuantas veces quisiera, permitiendo que todo aquello que ordenaba su corazón se cumpliera en ipso facto.
Poco a poco y sin mayor prisa aquella pequeña prenda se vió húmeda en su totalidad, producto de las atenciones que prontamente escalaron en rapidez y eficiencia, con aquellos dedos impregnandose de aquel peculiar líquido mientras se hundían en aquellas panties, pretendiendo romperlas para así llegar al verdadero tesoro, para así apreciar realmente que tan suave era aquella dulce chica por dentro, para así oficializar en una medida carnal lo que ambos ya sabían.
¿Pero por qué conformarse con tan poco? ¿Por qué dejar que solo uno de los sentidos la conociera en este aspecto? Tenían tiempo, todos tenemos tiempo.
Sin mirarla o decir nada se arrodilló frente a ella, sacándola así de su romántica burbuja llena de pasión para así llevarla por un momento al mundo real, mundo en el que justamente aquel erizo se acomodaba entre las piernas de la más joven, sonriendo con zorna mientras arrancaba de forma vil y rápida su ropa interior, dejando al descubierto su rosado y húmedo coño en la espera de algo más, haciéndole relamir los labios para lo que seguía.
Tomó las piernas de la joven doncella y tras ponerlas sobre sus hombros se acercó hacia su sexo, depositando repetidos besos que uno tras otro se hacían más profundos hasta pegar por completo su boca hacia sus labios inferiores, dejando así que su lengua fuera la siguiente en proceder, examinando aquel húmedo y apretado interior con asombro y delicia, aferrándose a los muslos de aquella chica como si esta fuera lo único en el mundo.
La joven heroína no podía creer lo que sentía, gemía y jadeaba en éxtasis cada que sentía como la lengua de aquel veteado se escurría en su interior, chupandola y besándola de formas que jamás habría podido imaginar, ni siquiera con...
— Ah, Shadow —jadeó tímidamente mientras tapaba su boca con el dorso de su mano, viendo al mayor entre sus piernas, tan ocupado en satisfacerla de una forma tan inapropiada que solo lograba aumentar su libido.
La textura de aquella ágil lengua contrastaba perfectamente ante la sensación de cómo se escurría una y otra vez dentro de su pequeño interior, haciéndole tocar el cielo sin más esfuerzo, llegando a un punto donde los latidos de su propio corazón se desvanecían de forma indistinguible, llegando a un punto donde todo a su alrededor eran estrellas y éxtasis, llegando a un punto en donde finalmente obtenía su clímax.
Un gran y agudo gemido escapó de sus tersos labios, con la más joven exaltandose ante los espasmos que recorrían su cuerpo, llevándola al cielo mismo por un pequeño instante para posteriormente devolverla a la tierra, a su realidad, a aquel preciado momento donde por primera vez en su existencia sabía cómo se sentía el éxtasis, el placer carnal, el dulce manjar del que ningún mortal puede escapar o resistirse.
El mayor por otra parte disfrutaba de lamer los líquidos que se habían derramado ante aquel orgasmo, tentado en parte por seguir avanzando mientras exploraba los pliegues de aquella sonrosada vagina con su lengua, sobreestimulandola a conciencia en el trayecto.
— Oh, Shadow... —musitó de forma suave mientras posaba una de sus manos sobre la cabeza del veteado, hundiendo sus dedos por sobre sus espinas azabaches, sintiéndose increíblemente tranquila.
La joven cerró sus ojos mientras respiraba de forma apacible, dejándose llevar en lo que fácilmente se convertiría en su segunda ola de placer, convencida de que esta paz que sentía sería eterna y duradera más que cualquier otra.
— ¡¡¡Amy!!! —gritó a lo lejos aquel héroe de espinas cobaltosas con prominentes heridas en lo que corría por toda la arboleda, dejando una estela celeste a su paso, buscando con insistencia tras cada árbol mientras la preocupación crecía en su ser— ¡¡¡Amy!!!
— Oh, mierda —gruñó, tensandose mientras sus orejas se alzaban, con sus mejillas tiñendose de rojo vivo en lo que un gran agobio crecía en su ser.
— Maldita sea... —quejó con ronca voz el mayor de los dos, soltando las piernas de la más joven para acto seguido retroceder, limpiándose los labios con el dorso de su mano enguantada.
La dupla se observó por última vez mientras se arreglaban y limpiaban cada uno por su lado.
Aquel par se miraba a los ojos sin saber exactamente qué sentir o decir, ¿estuvo bien? ¿hicieron bien? ¿lo disfrutaron realmente? ¿en el futuro, cuando recordasen este momento, sonreirían y gozarían nuevamente de lo que fue o simplemente se arrepentirían y rogarían para que jamás hubiera pasado?
La joven de espinas rosadas acomodaba la falta de su vestido y se arreglaba las espinas en lo que secaba su sudor, por otro lado el erizo de tez bronceada simplemente se alejaba sin decir más, con la mente en blanco, divagante en todo sentido.
— ¡¡¡Amy!!! —seguía gritando aquel de tez melocotón, deteniendose en un claro destruido del bosque para así fijarse en su entorno, fijándose en los cientos de árboles caídos y arrancados del suelo, temiendo fieramente de lo peor, de que aquella que se había convertido en la luz de su vida, de su alma, de su corazón se encuentre herida o peor, quizás...— ¡¡¡AMY!!! —gritó con aún más fuerza mientras reanudaba su carrera por todo el bosque mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que retenía entre sus ojos, sin desear dejarlas salir, sumamente aterrado.
— ¡Sonic! —exclamó en respuesta la joven de orbes jades, saliendo de su escondite detrás del árbol mientras intentaba verlo entre la arboleda— ¡¡Sonic!!
Las orejas del de cobalto se tensaron, percibiendo la voz de su adorada, cambiando fugazmente su rumbo para así seguir el rastro del sonido y de esa forma hallarla, tan divina, tan bella, y a salvo.
— ¡¡Amy!! —gritó en lo que corría hacia ella, abriendo sus brazos de par en par para posteriormente saltar y atraparla en un cálido y urgido abrazo que los haría caer a ambos.
La eriza rosada soltó un pequeño chillido mientras se tensana, sorprendida de pies a cabeza ¿Qué Sonic era éste y por qué se veía tan diferente? ¿Qué había pasado?
— ¿¡Estás bien!? —inquirió el de bufanda rasgada mientras la tomaba por los antebrazos, alzandola para así acomodarla y verla mejor— ¿¡No te pasó nada, o sí!?
La escena era extraña, pero a la vez inquietante.
Aquel erizo de azul que presumía todo el tiempo su inquebrantable belleza con rasgos de seguridad y encanto se encontraba casi destrozado. Sus mejillas estaban manchadas por polvo y sangre que emanaban de sus cortadas por debajo de sus ojos, a la par de su oreja izquierda tenía una cortada profunda que seguía emanando sangre, marcando así un camino que bordeaba su sienes, sus guantes estaban agrietados y con las vendas desajustadas, mostrando sus dedos y palmas desnudas mientras que sus brazos tenían raspones y moretones de una oscuridad intensa. Su torso contenía una cortada cerca de su clavícula y cientos de raspones y golpes en su pecho y abdomen, siguiendo con sus piernas mismas que tenían zarpazos en las áreas de los muslos, moretones en las rodillas y raspones cerca de los tobillos, teniendo sus peculiares tenis llenos de polvo y sangre salpicada, con sus vendas agrietadas y al borde de desgarrarse por completo.
Sin duda alguna su amado novio tuvo que pasar por un infierno si volvía a sus brazos de esta forma.
— Yo estoy bien —titubeó sin creer todavía la imagen que tenía frente a sus ojos—, ¿Pero qué fue lo que te pasó a ti? ¿A dónde fue la bestia?
— Nos hicimos cargo —respondió en un suspiro, mientras suavizaba su agarre hacia ella, serenandose en lo posible—. Sticks y Tails se las ingeniaron para destruirlo desde adentro, Knuckles mantenía los badniks a raya y yo... —rió torpemente mientras su mirada se perdía, desconcertado así a la más joven— Yo fui la distracción del monstruo, sí.
— ¿¡QUÉ!? —exclamó la joven de vestido magenta, abriendo sus ojos de par en par horrorizada— ¡¿PERO-?!
— ¡Pero nada! —titubeó, mientras la tomaba de los hombros— El monstruo cayó, justamente lo destrozaron en una de las playas cerca del pueblo, créeme —la miró fijamente a la cara—, lo hemos convertido en algo inservible, no volverá a ser problema.
— ¿Pero Eggman...? —susurra, inclinando sus orejas.
— Eggman no estaba ni dentro ni cerca del robot —responde deprisa mientras cierta ira lo carcomía por dentro—. Creemos que dirigió todo desde su guarida, no estamos seguros, no hemos ido a revisar... —murmura, levantándose del suelo con cierta dificultad para posteriormente ayudar a su novia a hacer lo mismo.
— ¿Y Tails, Knuckles... Sticks? ¿Ellos están bien? —pregunta mientras lo observa de forma detenida, preocupada y con dudas de si debería llevarlo al hospital.
— Sí, sin duda están bien —sonríe de forma ladina, calmado tras recordar que esa era la verdad—. No sufrieron daños, yo... yo fui el que recibió los golpes por todo el equipo —ríe de forma breve, cerrando sus ojos.
Aquel erizo se ve roto, pero fuerte a la vez.
Aquella dulce eriza no sabe qué hacer o decir, más que sentirse culpable por no haber estado a su lado, quizás pudo ayudarlo, quizás pudo haber traído refuerzos, quizás... quizás pudo recibir parte de aquellos golpes para que él no sufriera tanto.
— Amy... Princesa, ¿qué pasa? —pregunta el de espinas azules mientras tomaba a su pareja de las manos, esto tras ver cómo agachaba la mirada y parecía querer romper en llanto.
— Lamento no haber estado contigo... —murmuró, sin poder verlo a la cara, avergonzada en parte por la cobardía inicial que la llevó a hacer todo lo demás— Yo... Yo fui cobarde...
El de orbes esmeraldas abre sus ojos de par en par, alarmado. No quiere aceptar aquellas palabras, no quiere saber que la chica de sus ojos se sienta mal por querer alejarse de algo que fácilmente pudo haberla matado, no, no, no...
— ¿Qué dices, Amy? —inquiere con una risa entrecortada— No... De hecho hiciste bien —agrega, juntandola más a él, tomando su mentón para así alzarlo con suavidad, sin dejarle otra opción que mirarlo a la cara—. Yo te pedí que huyeras tan pronto tu martillo se rompió, y me hiciste caso —sentencia, uniéndose a ella para así abrazarla con fuerza, temblando en su lugar mientras se aferraba a ella—, lograste ponerte a salvo y... y sigues aquí —susurra con suavidad, suspirando de forma profunda mientras frotaba su mejilla contra la suya.
La joven de orbes jade se queda inmóvil, sin saber qué decir, sintiéndose culpable por algo más ahora, algo que hizo a placer, algo de lo que no pensó las consecuencias, algo que fácilmente destruiría a aquel chico que la quiere tanto.
Sus manos tiemblan mientras se las arregla para corresponder a aquel abrazo, suspirando en el proceso, sin saber qué hacer más que eso, viviendo su culpa en silencio.
— Gracias... —susurra la de ojos jade, mientras contenía las ganas de llorar— por preocuparte por mí.
— Hey —musita, separándose de ella sin soltarla todavía—, a eso me dedico —agrega, guiñandole el ojo.
La más joven respira de forma profunda, apartando de su mente todo pensamiento que pueda perturbarla, dispuesta a dejar pasar el dezlis que ha sido este día, queriendo disfrutar del ahora con él, el ahora en el que todavía es buena...
El ahora donde todo está bien.
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