Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DIEZ - GOOD MORNING, VIETNAM

Martes, 18 de diciembre del 2007

Anoche se quedó a dormir Gonzalo en casa, porque estuvimos hasta las dos de la mañana cada uno en un ordenador. Lo mejor que tiene mi cuarto es el sofá cama, donde suele dormir Nauzet, que es el que ocupa más espacio de los tres, ya que Hugo siempre comparte cama conmigo.

—¡Good Morning, Vietnam! —nos grita mi madre, cuando abre la puerta del cuarto y desaparece dos segundos después.

—Te dije que no necesitabas despertador —le recuerdo a Gonzalo, que aún tiene los ojos cerrados.

—Joder, este sofá es demasiado cómodo e incluso es más grande que tu cama, que es de matrimonio —me responde Gonzalo sin intención de moverse.

No tardamos mucho en vestirnos y prepararnos para desayunar cuando mi madre nos grita por segunda vez que nos levantemos. ¡Cómo me conoce! Mi padre, como de costumbre, es el último en llegar a la cocina.

—¿Ahora van a dormir todos los días juntos? —se burla Samuel de nosotros.

—Solo son unos días. Gonzalo me está ayudando con algo que tenía que terminar para el trabajo del proyecto de la Oficina de Empleo —le hago saber.

—Pero si lo presentaron ayer y estaba terminado —me contesta mi padre.

—Me han ofrecido un trabajo de tres meses. La reunión es esta tarde y he preguntado en la oficina y se supone que no vas a trabajar. ¿Por qué no me acompañas? —le pregunto con mi mejor sonrisa de ángel.

—¿En calidad de qué? —me pregunta, haciéndose el duro.

—En calidad de mi padre, el que me cambió los pañales y me enseñó a montar en bici. Soy menor de edad, tendrás que firmar mi contrato de trabajo —le hago la pelota.

—Mejor voy como la empresa que también está interesada en contratarte. Quiero ver cómo a Miguel se le salen los ojos de las órbitas cuando crea que estoy intentando robarte, como hace él cada vez que puede con mis trabajadores, aunque solo lo ha conseguido una vez y el tipo era un desastre, así que debería darle las gracias —responde Samuel, con aire de sobrado.

—Por mí, perfecto —le digo mientras Gonzalo me mira con una sonrisa, sé de buena tinta que adora a mi padre.

—Y no voy a trabajar porque quería ir a coger olas —me echa en cara mi padre.

—Pues si tenemos ganas cuando acabemos, yo te acompaño —le ofrezco.

Mi padre nos deja en el instituto. No estamos haciendo nada, puesto que ya se acabaron los exámenes y los profesores no quieren comenzar con las materias de la próxima evaluación, aunque estamos preparándolo todo para la fiesta de Navidad.

A partir del incidente con Gonzalo, he decidido no enrollarme más con Silvana, sobre todo, porque mi amiga sigue loquita por ella y no me parece bien. Desde que le dije que no iba a pasar nada más entre nosotros, por lo menos íntimamente, nos hemos vuelto más cercanos, tanto que ella me ha contado cosas que estoy seguro de que no sabe ni su mejor amiga, con la que cada vez se lleva peor por culpa de un malentendido con un chico.

—¿Qué harás en las vacaciones? —me pregunta Silvana en el recreo.

Nos hemos reunido una veintena de personas, aunque estamos hablando en pequeños grupos y el nuestro está compuesto por Gonzalo, Silvana, Dácil y yo. A veces hablamos todos con todos, no obstante, es una locura y a algunas de las compañeras les gusta meterse con otras chicas y se acaba armando un fregado. Los chicos, en este sentido, solemos ser más tranquilos.

Menos mal que Silvana ya no se sienta tanto con sus amigas, porque pueden ser muy perras y Silvana no tiene pelos en la lengua cuando se intentan meter con ella.

—Lo de siempre. Ir de compras con Hugo y Nau, aunque este año también vendrá Gonzalo, coger olas, salir por ahí, salir a correr, entrenar con mi abuelo y sus amigos, pasar tiempo con mi familia, follarme a alguien —le digo esto último para molestarla.

—Lo mejor, lo dejas para el final —me responde.

—Sí —le contesto echándome a reír, ya estoy acostumbrado a lo descarada que puede ser mi amiga.

—¿Podría pasarme de vez en cuando por tu casa? Me he dado cuenta de que mis amigas se pueden llamar de todo menos eso. ¡Qué falsas son! —me pregunta, un poco avergonzada.

—Claro, cuando quieras. Mándame un mensaje si no tienes nada que hacer y te digo dónde estamos —le ofrezco.

—Yo también me apunto —afirma Dácil, más feliz que unas castañuelas.

No sé si alguna vez Silvana llegará a tener algo con Dácil, sin embargo, me ha llegado a confesar que a ella le da igual un chico que una chica, que lo que le gusta de tener sexo con alguien es llegar al orgasmo, disfrutar por el camino y pasarlo bien. Imagino que esto hace que las probabilidades de que se acueste con Dácil algún día se incrementen.

***

Hoy Gonzalo no se queda a almorzar en mi casa. Su padre se queja de que casi no lo ve y que nunca almuerza con él, por lo que Samuel lo deja en su piso antes de ir a casa.

—¿Por qué están tan guapos los dos? —nos pregunta mi madre, cuando nos ve a Samuel y a mí vestidos con traje.

Tengo que reconocer que a Samuel siempre le ha sentado bien un traje, sobre todo, cuando no lleva corbata y se desabrocha dos o tres botones de la camisa o, por lo menos, es lo que dice mamá. Está moreno, hace ejercicio y se cuida, por lo que, para la edad que tiene, supongo que no está mal.

A mí también me quedan bien y no lo digo porque lo diga mi madre o la Yeya. Tengo ojos en la cara y me encanta imitar el look de Samuel, arreglado, aunque con un toque ocasional, aunque a mí me queda mejor que a él, o eso le digo para molestarlo.

—Tenemos una reunión de trabajo. En realidad es de Gabi, pero yo lo acompaño para poder añadir a la lista de padre verdadero, el acompañarlo a las citas laborales —responde Samuel y se queda tan pancho.

Mi madre suelta dos carcajadas y no comenta nada más, solo le grita que le encanta el culo que le hacen los pantalones cuando ya hemos salido del salón.

En casa, mis padres siempre se han sabido organizar y cuando están liados, contratan a Juana María, una chica que hace la comida y limpia desde hace años cuando a mis padres les hace falta. El resto del año, mi padre suele cocinar y mi madre es la encargada de la limpieza y se complementan muy bien.

Yo ayudo a los dos y tengo que admitir que odio pasar la aspiradora en el cuarto de mis padres, porque la cama es enorme y siempre tengo que agacharme. Además, prefiero ayudar a cocinar a Samuel o encargarme de la cocina yo solo.

***

Antes de salir de casa, papá pone las tablas en el coche y yo las mochilas con la ropa para cambiarnos, las toallas y los trajes de neopreno en el maletero.

En cuanto llegamos los dos juntos a las oficinas de la empresa, Miguel, el propietario y mi jefe hasta hace unos días, me mira desconcertado. Seguro que el ver a Samuel a mi lado lo ha descolocado completamente.

—Buenos días —saluda Samuel con su mejor sonrisa a las tres personas que se encuentran sentados en la sala de juntas, a pesar de que hemos llegado unos minutos antes.

—Buenos días. ¿Qué significa esto? ¿Vas a quitarnos al chico? Tú no lo necesitas, Samuel —le echa en cara Miguel mientras los otros dos ni siquiera saludan.

—Solo le he dicho que podría elegir trabajar en otros sitios y me he ofrecido a acompañarlo a esta reunión para asegurarme de que no se aprovechan de su juventud e inexperiencia. No se lo he comentado a él, no obstante, ya que estoy aquí, aprovecho para decirte que en el último trabajo le has pagado menos que a tus otros trabajadores, a pesar de que ha sido él quien te ha sacado las castañas del fuego —le responde Samuel y por su tono de voz sé que se está divirtiendo.

—Siéntense, por favor —nos ofrece el señor que está sentado a la derecha de Miguel.

—Gracias, Iván —le agradece mi padre y los dos nos sentamos uno frente al otro.

—Antes de empezar la reunión, quiero dejar claro que nuestras empresas deberían tener una tregua. Eso de intentar quitarnos a los trabajadores no es éticamente correcto y los dos perdemos, únicamente ganan ellos —dice Miguel, muy serio.

—Eso mismo te dije yo cuando comenzaste a ofrecerles el oro y el moro a los míos. Al final, solo te has podido llevar a Julián, aunque sé que has intentado incluso llevarte a Adrián y lleva unos pocos meses con nosotros. Por cierto, espero que en esta empresa te sientas mejor que en la nuestra, Julián, nunca pensé que no estuvieses bien con nosotros —le habla directamente al que está a la izquierda de Miguel.

—No estaba mal, solo que aquí se me valora más —se defiende Julián.

—Porque posiblemente tengas más valor —le contesta Samuel y sé que algo así es lo que hubiese contestado mi madre solo por el simple placer de joderlo, eso de que todo se pega menos la belleza, es cierto.

—No hemos venido a discutir sobre viejas rencillas. Te ofrezco un trato, Samuel. ¿Qué me dices? —los interrumpe Miguel.

—Perfecto, es lo que quería desde un principio. Pero si no te importa, me quedo a la reunión. Le he prometido a la madre del chico que lo llevaría de vuelta a su casa antes de la cena —le pide Samuel y Miguel le contesta con un gesto afirmativo de la cabeza.

—No sé si has tenido tiempo de mirar el proyecto que te pasamos por email hace dos días —me dice mirándome Iván.

—Sí, ya tengo incluso las soluciones a los tres problemas más importantes a los que nos vamos a enfrentar. Anoche hice una simulación y no creo que haya sorpresas —le digo muy seguro de mí mismo.

Iván es el que más preguntas me hace sobre el proyecto y el enfoque que le quiero dar y puedo ver el orgullo en los ojos de mi padre cada vez que abro la boca. La reunión no podría ir mejor y después de una hora de interrogatorio, nos despedimos de Julián porque una señora llama a la puerta y le pide que salga.

—De todos mis chicos es el único que te hubiese regalado con los ojos cerrados —dice Samuel, que no ha intervenido desde que empezamos a hablar sobre el proyecto.

—Ya me he dado cuenta. Sé que no eres malo como informático, pero tengo que reconocer que como gerente eres muy bueno, sobre todo, en todo lo referente a recursos humanos.

—Es que es nuestra inversión más valiosa —le responde Samuel, en el mismo tono que utiliza conmigo cuando me quiere dar un consejo.

—Referente a tu salario, lo he estado pensando y Samuel tiene razón. Además, como únicamente trabajas por proyectos, debemos premiarte de alguna forma, te enviaremos una propuesta por email antes del jueves. Si todos estamos de acuerdo, empezarás el jueves veintisiete. Podrás trabajar desde casa, pero tendrás que venir a la oficina al menos una vez por semana para presentarnos lo que has hecho hasta el momento —me sorprende Miguel.

—Yo seré tu enlace. Cualquier cosa que necesites o quieras consultarnos, esta es mi tarjeta —me dice Iván mientras me ofrece una tarjeta que yo tomo.

—Ya veo que has puesto a tu mejor hombre al frente del proyecto —bromea Samuel.

—Nuestro mejor hombre es ahora él —responde Iván, serio, con los ojos clavados en mí y sé, por cómo me mira, el respeto que me tiene.

—Te daría mi tarjeta, pero no quiero comenzar otra guerra —intenta molestar mi padre a Miguel y este se ríe.

Miguel no puede ser mucho mayor que papá, pero parece mucho más estresado, posiblemente tenga demasiadas responsabilidades sobre sus hombros.

—¿Nos vamos a coger olas? —me pregunta Samuel mientras salimos de la oficina con Miguel e Iván de pie a nuestras espaldas.

—Claro, papá —le respondo.

—¿Papá? —dicen asombrados Iván y Miguel a la vez.

—¿No te habías dado cuenta? Es un calco de Colacho. Lo único que sacó a la familia de mi mujer son esas sonrisas de conquistador que ponía su tío —les explica Samuel.

—Han pasado casi veinte años desde que vi por última vez a Colacho y no se me ocurrió pensar que podían ser familia, aunque, ahora que lo pienso, un genio así, en Canarias, solo podría ser su hijo —dice Miguel, que ahora se encuentra a nuestro lado.

—Me van a avergonzar —bromeo, aunque es cierto que no me gusta mucho que me alaben de esa manera.

—Tu padre era un profeta —me dice Iván, dándome unas palmadas en el hombro.

—Sí, y con él se podía tratar mucho mejor que con este fanfarrón que tienes al lado —añade Miguel.

—¡Oye! Yo también soy su padre —se queja Samuel.

—Además, es el padre que me cambió los pañales y me enseñó a montar en bici —digo antes de que Samuel lo haga.

—¿Y nos los dejas sin más? —le pregunta Miguel a Samuel con una ceja levantada.

—Si te soy sincero, no sabía que trabajaba para ti hasta que me lo encontré en aquella reunión con los del Gobierno de Canarias.

—Por eso estabas tan enfadado ese día —afirma Miguel.

—Falsificó mi firma para trabajar con la competencia, ¿cómo te hubieses sentido tú? —le pregunta Samuel.

—Ojalá mi hijo fuese tan bueno en algo que le ofrecieran un puesto de trabajo antes de ser mayor de edad —bromea Miguel.

—Pero Claudia tiene razón, es bueno que vaya haciendo su vida lejos de nosotros, así apreciará todo lo que valemos —le echa una pulla Samuel y se queda tan fresco.

No tardamos muchos en despedirnos, porque solo nos queda un poco más de una hora de olas.

En cuanto llegamos a la playa nos vemos a Roberto, un chico de la edad de Hugo y Nauzet. Trabaja por las noches en una panadería desde hace dos años y siempre que puede viene a coger olas después de almorzar, que es cuando se despierta.

—Aquí estamos, como siempre, los que no tienen novia —dice a modo de saludo Roberto, que siempre se queja de que cuando los chicos se echan novia, dejan de venir a la playa.

—Eso lo dirás por ti, yo tengo en casa a la mujer de mi vida esperando a que regrese —le contesta Samuel, más que sobrado.

—¿Y por qué no estás con ella? —lo molesta Roberto.

—¿En qué quedamos? ¿Te quejas de que si tenemos pareja no venimos o prefieres que no vengamos? —se defiende mi padre.

—Si van a venir muchos, prefiero que no vengan —bromea Roberto.

No seguimos hablando, porque viene la serie y nos preparamos para cogerla. A veces no puedo evitar sentir que soy un afortunado. Vivir en estas islas, con este clima, rodeados por el mar y donde la gente se preocupan tanto los unos por los otros, es algo que deberíamos agradecer todos los días. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro