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CAPÍTULO DIECISÉIS - MAGIA

Domingo, 10 de agosto del 2008

Trece días viajando por Bolivia con Nicole y solo puedo decir algo con certeza: estoy totalmente loco por esta chica, me he enamorado como un idiota.

Sexualmente, no ha pasado mucho, pero ella no tiene experiencia con los chicos y es normal que quiera ir poco a poco. Aunque desde el día que nos encontramos en la Paz, no hemos podido dejar de besarnos y tocarnos, sin embargo, no la he masturbado hasta la noche pasada.

Por supuesto que compartimos habitación y cama desde que nos fuimos de La Paz. Me encanta despertarme con ella entre mis brazos, aunque nada es comparable a lo que sentí hace unas horas, cuando gritó mi nombre mientras llegaba por primera vez en su vida a un orgasmo.

Nunca he sido un tipo celoso y entiendo que el sexo se puede practicar solo por diversión, pero anoche, a pesar de que Nicole sigue siendo virgen, le hice el amor con las manos y mis labios. Le demostré cada segundo cuanto la quiero sin que palabra alguna saliera de mis labios, la adoré con mis besos y mis caricias y cuando por fin sintió su liberación, ella hizo lo mismo conmigo.

Se sorprendió al verme el piercing, al igual que lo hizo cuando vio el tatuaje que tengo cerca del corazón, pero ella continuó masturbándome. Al principio, le enseñé cómo me gusta que me toquen, sin embargo, unos segundos después, cerré los ojos y solo me centré en disfrutar de sus manos en mi cuerpo.

—¿Qué te parece si dejamos primero nuestras cosas en el hotel? —le pregunto a Nicole después de bajarnos del medio de transporte en el que llevamos una hora y media.

—Pero solo a dejar las mochilas —se apresura a decir Nicole, que ya sabe que haré todo lo posible para acabar desnudos en la habitación antes de comenzar a conocer la ciudad.

Lo que ella no sabe es que he reservado una suite en un antiguo monasterio. Después de pasarnos casi dos horas en un tren para llegar de Machu Picchu a Ollantaytambo y luego tener que viajar en guagua hasta Cusco, es lo menos que nos merecemos. Además, en dos días nos iremos a México, por lo que se acabó lo de poder compartir cama con ella.

Me encanta Perú, pero sobre todo me encanta recorrerlo con ella. Es la compañía ideal para hacer un viaje de este tipo. Siempre tiene energía para perderse por los lugares que visitamos, se interesa por todo, es divertida, me alegra el día y me da calor por las noches. No se puede pedir más.

—Solo me quedaré en la habitación si tú me lo pides —le doy como respuesta.

En cuanto veo el hotel, solo puedo afirmar que los casi dos mil euros que he pagado por la suite con desayuno incluido valen la pena. Estas noches serán las últimas que pasaremos juntos antes de visitar a la familia de Nicole en México y dos días después regresaré a España.

La habitación también es increíble y difunde la tranquilidad que el hotel debe transmitir.

Ya Nicole se quedó asombrada cuando nos dirigimos al hotel que se encuentra al lado de la plaza principal de Cusco. Es un antiguo monasterio, construido en 1592, que aún conserva todo su romanticismo y su estilo clásico.

—¿Cómo vas a pagar todo esto? —me pregunta Nicole, cuando entramos en la suite y se queda perpleja.

—Ya te dije que no te preocuparas por eso, que si compartimos habitación, yo me hago cargo —le recuerdo.

—Es como si me estuvieses pagando para que me acostara contigo —responde molesta.

—Me vas a romper el corazón. Estaba seguro de que tú querías pasar la noche conmigo en la cama —bromeo, aunque con el semblante serio.

—Sabes que es así, sin embargo, no me gusta que te gastes tanto dinero en mí.

—Yo también voy a dormir aquí, si no te importa —sigo molestándola.

—Eres un zorimbo —me llama tonto.

—Y tú una graniza —le devuelvo el insulto de lo poco que aprendí de los mexicanos que he conocido estas semanas.

—No pienso besarte nunca más —me responde mimosa.

—Está bien, lo haré yo —le contesto antes de hacer que nuestros labios se junten.

Solo quiero darle un breve beso para molestarla, lo que mis amigos y yo llamamos un beso casto, pero Nicole se aprovecha y me mete la lengua hasta la garganta, por exagerar un poco.

Normalmente, soy yo quien la besa y ella solo se deja llevar, por lo que me sorprende las ganas con las que lo hace, sobre todo, cuando sus manos se pierden debajo de mi camiseta.

—Nicole, estás jugando sucio —le advierto, cuando comienza a quitarme los pantalones.

—¿Por qué? No me digas que eres virgen, he visto los condones que llevas en la mochila.

—Mi madre no me deja que salga sin condones de casa, mi tío murió de SIDA a mi edad —le hago saber.

—Esa historia puedes contármela más tarde, pero ahora solo quiero probar esa cama tan enorme que hay en la habitación.

Esas palabras bastan para que yo también comience a desvestirla. Anoche me corrí, pero hacía semanas que no me masturbaba y realmente estoy muy necesitado.

Dos minutos después estamos en la cama en ropa interior. Es la primera vez que Nicole se deja llevar y me besa por todo el cuerpo y yo no voy a quejarme.

—Si continúas moviéndote así, voy a correrme en los calzoncillos —le advierto, cuando, mientras me besa el cuello, comienza a frotar su sexo contra el mío.

—Yo también, Gabi. Por favor, yo también quiero —gime a unos centímetros de mi oreja.

A pesar de la tela de nuestra ropa interior, estoy muy burro. No creo que aguante mucho, pero necesito sentirla todavía más, por lo que la agarro por el culo con las dos manos y hago que nuestros cuerpos se unan aún más.

Durante unos segundos solo se pueden escuchar nuestros gemidos en la habitación. No la estoy penetrando, pero se siente tan bien lo que estamos haciendo que, en cuanto Nicole grita mi nombre, me corro como un quinceañero.

—Mierda, Nicole. Me estás volviendo loco —le digo, cuando me recupero un poco.

—Tú a mí también —me dice al echarse a un lado y permitir que pueda ir al baño a lavarme.

—¿Yo? —le pregunto desde el baño.

—Sí, tú. Yo no sabía que me fuese a gustar tanto —me dice, avergonzada.

—¿Qué te gusta tanto? —le pregunto, para que se abra un poco más a mí, porque a Nicole le cuesta horrores hablar de sexo, al menos, conmigo.

—Que me beses, que me toques, que me hagas sentir así —se sincera después de pensarlo un poco.

—Me vuelves loco cuando gritas mi nombre —le hago saber después de lavarme y ponerme un bóxer limpio.

—No lo puedo evitar, durante un momento no soy dueña de mi cuerpo —se disculpa.

—Me gusta que lo hagas, no tienes por qué excusarte. ¿Quieres otro? —le pregunto otra vez en la cama mientras mis dedos se pierden debajo de su sujetador y comienzan a pellizcarle los pezones.

—¿Otro? —me pregunta con los ojos cerrados y, claramente, volviéndose a excitar.

—Otro orgasmo —le explico.

Nicole no me responde, solo busca mi boca con la suya. Por su manera de besarme y de arquear la espalda cuando le quito el sujetador y mi boca se pierde en sus pechos, entiendo que la respuesta es un indudable sí.

Ni siquiera la masturbo, en cuanto mi boca y mis manos le chupan y le tocan el pecho, no lo puede evitar y se corre, gimiendo luego, suplicándome para que lo vuelva a hacer. Entonces, se pierden mis dedos entre sus piernas y, pidiéndole permiso primero, me atrevo a meterle un dedo en su interior.

Yo estaré muy necesitado, pero Nicole necesita echar un polvo incluso más que yo.

***

Después de pasar dos horas sin salir de la habitación, decidimos visitar la ciudad. Comenzamos por la plaza de Armas y luego nos vamos al barrio de San Blas, donde almorzamos comida peruana. Nicole está más cariñosa de lo normal y yo solo puedo devolverle los besos que me da y abrazarla cuando se acurruca a mi lado.

—¿Qué haremos después de cenar? —me pregunta Nicole, cuando nos vamos al hotel para cambiarnos de ropa antes de la cena.

—Yo hoy me quedaría en la habitación. No hemos parado las últimas semanas y nos vendrá bien descansar —le respondo mimoso, cada vez me parezco más a Samuel.

—Sé en lo que estás pensando —me advierte.

—En lo mismo que tú —le respondo, porque ambos sabemos que los dos tenemos ganas de irnos a la cama y disfrutar el uno del otro durante horas.

—¿Me va a doler? —me pregunta para mi sorpresa.

—No estaba pensando en eso. Ya te dije que en casa llevar siempre preservativos es algo obligatorio. Después de que te contase la historia de mi tío, deberías entenderlo —me defiendo.

—¿No quieres tener sexo conmigo? —me pregunta, confusa.

—Me enterraría en ti ahora mismo, sin preliminares, sin dejar que pasase un solo segundo, pero no sé si tú estás preparada —le digo y tomo su mano y la pongo en mi entrepierna, para que note lo duro que me ha puesto la conversación que estamos teniendo.

—Yo sí estaba pensando en eso —me responde, totalmente avergonzada, y su mano me aprieta un poco, haciéndome gemir.

—Nunca lo he hecho con una chica sin experiencia, por lo que no sé si te dolerá mucho. Pero si después de cenar te sientes preparada y quieres que te haga el amor, prometo ser lo más delicado posible —intento tranquilizarla.

—He comprado una toalla para no manchar la cama —me dice para mi sorpresa.

—¿Por eso te metiste en esa tienda tú sola? Supuse que querías comprarme un regalo —bromeo.

—Zorimbo —me insulta.

Creo que ese insulto es el que más utiliza para meterse conmigo y me encanta. Yo también la he llamado toleta, papafrita o machanga, palabras que empleamos en mi tierra para llamar a alguien tonto o idiota.

Comenzamos a besarnos otra vez, últimamente no podemos evitar que se nos vaya de las manos en cuanto nuestros labios se rozan.

—Si no vamos a cenar ya, no cenaremos hoy —le advierto, cuando su mano me aprieta el culo y mi erección me da un latigazo.

—Vamos, que no quiero que tu madre se queje de que has vuelto más delgado de lo que te fuiste —me dice en cuanto se separa de mí.

***

La cena ha sido la más breve que hemos tenido desde que comenzamos juntos este viaje. El ambiente está cargado de sensualidad y no hay movimiento o palabra que diga Nicole, que no me haga imaginar todo lo que podría hacer con ella en la habitación.

Ella debe sentirse igual, porque es la primera que dice en voz alta que ya es hora de irse, sin casi terminar el postre.

—Col, tenemos todo el tiempo del mundo —le digo, cuando desesperada, comienza a quitarme los pantalones en cuanto llegamos a la habitación.

—Tengo muchas ganas de besarte y estar contigo, pero ahora mismo me muero por un orgasmo —me dice y me sorprende por su franqueza.

—Por lo que he escuchado a mis amigas, la primera vez no sueles llegar al orgasmo, aunque por supuesto que luego yo haré lo posible para que lo hagas.

—Tengo un poco de miedo —se sincera.

—Lo haré despacio, pero si te duele mucho me avisas y paro. Además, no tienes que hacerlo hoy, a mí no me importa esperar —le hago saber.

—Esta mañana soñé que lo hacíamos, llevo todo el día pensando en ello y necesito tener sexo, Gabriel, todo mi cuerpo me lo pide. Ya tengo diecisiete años y las hormonas han empezado a hacer de las suyas —me dice, sin un ápice de duda.

No espero más y comienzo a desvestirla despacio, mientras la beso y la toco por todo su cuerpo. Cuando la dejo desnuda sobre la cama, me desnudo yo. Coloco con calma la caja de condones en la mesita de noche y me quito el piercing, para no causarle más dolor del necesario.

—¿Duele más con el piercing? —me pregunta en voz baja.

—Normalmente, da más placer, pero es tu primera vez y quiero que sea lo más suave posible. Yo prefiero el sexo un poco más duro —le explico, porque no veo necesario el mentir sobre esa faceta mía cuando estamos intimando los dos desde hace semanas y vamos a tener sexo en unos minutos.

—¿Duro? —me pregunta con los ojos muy abiertos y la confusión en su mirada.

—Sí, a muchas chicas también le gusta el sexo duro, pero eso lo sabrás con el tiempo.

Nicole no dice nada más y yo me acuesto en la cama y comienzo a besarla por todo el cuerpo. Quiero que esté lo más excitada posible para que la penetración sea menos molesta. Cinco minutos después, me suplica que quiere correrse, que necesita sentirme dentro de ella, por lo que me pongo un preservativo y me coloco en su entrada, intentando ser lo más cuidadoso posible.

—¿Te duele mucho, Col? —le pregunto después de entrar lentamente en ella.

No entiendo cómo puedo contenerme tanto. Ahora mismo solo deseo moverme para entrar en ella una y otra vez, hasta hacer que se quede ronca de tanto gritar, no obstante, me quedo quieto, sin moverme, esperando a que ella me responda.

—Solo me incomoda un poco —me dice mientras nuestras miradas se pierden la una en la otra.

—Voy a moverme muy despacio. Dime si quieres que pare —le advierto antes de comenzar a salir lentamente de ella para volver a entrar a la misma velocidad.

Después de repetir este movimiento una docena de veces, Nicole comienza a levantar la pelvis para ir a mi encuentro.

—¿Puedes hacerlo un poco más rápido? —me pide, claramente mucho más excitada que antes.

—¿Así? —le pregunto después de moverme varias veces, aumentando un poco la velocidad.

—Más rápido —gime en mi boca.

Yo intento no acelerar demasiado, pero de la manera que mueve su cuerpo mientras me busca me está volviendo loco.

—¿Estás bien? —le pregunto al darme cuenta de que la estoy penetrando cada vez más rápido y con más fuerza.

—Joder, Gabi, voy a correrme. No pares, no pares, no pares, por favor —grita, mientras yo hago lo posible por no correrme en ese momento.

No tardamos mucho en llegar al orgasmo los dos. Primero lo hace ella y yo, en cuanto noto cómo se corre a mí alrededor, me dejo ir igual que un adolescente. Ella gime mi nombre, pero yo grito un "joder, Col" y me corro como nunca lo había hecho en la vida, antes de hacerme a un lado para no caer encima de ella y escacharla con mi cuerpo.

Necesito más tiempo de lo que suelo necesitar para recuperarme. Ni siquiera puedo abrir los ojos, solo disfruto de la liberación que acaba de sentir mi cuerpo.

—¿Estás bien? —me pregunta Nicole, con su cabeza descansando encima de mi corazón.

—Esa pregunta debería de hacértela, yo a ti —bromeo con ella.

—Yo estoy bien, solo fue incómodo unos segundos, pero luego ha sido increíble. ¿A ti te ha gustado? —me pregunta mucho más segura de lo que suele estar cuando habla de sexo.

—¿Estás de broma? Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Te he sentido, Col, he notado el amor que sientes por mí en todo momento, en tu mirada, en tus gestos. Espero que yo te haya transmitido lo mismo. Sé que nunca lo hemos dicho en voz alta, aun así, hemos demostrado el amor que nos tenemos, sin decir ni una palabra —le abro, completamente, mi corazón.

—Yo también lo he sentido —me responde, bajando tanto la voz que casi no puedo oírla.

—También es la primera vez que yo hago el amor.

—¿Eras virgen? —se extraña, porque a pesar de que nunca me ha preguntado, estoy seguro de que Nicole se habrá dado cuenta de que he tenido sexo con otras chicas.

—No, pero solo he tenido sexo, nunca había hecho el amor —le respondo mientras me reincorporo para quitarme el condón e ir al baño a lavarme un poco.

—Yo también quiero probar eso del sexo —me dice, dejándome con la boca abierta.

—¿Ahora? —le pregunto al volver a la habitación, levantando una ceja.

—No sé si tú puedes ahora.

Yo no digo nada más, solo me concentro en besarla y tocarla. Es hora de saber si a Nicole le gusta el sexo duro, aunque tendré que ir despacio.

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