CAPÍTULO ONCE - BASTANTE EMOCIONADO
Sábado, 9 de febrero del 2008
La música suena por todos lados, es lo más que me gusta del Carnaval. Hasta Gonzalo está bastante emocionado y ha salido con nosotros todos los días que hemos salido en Santa Cruz.
Además, he acabado hace diez días el proyecto en el que estaba trabajando y con parte del dinero que me han pagado, he alquilado un piso de cuatro habitaciones cerca de la plaza de España desde el viernes pasado hasta este domingo.
No se puede dormir hasta que se acaba la música, pero es increíble el poder ir al baño, tomarte algo o llevarte a alguna chica cuando te apetezca, puesto que se encuentra a dos pasos de la fiesta.
—¿Dónde está Nauzet? —me pregunta Hugo, que lleva toda la semana con Belén colgando de su cuello y, para nuestra sorpresa, no se ha quejado ni una vez.
—Fue a la barra de esa caseta a comprar una copa para él y para Gonzalo. ¿Quieren tomarse algo? —le grito para que pueda oírme.
—Dos rones-cola —me pide mi amigo.
Normalmente, Hugo es el único de los tres que no tiene dinero de sobra para salir de fiesta todos los fines de semana, por lo que solemos pagarle nosotros sus copas y las de las chicas que están con él.
Es algo que hemos hecho siempre y es de lo más normal. Al fin y al cabo, su madre es la única que trabaja en su casa, aunque tenga un buen sueldo, y los padres de Nauzet tienen suficiente para malcriar a su hijo mucho más de lo que lo hacen y los míos están incluso económicamente mejor.
Ahora también hacemos lo mismo con Gonzalo, aunque suelo hacerlo yo, sin embargo, hoy Nauzet se me ha adelantado.
—¿A ti también te tienen de camarero? —se burla de mí Nauzet, cuando me ve a su lado.
—Pide dos rones-cola, porfa —le solicito para no tener que esperar mucho.
—El mago inglés no deja de rondarle a tu amigo. Esta noche mojamos todos —me dice Nauzet mientras mira en la dirección donde están nuestros amigos.
—No creo que llegue a tanto. Nunca se ha atrevido a besar a nadie, aunque se ha tomado una copa y esta es la segunda, así que, a lo mejor hay suerte.
—¿A nadie? —se sorprende mi mejor amigo.
—Es más difícil para los chicos que para las chicas. Además, le gustan los tíos normales y cachas, nada de amariconados, por lo que será aún más complicado —le hago entender.
No podemos seguir discutiendo sobre la inexistente vida sexual de Gonzalo, porque le toca pedir a Nauzet. Yo también me pido una botella de agua. Me he pasado varias horas bailando y saltando y necesito recuperar líquido.
Nada más llegar hasta nuestro grupo de amigos, nos damos cuenta de que el hermano de Belén y sus dos amigos están hablando con ella. Hugo ha hecho de anfitrión toda la semana y, aunque nosotros les hayamos acompañado en varias ocasiones, él ha estado más que pendiente de Belén y su familia.
Samuel se lleva muy bien con los padres de Belén y el padre, siempre que tiene ocasión, me habla de Colacho. Parece ser que lo quería mucho. Incluso me invitó a quedarme en su casa cuando mi madre le contó que quería ir a los Sanfermines. No estaría mal que alguien me hiciese de guía como Hugo lo hace con ellos.
—Son las cinco de la mañana y no te he visto hacer otra cosa esta noche que no sea babear por Belén —me meto con Hugo.
—Es que esa chica me gusta de verdad —se sincera mi amigo.
—Pues sal con ella —le aconsejo.
—Yo no soy la clase de chico con el que sale una chica como ella —me responde, triste.
—¿Cómo que no? Eres tonto si piensas que ella querría estar con un idiota como los que vimos en el cumpleaños de su amiga, Hugo. Sé que la familia tiene dinero, pero Jorge no es tan clasista como para prohibirle a su hija que salga contigo por no tener un título nobiliario —intento que abra los ojos.
—No es solo por los padres, ella tampoco da señales de querer algo más.
—Pues la convences, que eso de llevarte a todo el mundo a tu terreno se te da muy bien.
Belén aparece a nuestro lado y le quita una de las copas que tiene en las manos a Hugo. Mi amigo no se corta un pelo y le dice algo al oído que hace que ella sonría y luego le muerde el lóbulo de la oreja.
Yo dejo de mirar para darle intimidad, pero estoy seguro de que estos dos acabarán en breve en una de las habitaciones del piso.
—Hoy estás triunfando —le digo a Gonzalo, cuando me sonríe al ver que una chica me toca el culo.
—¿Yo? A mí no me meten mano, cada vez pasan a mi lado.
—La culpa es de la Yeya. Siempre me hace a mí el disfraz más descarado —me quejo, aunque con razón.
La Yeya siempre es la encargada de hacernos los disfraces a Hugo, a Nauzet y a mí y este año también a Gonzalo. Hugo va de Harry Potter, Nauzet de Ron Weasley, Gonzalo de Draco Malfoy y yo de Campanilla.
—¿Si estás adorable y muy sexi? —se burla de mí.
—Tú llevas puesto mi disfraz, porque la Yeya planea desde antes del verano los disfraces que nos va a hacer, por eso tenemos tantos —le echo en cara.
—No te quejes, que así es normal que seas el que más liga —se defiende.
—Ese inglés lleva poniéndote ojitos y sobándote toda la noche —le recuerdo.
—Lo sé, pero a mí el que me gusta está besando a esa rubia teñida —me responde mientras mira a Nauzet, que está intentando bailar con una rubia mientras se comen la boca mutuamente.
—Ya sabes lo que opino de ligar con los amigos, a no ser que seas como Silvana, no va a salir bien —le aconsejo.
—Yo no quiero ligar, joder. Prefiero no ponerle un dedo encima y poder estar hablando con él toda la noche.
—¿Te gusta en serio?
—Desde hace tiempo, pero cada vez que lo veo, me gusta más.
—Pues tírale los trastos y así practicas, Gonzalo. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? ¿Qué se acueste con otra? Eso va a pasar de todas formas —le recomiendo.
—¿Tú crees?
—No te estoy diciendo que se vaya a enamorar de ti, puede que no le intereses nunca, no obstante, si no lo intentas, jamás lo sabrás. El no, ya lo tienes.
—Sí, pero por ahora me voy a bailar a las otras casetas con música, porque no me apetece ver cómo le comen la boca al chico que me gusta —me dice Gonzalo y yo me voy con él.
John, el inglés que lleva toda la noche interesado en mi amigo, nos acompaña. Es divertido y no habla nada de español, así que nos ponemos a bailar con todo lo que se nos acerca y a hacernos pasar por guiris, aunque en realidad los tres lo somos.
Nos lo estamos pasando genial con unas chicas de Arrecife que nos intentan hablar en inglés cuando Sonia, una chica con la que me lie en el sur el pasado puente de la Inmaculada, me mira con una ceja levantada.
—No nos descubras —le pido con una sonrisa picará, mientras la aparto y me pongo a bailar con ella para que nadie nos escuche.
—¿Son todos de aquí? —me pregunta Sonia, interesada, nada más empezar a sonar Irreplaceable de Beyoncé.
—El pelirrojo no habla español —le hago saber sobre John.
Sonia se ríe y luego me besa como si no hubiese un mañana. Seguimos bailando al lado de mis amigos pero sin hablar para no descubrirnos. A mi compañera de baile no parece importarle, porque se pega a mí y me mete mano todo lo humanamente posible y ya yo sé con quién voy a acabar la noche.
En cuanto las chicas de Arrecife se van, nosotros nos vamos a otra zona donde la música no suena tan alta y se puede hablar mejor o, por lo menos, escuchar. Compartimos números de teléfono con John, que quiere vernos mañana y presentarnos a dos amigos que hoy estaban tan cansados que no han salido, y nos vamos Gonzalo, Sonia y yo a buscar a mis amigos.
No tardamos mucho en dar con ellos. En breve va a amanecer, así que decidimos irnos al piso. Sonia se pega a mí y yo le paso el brazo por los hombros para llevármela conmigo a mi cuarto. Estos son los ligues ideales, los que te dejan disfrutar toda la noche con tus amigos y luego se van contigo a hacerte compañía a la cama.
No soy el único que se va acompañado. Nauzet tiene entre sus brazos a la misma rubia teñida de antes y para nuestra sorpresa Belén se viene al piso con nosotros. Aunque ha estado todas las noches pegada como un chicle a Hugo, siempre se ha ido a dormir al hotel con sus padres. Imagino que como ya es mayor de edad, sabe lo que hace.
Sonia y yo vamos dándole conversación a Gonzalo porque mis dos mejores amigos están tan centrados en su compañía que ni nos tienen en cuenta.
***
Son las tres de la tarde y después de un polvo de despedida con Sonia, me doy una ducha y me voy a la cocina a preparar el desayuno. Como regla general, están prohibidas las chicas o, en el caso de Gonzalo, los chicos en la mesa de la cocina, pero cuando estoy preparando una tortilla francesa y veo entrar a Hugo con Belén de la mano y una mirada de cervatillo, solo puedo sonreír y con una mirada, que solo nosotros entendemos, le hago saber que no pasa nada si Belén se queda.
Al fin y al cabo, Belén no es una chica más. Aunque ellos no hayan acordado que tienen una relación, la tienen o, por lo menos, llevan una semana sin casi separarse el uno del otro.
—Tengo que ir al hotel a buscar ropa. Seguro que a mi padre le da un infarto cuando se dé cuenta de que no he pasado la noche en mi habitación —le dice Belén a Hugo y como estoy a su lado, lo escucho todo.
—Ya pasaremos luego.
—Buenos días, algún deseo especial —les pregunto a los dos tortolitos.
—¿Tú eres el que cocina? Menos mal, porque si dejas a Hugo o a Nau, nos morimos de hambre —dice Belén y Hugo pone mala cara.
—No nos morimos de hambre, pero tengo que reconocer que Gabriel cocina mejor que mi madre —le responde mi amigo mientras Gonzalo entra en la cocina con una sonrisa en la cara.
—¿Qué te ha pasado que tienes esa sonrisa sospechosa? —le dice Hugo a Gonzalo mientras entre Gonzalo y yo terminamos de colocar todo en la mesa menos la tortilla que está en el fuego.
—No ha pasado nada, ¿no puedo ser feliz? —le contesta Gonzalo, sin dejarse influenciar por Hugo.
Yo sé que algo ha tenido que suceder, pero ya le preguntaré luego, cuando estemos a solas.
—Cada uno que se prepare su bebida. Esto no es un hotel —les digo para que Hugo se levante y haga algo, porque Gonzalo está preparando un café con leche y yo ya tengo mi bebida sobre la mesa de la cocina preparada.
—Buenos días —nos saluda Nauzet, que ve a Belén, mira hacia mí y yo le pico un ojo para darle a entender que no podemos hacer nada, porque Hugo se nos ha enamorado.
—¿Quieres un café? —le pregunta Gonzalo a Nau.
—Claro, gracias —le responde mi amigo mientras acepta la taza.
En cuanto termino la tortilla, nos sentamos a comer en la mesa. La verdad es que ha sido una idea genial esto de tener un piso en el centro de Santa Cruz. Aunque al principio lo haya alquilado por Hugo, lo hemos disfrutado todos.
—Esta noche es nuestra última noche, así que nada de liarse con una chica, es noche de amigos —dice Nau, mientras comemos.
—Tú también eres parte de los amigos —le dice Hugo, en tono cariñoso, a Belén.
—Lo hemos perdido —se queja Nau para molestar a Hugo, que le pega una colleja bien merecida por hacerse el gracioso.
—Joder, esta noche vamos de conejos de la chistera —se entusiasma Gonzalo.
—Sí, el disfraz está genial porque la tela no es muy gorda. Así no pareceré una liebre embarazada —comenta Nauzet.
—Seguro que te queda genial —dice Gonzalo, en tono tan casual, que hasta yo me sorprendo de que haya sonado tan natural.
Mi amigo se sonroja un poco, cosa rara en él, sin embargo, me hace gracia que se avergüence porque un chico le diga un piropo. Nau está acostumbrado a que las chicas lo alaben. Es alto, tiene un cuerpo atlético, con espaldas anchas y siempre llama la atención del sexo opuesto.
En cuanto terminamos de comer, Gonzalo y yo somos los encargados de ir a comprar la bebida y comida para nuestra última noche.
—¿Qué ha sido eso de hacerle el café a Nauzet y decirle que el disfraz le va a quedar genial? —le pregunto a Gonzalo, cuando nos vamos los dos solos a comprar a un supermercado que está a unos minutos del piso.
—Me dijiste que le tirara los trastos y es lo único que se me ocurrió —me responde sin más.
—Me parece genial, en serio —le hago saber, porque siempre pensé que Gonzalo sería mucho más tímido en ese aspecto.
—Anoche, antes de meterse en el cuarto con la rubia, me agarró del pelo y me besó. Fue un beso de verdad, Gabi —me cuenta, emocionado.
—¿Qué quieres decir con que fue de verdad?
—Sé que estaba borracho, pero movió sus labios sobre los míos y luego me mordió. Casi me hace la sangre.
—¿Y después? —me intereso.
—Me dio las buenas noches y se metió en el cuarto donde la rubia lo esperaba.
No puedo evitar echarme a reír al ver lo emocionado que está mi amigo. Ha sido su primer beso y lo celebra sin importarle que luego Nauzet se follara a una tía en su cuarto.
—Pues ya te han robado tu primer beso. Esta noche te puedes enrollar con John —le hago ver.
—Ni de coña. Yo no soy como ustedes tres, que os da igual morenas o rubias. Todo lo que tiene un buen culo, está bueno. Prefiero soñar con mi beso, ha sido mucho más erótico de lo que hubiese podido imaginar.
Yo dejo que mi amigo sueñe mientras hacemos la compra. Aún recuerdo mi primer beso y no fue ni tan esperado ni suspiré tanto por él, pero es que a pesar de su apariencia un poco tosca, Gonzalo es un romántico empedernido.
Cuando llegamos al piso, ya han llamado al hermano de Belén y a sus amigos que también quieren salir con nosotros, por lo que han quedado en cenar en el piso. Gonzalo llama a John y también lo invita junto a sus dos amigos, menos mal que hemos comprado varias botellas de ron, porque estos ingleses se beben hasta el agua de los floreros.
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