Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO TRECE - NO QUIERO QUE TE HAGAS ILUSIONES

Domingo, 8 de junio del 2008

Hace unos minutos que llegamos Gonzalo y yo de Madrid después de hacer las pruebas de acceso a la universidad. Tuvimos que regresar tan pronto, porque hoy es mi cumpleaños y a la Yeya le podría dar algo si no lo celebro con ella. A partir de hoy, voy a ser mayor de edad y, aunque yo me sienta igual que hace una semana, se supone que va a ser un gran cambio en mi vida.

Me cuesta aceptar que el curso ya haya terminado y que en unos meses comience a estudiar en la universidad. Por supuesto que los exámenes nos salieron que ni bordados, así que no me voy a preocupar por no sacar suficiente nota para entrar en la facultad que quiero, sin embargo, sé que echaré muchísimas cosas de menos y una de ellas, además de toda mi familia, es el mar.

Vivir en una isla te hace ser diferente, solo por la manera de orientarte lo es. En Madrid no podré pensar "para arriba el monte y para abajo la playa". Además, estoy acostumbrado a la marecía, al olor a salitre y al ruido que hacen las olas cuando rompen.

Mi casa está alejada de la costa, sin embargo, las casas de todos mis abuelos están tan cerca del océano que todas esas sensaciones se me hacen más que familiares, son algo intrínseco en mi día a día.

—Teníamos que haber dormido algo —se queja Gonzalo a mi lado que, al igual que yo, salió con mis amigos en Madrid para celebrar mi decimoctavo cumpleaños y de ahí nos fuimos directamente al aeropuerto.

—Yo dormí las casi tres horas que duró el vuelo —le respondo.

—Y yo, aun así, no ha sido suficiente.

—Ya recuperarás tus horas de sueño esta noche.

—No tenía que haber bebido nada, además de sueño, tengo resaca —sigue Gonzalo con sus lamentos.

—Hasta gritaste a pleno pulmón la canción de So what de Pink. ¿Tanto bebiste? —le pregunto, porque no me di cuenta de cuándo mi amigo se emborrachaba.

—Joder, ¿no te diste cuenta? —se extraña Gonzalo.

—Solo te vi un poco ñoño con Nauzet. No sé cómo no te mandó a la mierda —me meto con él.

—No sabes lo que me arrepiento —me dice mi amigo y por su tono de voz sé que es cierto.

—¿Por qué?

—Porque me comió la boca cuando nos cruzamos cerca del baño y al final se fue con una tipa. Sé que no tengo derecho a quejarme, pero me sienta fatal cuando lo veo llevarse a cualquiera a su cuarto y yo mendigando sus besos como un idiota —me contesta Gonzalo, derrotado.

—No quiero que te hagas ilusiones. Si tiene que pasar algo más, pasará, pero hasta ahora Nauzet solo ha estado con chicas, que te bese es algo que hace unos meses no se nos hubiese pasado por la cabeza a ninguno de nosotros, incluido a él. Así que disfrútalo cuando pase o no permitas que suceda nunca más, no obstante, tú eres el único que puede decidir que es lo que pasará —le aconsejo.

—¿Y si nos damos luego una vuelta por ahí con las motos para despejarnos un poco? —me pide mi amigo.

Yo le contesto afirmativamente con un gesto de cabeza, aunque sé que en cuanto lleguen las maletas a la cinta de equipaje y nos subamos al coche de Joaquín, que es el encargado de venirnos a buscar, no nos van a dejar tranquilos, por lo menos a mí, que soy el cumpleañero.

Hace dos meses Nauzet se sacó la licencia de moto. En realidad lo hizo porque yo me saqué la teórica para coches, pero Gonzalo quiso ir a la autoescuela conmigo y, para ser sinceros, se le da mejor conducir una moto que a mí.

Samuel nos pagó a los dos la autoescuela como regalo de final de curso por adelantado. Nunca me habían regalado nada por aprobar los exámenes, por lo que imagino que era una excusa.

En cuanto mi amigo aprobó el examen de circuito, compré dos Yamaha CR 2T seminuevas y le regalé una a Gonzalo. Me ha estado acompañando siempre que trabajo en casa, aunque a veces solo sea para estar ahí conmigo, y se lo agradezco muchísimo.

Como he previsto, nada más subirme al coche de mi abuelo, me pasa el teléfono para que hable con su mujer que me está esperando en casa de la Yeya para verme e invitarme a almorzar.

Gonzalo, que ya está acostumbrado a que lo lleve de casa en casa, solo sonríe y se acopla a mis planes. Es increíble como mis familiares lo han aceptado en mi vida.

—¿Con quién estabas hablando? —me pregunta la cotilla de mi madre, cuando cuelgo la llamada por Skype que tenía con Nicole.

—Con una amiga americana que me ha llamado para felicitarme —le respondo sin darle importancia, aunque es la segunda vez que hablamos por teléfono, ya que normalmente solo nos escribimos.

—Hasta en eso te pareces a tu padre —se queja mamá, que hoy se ha levantado con ganas de hacer de todo un drama.

—La conocí en una BBS que comencé a utilizar por recomendación de Colacho —le hago saber.

—Solo te pido que, pase lo que pase con las chicas, tú estás en primer lugar, Gabriel. Ya eres adulto y en algún momento alguna chica te gustará mucho más que las demás. Eso es maravilloso, hijo, sin embargo, no te olvides que tú eres lo primero —me da mi madre una charla.

—Mamá, no se supone que tienes que decirme que las trate bien y que no juegue con los sentimientos ajenos —la molesto.

—Ya sé que eres buena gente, lo llevas en los genes. Tu madre siempre ha sido la mejor persona que podrías haber conocido, pero como se metan conmigo, contigo o con tu padre, les arranco la cabeza a mordiscos sin que ni siquiera les dé tiempo a pestañear.

Sé que es cierto lo que dice, quizás no con lo de que sea la mejor persona, pero es una leona como se metan con su familia y lo peor es que para conseguir lo que se propone, puede ser verdaderamente una cabrona. Yo no me metería con ella.

—Por fin te dignas a sentarte en la mesa —me echa en cara mi abuela, la madre de mamá, que también ha venido a la casa de mis bisabuelos.

—No entiendo por qué siempre acabamos celebrando el cumpleaños de Gabi en este patio, cuando es la casa más pequeña de todos nosotros —se lamenta el padre de mi padre.

—Es que nadie sabe utilizar la barbacoa como el Yeyo, abuelo —le recuerdo.

—No te acomodes, Colacho, que en cuanto saque los chorizos y las morcillas, te toca hacerte cargo a ti —me advierte el Yeyo que, como a veces su mujer, me llama por el nombre de mi padre.

Para mis bisabuelos fue muy duro perder a mi padre. Toda la familia se quedó desolada e incluso la madre de Colacho dejó de trabajar para recuperarse de la tragedia. Mi madre me contó que fue gracias a mi nacimiento que todos comenzaron a sobreponerse a su muerte, aunque con la Yeya he notado, que a veces se le ponen los ojos rojos cuando me mira y recuerda a su nieto.

Nunca he sentido que me compararan o que intentaran sustituirlo conmigo, pero soy consciente del parecido físico que tengo con él y que en ocasiones no pueden evitar ver en mí algo que les recuerda a él.

Two of us, estoy viviendo la vida por los dos.

Aunque mi bisabuelo piense que hacerme cargo de la barbacoa es un castigo, a mí me encanta. El almuerzo transcurre entre risas y bromas, sobre todo a mi costa o a la de la Yeya, que está empeñada en emparejarme con la nieta de una amiga suya que tiene mi edad.

—¿Dónde van? —pregunta mamá, cuando nos ve a mi padre, a Gonzalo y a mí despedirnos de la Yeya con un abrazo.

—Vamos a llevar a Gonzalo a su casa y luego tenemos una reunión con Miguel, el jefe de tu hijo. Ya sé que es domingo, pero no quiero perderme esa reunión y esta semana se me ha complicado para poder hacerla otro día —le dice Samuel a mi madre.

—¿Nos vemos luego? —nos pregunta mamá.

—Nosotros sí, porque tengo planeado pasar toda la tarde contigo, pero nuestro hijo tiene una fiesta en casa e imagino que no querrá vernos por los alrededores —responde papá antes de darle un beso casto en los labios a su mujer.

—No te olvides de que tienes una fiesta pendiente en nuestra casa para celebrarlo a lo grande —me recuerda Joaquín, que está pendiente de nuestra conversación.

—Ya cuadraremos las fechas —le respondo, agradecido.

No tardamos nada en llegar a las oficinas donde he estado trabajando, prácticamente, casi todo el año. Samuel no me ha preguntado nada sobre el tema de la reunión, solo me pidió que lo dejase acompañarme y, por supuesto, le dije que sí.

Sé que en el fondo le cae bien Miguel y que el sentimiento es mutuo, sin embargo, son las empresas más importantes en el sector en las islas y, aunque para Samuel no es competencia, Miguel se siente amenazado en cada proyecto que desarrolla, porque sabe que si la empresa de mi padre se presentase, se lo quitaría de las manos sin que se diese casi cuenta.

—Hace tres semanas que no nos vemos —me saluda Miguel mientras le tiende la mano a Samuel, después de haber hecho lo mismo conmigo.

—Sí, creo que me merecía unas vacaciones —le contesto sintiendo la mirada de Samuel que posiblemente no supiese nada del último proyecto en el que he trabajado.

—Por eso he querido reunirme contigo, bueno, con ustedes —me responde Miguel mirando a mi padre y haciendo una seña con la mano para que tomemos asiento.

—Yo solo he venido a acompañar a mi hijo, no me mires así —bromea Samuel.

—Ya hoy es mayor de edad —le echa en cara Miguel mientras los tres nos sentamos.

—Un hijo es para toda la vida —dice Samuel con su mejor sonrisa.

—Voy a ir directo al grano, Gabriel. Sabemos que tienes intención de irte a Madrid a estudiar y que tienes medios suficientes para pagar tus estudios, además de un piso estupendo por lo que me ha dicho Iván, que ha estado allí cuando tu padre vivía en él —me dice Miguel mirando de forma despectiva a Samuel para molestarlo.

—¿Quieres que te explique que soy su verdadero padre otra vez? Antes de que Colacho nos dejase, ya habíamos decidido que lo íbamos a educar entre los tres. Además, tú tienes tres hijos y yo solo uno, no intentes arrebatármelo —le toma el pelo Samuel a mi jefe.

—Te cambio a los tres por el tuyo —le plantea Miguel, serio, aunque los tres sabemos que está bromeando.

—Oye, que no es tan fácil criar a un niño que es mucho más listo que tú, así que ve directo al grano, porque lo conozco y si piensa que está perdiendo el tiempo, se levanta y se va —se defiende Samuel.

—Queremos ofrecerte un contrato fijo y hacernos cargo de tus estudios, mientras trabajas dieciséis horas a la semana en nuestra empresa, aunque sea desde Madrid, no nos importa.

—Tengo que declinarlo, Miguel. No mires así a Samuel, no he hablado con él de mi futuro laboral, pero mañana tengo una firma a primera hora en notaría para crear una sociedad limitada unipersonal. A partir de ahora, trabajaré a través de mi empresa. Por supuesto que tu empresa tendrá preferencia sobre las otras, pero en el mismo grado que la empresa de Samuel, no podemos obviar que la mitad de la empresa es mía y ahora que soy mayor de edad, tengo tanto derecho a tomar decisiones en ella como mi padre —le explico.

—Ves que no es tan fácil. Listo como el padre y grano en el culo como la madre, deberían de darme una compensación por tener que hacerme cargo de él —bromea Samuel, pero lo conozco bien y veo el orgullo en sus ojos.

Tardamos poco en despedirnos, no sin antes hacerle saber a los presentes que estaré desaparecido hasta mediados de agosto, porque no voy a estar en la isla. Tengo casi todo el verano planeado y no veo la hora de empezar a disfrutarlo.

***

No entiendo cómo una pequeña fiesta se ha podido complicar tanto. En principio solo invité a Silvana, a Gonzalo y a Dácil de compañeros de clase, porque realmente son con los que más me llevo y la relación con ellos tres es cada vez más estrecha. De resto, solo iban a venir unos amigos de toda la vida, otros de la playa y en total no deberían superar las quince personas.

Cuando llegué al invitado número cincuenta y tres, dejé de contar.

—¿No dijiste que sería una pequeña fiesta? —me dice Silvana, después de bailar con ella en el jardín donde dos amigos surferos han improvisado una zona de baile y están poniendo música.

—En una hora y media los echo a todos de casa. Mañana tengo cosas importantes que hacer —dramatizo un poco y ella tira de mi mano hasta sentarme en una hamaca, escondidos de todos.

No pienso liarme con Silvana, ahora que somos mucho más amigos, prefiero no complicar más las cosas, pero antes de que me secuestre, aviso a Dácil con una seña para que nos siga. Le dije en su día que conseguiría que se besaran y es lo que voy a hacer.

A Silvana no parece importarle cuando Dácil se sienta a mi lado, al contrario, me besa en la boca sin ningún tipo de pudor. Yo la dejo unos minutos y luego me aparto dejando a Dácil clavándole la mirada a nuestra amiga.

No tengo que esforzarme en absoluto. En cuanto ellas comienzan a besarse, yo desaparezco y me voy a buscar a Gonzalo que he dejado bailando con una tipa muy pesada y ya me está dando pena.

—¿Por qué me dejaste solo con esa loca? —me echa en cara mi amigo, cuando me acerco y él se despide de su compañera de baile, con la excusa de que tiene que hablar conmigo.

—¿No te gusta? —lo molesto.

—Me ha tocado el culo todo el tiempo sin cortarse —me contesta, molesto.

—Te estás poniendo muy cachas, Gonzalo —le respondo, como si eso sea suficiente razón para que alguien te toque el culo.

Él me mira enfadado y yo no puedo evitar echarme a reír. Unos amigos de la playa del Socorro no tardan en unírsenos y cuando me quiero dar cuenta son las once, hora de echar a todo el mundo. Así que veinte minutos después, solo quedamos Dácil, Gonzalo y yo.

—¿Por qué has dejado que todo el mundo se fuese sin terminar de recoger la casa? —me pregunta Gonzalo.

—Porque solo falta poner la loza en el lavavajillas y esperar a que termine para poner otro. Hasta la basura está recogida —le explico.

—A mí no me importa limpiar la casa completa. Hoy te has comportado como un verdadero amigo. ¿No vas a abrir todos esos regalos? —me dice Dácil, emocionada.

—¿Cómo te ha ido con ella? —le pregunto ignorándola, porque ya mis dos amigos saben de las preferencias sexuales del otro.

—Joder, nos enrollamos en la hamaca —se emociona.

—Últimamente, solo te relacionas con homosexuales —intenta molestarme Gonzalo.

—Es que está de moda —respondo sin más.

—Todo se pega —interviene Dácil.

—No tengo miedo a la muerte —dramatizo para luego echarme a reír al ver la cara de disgusto de mis amigos.

Estos últimos meses tanto Dácil como Gonzalo no se han escondido como hacían antes. No es que proclamen a los cuatro vientos que son homosexuales, el resto de seres humanos tampoco presume de preferencias sexuales, pero lo han hablado con sus familiares.

A Dácil al principio no le fue muy bien, pero Gonzalo no tuvo problema alguno con su padre, que ya se lo imaginaba y que incluso llegó a pensar que nosotros nos enrollábamos de vez en cuando.

Gonzalo lo desmintió inmediatamente, no obstante, ahora entendía el porqué estaba más reacio a dejarlo dormir en mi casa, aunque si fuese cierto, no entiendo la razón, lo bueno de tener relaciones con alguien de tu mismo sexo es que en ningún caso existe riesgo de embarazo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro