CAPÍTULO CATORCE - EN ALGÚN LUGAR
Viernes, 4 de julio del 2008
Hemos tardado casi un mes en celebrar mi cumpleaños en condiciones, pero quería que mis mejores amigos estuviesen conmigo, así que decidimos hacerlo a principios de julio. Cuando los exámenes en la facultad estuviesen terminados, tuviésemos los resultados de las pruebas de acceso a la universidad y tiempo para organizarla bien.
No he invitado a nadie de mi instituto, solo a Dácil, Silvana y Gonzalo, de resto, hemos intentado reducir el número de invitados al mínimo, ya que se quedarán a dormir en la casa del sur de mis abuelos, donde celebraremos la fiesta.
Todos los invitados son mayores que yo, excepto Dácil que cumplió años hace dos semanas, por lo que no tenemos que preocuparnos porque haya menores de edad y es la primera vez que, realmente, me doy cuenta de la diferencia que existe entre antes y después de cumplir dieciocho años, ahora soy totalmente responsable de mí mismo y de mis acciones.
El año nos ha ido bien a mis mejores amigos y a mí, incluyendo a Gonzalo, que se ha convertido en mi sombra, como lo llaman mis otros dos mejores amigos. Gonzalo quiere estudiar Ingeniería Informática y yo Ingeniería Electrónica y ya no hay nada que pueda evitarlo o, por lo menos, tenemos suficiente puntuación en los exámenes para poder elegir las facultades que nos interesan.
La fiesta no empezará hasta las tres de la tarde y aquí estamos, los cuatro tirados a la sobra en una hamaca de la piscina de la casa de mi abuela y escuchando Spaceman de The Killers.
Hasta ahora han sido unas vacaciones increíbles, sin embargo, espero que mejoren, ya que mañana me iré a pasar unas semanas con mi abuelo y su familia a Estados Unidos, luego recorreré Suramérica con una mochila y, en medio del camino, me encontraré con Nicole, que ha decidido acompañarme en mi último tramo para luego ir juntos a México y, desde allí, regresar a Europa.
Nunca pensé que la fuese a conocer en persona y tengo ganas de verla, de saber si es rubia o morena, alta o bajita.
Independientemente de su físico, Nicole me encanta. Es inteligente y tranquila, pero tiene un humor muy irónico que siempre me hace reír.
—Está todo preparado y mañana, antes de que te vayas al aeropuerto, vendrán cuatro chicas que echarán a los rezagados y terminarán de limpiarlo todo. Vosotros no os vayáis que luego pasaré yo a buscaros para llevaros de vuelta a vuestras casas después de dejar a Gabriel en el aeropuerto —nos recuerda Joaquín.
—Gracias, abuelo. Eres el mejor con diferencia —lo adulo un poco.
—Ya sé que eres mayor de edad, pero contrólate con la bebida que no estás acostumbrado —me aconseja mi abuelo.
—Tranquilo, Joaquín, no dejaremos ni que la huela —se compromete Nauzet, a lo que mi abuelo le contesta echándose a reír.
—¿Ya tenéis todo organizado para iros a Madrid? —nos pregunta Joaquín a Gonzalo y a mí.
—Yo ya dejé mis cosas en la que será mi habitación la última vez que fuimos —le hago saber.
—Y yo aún no estoy seguro dónde me voy a quedar —le responde Gonzalo, un poco avergonzado.
—¿No te quedarás con los chicos? —se sorprende Joaquín.
—No, pero imagino que me quedaré en algún lugar —le quita importancia mi amigo.
—Su padre está paranoico ahora que es oficialmente homosexual y no quiere que viva solo con tres chicos tan atractivos —intervengo para echarle una mano.
—Yo he intentado hablar con él y no hay manera. Incluso le he dado mi palabra de que no íbamos a hacer orgías —dice Hugo.
—Le diré a mi madre que hable con él. Todos sabemos que lo que ella no consigue, no lo podrá hacer nadie —le ofrezco como solución.
—Si Claudia va a hablar con tu padre, no dudes que en septiembre estarás viviendo con estos tres desastres que tienes aquí contigo —le responde Joaquín, que conoce bien a mi madre y su manía de salirse siempre con la suya.
En realidad, al padre de mi amigo no le molesta que viva con tres chicos en Madrid. El problema radica en que se ha dado cuenta de que su hijo está coladito por Nauzet, un chico hetero, que siempre que sale y puede se lleva a una chica distinta a la cama y no quiere que le rompan el corazón a Gonzalo.
Mi amigo es mucho más sensible de lo que parece y, aunque a veces parezca que no es nada sociable y es muy arisco, en realidad es un trozo de pan que no ha aprendido a canalizar todo lo que siente y de vez en cuando tiene prontos de brusquedad.
Me levanto a acompañar a mi abuelo hasta la salida, a pesar de que estamos en su casa. Ayer ya me despedí del resto de mis familiares y mañana lo haré con él.
—Cualquier cosa que necesites estaré a quince minutos de aquí. Tu abuela está pasando tres días en casa de la Yeya, así que quedará entre nosotros —me dice mi abuelo antes de irse.
—Ojalá todo el mundo tuviese un abuelo como tú —le digo antes de despedirnos con un abrazo.
Hace casi un año que soy más alto que Joaquín, aun así, él me abraza como si yo aún fuese un niño.
Antes de volver con mis amigos, aprovecho para llamar por teléfono a mamá y que me ayude con el tema de Gonzalo y que su padre le permita quedarse en nuestro piso. Madrid sin él, desayunando con nosotros por las mañanas, no sería lo mismo.
Mi madre, para mi sorpresa, ya habló con Adrián ayer por la tarde, aprovechando que papá y ella habían quedado con él para tomar algo en una terraza y que Hugo le había contado todo el culebrón.
—Tu amigo podrá quedarse con ustedes —me responde mi madre a la pregunta de cómo está la situación actualmente.
—¿Qué le has dicho?
—Que no sea tan dramático, al fin y al cabo, si se acuesta con alguno de sus compañeros, no va a parecer con un bombo unos meses después, como fue mi caso, el de Silvia, que también nos acompañaba en la terraza, o el de tu propia abuela —me dice mi madre para mi sorpresa.
—¿En serio?
—Claro, Gabriel. Además, le recordé que ninguna de nosotras estuvo viviendo con el padre de nuestro hijo cuando nos quedamos embarazadas y que le iba a ser técnicamente imposible evitar que fuese en cualquier momento del día a follarse a quien le diese la gana, porque viviría a miles de kilómetros y ya tiene edad de tomar sus propias decisiones.
—En momentos así, es cuando entiendo por qué papá te quiere tanto —le digo agradecido.
—¿Y tú? —se hace la ofendida.
—Yo no puedo quererte tanto, mamá. Ya sabes que él te adora —le contesto para fastidiarla.
—Pásenlo bien esta noche —me dice antes de colgar, mientras se le escapa una risita.
Mi madre es, indiscutiblemente, la mejor. Siempre sabe qué hacer o qué decir para que todo suceda según sus planes.
Aún recuerdo cuando tenía unos diez años e interpreté el papel de París, un joven familiar del príncipe en la obra de Romeo y Julieta. Mi papel era insignificante, pero mamá no quería perdérselo por nada del mundo. Así que, como tenía un congreso en Barcelona esa misma tarde, llamó al colegio diciendo que había una bomba escondida en una de las aulas.
Por supuesto que nadie supo que fue ella quien alertó de la falsa bomba, salvo papá y yo, pero la obra tuvo que representarse tres días más tarde y mi madre fue la primera que estaba en la fila para entrar al salón de actos. Nunca me olvidaré sus palabras cuando llegamos a casa: "¡Qué mal lo habéis hecho, hijo! La próxima vez debería de poner una bomba de verdad".
Sí, no puedo quejarme de que mi madre no sea totalmente sincera, sin importar a qué corazón sensible arrasa por el camino, menos mal que papá y yo ya estamos a prueba de sus locuras y ocurrencias.
***
Mis amigos han desaparecido cuando regreso a la hamaca donde estaba recostado minutos antes, pero eso no me impide descansar de nuevo a la sombra con un libro en las manos sobre inteligencia artificial que acaba de salir al mercado hace tan poco que me lo he tenido que comprar en inglés, aunque, para ser sinceros, me da igual leérmelo en un idioma que en otro.
—¿Puedo molestarte? —me pregunta Gonzalo al sentarse a mi lado y yo despego los ojos del libro.
—¿Qué ha sucedido? —le pregunto, cuando noto que mi amigo tiene el pelo despeinado y las mejillas y los labios rojos.
—Me he tropezado con Nauzet en uno de los pasillos de la casa y lo he besado —me cuenta, nervioso.
—¿Te has tropezado? —le pregunto levantando una ceja.
—En realidad, he ido detrás de él. Es que estoy harto de que solo me bese él y, además, sea siempre cuando está borracho.
—¿Cómo ha sido? —le animo a continuar.
—Únicamente posé mis labios sobre los suyos, no soy un experto como ustedes —se excusa.
—Nosotros no somos ningunos expertos en nada, cualquiera que te escuche pensará que nos acostamos con una chica distinta todas las semanas —me defiendo.
—Pues él sí que lo es y dos segundos después de que yo lo besara, me metió la lengua hasta el fondo. Me cogió la cara con las dos manos y como yo no sabía que hacer, le agarré el culo como lo hizo conmigo aquella chica en tu cumpleaños y creo que eso le gustó, porque acabé contra la pared y sintiendo todo su cuerpo contra el mío, sin que parase de meterme la lengua en mi boca —me cuenta Gonzalo, un poco avergonzado.
—¿Y cuál es el problema? —le pregunto, porque debería de estar dando saltos de alegría, lleva diciéndome durante más de un mes que lo va a besar él en cuanto tuviese ocasión.
—Cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, se separó de mí bruscamente, me pidió disculpas y se fue —me responde, triste.
—No te embajones, Gonzalo. A todos nos han dejado con las ganas alguna vez —le intento quitar importancia.
—No es eso, es que sé que ahora estará por ahí arrepintiéndose de haberme devuelto el beso y haberse dejado llevar de esa manera.
—Se le pasará en media hora. Nauzet se come mucho el coco, pero luego se le olvida con la misma facilidad. No pienso preguntarle, y si me lo dijese tampoco te lo contaría, pero seguro que algo le gustas, Gonzalo, si no, no te besaría cada vez que te pones delante y se bebe dos copas.
—Es un bruto —se queja mi amigo, por fin, con una sonrisita en los labios.
—Yo no voy a opinar, porque a mí también me gusta el sexo duro —le recuerdo.
—Creo que a mí también me gusta así —se sincera.
—Pues mejor, así son compatibles en la cama —le digo para molestarlo, porque estoy seguro de que a mi amigo aún le falta mucho para llegar a tener sexo, en ese sentido, no se siente cómodo todavía.
En cuanto escuchamos la puerta de la terraza cerrarse, mi amigo se tensa, pero se vuelve a relajar en cuanto ve llegar a Hugo. A pesar de que Hugo no ha visto a Gonzalo tanto como yo, se llevan muy bien, aunque ya me preguntó hace unos días sobre lo que está pasando entre él y Nauzet y yo solo pude encogerme los hombros, porque en realidad no sé exactamente lo que está pasando por la cabeza de Nau, ni él mismo lo sabe.
—¿Has hablado con ella? —le pregunta Gonzalo a Hugo sin que yo sepa de qué están hablando.
—No he podido hacerlo, tengo algunas dudas —le responde mi amigo, exasperado.
—¿Dudas? Acabas de decir hace unos minutos que estabas seguro de que querías tener una relación con Belén y que no te quieres pasar todo el verano sin verla. ¿Dónde están las dudas? —reacciona Gonzalo ante la respuesta de Hugo.
—No sé si ella quiere lo mismo que yo.
—Por eso ibas a llamarla, hablar con ella y preguntarle —le recuerda mi amigo y me doy cuenta de que están hablando del drama de esta semana, Hugo quiere tener algo serio con Belén, no obstante, está aterrado por un posible rechazo de ella.
—¿Qué es más importante la posibilidad de que te rechace y sufra tu ego o el no poder tener la relación que tú quieres con ella? —intervengo para que no mareen a la perdiz.
—Joder, siempre tan categórico, Gabi —se queja Hugo.
—¿Y bien? —insisto.
—Voy a llamarla —da como respuesta y se levanta para poder tener algo de intimidad.
***
A las diez de la noche casi todos mis amigos están algo bebidos, algunos más que otros. Solo Dácil y yo no estamos bebiendo alcohol, aunque ella desapareció hace veinte minutos con Silvana. Tengo que reconocer que yo empecé a enrollarme con Yurena un rato antes, aunque le he dado largas. Esta noche quiero estar con mis amigos, ya tendré tiempo de estar con una chica cuando se acabe la fiesta.
Me alegra ver a Hugo tranquilo después de la conversación que tuvo con Belén. No nos dio detalles, solo levantó el pulgar dándonos a entender que la cosa había ido bien y a mí, con eso, me basta.
—Últimamente, te estás dejando pasar demasiadas oportunidades de besar a alguien y acabar haciendo esas guarrerías que a ti te gustan —me molesta Gonzalo, cuando me acerco con un ron-cola como me pidió.
—Lo contrario que tú —le dejo caer y se nota que ha bebido, porque no le importa en absoluto mi comentario.
Mi dos amigos se han besado más de media docena de veces delante de mí en lo que llevamos de fiesta y, aunque Nauzet ha salido a bailar con más de una chica, luego vuelve a buscar a Gonzalo y le come la boca.
No sé lo que está pasando por su cabeza, solo espero que no esté jugando con mi amigo, no sería justo para ninguno de los dos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro