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💍 OS: Luego de 10 años

Las calles de Tokyo se encontraban fuertemente iluminadas por los edificios con grandes letreros y la moto que mostraba un gran estallido azul a la hora de pasar por la calle desolada llevaba a dos amantes secretos. Aquellos dos que disfrutaban del viento cálido y del paisaje eran Hakkai y Mitsuya, ambos antiguos miembros de la ToMan y ahora adultos con sus propios negocios, aún lo suficientemente juntos para ser cierto en personas tan contrarias. Hakkai, siendo el que manejaba, no paraba de hablar del pasado con tal emoción que parecía estar temiendo una pérdida de memoria; pero Mitsuya lo escuchaba con tal atención que parecían una pareja novedosa, de esas que podían comprenderse a la perfección, incluso con miles de palabras saliendo de sus labios.

El que iba al mando, a penas escuchaba la cálida voz de su compañero, pero comentaba cada cosa para hacer de cuenta que sí lo hacía. Estaba tan emocionado por el recorrido que estaban haciendo que ni siquiera se percataba que estaba siendo agarrado de la cintura con una fuerza extrema. Su piel se erizaba ante las ideas que recorrían su mente y una sonrisa inconsciente inundaba su rostro, aquel que era decorado por una vaga cicatriz que nadie podía considerar fea. Las personas a su alrededor, en vez de asustarse por su aspecto parecían curiosear por la pareja, muchos interesados por la energía que transmitían y a la velocidad que iba la moto. En vez de juzgar su juventud, se encargaban de admirarla desde atrás, celebrando lo bien que estaban.

Recibían las mismas miradas que sus antiguos compañeros. Llenas de calidez, porque todos intuían que algo sucedía entre ambos. Mas, la realidad era otra. Mitsuya era alguien demasiado ocupado con su trabajo como para estar en alguna clase de relación amorosa, y Hakkai era su mano derecha, un enamorado que nunca había abandonado su sentimiento. Podría ser que aquel muchacho de cabello plateado hubiera tenido una especie de relación con algunas mujeres, pero ninguna duraba lo suficiente como para hacerlas oficiales. Incluso se consideraba a sí mismo como un tonto en cuanto a parejas, ya que era pésimo para concentrarse demasiado en ellas, debido a que tenía otros proyectos en su cabeza, más en momentos así, en los que su carrera se impulsaba cada vez más. Esa era una realidad que Hakkai debía aceptar con pena, bajando la cabeza muchas veces y siguiéndolo a la semejanza de un admirador eterno. Ninguno de los dos sabía la profundidad del sentimiento de aprecio del otro, quizás por simple ignorancia o por no poder concentrarse en ello.

Hakkai era fiel creyente de que Mitsuya resultaba demasiado hermoso y agradable, hasta el punto de que muchas mujeres lo tenían en la mirada -y también madres que le deseaban un buen futuro para sus hijas-. Claro que tras no tener ni padre ni madre, él no se veía en la posición de reclamarlo y bien sabía que sus sentimientos habían sido dichos por ajenos, pero nunca correspondidos, de lo contrario... ¿Por qué nunca le dio una respuesta coherente? Eso lo hacía entristecerse y que ralentizara la velocidad de su motocicleta. El lugar al que planeaba dirigirse no era ni mínimamente sofisticado para un diseñador como aquel, mas era lo único que quedaba de lo que alguna vez conoció con el nombre de "casa" y parecía un sitio abandonado llegado a ese punto. Claro que ese hombre merecía mucho más de lo que podría ofrecerle en su pobreza.

-¿Hakkai? ¿Sucede algo?

-Ah, no, Taka-chan, solo pienso.

-Claro, pero tú piensas luego de pasar en rojo el semáforo, es raro que te frenes... Aunque te lo agradezco si lo haces por mi seguridad, aún quiero mantenerme vivo.

-Eso me trae extraños recuerdos -contestó, riendo de forma falsa.

Por alguna razón, recordaba alguna vez haberle preguntado a Takemichi por el estado de su amado en alguno de sus futuros, exactamente si había muerto, porque la idea de que debía protegerlo cada vez se hacía más grande en su pequeño ser. Y cuando recibió esos dos futuros, deseó nunca haberle preguntado tal estupidez. Habían pasado diez años desde la vez que preguntó, pero era el recuerdo más lúcido que tenía. Aquel rubio muchacho se veía pálido al contarlos con tan pocos detalles que deseó agarrarlo de la camiseta y saber más. Había tenido malos sueños en ese tiempo de secundaria y la idea de que pudiera perderlo era tan abrumadora que lo paralizaba por las noches, haciéndolo sollozar sin que su hermana lo notara. Era tan fea la imagen de su amado en un ataúd o sin siquiera haber conseguido uno, que le resultaba inevitable no sentirse mal. Desde el momento en el que supo la verdad de los futuros que se había evitado, actuó como paranoico, incluso si sabía que no tenía de qué preocuparse en esos momentos.

La pregunta más grande que se le ocurría era "¿Y si en realidad está pensando en suicidarse?" porque solía verlo más ajetreado con el tema de sus hermanas y la ausencia de su madre. Luego replanteaba aquella duda y decía que si no se llegaba a declarar, viviría con ese sentimiento. Al final, terminaba llamando a las una y media de la madrugada a Mitsuya, interrumpiendo su baja hora de sueño y preocupándolo más. Quizás esa obsesión con el tema de su muerte lo había llevado a ese momento, a estar tan pegado a él que incluso su propia hermana salía desacreditada allí. Solo conocía que su voz podía calmarlo en las oscuridades del abismo que había vivido, solo él y su forma dulce de aclararle que estaba vivo, que no podía correr hasta allí porque cuidaba a sus hermanas, pero que ellas lo amaban tanto como si se tratara de otro hermano; algo que, extrañamente, lo hacían sentir recompuesto, con más valor para enfrentar las noches, incluso sabiendo que tendría pesadillas. Dormía junto a un muñeco que Mitsuya le regaló para su cumpleaños número dieciséis y sentía el suave aroma de este al abrazarlo. Incluso hubo unos dos años en los que estuvieron alejados más de lo normal, porque Mitsuya vivía de negocio en negocio y todos eran en países extranjeros e individuales, razón suficiente para dejarlo en Japón, con empleos de medio tiempo. No aceptó ningún contrato por muy bien que le iba en la universidad y sus becas, porque eso significaría abandonarse en trabajo y nunca poder estar con él.

Habían sido años difíciles, pero ahora que estaban los dos juntos sentía que podía con todo, incluso si resultaba rechazado o simplemente recibía una caricia que reconfortaría su alma ante el inminente "no". Después de todo, sabía que nunca sería dejado de lado por su parte y eso lo hacía sentir vivo, más vivo de lo que realmente estaba, andando a altas velocidades, esquivando coches e incluso a los policías que deseaban multarlo. La risa de Mitsuya lo calmaba y hacía sentir un adolescente otra vez mientras lanzaba un grito victorioso, trazando un bello camino por su la luz azulada que desprendía la motocicleta.

Finalmente, para cuando llegaron a una esquina de donde se encontraba su hogar, dejó la moto sin mucho cuidado contra una pared, aún sabiendo que la zona podría ser peligrosa. Pero estaba en su propio mundo como para notarlo, ocasionando que Mitsuya se debiera encargar de ella.

-Esta moto es más costosa que el vestido de novia más bello que he hecho, no puedo dejar que te la roben así como así -aclaró mientras lo seguía con la moto a su lado.

-Ah sí, la moto -murmuró, perdido en su propio mundo. Solo en cuanto se adentraron al callejón donde se había encontrado su hogar se percató-. ¡Dejé la moto!

-¿Me estás provocando? -preguntó el muchacho con clara seña de molestia.
-¡Ah, Taka-chan, lo lamento! Estaba demasiado emocionado.

-Ya veo... ¿Piensas hacerme algo raro en un callejón? -cuestionó poco entendido tras observarlo todo a su alrededor-. Es decir, es un sitio un poco... Tétrico, pero ¿quién soy yo para hablar?

Ante esa última frase, Hakkai recordó vagamente una anécdota de aquel hombre, quien le había declarado que a los diecisiete, en una etapa de rebeldía y poco cuidado, se besaba con unas cuantas mujeres en los callejones, siempre respetándolas. Al parecer, era la fantasía de muchas y eran los sitios más cercanos a las discotecas del momento. ¡Un niño que cuidaba a sus hermanas tomó todo tipo de libertades cuando no se tuvo que hacer cargo! De tan solo imaginarlo, entraba en pánico, tras alguna vez desear estar en esa situación.

Con Mitsuya, cualquier sitio era un completo deleite y más con lo caballeroso que resultaba.

Al notar el claro sonrojo de Hakkai y cómo esquivaba la mirada, Mitsuya se sintió gravemente sorprendido mientras ponía sus manos detrás de la espalda. Eso nunca lo hubiera esperado. Creía que la broma era notoria, pero si quizás había confundido a su compañero podía darle un empujoncito de fantasía, incluso si era un tipo que prefería la seriedad y formalidad en tiempos como esos. ¿Cuándo había sido formal con aquel? Nunca, incluso se había metido a un callejón solo porque confiaba en él, pudiendo haber algún mafioso o algo por el estilo. No reconocía en lo absoluto ese sitio, debido a que no se sentía como un lugar en el que ya hubiera estado, y disfrutaba eso, porque nunca le gustaba hacer las mismas cosas en un lugar ya conmemorado por su memoria. Dio unos pasos al frente de su acompañante y lo hizo retroceder hasta estar contra la pared. Era un estúpido con la sensibilidad que debía manejar, ya que bien sabía lo poco que le interesaba aquel el ser cálido con sus confusiones amorosas. O eso pensaba, tras no creerlo de los tipos que llegara a importarle un verdadero tipo de amor. Se sintió admirado por esos ojos y algo lo hizo sentir unas ansias increíbles en su cuerpo. Hacía tiempo no se sentía tan desafiado. Y estúpido se sentiría luego, al enterarse de que el momento que él malinterpretó no iba a ser de esa forma sino que mucho más nostálgico tras encontrarse en la antigua casa Shiba.

Los labios cálidos de Mitsuya rozaron los de Hakkai, no sin antes pedir permiso en un murmuro. Su fragancia a vainilla y tabaco dulce lo hipnotizaba mientras el beso se volvía un poco más intenso. Se sentía como en las nubes, incluso si ese no había sido su plan inicial. ¿Por qué detenerlo? Era su sueño, siempre deseó ser besado de esa forma, ya fuera por un reto o verdadera iniciativa. Además, estaba siendo apretado contra la pared del callejón que estaría ensuciando su chaqueta de cuero, pero esta no la hizo su amado, así que no se sentía culpable. Siempre temió que algún hombre atrapara de esa forma a su hermana mayor, y ahora que él lo disfrutaba se sentía terriblemente mal de haber querido prohibirle tal exquisitez. El calor que subía por todo su cuerpo mientras las manos de aquel se paseaban por sus brazos e incluso cuello, si es que no deseaba provocarlo un poco más, era tan intenso que podría explotar en ese instante. No se sentía usado en lo absoluto y sabía que era besado como Hakkai Shiba y no ninguna otra mujer que interfiriera en la homosexualidad de quien consideraba su hombre. La idea de que era gay nunca se escapó de sí, pero pensar en que Mitsuya no lo era lo hacía sentirse un poco removido mientras se engañaba con un "claro que lo es" para estar más acompañado con el sentimiento.

La lengua del muchacho saboreó los labios de Hakkai y ahí fue donde terminó, tras creer que era suficiente para una "pequeña provocación". Sonrió con inocencia al separarse y se encaminó un poco más por el callejón para terminar de entender dónde se encontraba, olvidando un poco más atrás a su enamorado, quien estaba delirando por la sensación y apretaba sus piernas al sentir que podría caerse. ¡Mitsuya era increíble! Eso no le quedaba duda.

Su plan de declararse se había ido al carajo, porque se había sentido lo suficientemente hechizado por esos labios. Incluso olvidaba todo tipo de sensaciones cuando lo veía caminar con tanta delicadeza, con su traje de pandillero cualquiera. Lo hacía recordar a los viejos tiempos y la idea de volver a hacerse el traje de ToMan lo agarró desprevenido. Iba a ser un negocio genial, después de todo eran increíbles esas chaquetas y más la camisa. Simples pero ingeniosas, y cualquier niño que hubiera escuchado de ellos la compraría con mucho gusto. Hacía tiempo no se le ocurría una idea tan buena.

Corrió hacia el muchacho, colgándose de sus hombros como un niño pequeño y comentándole al oído su idea, recibiendo una risita perdida de aquel, quien parecía estar observando algo a lo lejos. Realmente no le había prestado atención, de eso estaba seguro, por lo que se tomó el descaro de besar su cuello con completa calma, quizás pensando que era ese el problema: no tomar un poco más la iniciativa. Pero se sorprendió al darse cuenta de que realmente no tenía nada que ver con eso.

-Este es tu antiguo hogar, ¿cierto? -preguntó en voz baja mientras se acercaba, aún con Hakkai colgado.

-Eso era lo primero que quería mostrarte, pero me atrapaste en otra cosa -bromeó, alejándose de su cuerpo para observar aquella casucha junto a aquel-. Está bastante vieja, no se siente como el hogar que alguna vez tuve... No sé si sería mejor emplear el término "casa", porque mi hogar está contigo, Taka-chan...

Cuando se giró al verlo con una dulce sonrisa, captó en ese delicado rostro un desconcierto increíble. Se veía triste y decepcionado, no exactamente por el sitio, sino que por otra cosa, por lo que había hecho al besar a aquel muchacho en un lugar donde claramente le pudo haber traído malos recuerdos. No entendía la razón por la que lo había llevado hasta allí, pero aceptaba que estaba actuando conforme sus impulsos y eso estaba terriblemente mal. Se sentía un adolescente estúpido que se creía con el deber de hacer lo que quisiera. No entendía tampoco cómo Hakkai no lo había detenido, aunque no le iba a echar la culpa. Conocía lo débil que estaba bajo sus encantos, o lo que tuviera para ofrecerlo en esos largos 12 años, y a veces se aprovechaba de él, incluso sin querer hacerlo. Nunca se había sentido tan admirado por nadie más que fueran sus hermanas.

Profundamente confundido hizo una reverencia mientras pronunciaba las aclamadas palabras que muchos otros orgullosos no: lo siento. Conocía a la perfección que Hakkai estaba enamorado de él y había esperado por mucho tiempo ese beso, razón más que suficiente para disculparse, a pesar de que le dijera que se calmara o que no había problema alguno. A veces la fama se le subía a la cabeza y olvidaba lo importante que le resultaba el hombre en frente suyo, aquel que lo observaba con vergüenza. Incluso si su rostro se sentía amado ante las caricias que recibía o sus manos cálidas lo hicieran estar cómodo, no pensaba nada bien al haber ignorado tanto tiempo las propuestas de aquel hombre por ir a este sitio, tras encontrarse con mejores negocios en París o New York.

Quizás Hakkai solo quería recordar un poco los viejos tiempos, por muy malos que estos hayan sido. Ahora se sentía un estúpido sin control, a pesar de que su rostro era elevado y aquellos ojos bonitos lo miraban como el hombre más querido de su vida. Se sentía tan querido que podría abalanzarse hacia él y encerrarse en sus brazos, incluso si ese no era el momento y podría hacerlo sentir peor.

Tenía un poco de autocontrol para callarse y dejarlo desahogarse, aún mirándolo directamente a los ojos, mas sin hacer contacto físico.

-No te sientas mal, Taka-chan, todo esto fue idea mía y no me negué a tu beso. No creas que esto iba a ser algo emocional, era para cerrar un ciclo. Solo quiero decirle adiós a mi pasado y hola a mi futuro contigo, pero sé que nunca voy a lograrlo si no me declaro -su tono de voz iba bajando sin notarlo, aunque rápidamente tomó el impulso para seguir adelante, sin dejarlo de mirarlo por mucho que la luz fuera escasa en aquel sitio-. ¡He practicado esta confesión en casa desde que tengo 14 años! Y quiero que sepas que te amo y te seguí amando incluso en la violencia de mi familia. Cuando mi hermano me golpeaba por maricón te amaba cada vez más, más que el Dios en el que me obligó a creer y el cual me castigó duramente solo por seguir mi corazón. En este sitio estuvieron "curas" contratado por mi hermano para bendecirme y refregarme lo homosexual que era, todos siempre dejándome en claro que estaba mal lo que hacía... Y tú fuiste el único que me incentivó a seguir adelante, me dejaste permanecer a tu lado por mucho que otros te dijeran cuánto me gustabas y no quiero vivir sufriendo con la idea de que te puedo perder y nunca haberte aclarado lo mucho que te amo. -Desquitó todo como una confesión en solitario, tras tomar poco aire y apresurarse como si pronto las puertas al cielo se pudieran cerrar. Cuando finalmente terminó de hablar, recuperó el aire con desesperación.

Mitsuya procesó las palabras fácilmente y no pudo ignorar la pena que se asomaba en el rostro de aquel muchacho. Lo sabía a la perfección, estaba seguro de cuánto le gustaba, pero no de si realmente lo amaba. En su momento pensó que solo estaba un poco obsesionado sin razón alguna y ahí entendía mejor que sí había una razón, cuando lo veía tan calmado. Sentía que eso le había costado demasiado, incluso la idea de que no pudo procesar con sencillez que fuera gay le dolía en el alma. No tuvo la misma oportunidad que él de aceptar que quizás simplemente le gustaban tanto hombres como mujeres, ya que el hecho de que le gustara solo "hombres" con un hermano y una sociedad homofóbico debió de haberle partido el corazón. No entendía tan bien cómo se sentía aquello, debido a que su madre se lo tomó con calma y sus hermanas eran pequeñas para entenderlo, además nunca cargó con culpa porque algún dios lo sentencie.

Abrazó a aquel muchacho tras no encontrar otro consuelo y sintió cómo sus lágrimas empezaban a resbalarse por su cuello. Pobre su ser amado, tan profundamente indignado de tener que esconder todo ese tiempo lo que sentía. No terminaba de entender qué lo había llevado a no decirle nunca lo mucho que lo amaba, pero algo tenía que ver su religión y el pasado. La conclusión más rápida que sacaba era que temía que él se alejara al escuchar la palabra tan empleada en los romances heterosexuales. Si tan solo supiera lo normal que se le hacía y cuán grandes eran sus brazos para aceptarlo.

-Si tan solo me lo hubieras dicho hace diez años, pudimos haberlo formalizado todo -susurró en forma de broma, haciéndolo llorar peor.

-¡Perdón, Taka-chan! Perdimos tanto tiempo...

-No es cierto, solo bromeaba. Y no perdimos tiempo, siempre estuvimos juntos, así que nos conocemos mucho mejor y este era el momento adecuado para aclarar lo que sentías. Creo que incluso ya nos podemos casar, sin darle pie a un noviazgo tonto.

-¿No estás molesto?

-No, en lo absoluto. Estoy orgulloso... Lo lograste, te declaraste y eres aceptado -confesó con tal dulzor que provocó que lo abrazaran con mayor fuerza-. También te amo, Hakkai, no hay duda de ello.

«Te amé incluso cuando salía con esas mujeres o solo te regañaba por ser un poco molesto» pensó, sin decirlo tras creer que ya había hecho suficiente en esa noche hermosa, en la que por suerte nadie se encontraba y solo eran ellos dos apreciando una casa abandonada en un callejón. Se sentía reconfortado al saberse amado y no solo un simple "gusto".

Nota de autor: ¿Sale esa historia inspirada en el OS? SÍ, TOTALMENTE.

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