CAPÍTULO NUEVE - BORN TO RUN
Viernes, 7 de diciembre del 2007
Creo que me he obsesionado con la lista que me dejó Colacho, porque ya he organizado mi vida para poder cumplir todo lo que me ha pedido antes de los veintiuno. Tengo que reconocer que Gonzalo me ha ayudado bastante, sobre todo, en lo de planificar mi viaje, porque he decidido hacer el viaje por Sudamérica y él ha estado en muchos países sudamericanos durante el año que vivió con su padre en el barco.
—¿Dónde está tu sombra? —me intenta molestar Hugo mientras comienza a sonar The White Stripes de Icky Thump, una canción poco usual para un local como en el que nos encontramos.
—Ha ido al baño y no es mi sombra, solo que le cuesta hacer amigos y no le van mucho las fiestas —le explico la razón de que Gonzalo esté siempre junto a mí.
—Hasta se queda al lado de tu cama en nuestra habitación —continúa Hugo con sus lamentos.
Es cierto que estamos compartiendo cuarto a pesar de que la suite tiene dos dormitorios, pero queremos dejar uno libre por si alguien quiere invitar a pasar unas horas a la elegida, o el elegido en el caso de Gonzalo.
—¿Estás celoso? —lo fastidio.
—Ni se te ocurra besarme como le haces siempre a Nauzet —me amenaza mi amigo.
—¿Quién está celoso? —pregunta Nauzet que acaba de llegar con Gonzalo a su lado.
No lo pienso mucho, tomo con fuerza la cara de Nauzet y estampo mis labios contra los suyos, más que para molestar a Nau, para molestar a Hugo.
—Joder, Gabriel. Todavía no he bebido lo suficiente para que me beses —se queja Nauzet, ante la sorpresa de Gonzalo.
—No le hagas ni caso. La fiesta no ha valido la pena si estos dos no acaban morreándose —le explica Hugo a Gonzalo que, de la impresión, ni contesta.
Sé que a mis amigos les ha caído muy bien Gonzalo, aunque Hugo haga como que no lo soporta para importunarme a mí. Nauzet, Hugo y su madre, Gonzalo y yo llegamos al hotel no hace ni veinticuatro horas y se nota que tanto Hugo como Nau han acogido a Gonzalo como si fuese un amigo de toda la vida.
—¿Regresamos al hotel o nos vamos a otro local? Este está lleno de guarras —les pregunto a mis amigos al salir de la discoteca donde estábamos hace unos segundos.
—No entiendo que problema tienes con eso, ya puedes follarte a todo lo que se te ponga por delante otra vez —contesta Hugo.
—Pero odio tener que irme con una tipa que ni se mantiene en pie de lo borracha que está, prefiero que estén conscientes —ironizo, porque en el pub donde estábamos hace unos minutos casi todas las chicas estaban más que pasadas por la bebida.
—Yo no pienso volver al hotel todavía. Ustedes se quedan juntos en la misma habitación, no obstante, a mí me toca compartir la suite con mi madre —se queja por enésima vez Hugo.
Al final, todos, excepto Gonzalo que no opina, estamos de acuerdo con irnos a un local donde haya menos extranjeros.
Dos horas más tarde, estoy besándome con una morena con buenas curvas, mientras Hugo y Gonzalo están hablando a unos metros de donde me encuentro y Nau se besa a mi lado con la amiga que me está metiendo la lengua hasta las amígdalas.
Gonzalo y yo no hemos bebido nada con alcohol, pero Hugo y Nau se han tomado unos cinco o seis Arehucas-cola y se les nota que están un poco borrachos, sobre todo a Nauzet.
En cuanto la chica que está conmigo se va al baño con su amiga, mi mejor amigo se vira y, al igual que yo unas horas antes, me sujeta la cara con poca delicadeza y mete la lengua en mi boca. Yo no le digo nada y le dejo hacer, porque sé que se separará de mí en unos segundos y que mañana no va a recordar nada.
—Esta no es la rubia que estabas besando hace un momento, Nau —escucho decir a Hugo entre risas.
—Lo sé, pero me gustan más los besos de Gabriel cuando tiene los labios hechos polvo, me encantan rugosos y ásperos —le responde el borracho de mi mejor amigo, cuando se da cuenta de que tanto Hugo como Gonzalo están a nuestro lado.
Yo no le contesto a Nau, ya que no tiene sentido discutir con alguien con tanto alcohol en las venas, no obstante, en cuanto regresan las chicas, me voy a bailar con mi morena y Nau se pierde con la suya, posiblemente para tirársela.
Sonia, la morena que está bailando conmigo, tiene veinte años y estudia Administración y Empresas. Por lo que me cuenta, vive en La Laguna durante el invierno, porque sus padres son de Las Galletas, pero se ha venido al sur unos días a visitarlos, aprovechando el puente de la Inmaculada.
Es interesante y divertida y me enciende cada vez que mueve su culo contra mi erección, así que, después de bailar dos canciones, nosotros también nos vamos de la pista de baile.
Desde que tengo el piercing, debo utilizar preservativos un poco más gruesos, aunque no me molesta. No sé si es el morbo o es por el zarcillo en sí, pero ahora me gusta más el sexo.
***
Somos un desastre, dijimos de volver temprano al hotel y son las cinco de la mañana y aún estamos en el taxi.
—¿Por qué ustedes no han mojado hoy? —les pregunta Nau, que está sentado en el asiento al lado del taxista, a Gonzalo y a Hugo.
—A mí no me va eso de salir a ligar —contesta Gonzalo, encogiéndose de hombros.
Mis amigos saben que Gonzalo es homosexual y él lo sabe, pero en la discoteca también había gais y Gonzalo ni los miró, como me dijo hace una semana, más que homosexual es asexual o, como le dije yo, es un cagado con muchísimo miedo al rechazo.
—Yo no tenía ganas. Estoy madurando y eso de estar con una diferente cada vez que salimos no me apetece como antes —se disculpa Hugo.
—Lo que quiere decir es que Belén lo tiene babeando como si estuviese en celo —se burla de él Nauzet.
—¿Aún no te has acostado con ella? —le pregunto a mi amigo, porque a Hugo, después de tener sexo con una chica un par de veces, le va desapareciendo el interés por ella.
—Belén no es de esas, nunca ha tenido relaciones con un chico —la defiende Hugo.
—¿Y qué hacen? ¿Se besan y cada uno para su casa? —lo molesto un poco.
—También nos masturbamos mutuamente —nos cuenta Hugo.
—¿Está bien que hablen de lo que hacen con la chica que les gusta? ¿No es algo muy personal? —nos interrumpe Gonzalo, bajando la voz.
—Es solo entre nosotros, somos como la conciencia del otro —le explico.
—¿Es tu novia? —pregunta Gonzalo, avergonzado.
—No, no es mi novia. Solo hemos quedado para ir juntos a dos cumpleaños de sus amigas y nos hemos visto alguna vez en la universidad porque este año comenzó a estudiar un grado de Educación a unos trescientos metros de mi facultad y, a veces, quedamos para tomarnos algo en la cafetería —contesta mi amigo con voz cansina, sin embargo, le conozco y sé que está muy interesado en Belén.
—Vaya, eres el primero de los tres en enamorarte —le digo para molestarlo.
—No estoy enamorado —rumia enfadado.
—Aún, pero, para Navidades, ya me veo ayudándote a buscar un regalo para tu Belén —lo sigo incordiando.
—No me toques los cojones, Gabriel. No creo que ella tenga mucho interés en tener una relación con un chico como yo. Sus amigas son todas hijas de nobles y políticos importantes, sus padres son muy ricos y yo estudio gracias a una beca y porque me quedo en tu piso —responde, enfadado.
—Ni se te ocurra considerar algo así de estúpido por un segundo. Yo he ido a una de esas fiestas y ninguno de los tipos que estaban allí te llegaban a la suela de los zapatos, Hugo. Además, nosotros vamos en pack de tres y ya solo con incluirme a mí, estás muy por encima que cualquier otro —intento ponerle un poco de humor al asunto.
—En pack de cuatro —me corrige Gonzalo, avergonzado.
—Joder, con Gonzalo en el pack es imposible que me rechace —bromea ahora Hugo.
—Vete con calma, pero fóllatela en cuanto puedas. La amiga con la que me acosté en esa fiesta era una salida. Todas esas niñas, que parece que no rompen un plato, son las peores —dice Nauzet desde la parte delantera del taxi.
—O las mejores, depende de cómo se mire —me burlo de mi mejor amigo.
Menos mal que el taxi llega al hotel. El taxista estuvo atento a todo lo que decíamos por el camino. Por lo menos en Madrid hacen como que no te están escuchando, pero a este solo le faltó hacernos alguna pregunta sobre lo que estábamos hablando.
***
No hay nada mejor que salir a correr para despejarme. Así que, después de dejarme la piel corriendo con la música retumbando en mis oídos, me voy a la suite para ducharme, vestirme e irme a desayunar.
—Born to run —me dice en voz baja Gonzalo cuando me ve entrar en la suite.
—Si no salía, me iba a quedar atontado todo el día —le explico.
—¿Despertamos a Hugo y a Nauzet?
—No creo que tarden mucho, pero prefiero ducharme e ir sin ellos. Suelen aparecer con una resaca de mil demonios —le contesto antes de meterme en la ducha.
Veinte minutos después estamos Gonzalo y yo desayunando a cuerpo de rey.
—Tengo que darle las gracias a tu abuelo por haberme dejado venir —me dice Gonzalo, mientras me imita y moja el sándwich en el colacao frío.
—No tienes que agradecerle nada, la cama iba a quedarse vacía de todas maneras, porque Hugo se iba a quedar con su madre, a la cual no ha hecho mucho caso desde que hemos llegado.
—¿Y su padre?
—No tiene —le respondo sin más.
—Joder, este es el grupo de los medios huérfanos —bromea mi nuevo amigo.
—Nauzet tiene a sus dos padres. Es el ejemplo de una familia normal y corriente.
—Eso debe de ser increíble.
—Yo no me puedo quejar, tengo un montón de abuelos repartidos por ahí y, así, da igual donde esté, siempre alguien se preocupa por mí —le hago ver que mi vida no está mal.
—También se meterán todos en tu vida.
—Solo me aconsejan y, al final, hago lo que me da la gana o lo que mis padres me permiten, pero lo hacen porque me quieren y se preocupan por mí.
—A mí también me gustaría tener una familia como la de Nauzet. Seguro que su padre es una persona respetada y su madre un modelo a seguir —parece que sueña en voz alta mi amigo.
—El padre es notario. Colacho fue el padrino de su boda y hasta que falleció, se hizo cargo de mi amigo y su madre, porque David, el padre, estaba estudiando. Cuando mi padre murió, tenía un montón de seguros de vida firmados porque David trabajaba para una aseguradora mientras estudiaba las oposiciones y uno de esos seguros les pagó una renta durante diez años. Yo y mi madre tenemos una durante toda nuestra vida, puesto que David necesitaba vender pólizas de vida para que le dieran un bono por cumplir objetivos y se los encasquetó todos a Colacho, no obstante, no soy nadie para quejarme, al contrario.
—Por lo que he escuchado, tu padre se dedicó a salvarle el culo a todo el mundo.
—Incluso le salvó la vida a Nauzet cuando era un bebé, tenía madera de héroe. Ahora quiere que yo sea uno por un día y es lo único de la lista que no tengo ni idea de cómo hacer.
—Seguro que habrá alguna ocasión para demostrar que tú también eres un héroe. Ahora me gustaría saber el porqué Nauzet y tú se besan tanto —me pregunta, intrigado.
—No nos besamos, suelo besarlo yo, pero, últimamente, cuando se emborracha, le da por meterme hasta la lengua. Creo que a mi amigo le va el sexo mucho más duro que a mí y no ha encontrado a nadie que le permita hacer lo que realmente quiere. Todo empezó un día que insinuó que prefería mis besos a los de Silvana y lo besé sin pensármelo mucho. Ahora es como una tradición y mientras no tengamos pareja ninguno de los dos, no hay problema —le hago saber mientras le hago una seña al camarero para que traiga más leche fría y colacao.
—¿Se parecen los besos con Silvana a los de Nauzet?
—Yo a Nauzet solo le beso en los labios, si ha habido lengua ha sido porque él me la ha metido borracho, pero no nos hemos besado de verdad. Además, considero que tú estás más capacitado para comparar los besos de Silvana con los de un chico —le recuerdo.
—Yo nunca besé a Silvana. En realidad, no he besado nunca a nadie —se sincera Gonzalo.
—¿A nadie? Esta noche te busco a algún chico, creo que tengo madera de casamentero. ¿Cómo te gustan los chicos?
—Atléticos, con espaldas anchas y manos grandes. Me gusta el pelo castaño, la piel morena, ojos oscuros y labios gruesos —se decide Gonzalo a decirme después de pensarlo un rato.
—Me has descrito a Nauzet, Gonzalo, eso no vale. Entre mejores amigos no podemos estarnos con ligues y tonterías. ¡Yo suponía que te gustaban un poco afeminados!
—¿Afeminados?
—Sí, como tú eres tan masculino, imaginé que tu pareja debería de hacer las veces de mujer —intento explicarme.
—Si prefiriese a una mujer, no sería homosexual —me responde, sin poder evitar sonreírme.
Mis dos mejores amigos llegan en ese momento, por lo que interrumpimos nuestra conversación. Nauzet arrastra los pies por el suelo como si no pudiese con su alma y Hugo, un poco más animado, se sienta en nuestra mesa sin ni siquiera sonreír.
—Buenos días —saludo a mis amigos con mi mejor sonrisa para molestarlos.
—Mi madre llegó anoche a la habitación con un tipejo después de que yo llegase —contesta Hugo, furioso.
—Pues menos mal que tienen habitaciones separadas —le respondo, aguantando la risa como puedo.
—Joder, mi madre ha tenido sexo a unos metros de mí —sigue lamentándose Hugo.
—Nauzet y yo hemos vivido con eso toda la vida y no tenemos ningún trauma. No le des más vueltas —intento animarlo, porque el resto de mis amigos no abre la boca.
—Yo con cinco años me los encontré en una situación muy comprometida y todavía tengo pesadillas por las noches —dice Nauzet.
Vale, Nauzet hoy no es un buen apoyo.
—Yo daría un riñón por encontrarme a mis padres haciendo el amor en su habitación —suelta Gonzalo, poniendo más dramática la situación.
—No estaban haciendo el amor, era solo sexo. Tendrían que haber visto al semental que se buscó —contesta Hugo, que parece muy afectado por el lío de una noche de su madre.
—¿Lo viste? —se interesa de repente Hugo.
—Cuando llegué a la suite no estaba en su habitación, así que la esperé en el salón preocupado. Tardó diez minutos en llegar y se me bajó el colocón de golpe.
—Pues es lo que hay, también los padres tienen derecho a tener una vida sexual activa. Hoy en el almuerzo le preguntas que tal la cita de anoche y así evitas que tenga que esconderse de ti —le aconsejo.
—Joder, con lo bonita que era mi vida —se queja Hugo.
—Y no ha cambiado nada. Vamos a desayunar que hoy hay unas olas espectaculares —les digo, quitándole importancia al nuevo drama de mi mejor amigo.
La verdad es que siempre que veo a Samuel demasiado cariñoso con mi madre, me desaparezco. La casa es lo suficientemente grande como para darles un poco de intimidad. Mi madre tampoco se corta mucho y, a veces, suelta alguna que otra burrada delante de mí y en el fondo lo agradezco. Gracias a esa forma tan natural de ver el sexo, yo también lo veo así.
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