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CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE - VAS A SER PADRE

Sábado, 25 de septiembre del 2010

Hemos salido a celebrar que Hugo se queda en el piso a vivir con Belén. En principio, se iban a vivir a uno que tenemos en la misma planta, que es mucho más pequeño y que solemos tener alquilado, pero después del verano que hemos vivido, Belén le ha dicho a Hugo que entiende que es mejor vivir todos juntos y se muda con nosotros a principios de octubre, es decir, en una semana.

Nicole ha trasladado su expediente a la misma facultad que yo y estamos juntos en clase, aunque tengo que admitir que yo no voy mucho por esa facultad, suelo aparecer más por la de Ingeniería Electrónica, a pesar de que estamos justo en medio del proyecto europeo en el que estoy trabajando y en dos semanas tengo que viajar a Inglaterra para exponer todo lo que hasta ahora hemos investigado, así que estoy bastante ocupado para asistir a todas mis clases.

Aunque el proyecto, oficialmente, se acabe a finales de octubre del año que viene, lo acabaremos en junio, por lo que en verano no tendré que venir a Madrid como me ha pasado en estos meses.

El verano ha sido el mejor de la historia y la máxima culpable de ello ha sido Nicole, aunque tengo que admitir que Gonzalo y Hugo también me lo han alegrado en muchos momentos. Hemos hecho un trío siniestro, que es como nos llama Gonzalo, aunque sea él el que peores castigos y más injustos inflige.

El peor que he presenciado fue cuando le prohibió empalmarse y puso una película porno de lesbianas. Por supuesto que Hugo y yo también estábamos en el salón estudiando, para que fuese más incómodo. Así que, en cuanto las bermudas, que le obligó a ponerse sin ropa interior, hacían notar la erección causada por todas esas tías tocándose y gimiendo, Gonzalo le pedía a Nau que lo acompañara a la habitación y allí, según nos contó luego, le daba cuatro azotes con una pala parecida a la que había utilizado yo el día que fui a ver a Nicole después de decirme que teníamos una relación.

El pobre Nau tuvo que ir seis veces al cuarto en la hora y media que duró la película y por último, casi no se podía sentar. Pero lo peor es que estuvo así más de una semana porque cuando se olvidaba y se quejaba, Gonzalo lo miraba y él mismo le pedía a su novio que lo acompañara a su cuarto y le pedía por favor que le diera dos azotes más.

Aun así, a Nau se le ve muy feliz en su papel. Si bien sigue siendo el mismo bruto de siempre, cuando Gonzalo se mete en su rol de dominante, Nau baja la cabeza sin rechistar.

Belén también está disfrutando de este juego, lo sé porque cuando Hugo se pasa días sin jugar, inmerso en sus estudios, ella hace alguna travesura y le pide que la castigue.

Después del concierto de Aerosmith, fue a ella a la que le tocó bajar a una farmacia de guardia y comprar tres cajas de condones porque a Hugo no le quedaban, o eso fue lo que dijo, y ya que estaba, tenía que pensar en el resto de sus amigos. Yo fui el que le abrí la puerta de la habitación y le di las gracias, pero luego envié a Nicole a que fuese personalmente a agradecerle a Hugo el no haber olvidado de ella y su placer a esas horas de la noche.

Con Nau no podíamos hacer nada de eso porque Gonzalo, al igual que nosotros, estaba seguro de que le iba a dar igual hacer algo así, así que Gonzalo lo tuvo con un consolador en el culo toda la noche y atado al cabecero de su cama mientras él dormía plácidamente. No recuerdo que fue lo que hizo para recibir ese castigo, pero los tres nos las arreglamos bien para culparles de ser celosos, poco interesados o cualquier tontería que nos permita dar rienda suelta a nuestra perversión.

Después del verano se han calmado un poco las cosas y solo jugamos de vez en cuando, sin embargo, aún recuerdo el día que llegue a Barcelona como novio de Nicole por primera vez. Ese día me di cuenta lo que realmente estaba sucediendo, no solo había conseguido, por fin, tener una relación con Nicole, además, mi pareja me permitía divertirme todo lo que yo quería en la cama.

—¿A qué hora llega tu novia? —me pregunta Gonzalo, que seguro está planeando algo.

—Llegará a las diez de la mañana, pero estará destrozada, el vuelo dura siete horas y no te olvides de que hizo el mismo, aunque en la dirección contraria, hace una semana.

—¿Para qué carajo se fue a Nueva York, si había estado dos semanas antes? —interviene Hugo.

—Tenía que ver a su madre. Después de todo lo que he pasado desde que la conozco, no me voy a quejar. Lo importante es que en nueve horas estará aquí conmigo —le explico.

—¿No quieren preparar nada para mañana? —insiste Gonzalo.

—Después de hacerle comer un trozo de pizza frío de la basura a Belén el sábado pasado, creo que este fin de semana voy a pasar.

—Yo le hice comerse las migas del croissant del suelo con la lengua a Nicole —le recuerdo.

—Ya, pero la tuya se corrió mientras lo hacía. Belén me miraba con cara de odio mientras se la comía.

—Fue porque le dijiste que se comiera la pizza de la basura, ya que no te la sabía comer bien. A ninguna chica le gusta escuchar, que a un tío no le gustan sus mamadas. Imagino que luego le explicaste que es parte del juego, ¿verdad? —le recuerdo.

—Siempre lo hago, como me dijiste.

—Pues entonces, me voy a dormir —digo sin más.

—Aún no hemos pedido nada.

—Es que he estado toda la semana trabajando en el proyecto y hoy he estado, hasta que te hemos ido a buscar a la biblioteca, encerrados en la tienda para acabar algo de Samuel —me excuso.

—Llevamos aquí quince minutos y nadie ha pasado. ¿Voy a pedir a la barra? —insiste Gonzalo.

—Yo voto por un trozo de postre de chocolate con galletas que me prometió Joaquín que dejaría en la nevera cuando pasase por el piso.

—¿De la Yeya? —pregunta Hugo, ilusionado.

—Vámonos —dice Gonzalo, que también se vuelve loco por el postre más famoso de mi bisabuela.

***

Antes de sentarnos en la barra de la cocina aparece Nau que estaba estudiando en su cuarto.

—¿Cómo lo llevas? —le pregunta Gonzalo, preocupado por su novio y ofreciéndole su trozo de postre antes de levantarse y prepararse uno para sí mismo.

—No llevamos un mes de clase y ya nos están entullando a apuntes —se queja Nauzet.

—Es tu último año en la facultad, es normal que les obliguen a matarse a estudiar —le digo.

—Eso nos lleva a discutir sobre lo que vamos a hacer el año que viene —dice Nau, mirando directamente a su novio.

—A mí me quedan dos años en la facultad si cuento este, un año de internado y otro de servicio social. Así que el año que viene, al menos, seguiré por aquí —dice Hugo.

—Yo termino este año —les digo sorprendiendo a todos.

—¿Cómo? —me pregunta Gonzalo.

—El año pasado hice un montón de exámenes y para este año no me queda mucho. Los profesores se han portado bien y me han dejado presentarme a exámenes y luego he pagado la matrícula —les explico.

—Empollón —me insulta Nau, aunque sé que solo lo hace para fastidiarme.

—A mí me queda este año y el próximo —dice Gonzalo, un poco cohibido.

—Yo puedo hacer el año que viene un máster oficial de abogacía o prepararme las oposiciones directamente y lo puedo hacer aquí o en la Cochinchina, pero me gustaría que estuviésemos juntos —se le declara Nau a Gonzalo.

—No importa donde estemos, con un avión puedo llegar a cualquier lado —le dice Gonzalo y se le nota nervioso, porque coge la mano de Nau y se pone a jugar con ella, cosa que no suele hacer muy a menudo.

—Prefiero vivir donde tú estés —le responde su novio.

—Pues están de enhorabuena porque el jefe de Gonzalo, que soy yo, va a ponerlo a trabajar donde él me pida en cuanto termine la carrera —digo para acabar con la agonía de estos dos tortolitos.

—¡Jesús! Son más dulces juntos que el postre de la Yeya —se queja Hugo.

No tardamos en irnos a la cama. Yo no puedo dormir porque estoy un poco nervioso. A pesar de tener una relación con Nicole con la condición de que lo mejor es no tener hijos y adoptarlos cuando seamos unos años mayores, sé que Nicole está un poco rara desde hace diez días y no consigo entender cuál es la razón.

El verano fue estupendo para todos. Yo había ido a ver a Nicole todos los fines de semana durante los últimos meses del curso, menos cuando ella vino a vernos a nosotros, incluso durante los exámenes me pasé más tiempo en Barcelona que en Madrid y estudiamos juntos.

La penúltima semana de junio ella se vino a Madrid y el primero de julio se fue a Nueva York con todos sus exámenes terminados, aprobados y la documentación presentada para el traslado de expediente. Por supuesto que hablé con algunos de mis profesores para que no hubiese ningún tipo de problema, no podía dejar algo tan importante al azar.

Yo me quedé solo en Madrid tres semanas más y así poder adelantar lo suficiente el proyecto para poder ir a visitar a la familia de mi abuelo, a Nicole y a la familia que salvé en Chile. Aproveché además la convocatoria extraordinaria para hacer un montón de exámenes y no tener que seguir asistiendo a la facultad después de este curso. Mi empresa estaba creciendo y no podía dedicarle más tiempo porque mucho de ese tiempo me lo quitaba la universidad.

Así que, al final, únicamente pude estar una semana en Tenerife, donde cogí olas todos los días con mis amigos, a continuación estuve una semana en Nueva York con mi abuelo y su familia, después volé con Nicole hasta Santiago de Chile, presenté mis respetos a la familia que había salvado, pasamos tres días en la ciudad y luego volamos a Buenos Aires, donde empezaron realmente mis vacaciones, tres semanas viajando con una mochila y mi novia, todo un lujo.

Era la primera vez que viajaba sin varias cajas de preservativos en la mochila, mi novia había empezado a tomarse las pastillas anticonceptivas, estábamos limpios y teníamos una relación monógama, la verdad es que no eché en falta nada. Hacerlo sin preservativo es mil veces mejor.

Los primeros días en Argentina, fuimos simples turistas. En Buenos Aires nos comimos una pizza en la pizzería Guerrín, asistimos a una función de Teatro Ciego, a un espectáculo de Tango y a otro de percusión llamado La Bomba del Tiempo. Por supuesto que también caminamos por la plaza de Mayo, el palacio Barolo, El Congreso, El Obelisco y el teatro Colón, entre otros monumentos. Pero lo más que me gustó de la Capital fue Palermo y San Telmo.

No sabía que a Nicole le gustase tanto Mafalda hasta que me hizo hacerle más de diez fotos con ella.

Pero no solo estuvimos en Buenos Aires, también visitamos Ushuaia, El Calafate, Perito Moreno, un glaciar bordeado por pasarelas, El Chaltén, Bariloche y por supuesto las famosas cataratas de Iguazú. Fue agradable disfrutar de la naturaleza junto a Nicole. Por el día recorríamos ciudades, senderos o caminos y por la noche nos amábamos y dormía con en ella en mis brazos.

Tuvimos mucho tiempo para reír, bromear, pero, sobre todo, para hablar. Yo le abrí mi corazón en el glaciar Perito Moreno y le dije que quería casarme con ella, sin importarme lo que pensara el resto del mundo. Le puse el sencillo anillo de oro blanco con un pequeño diamante en su dedo y la besé con más ternura de lo que lo había hecho nunca.

Nicole tardó unos segundos en contestar, pero al final me dijo que sí. Así que ese mismo día llamé a mi madre y le dije que para el verano que viene había boda. Todos se sorprendieron, sobre todo la madre de Nicole, pero sé que en el fondo se alegra por nosotros, aunque sepa que ella nunca pudo hacer lo mismo con mi padre.

Daniel, el primo de mi novia, me llamó en cuanto se enteró y me pidió que convenciera a Nicole para que fuese él el que la llevase al altar. Ella le contestó que reflexionaría sobre ello. Imagino que su padre no vendrá a la boda, aunque a mí me da igual quién asista, lo único que deseo es compartir el resto de mi vida con ella.

Mi madre fue la primera que se ofreció a ser la madrina, aunque luego llovieron las propuestas, algunas muy insistentes como la de Silvia. Todavía estoy dudando si al final ella y mi madre llegaron a las manos. Samuel me dijo que no me preocupara y que al final iba a tener al menos una madrina, lo que no sé si me tranquiliza del todo.

Luego los días pasaron muy rápido, Nicole se fue a ver a su familia, yo volví a Tenerife y cuando me vine a dar cuenta, Santiago me había hecho una cena sorpresa de despedida en la casa de mis padres donde estaban su hermana, mis mejores amigos, amigos de la playa, Silvana y Dácil, porque al día siguiente nos íbamos de vuelta a Madrid.

***

Llevo veinte minutos esperando en la Terminal de Llegadas Internacionales y aún no ha salido Nicole. No tiene que esperar por el equipaje y ya han salido señoras con tres maletas enormes que venían en el mismo vuelo que ella. ¿Cómo lo sé? Les he preguntado, obviamente.

Nau no deja de enviarme mensajes, me tiene el móvil petado, y yo solo puedo responderle que aún no la he visto.

Joaquín y Samuel estaban en el piso con el coche de mi abuelo y decidimos venir todos a recoger a Nicole. Como somos muchos, Samuel, Belén y Hugo se quedaron en el piso preparando todo lo que trajo Joaquín. Joaquín tiene un garaje en el edificio donde vivimos, cortesía de Samuel, que ha comprado varios garajes cuando ve que alguno se vende. Así que, algunas veces, nos trae comida de lujo o algo que me envía la Yeya o su mujer y comemos todos en el piso. Mi padre nunca nos trae comida, pero no le dice que no a un buen almuerzo.

Deberían de acusarlo de contrabando. Tiene una maleta especial donde transporta los táperes y, como viaja mucho a Madrid, tiene mucha experiencia y nosotros agradecemos que no le quiten el alijo.

—¡Col! —le grito, cuando veo que sale despistada con su maletita con ruedas y un bolso.

Ella me mira y me quedo petrificado. Tiene los ojos rojos de llorar y comienza otra vez en cuanto se da cuenta de que la estoy mirando.

—Nicole, cariño, ¿qué sucede? —le pregunto, en mi intento de calmarla.

Pero no se me da muy bien eso de tranquilizar a mi chica y en cuanto llego al coche donde todos esperan impacientes por fuera, se hace un silencio sepulcral.

—¿Qué le pasa? —me susurra Joaquín, después de guardar la maleta de mano de Nicole en el coche.

—No ha dicho una palabra desde que la he visto —es lo único que le puedo decir.

Cinco minutos después, Nicole sigue llorando como una magdalena y lo único que ha dicho ha sido "lo siento mucho" y "ha sido todo culpa mía". Yo ya no sé qué pensar, entre que ha matado a alguien, se acostó con algún idiota esta semana en Nueva York o se besó con el que viajaba en el avión. Las tres cosas me resultan igual de imposibles, pero que no pare de llorar y se culpe de algo que todavía ninguno sabemos que puede ser, me está poniendo cada vez más paranoico.

—Nicole, da igual lo que hayas hecho, lo resolveremos juntos —intento tranquilizarla, ahora que ha dejado de llorar tan fuerte.

—Esto no, Gabi. Te vas a enfadar mucho y tendrás toda la razón —me dice entre sollozos, mientras noto al resto de los ocupantes del vehículo mirarme con preocupación y sé que están pensando lo mismo que yo: "Por favor, que no me deje, haya hecho lo que haya hecho, que no me deje".

—Sabes que tengo mis métodos para que se me quite el enfado —intento bromear.

—Esta vez no, Gabriel. No vas a perdonármelo en la vida —me dice y empezar otra vez a llorar.

—Mientras no me dejes, podré perdónate todo, Nicole. ¿No confías en mí? —le suplico, más que le pregunto.

—Vas a ser padre —me dice y, joder, me quita un gran peso de encima, que me permite volver a respirar.

—¿Por qué tienes esa sonrisa de idiota? —se burla de mí Nauzet, pero sé por su tono de voz irónico que él está tan aliviado como yo.

—Joder, después de todo lo que se me ha pasado por la cabeza estos últimos quince minutos, es lo más maravilloso que me podrían haber dicho. ¿Es en serio? —le pregunto a Nicole que me mira aturdida, aunque al menos, deja de llorar.

—No se supone que estabas follándotela a pelo porque estaba tomando pastillas anticonceptivas —interviene Gonzalo, mi amigo más sensible.

—Gonzalo, a veces pienso que no te deberíamos sacar de casa —le dice Nau por mí y acabamos todos riendo, bueno todos no, Nicole sigue sin decir nada.

—¿De cuánto estás? —le pregunto mientras le quito el cinto, que sé que no es bueno que lo lleven las embarazadas, y la abrazo.

—Diez semanas —me dice mimosa.

—Bien, cuando nazca ya yo habré acabado con la universidad o estaré a punto de hacerlo y así me podré pasar todo el día con el bebé —le respondo, cariñoso.

—¿No estás enfadado?

—¿Por qué iba a estarlo? Hemos follado mucho últimamente y seguro que te habrás olvidado algún día de tomarte los anticonceptivos. Esas cosas pasan, si no, no estaríamos ni Gonzalo ni yo en este mundo, ni siquiera hubiese existido Colacho.

—¿Y nuestros estudios? —se preocupa mi novia mientras mis amigos y Joaquín bromean sobre mi futura paternidad, serán cabritos.

—Mi abuela siguió estudiando cuando nació Colacho, al igual que mi madre y la madre de Nauzet, que ni siquiera había terminado el instituto cuando se quedó embarazada. Mi madre no había empezado la universidad cuando lo hizo de mí, así que ya estabas tardando demasiado, Col —intento bromear con ella.

—¿Tu madre seguro que me va a odiar?

—¿Por hacer lo mismo que hizo ella?

—¿Y si no nace bien?

—Las probabilidades de que tenga algún problema son iguales a las de cualquier pareja normal, ya te lo he dicho, Col. Además, si tiene algún problema, lo querremos igual, para nosotros será perfecto —le digo mientras la abrazo más fuerte y le doy un beso en la cabeza.

En cuanto llegamos al piso y Nicole ve a Samuel, comienza a llorar otra vez. La cara de mi padre es un poema y no quiero hacerle pasar por lo mismo que yo.

—Está embarazada de diez semanas, es decir, que posiblemente el bebé nazca a mediados o finales de abril, así podremos dejarlo con alguien en nuestra luna de miel —le digo a mi padre sin más y tanto él como Hugo y Belén me miran como si llevase a un mini poni punki en el hombro.

—¿Ya lo sabías? —me pregunta Hugo, contrariado.

—No, no lo sabíamos, pero si llegas a estar con nosotros en ese coche, te alegrarías un montón. Yo no sé los demás, pero pensé que lo iba a dejar por otro, que tendría que irse a vivir a China o que se había acostado con algún idiota. Ha sido horrible, así que ya sé que aún no son las doce del medio día, pero vete a comprar algo para celebrarlo, que yo aún estoy afectado por el subidón —le dice Nau a Hugo, sin ni siquiera tomar aire.

—¿Algo para celebrar? —pregunta Hugo, aún asimilándolo todo.

—No te preocupes, Hugo, voy a llamar a algunos de nuestros hoteles para que me hagan llegar dos o tres botellas frías de champán, que es lo que se merece la ocasión —nos ofrece Joaquín.

—¿Puede ser sidra? —le interrumpe Samuel.

—¿Sidra? —le pregunta Joaquín, incrédulo.

—Nosotros también celebramos con sidra, no es tan amarga —lo respalda Hugo.

—Voy comprar un par de botellas a la multitienda 24 horas que está aquí al lado —se ofrece Nau.

—Joder, a tu madre le va dar algo, seguro que se muda a Madrid —dice mi padre, emocionado, mientras me da un abrazo.

—Y tu abuela también. Cuando tú naciste había perdido a un hijo, ahora no te la vas a quitar de encima ni aunque la eches. Ya me veo comprando un piso en este edificio.

—Podríamos echar a los inquilinos que están viviendo en el piso donde vivían Silvia y Gabriela, está muy cerca —le ofrece Samuel.

—Tenemos un hotel a menos de un kilómetro y también podría ocupar una suite —piensa Joaquín en voz alta.

—Nadie va a venir a vivir aquí —los interrumpo, cuando me doy cuenta de que Nicole se está agobiando.

—Aún no sabemos si lo vamos a tener —duda ella, a punto de echarse a llorar.

—¿No? —le pregunto, contrariado.

—¿Y si algo no está bien? —dice, cada vez más nerviosa.

—¿Están bien tú y el bebé? —se preocupa Samuel.

—Sí, pero podría haber complicaciones —se atreve a decir mi novia con un hilo de voz.

—Lo único de lo que tienes que preocuparte, Nicole, es de que tus hijos no sean más listos que tú. Siempre lo he dicho. Casi toda mi fuerza vital se me iba en entender a Gabi cuando era pequeño y montaba un robot con cosas que encontraba en la basura —le aconseja mi padre.

—¿Te acuerdas de Totti? —se burla Nau de mí y mi primer robot autofabricado.

—¿Ya tienen nombre? Por favor, no me digan que Totti —bromea mi padre y se lo agradezco, porque Nicole está a punto de tener un ataque de nervios.

—Si es niño me gustaría que se llamase Joaquín y si es niña que lo elija Nicole —respondo, cuando veo que ella no contesta.

—¿Joaquín? No puedes llamarlo Joaquín —se queja mi padre.

—¿Por qué no?

—Porque el resto de los abuelos no se lo tomarán bien.

—Me da igual cómo se lo tomen. Se va a llamar Joaquín como el mejor abuelo del mundo y a quien no le guste que cambie eso por méritos propios —le digo y veo cómo Joaquín, que intentaba hablar desde que comenzó la discusión sobre el nombre, cierra la boca y no dice nada.

—Bueno, si tienes otro niño puedes ponerle el nombre de mi padre —intenta suavizar Samuel la situación.

—No, al próximo lo pienso poner Nicolás, Colacho también se lo merece —le respondo sincero.

—Ves lo que te digo, Nicole. Tus hijos no pueden ser más inteligentes que tú, te darán por culo desde pequeños y créeme cuando te digo que con la madre ya he tenido suficiente para tres vidas —le dice Samuel y por fin mi novia se ríe.

Unos minutos después, Nau está de vuelta. Nos servimos una copa de sidra para brindar y yo dejo que Nicole humedezca la boca, no está bien que las embarazadas beban alcohol, aunque sea sidra.

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