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CAPÍTULO DIECISIETE - LA VIDA SERÍA DISTINTA

Miércoles, 13 de agosto del 2008

Cusco será mi ciudad favorita durante el resto de mi vida. La ciudad es increíble y me gustó mucho visitarla por el día, pero las dos noches que pasé en ella son insuperables.

Nicole tenía razón y su cuerpo le pedía sexo a gritos, por lo que me aproveché de sus locas hormonas para excitarla y que me dejase follarla de todas las formas y maneras que se me pasaron por la cabeza. No me follé su culo, aunque no me hubiese importado, sin embargo, no quería ir muy deprisa y ya estaba pervirtiéndola demasiado.

Cuando nos despedimos de la ciudad, lo hice con un velo de nostalgia. Era el principio del final de nuestro viaje y no me sentía preparado para separarme de Nicole.

No habíamos dormido prácticamente nada en Cusco, por lo que en cuanto ayer tomamos el avión para volar a Lima, nos quedamos dormidos nada más despegar. El vuelo solo duró una hora y media, pero a mí me pereció que había descansado una noche entera, aunque volvimos a dormirnos las seis horas que duró el vuelo de Lima a México City.

Me había olvidado de decirle a Nicole que mi padre siempre me reservaba los vuelos en primera clase, por lo que en el aeropuerto tuvimos que cambiar su pasaje para poder volar juntos. A ella no le hizo mucha gracia que le pagara la diferencia de precio de los vuelos, no obstante, se le quitó el enfado en cuanto nos sentamos en nuestros cómodos y espaciosos asientos y una azafata nos preguntó si queríamos tomar algo.

Ayer nos pasamos todo el día volando, por lo que llegamos a México y nos fuimos directamente al hotel. Ya tendríamos tiempo de ver la ciudad. Su madre llegaría al mediodía, así que, después de las presentaciones y de ir a casa de su familia a dejar nuestras cosas, podríamos hacer turismo.

En este momento solo puedo agradecer a la lista que me dejó Colacho el haber conocido a Nicole en la BBS, además de haber hecho este viaje.

Aún no ha amanecido, pero necesito aprovechar el tiempo que me queda con Nicole y hablar con ella. No puedo volver a casa sin que las cosas entre nosotros estén claras, no puedo perder el tiempo como hizo Hugo con Belén, no dispongo de tanto, por lo que decido despertarla de una manera muy original, masturbándola con la boca.

Los gemidos de Nicole inconsciente me están poniendo muy burro. Nunca había masturbado a una chica de esta forma, pero después de unos minutos escuchando los gemidos y la respiración de Nicole, ya sé cómo le gusta que me la coma.

—¿Gabriel? —gime mi nombre, cuando se despierta sin saber, posiblemente, por qué está tan cachonda.

—¿Sí? —le pregunto, haciéndome el despistado.

—Estoy toda... —comienza a decir.

—Mojada —termino la frase, cuando me doy cuenta de que no va a continuar hablando.

—Sí, creo que estaba soñando contigo —se avergüenza.

—Puede que yo tenga un poco de culpa —le digo, antes de seguir haciendo lo mismo que antes de que se despertase.

—Joder, Gabriel —grita unos segundos después.

Sabía que no iba a poder aguantar mucho, aunque no que se fuese a correr en tan poco tiempo.

—¿Puedes hacérmelo con el piercing? —me pide, porque me lo he estado quitando cada vez que me pongo un preservativo.

—Si te molesta algo, me lo dices —le advierto.

No tardo mucho en ponerme el condón. Nicole está tan excitada que casi se me sube encima sin haberme puesto el preservativo. En cuanto entro en ella, yo tampoco lo puedo evitar y me la follo. Quería hacerle el amor y tener una conversación sobre nuestro futuro, pero Nicole me está volviendo loco y no puedo evitar penetrarla con fuerza, aumentando la velocidad hasta que los dos caemos rendidos en la cama después de alcanzar el orgasmo.

Como siempre, me levanto, me deshago del preservativo, me lavo y vuelvo a la cama, donde Nicole me espera. Yo me acuesto bocarriba y ella descansa su cabeza en mi pecho, esperando a que le acaricie el pelo para quedarse dormida.

—¿Estás muy cansada? —le pregunto, buscando el momento oportuno para poder tener la conversación obligatoria sobre nuestro futuro juntos.

—Sí, pero no le diría que no a otro orgasmo —me dice para mi sorpresa.

—¡He creado a un monstruo! —me quejo con dramatismo.

—Posiblemente, sea el de nuestra despedida. En casa de mi familia no vamos ni a poder besarnos —me recuerda mientras mi mano comienza a descender para perderse entre sus piernas, aunque no la masturbo, solo coloco mi mano para suscitar expectativas.

—No sé si entendiste lo que te quise decir la primera noche que pasamos en Cusco, pero yo te quiero, Col. Y me gustaría mantener una relación contigo, aunque nos separen dos planetas y tres lunas, nada me parece demasiado lejos para no querer estar contigo —intento explicarme.

—¿Eso significa que quieres que seamos novios? —me pregunta y sé que está intentando no dejarse llevar por las sensaciones que le hace sentir mi mano sobre su sexo.

—Sí, es exactamente lo que significa. ¿Tú qué opinas? —le pregunto para poder seguir con mi exposición.

—¿Cómo lo haremos? Vivimos a miles de kilómetros el uno del otro.

—Podremos hablar todos los días por Skype como hasta ahora y yo podré ir a verte los fines de semana que tenga libres —le explico mi plan.

—Y yo podría estudiar en Madrid dentro de un año. Solo estaríamos separados hasta que acabasen las clases —pone ella de su parte y me deja perplejo.

—¿En Madrid? —le pregunto, para que continúe hablando de su idea.

—Sí, mi madre comenzó a estudiar en Madrid, aunque luego se volvió a los Estados Unidos. Siempre dice que fue la época más feliz de su vida. Quiero estudiar Ingeniería Informática y si tú estás un año por encima de mí, podrás incluso ayudarme.

—Tendrá que ayudarte Gonzalo, porque yo quiero estudiar Ingeniería Electrónica. Pero sería increíble que los dos pudiésemos vivir en la misma ciudad —me entusiasmo al instante.

—Pero nada de estar con otras chicas —me dice con tono amenazante.

—Ni tú con otros chicos —le devuelvo la advertencia.

—Yo nunca he tenido novio —me dice, como si eso explicase la razón por la que no va a estar con otros.

—Ni yo. Tú serás la primera y la única —le digo antes de besarla y comenzar a masturbarla por fin.

A Nicole le gusta estar bocarriba y con las piernas ligeramente separadas cuando la masturbo, así que se coloca en su posición preferida y disfruta. Me encanta que, a pesar de no tener experiencia, se muestre conmigo tan natural con el sexo.

—Pensé que ibas a estudiar Informática —me dice Nicole, cuando se recupera de su último orgasmo.

—No, creo que hay otras cosas en las que puedo ser mucho mejor —le respondo, haciéndome el chulito.

—No se puede ser bueno en todo —se queja mi recién estrenada novia.

—¿No? —le digo mientras comienzo a comerme sus pechos.

Ella no se queja, nunca imaginé que fuese tan activa sexualmente, no obstante, esta vez le hago el amor. Nunca lo hubiese imaginado, sin embargo, me encanta demostrarle a Nicole cuanto la quiero y sentir el amor con el que ella me mira, es mucho mejor que el sexo. Ni siquiera me levanto cuando acabamos, solo me quito el preservativo, le hago un nudo y lo dejo en el suelo, al lado de la cama. Estoy agotado y ahora solo puedo dormir.

***

No sé cuánto llevo dormido, solo sé que siento a mi novia jugando con su lengua en mi piercing antes de abrir los ojos y estoy haciendo todo el acopio de mi autocontrol que puedo para no ponerla de rodillas, con la cabeza enterrada en la cama y así poderme follar su culo.

—Col, estás jugando con fuego —le advierto, porque nunca antes me había pasado su lengua por mi polla y estoy a punto de perder el control.

—¿No te gusta? Porque a mí me parece que sí —dice antes de meterse mi erección en la boca.

Ni siquiera le contesto, únicamente la sujeto del pelo y hago que se la meta toda, para luego sacarla y repetir lo mismo cuatro veces más.

No hay que ser un genio para entender que estoy a punto de correrme, por lo que me quito a Nicole de encima con toda la delicadeza que puedo en este momento, cojo el último preservativo que queda encima de la mesilla de noche y hago que mi novia se ponga de cuatro pastas para pasarle mi erección por su entrada mientras la masturbo para prepararla para mí.

No soy un bruto y no voy a follarme su culo, pero en cuanto compruebo que está preparada para recibirme, la penetro por detrás. Ella no se queja, ni siquiera cuando la agarro del pelo y tiro de él, haciendo que su espalda se arquee.

Me la follo rápido y duro, mientras una de mis manos la masturba sin contemplaciones, haciendo que se corra dos veces antes de correrme yo. Ella gime, me suplica que no pare y que lo haga, que siga y que la deje descansar. Yo solo me concentro en su cuerpo, como me pide que le dé más duro, más fuerte, que le haga volver a hacerla gritar. Cuando se corre la tercera vez, yo también lo hago, cayendo mi cuerpo sobre el suyo, sudorosos los dos. Estoy tan cansado que no puedo siquiera quitarme el preservativo y no me hago a un lado hasta que no pasa un minuto, con la respiración un poco más tranquila.

—Lo siento, Col, no debí ser tan rudo contigo —me disculpo, avergonzado, mientras me quito el preservativo, me deshago de él y abrazo a mi novia que está en la cama sin moverse.

—No tienes que sentir nada, si esto es sexo duro, a mí también me gusta —me dice para mi alivio.

—Estás hecha una pervertida —bromeo al tirar de ella para que coloque su cabeza sobre mi pecho.

—¿Yo? Yo solo te dejé hacer —se hace la ofendida.

—Joder, ¡cómo voy a echar de menos todo esto cuando me vaya! —me sincero.

Nicole no tarda mucho en quedarse dormida y yo unos segundos después también la acompaño en el mundo de Morfeo.

***

Siempre he escuchado que cuando la relación se vuelve más seria, el sexo decae en el minuto cero. Con Nicole no es así. Esta mañana hemos hablado de tener una relación y desde entonces solo hemos follado como conejos.

En cuanto nos despertamos e intentamos ducharnos para desayunar y luego ir a buscar a su madre al aeropuerto, lo hacemos antes de entrar al baño. Tengo que buscar la caja que me ha dado Samuel de repuesto en la mochila, porque la que me dio mi Madre ya se nos ha terminado.

En la ducha repetimos y ha sido el mejor con diferencia después de que nos despertásemos. Me la follo de espaldas contra la pared y la hago correrse cuatro veces y tan fuerte que cuando acabo, no se mantiene en pie y la llevo a la cama.

Necesito que se sacie de mí, que no le queden fuerzas para nada más, por lo que en la cama la hice llegar al orgasmo dos veces con la boca y no sigo porque se duerme y no hay manera de que se despierte.

Así que, feliz por dejar a mi novia casi KO de tanto orgasmo, recojo la habitación, preparo las mochilas de los dos, compro el desayuno, lo subo a la habitación y despierto a Nicole cuando pienso que si no se levanta en este momento, vamos a llegar tarde al aeropuerto.

—Como nos esté esperando, le diré a mi madre que ha sido culpa tuya —me amenaza Nicole, nerviosa, porque hace cinco minutos que aterrizó el vuelo de su madre y nosotros estamos entrando a la terminal de llegadas.

—¿Y qué le dirás exactamente? —intento molestarla.

—Que mi novio ha hecho que me quede inconsciente porque no sabe tener las manos quietas —me dice levantando levemente la barbilla, me encanta cuando se pone altiva.

—Me gritaste que no parase nunca —le recuerdo.

—Tenías que haberlo hecho cuando llegué al orgasmo —se hace la ofendida.

—¿No te gustó? —le pregunto, con una sonrisa de autosuficiencia en la cara.

—Me gustó mucho lo que me hiciste en el baño —me dice y me doy cuenta de que el tema de conversación tiene que cambiar, porque mi erección me está molestando.

—A mí también, eso es lo que quería decirte con sexo duro. No me va el masoquismo, si lo pudiste pensar alguna vez, aunque vamos a hablar de otra cosa que no quiero que tu madre me vea todo empalmado cuando llegue.

El vuelo de mi futura suegra ha llegado, pero nadie sale por la puerta y más de cincuenta personas esperan junto a nosotros a que los pasajeros comiencen a salir. Yo estoy nervioso, incluso más que cuando recogí a Nicole hace unas semanas en el aeropuerto.

Nicole tiene que notarlo, porque me da la mano y en cuanto ve a su madre la saluda de lejos, pero no me suelta. La madre de Nicole le devuelve el saludo con alegría, aunque cuando llega hasta donde estamos nosotros está blanca como el papel.

—¿Te pasa algo, mamita? —le pregunta Nicole a su madre, con ese acento mexicano suyo que me vuelve loco.

—Nada, hija. Creo que me ha sentado mal algo que comí. Perdona, soy una maleducada. Soy Gabriela, la madre de Nicole —se presenta, con un poco más de color, mi futura suegra.

—Gabriel, encantado —le respondo y le doy tres besos como he aprendido en este viaje.

—¿Cómo se lo han pasado en el viaje? —se interesa Gabriela y yo, como el caballero que quiero ser, tomo su maleta y se la llevo para ir en busca de un taxi.

—Ha sido fantástico, mamá. Los mejores días de mi vida —le responde su hija y yo sonrío orgulloso, porque sé que soy algo culpable de que se lo haya pasado tan bien.

Cuando llegamos a la casa de los abuelos, todos los familiares que nos esperan se sorprenden un poco al verme, imagino que soy demasiado rubio y europeo entre tantos morenos. Al lado de la familia de mi novia parezco albino.

Nosotros nos despedimos para salir a dar una vuelta por la ciudad y cuando regresamos a las once de la noche la casa está más tranquila.

Yo me doy una ducha y luego me visto en el cuarto que me han asignado. Ahora estamos con la familia de Nicole y ya sabíamos que no íbamos a poder dormir juntos.

Espero a Nicole mucho más de lo que normalmente tarda en vestirse, pero aprovecho y, con la tarjeta de teléfono que me he comprado cuando llegamos a la ciudad, llamo primero a Nauzet, que está con Hugo, para decirles que estoy bien, luego a Silvana, porque me pidió que la llamase cuando estuviese en México y no quiero escuchar sus quejidos luego, prefiero escuchar los de que la he despertado ahora, después a Gonzalo, con el que no he hablado en los últimos cinco días porque su padre lo había castigado otra vez sin teléfono, y, por último, llamo a mi madre cuando Nicole entra en mi habitación con los ojos rojos.

—Mamá, estoy bien, pero te llamo más tarde, ¿vale? —le digo, cuando contesta al teléfono, en Canarias son casi las siete de la mañana, aún muy temprano, pero sé que ella está despierta porque tiene que ir a trabajar.

—Vale, hijo, pero no te olvides —me pide, porque no he hablado con ella con fundamento desde hace una semana, solo le ha dicho que todo está bien y poco más.

En cuanto mi madre cuelga, me levanto de la cama y voy hacia Nicole que me mira como un cervatillo acorralado.

—¿Qué pasa, Col? —le pregunto, tomándola de ambas manos.

—Esto no puede ser, Gabi. La vida sería distinta si tú y yo... —me dice, quedándose callada a mitad de la frase.

—¿Qué es lo que no puede ser? ¿Qué sería distinto? —me preocupo.

—No deberíamos de estar juntos. Esto no tiene futuro. Además, tú vives en España y yo en Nueva York —se excusa, sin que yo pueda entender a qué viene este repentino cambio.

—No sé si no te lo he demostrado lo suficiente estos días, Col, pero yo te quiero y si tengo que viajar todos los viernes a Nueva York para verte, lo haré, ya te lo he dicho —le intento explicar, puesto que bajo ningún concepto voy a renunciar a ella.

—No lo entiendes, Gabriel. En realidad, esto es una locura y tú no me quieres, casi ni me conoces. No deberíamos de haber empezado con esta insensatez, tendríamos que haber seguido siendo amigos.

—¿Amigos? —digo, cuestionando todo lo que esa palabra significa.

—Sí, nos llevábamos muy bien antes de vernos y podemos seguir haciéndolo, si tú quieres.

—¿Me estás diciendo que solo quieres ser mi amiga? —le pregunto, cada vez más confuso.

—Es lo mejor para los dos —me dice en un susurro.

—¿Significa esto que no quieres tener una relación conmigo? ¿Significa que no quieres ser mi novia? —intento comprender todo lo que ha pasado.

—Significa que es lo mejor para los dos, Gabriel —me responde molesta.

—Para mí no lo es —afirmo.

—Ahora no lo ves, pero algún día mirarás atrás y me darás la razón.

—No puedo darte algo que no te mereces, Nicole. No entiendo cómo puedes creer siquiera que eso que dices tiene un poco de sentido. Será mejor que me vaya a un hotel —le digo, porque me niego a ponerme a llorar como un idiota delante de la única chica que me ha rechazado.

No tiene sentido discutir. Aunque ella piense que no es cierto, la conozco mucho mejor de lo que se imagina y sé que no va a cambiar de idea. Quizás lo haga en unas horas, quizás en unos días, pero, ahora mismo, no va a cambiar de opinión.

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