• Contra La Pared •
Linda fiesta ¿No es así?
Era ese tipo de noches calurosas en las que solo podía haber una idea en mente: beber, bailar y festejar.
El grupo de héroes había sido invitado a unirse a la festividad, no había una razón en particular, solo el alcalde ofreciendo una fiesta en común para todo el pueblo, dándoles la libertad de venir a su gran mansión en la cima de una de las colinas cerca del pueblo, derrochando su fortuna en bebidas alcohólicas y platillos preparados por Cheffs que dirigían restaurantes de cinco estrellas fuera de la isla.
El ambiente era festivo, entre las risas, las parejas que mostraban sus mejores pasos en la pista de baile y los banquetes en las laderas del salón era notable que se vivía un buen momento, con la noche despejada resplandeciente con las estrellas brillando sobre la piscina del patio con vista a la costa, entre las luces amarillas en el interior de la casa.
Cada paso que pudieras dar te guiaría a una historia diferente, desde el equidna carmesí que competía en un juego de bebidas contra el alcalde y sus amigos, la madre soltera que intentaba ligarse al DJ de turno, el zorro amarillo que perseguía a la tejón por el patio cerca de los bordes de la piscina, el dueño del circo que buscaba robarse la comida del banquete bajo la atenta mirada de uno de los adolescentes y el erizo de azul que se proclama el alma de la fiesta al tener todas las miradas sobre él en la pista de baile.
Sin duda el ambiente usual entre el calor de las emociones a flor de piel y el furor del éxtasis social condensado idealmente en un solo espacio, ideal ¿No lo crees?
Mientras todo el pueblo se mantenía cautivo en la primera planta de la mansión, allá, subiendo las escaleras de caoba pulida, encaminandonos hasta el fondo del pasillo, en una habitación oscura y gélida, había una historia extra, una historia prohibida, un secreto que nadie debía saber.
El erizo de espinas azabaches y tez bronceada apretaba rudamente los senos expuestos de la delicada eriza de rosa frente a él, escuchándola gemir su nombre de forma desesperada, recibiendo su polla en su interior una y otra vez.
No era tan difícil entender lo que estaba pasando aquí.
Es obvio que aquella pareja se habían visto cegados por sus instintos sexuales, deseos carnales que poco a poco calaron en su interior desde que cruzaron la primera mirada dentro de la fiesta. Podríamos decir que incluso estaban abusando del hecho de que la música estaba lo suficientemente alta como para enmascarar perfectamente sus gritos y gemidos en aquella habitación sin luz y con las ventanas abiertas.
La joven chica de rosa se encontraba afincando sus manos contra la pared, con el escote de su vestido carmesí completamente estirado hacia abajo, con su falda de doble capa alzada hasta su cadera para darle a su amante más espacio para sus travesuras, sudando mientras intenta mantener el equilibrio en sus tacones azabaches.
Oh, maldita lujuriosa ¿Te prende tener sexo con tu amante mientras tu novio yace distraído en otra habitación, no es así?
Las chicas malas merecen buenos y duros castigos.
Por otro lado su amante no era menos pervertido, vistiendo una camisa blanca —ahora desabotonada—, con una corbata de rojo brillante —ahora aflojada— y un tuxedo azabache hacía todo cuanto se le diera la gana, moviéndose de adelante hacia atrás, manteniéndola acorralada contra la pared, jadeando de forma ronca, jalando y pellizcando sus tetas en lo que respiraba contra su nuca, mordiéndola y lamiendola según su instinto.
¿Podrían culparlo? Claro que no. Aquella chica sabía bien lo que iba a provocar si venía a la fiesta vestida así, con ese vestido escotado que definía su figura y la hacía ver aún más hermosa, calzando esos tacones que mínimo le aumentaban cinco centímetros de altura, siendo tan... hermosa.
— ¡Shadow! —gemía la joven de orbes jade, sintiendo como su punto G era golpeado una y mil veces, dejando que un pequeño hilo de saliva resbalase fuera de sus labios, pasando por encima del carmesí de su labial que tanto se había demorado en hacer para que quedase bien— ¡Ah! ¡Shadow!
— Lo hago mucho mejor que Sonic ¿No es así? —jadeó, sonriendo de forma perversa, depositando rápidamente una fuerte nalgada en su glúteo derecho, haciéndola estremecerse, escuchandola liberar un chillido ahogado en el proceso— Eres una niña sucia, muy sucia —afirma entre gruñidos provocados por el placer, rodeando su cuello con una de sus manos mientras se hundía más ella, abriéndole más las piernas, sin dejar de amasar uno de sus senos.
Todo cuanto podía pensar en este momento era en él, Shadow, la forma en la que era tan fuerte, tan rudo, tan lascivo, tan desconsiderado, tan varonil. Le encantaba la forma en la que su gran polla erecta se adentraba de forma ruda una y otra vez dentro de ella, amaba sentir sus dedos apretar su cuello de la misma forma en la que se derretía ante la forma en la que jugaba con sus senos, simplemente era... excitante.
Sonic jamás sería así de rudo con ella, aún si lo intentara, se mantendría al margen para evitar dejarle marcas de fuerza, pero Shadow...
Oh, a Shadow poco o nada le importaba que vieran las marcas que dejaba sobre su piel, es más, mejor para él, ya que así todo el mundo que la viera podría saber sin lugar a dudas que le pertenecía a él.
La forma en la que el culo de la chica de tez blanca y suave rebotaba contra la pelvis del veteado era hipnotizante, sus caderas eran sumamente resistentes, al igual que era sorprendente la forma en la que resistía el dolor al apreciarlo como un plus en su placer, volteando sus ojos en lo que sacaba la lengua, con el interior de su vagina apretando cada vez más el pene del mayor, llevándolo al límite mientras más rápido iba, haciéndole liberar gemidos roncos y casi ahogados en los que buscaba resistir un poco más para no acabar tan rápido...
Al cabo de varios minutos más el azabache tomó ambas caderas de la chica y las presionó contra él, hundiéndose al máximo dentro de su vagina, eyaculando con fuerza, liberando toda la carga que había almacenado tras cuatro semanas de abstinencia, con la más joven gimiendo de forma aguda, sonriendo de forma perdida en la que su coño temblaba y llegaba a su orgasmo, con su vista nublandose por un breve periodo de tiempo.
La dupla de amantes se quedó estática por un momento, con la más joven sintiendo su vientre abultarse por la carga de semen en su interior en lo que el erizo de ojos carmesí se recargaba sobre la espalda de la menor, recobrando el aliento en silencio, apretando aún su cadera, sin ánimos de separarse de ella, sin importarle en lo más mínimo el sudor de sus cuerpos, añorando solo un poco más de tiempo a su lado.
Lo habían hecho...
Otra vez.
Mientras tanto en el piso de abajo se encontraba el héroe de espinas azules, sonriendo de forma perdida en lo que intentaba acercarse a la mesa de blanco en la que estaban todos sus amigos reunidos, casi tan exhaustos como él.
— ¡Vaya fiesta! —sonrió, apoyando bruscamente ambas manos sobre la superficie cubierta con el mantel blanco, sudando de pies a cabeza— ¿Alguno quiere venir a bailar conmigo?
— Paso —respondió el zorro de ojos azules, viendo de reojo a la tejón de pelaje naranja a su par, misma que devoraba como una bestia todas las presas de pollo que había logrado hurtar del banquete—, realmente me gustaría irme.
— ¿Por qué? —duda el de azul, suspirando en lo que se abría el saco azul oscuro que se había puesto para la ocasión, mostrando su camisa desabotonada hasta el cuello entre su bufanda colgando sobre sus hombros— La noche aún es joven y todavía no ponen nuestra canción...
— ¿Nuestra canción? —gruñe el vulpino, viéndolo de reojo.
— Sí, la que Amy y yo elegimos —explica, volteando a ver a todas direcciones, sin poderla ver entre todo el mar de gente, sin notarla entre las luces que danzaban sobre la pista de baile—. Oigan ¿Alguno sabe dónde está?
— No la he visto desde hace una hora —aclaró el equidna de rojo con corbata negra—. La última vez que la vi estaba subiendo hacia el segundo piso.
— Quizás se intoxicó con la comida... —teorizó en voz baja el líder del grupo— Iré a buscarla ¿Sí? No se metan en problemas, ya vuelvo.
Tan pronto se aleja de la mesa el equipo se mira entre sí y empiezan una pelea sin cuartel para saber quién sabía desde antes que Sonic ya tenía pareja, echándose la culpa el uno al otro por no decirlo en lo que discutían las pruebas del momento en el que se dieron cuenta, con el chico de azul abriéndose paso entre la multitud, encontrando la salida que dirigía al segundo piso, subiendo las escaleras, apartándose de la fiesta para toparse con el laberinto de habitaciones y pasillos frente a él.
— Creo que ésta vez te pasaste un poco —refunfuñó la eriza de espinas rosas caídas en lo que intentaba reacomodar el escote de su vestido, cubriendo sus senos en lo que buscaba un ángulo en el que no se notaran los pellizcos sobre su piel.
— Bien sabes que así es como te gusta —sonrió pícaramente el mayor, reabotonando su camisa para acto seguido rehacer su corbata.
— Eres imposible —queja, rodando sus ojos, tanteando el suelo en búsqueda de su ropa interior, encontrándola cerca de la puerta—. Sí Sonic supiera ésto...
— Si Sonic supiera nos haría un gran favor —ríe, abriendo las cortinas de la habitación, permitiendo así el tenue ingreso de la luz del exterior, notando así el panorama de afuera, encontrando tanto parejas que no podían quitarse las manos de encima como grupos enteros que jugaban en la piscina o en el jardín cercano—, créeme. Ese sujeto no es bueno para ti.
— A ver, dime el porqué —exije, colocándose nuevamente sus panties, sintiendo como lentamente el semen anteriormente depositado se desliza verticalmente en su interior, causándole un escalofrío.
— Número uno, él no es yo —inicia, ganándose una mirada crédula por parte de la rosada—. Segundo, él no puede complacerte como yo lo hago... Y número tres-
— Tú eres la forma de vida definitiva —interrumpe, acabando la oración por él. Shadow se gira a verla, alzando una ceja en lo que permitía que una sutil y pequeña sonrisa se dibujase en su semblante—. Sí, sí... Ya me lo sé de memoria —concluye, abriendo la puerta de la habitación.
— Si tanto sabes ¿Por qué no me das tú el sermón la próxima vez? —pregunta, pegándose a sus espaldas, rodeando su vientre con sus brazos, atrayendola contra él una vez más.
— Tal vez lo haga —sonríe de forma coqueta, liberando una risilla disimulada en lo que acariciaba su mejilla, viéndolo de soslayo en lo que caminaban fuera de la habitación.
El encantador momento se ve interrumpido por un sonido en particular. La joven de ojos jade alza sus orejas tras escuchar lo que parecieran ser pisadas aproximarse hacia ellos, para cuando localiza la dirección nota la figura del erizo cobalto con piel melocotón revisando habitación tras habitación, curioso en cada intento, alarmandola.
Velozmente patea al erizo mayor contra la habitación en la que estaban antes, cerrando la puerta de esta con fuerza antes de que el veteado pueda decir algo, llamando súbitamente la atención del chico de orbes esmeraldas.
— ¡¡Amy!! —sonríe ampliamente, corriendo hacia ella, atrapandola en un gran abrazo— Finalmente te encuentro ¿Dónde estabas? Te perdiste la mejor parte de la fiesta.
— Yo... Yo estaba —titubea, carraspeando al final en lo que desviaba su mirada hacia otro lado—. Buscaba el baño...
— ¿El baño? —alza una ceja, separándola para así verla directamente a los ojos— ¿Para qué? ¿Te sentiste mal después de comer?
— Algo así —sonríe tímidamente, cruzando sus manos tras su espalda, con sus piernas temblando en lo que aquella extraña sensación dentro de ella se repite—, creo que me sentí abrumada por la fiesta, es todo...
— Oh —rasca su nuca, viendo hacia el suelo—, ya veo... Es válido. No estamos acostumbrados a que nos inviten a las fiestas así que no tenemos práctica —ríe nerviosamente, tomando sus manos—. De todas formas me hubiera gustado saberlo...
— Ya sé, pero te veías tan felíz siendo el centro de atención que no quise arruinar eso —confiesa, viéndolo a la cara.
En parte no mentía.
Justamente fue esa distracción, esa necesidad natural de ser el único en tener la mirada de todos sobre él lo que dió puerta a su ligera infidelidad, a su casual pero importante oportunidad.
Mientras la pareja de erizos hablaba el veteado carmesí gruñía en voz baja, sobándose el estómago en lo que maldecía su suerte, asomándose de forma cautelosa hacia el exterior, abriendo lentamente la puerta, viéndolos ahí, parados, con el de azul acorralando a la de rosa con aquella sonrisa bobalicona que ponía cada que le prestaba atención.
Patético.
— Igual... Ya sabes. Todos están distraídos allá abajo, y no hay nadie aquí —ronronea de forma seductora el más alto, rozando el brazo de su chica en lo que lentamente se acerca a la puerta de la habitación en la que Shadow se mantenía oculto—, quizás podríamos hacerlo —sugiere, desvistiendola con la mirada, excitado por la idea de tener un momento pasional a espaldas de sus amigos.
— ¡¡No!! —grita, jalandolo lejos de la puerta, pegándolo a ella de forma tan súbita que hasta el erizo de azul se veía notablemente confundido— E-Es decir, no... Nuestros amigos podrían preocuparse si tardamos.
— No importa —susurra, viéndola con una mirada que irradiaba deseo, viéndola directamente a la cara, sin notar como a sus espaldas se deslizaba lentamente el erizo de vetas azabaches, mismo que le dedicaba una mirada de odio puro—. Soy el ser más rápido ¿Lo olvidas? Nadie lo notará —insiste, cerrando sus ojos mientras se pega a su rostro, inhalando su particular olor a rosas y... ¿sudor?
— No tengo ganas —responde la rosada después de ver al erizo carmesí bajar las escaleras, separando a su novio de ella, viéndolo de forma seria—, en serio, Sonic. No me siento dispuesta hoy...
El héroe de azul inclina su mirada, separándose lentamente de ella en lo que libera un suspiro pesado y frustrado.
— Está bien —asiente, cruzándose de brazos, sintiendo una sensación amarga dentro de su ser ante esta que sería su primera vez sin ser correspondido sexualmente—, está bien...
— Oye —llama, suavizando su mirada, tomándolo de las mejillas—, quizás no me sienta dispuesta ahora pero... aún puedes probar suerte en casa —sugiere, dedicándole una mirada y sonrisas coquetas y a la vez inocentes.
Sonic abre sus ojos de par en par, con un pequeño rubor cubriendo sus mejillas, devolviéndole de apoco la sonrisa.
Eso es justo, igual no querría jugarse la reputación y tener la mala suerte de que alguien del pueblo lo vea cenandose la vagina de su novia antes de siquiera hacer público su relación con ella.
— Okay —afirma, rodeando su cintura con su brazo, guiándola hacia las escaleras para volver a la fiesta—, pero por ahora regresemos con los demás ¿Sí?
— ¡Claro! Lo último que desearía es que malpiensen de ti por no volver rápido —juega, tomándolo de la mano en lo que le sonreía de ampliamente.
El erizo de azul ríe a su lado y deposita un tierno beso sobre su mejilla, con la pareja sumergiéndose nuevamente en el furor, el calor y el ruido que inundaba el salón principal, bañándose entre las luces de amarillo y rojo con estelas de azul y violeta, integrándose en el ritmo, haciéndose un espacio en la pista de baile donde giran, sonríen y se roban la atención, brillando como dos estrellas que lideran la noche, deslumbrando a todos menos a sus amigos, quienes aún seguían discutiendo.
Mientras tanto el erizo de vetas carmesí y espinas azabaches camina lejos de la edificación, viendo hacia atrás, maldiciendo su suerte y es que ¿Cómo él, el ser más perfecto, pudo fijarse en una chica que tenía como pareja al ser más imperfecto e idiota de todo el mundo? Solo a él se le ocurría. Debía buscar a una nueva mujer pronto, una que pudiera remediar este desliz y estar a su altura.
Rápidamente se desvaneció entre la oscuridad, adentrándose en el bosque, huyendo del ruido de la fiesta, pensando, creando un nuevo plan.
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