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      Conoció a Hani cuando tenía 18 años, siendo ella 2 años mayor que él y, de alguna forma, más experimentada. A ella no le importaba perderse todo un día sin que su familia supiese de ella, siempre fue tan libre como deseó. Él siempre fue tras ella, eran contadas las veces que ella lo buscaba. Como si pensara que al tenerlo ya no lo perdería, porque siempre regresaría a sus pies.

Para Hani, nada nunca era suficiente y Seokjin no sabe cómo no se hartó de ser desplazado todo el tiempo. Si de algo se arrepiente, es de haberse dejado pisotear de esa manera. Había tirado su amor propio para cuidar de su amor hacia alguien que no lo merecía.

En sus manos sostiene un retrato con una foto bastante vieja de ambos que él mismo había enmarcado, y en la otra, el anillo que ella había dejado en su mesa de noche cuando se fue. Moonbyul tiene razón al decir que ella no volverá y es hora de seguir adelante.

Es hora de amarse nuevamente e irse de donde nunca fue bienvenido, centrarse en sus bebés que a partir de ahora lo necesitarían más que nunca y él está dispuesto a todo por ellas.

Del marco saca la foto y la rompe en múltiples pedazos, se dirige al baño y por el retrete lanza ambos; los papeles y el anillo (no fue uno caro después de todo, lo que lo hace menos valioso) y con la mandíbula tensa tira de la cadena y los mira desaparecer. No llora porque no lo vale, y regresa a la habitación sintiéndose significativamente más ligero.

Los golpes en la puerta lo hacen resaltar y no le da tiempo de guardar lo que ha tomado de una de sus gavetas.

— ¿Hyung? —Yoongi asoma la cabeza desde la entrada— ¿Estás bien? —pregunta desde su lugar. No se atreve a pasar sin el permiso del mayor, pero no evita mirar un poco alrededor. Seokjin le sonríe por encima del hombro y se da la vuelta, sosteniendo en sus manos un pequeño traje de recién nacido rosa.

—Lo siento, Yoongi-ssi, estaba... —mira sus manos, sintiéndose nostálgico— Ya no creo que esto le quede a Jungsoo.

Yoongi entrecierra los ojos.

— ¿Por qué hablas como si se hubiese graduado de la universidad cuando en realidad está con Jisoo en la sala usando pijamas y peleando sobre si el jugo de durazno es mejor que el de naranja?

Ambos ríen sacudiendo los hombros.

—Lo sé, sólo no puedo evitar pensarlo —dice regresándose para guardar la prenda. Yoongi nota que la pared del lado izquierdo de la habitación está cubierto por papeles con dibujos.

— ¿Los hicieron ellas para ti? —pregunta una vez Jin se gira. El mayor sonríe cálidamente viendo su pared.

—Así es. He visto padres que no le toman importancia o simplemente se deshacen de las cosas que sus hijos hacen para ellos sin pensar en lo que ellos sentirían, y decidí que no quiero que mis hijas se sientan así, así que... Procuro pegar sus dibujos acá para demostrarles que sí me importan.

Las comisuras de Yoongi se alzan, enternecido.

— ¿Como un recordatorio?

Jin asiente.

—Yoongi-ssi...

— ¿Sí?

— ¿Soy buen padre?

La pregunta desconcierta al menor, quien parpadea confundido.

— ¿Lo cuestionas?

El pelinegro suspira, bajando la cabeza.

—Pienso en que... Un día ya no me harán más dibujos. No necesitarán que les lea más cuentos o me asegure de dejar las luces encendidas, o llenarán la casa de piedras o si seguirán gustándoles todos los peinados que aprendí a hacerles —ríe bajito—. Poco a poco las cosas se pondrán más difíciles y me preguntaré si todo mi esfuerzo valió la pena para ellas.

Al repentino melancolismo del mayor, Yoongi va a abrazarlo desde atrás, recostando la mejilla de su espalda. Enseguida el conocido cosquilleo en el estómago entorpece a Kim.

"La cercanía pone nerviosas a las personas" le dijo Moonbyul, "tal vez si te acercas a él podrás obtener una reacción y responderte algunas preguntas". Eso es lo que ha estado en su mente todo el día hasta que el pelirrojo llegó a su apartamento, pero incluso cuando estaban cocinando no tuvo las agallas de hacerlo.

Aún así, Yoongi parece ser alguien con confianza que no huye del contacto físico y Seokjin no cree que haya algo malo con eso, quizás es algo extraño ya que no está acostumbrado, pero no le causa rechazo.

Todavía piensa que es algo absurdo, ¿qué señales puede estarle dando Yoongi para que piense que gusta de él? Además de su amable ayuda para con sus hijas, los abrazos, las agradables conversaciones y los besos en su mejilla de ésta mañana...

—Las princesas Soo siempre lo necesitarán, Rey Kim —la voz del pelirrojo interrumpe sus pensamientos. Jin ríe, posando sus manos en los antebrazos contrarios.

— ¿Princesas Soo? Suena bonito.

—No le tengas miedo a la soledad, hyung —suspira—. Y respondiendo a tu pregunta: sí, eres un padre asombroso y creo que Jungsoo y Jisoo son afortunadas de tenerte.

El mayor exhala otra risa, queriendo aferrarse a esas palabras.

—Gracias. Es como si siempre supieras qué decirme.

—Al menos lo intento —sonríe, aún abrazándolo desde la espalda. Mientras Jin no dijera nada, él se quedaría ahí.

— ¿Las hamburguesas están listas? Muero de hambre.

Yoongi suspira, soltando lentamente su agarre. El encanto siempre dura poco.

—Eh... Jungsoo puso la salsa y la carne y Jisoo... ¿La lechuga y los tomates? —frunce su nariz, el mayor se cruza de brazos, recordando haberle dicho que las mantuviera lejos de la cocina— ¡Querían ayudar! Prometo limpiar.

El mayor sólo ríe y niega, llevándolos a ambos afuera con las niñas que siguen discutiendo en sus pijamas. Justo ahora lo menos que le importa es el desastre en la cocina. Justo ahora sólo le importa su familia, y el chico pelirrojo que se les ha unido.

*

Las fotos que Seokjin tomó cuando Yoongi trajo a Holly al apartamento por primera vez decoran la puerta del refrigerador con bonitos imanes hechos con las piedras de Jisoo, y el menor sonríe.

— ¿En serio las pusiste aquí? —pregunta, llamando la atención del pelinegro que limpia lo que ensuciaron en la cocina.

— ¿Por qué no? Fue un gran día. Un extraño entró a mi casa y se ganó el cariño de mis hijas en menos de una semana con su mascota —ladea la cabeza, Yoongi ríe—. De las tantas locuras que me han pasado, esa es una de mis favoritas.

Los dos ríen y Yoongi va a ayudar al mayor con la limpieza. Ese pequeño detalle de poner las fotos en un refrigerador lo llena de un sentimiento familiar que está seguro de que no vivió con su propia familia. Gracias a Seokjin y sus pequeñas, hace rato había dejado de sentirse solo. Los ánimos de levantarse e ir a trabajar se sentían diferente, también.

Hoseok ya no preguntaba la razón porque ya la sabía y Namjoon lo escuchaba atentamente, aunque hubiese hablado sobre ello cientos de veces y el menor esté pasando por su propia mierda y sin ganas de lidiar con la felicidad de alguien más. Sentirse parte de algo es especial, pero saber que importa y es tomado en cuenta lo es todavía más.

—Hoy me llamaron —Jin suspira—, mi teléfono llega la semana que viene. Al fin Jungsoo podrá tomarle fotos a los patos en el lago para enviárselas a mi mamá.

Yoongi ríe.

— ¿Te das cuenta de que estás criando a las niñas con las almas más puras que existen?

—Y que lo digas, son unos panes. Mamá dice que se parecen a mí cuando tenía sus edades.

— ¿Porque tienen buen corazón?

—Porque soy lindo, inteligente, seduzco con mi encanto y me robo las galletas a media noche y al día siguiente hago como si no supiera nada.

Sus carcajadas resuenan en la cocina, Yoongi sacude la cabeza.

—Por cierto, estaba pensando volver al rubio —comenta el menor, empezando a fregar—, Jungsoo me dijo que su color favorito es el amarillo, así que pensé que le gustaría verme por más tiempo con ese color.

Seokjin sonríe, secando los platos que éste le tiende.

—El de Jisoo es el púrpura... —piensa el mayor en voz alta. Yoongi lo observa mientras está ensimismado, el cabello de su hyung ha crecido en éstos meses y un mullet se ha formado en la parte trasera de su cabeza.

Tiene que pasarse los mechones rebeldes tras sus orejas o fijarlos con gel, pero se rehúsa a cortarlo porque a las pequeñas les gusta hacerle peinados a su padre y a éste no le molesta. A Yoongi tampoco, la imagen es completamente adorable y el mayor siempre luce como esos príncipes de las películas de Disney.

—Tu cabello está largo... —el pelirrojo pasa su mano mojada por la cabellera del mayor, echando sus mechones hacia atrás. El agua corre por su mano hasta el rostro del contrario, causando que éste se queje.

— ¡No~! —alarga, Yoongi risotea yendo a pasar sus manos por todo su rostro.

—Esto es por habernos hecho perder en el juego de memoria —sigue riendo. Seokjin jadea, intentando tomar sus manos pero Yoongi lo evita.

— ¿Disculpa? Eran sólo diez fichas, ¡tú pudiste hacernos ganar en cualquier momento!

—Y si tanto sabes, ¿entonces por qué no nos hiciste ganar, eh? —pellizca su nariz.

— ¡Porque pensé que recordarías! —ahora es él quien salpica agua al pelirrojo.

— ¡Hyung, es mi camisa de trabajo!

— ¡Tú comenzaste! Y tienes como cinco de esas —rueda los ojos, salpicando agua de nuevo—. Podría prestarte algunas, ¿sabes? Quizás esas sí sean de tu talla.

Riendo vuelven a salpicarse agua hasta que comienza una guerra y de pronto la camisa y pantalón de Seokjin están empapados al igual que su cabello, mientras que Yoongi no está diferente. No todo el tiempo tiene la oportunidad de ver al menor reír abiertamente al punto de que sus ojos desaparecen y sus encías resaltan. Es lindo.

Pero cuando la guerra le resulta realmente divertida, Seokjin decide que es momento de detenerlo si no quiere que su cocina termine en un verdadero desastre que sabe que acabará por limpiar él mismo. Para eso debe escapar de Min cuanto antes sin llamar la atención de sus hijas en las habitaciones cruzando la sala.

— ¡Yoongi, ya basta! —murmura riendo por lo bajo— ¡Vamos a ensuciar toda la cocina! ¡Detente!

—Oblígame —ríe como niño. Usualmente pensaría de Min Yoongi como el hombre de 26 años que es serio, tranquilo y reservado, pero ahora sólo puede ver su lado jovial y alegre, y eso particularmente lo hace querer apreciarlo por otro rato más.

Seokjin piensa un par de veces antes de moverse hacia su dongsaeng.

Con un movimiento rápido consigue sujetarlo de sus muñecas, amordazándolo con fuerza pero procurando no lastimarlo. Esos días de gimnasio no fueron en vano, solía ser una jodida bola de grasa.

Dando traspié Seokjin lo hace retroceder y pronto es la barra a un lado del fregadero lo que le impide seguir, dejándolo acorralado. Sus ojos se clavan en los del mayor y deja de respirar, sintiendo cómo su pulso empieza a acelerarse.

—Dije detente —susurra el pelinegro a centímetros de su rostro. Yoongi puede sentir su aliento chocar contra su mejilla y se percata de que los ojos de Seokjin se han oscurecido.

Poco a poco el abogado va suavizando el agarre alrededor sus muñecas y las manos de Min caen a sus costados. Recorre la mirada de su hyung con la propia de ojos abiertos por segundos en los que siente el nudo formarse en su garganta y duda en si dar el primer paso o esperar a que Jin lo aleje de él, alegando que es heterosexual y que no vuelva a acercarse ni a él ni a sus hijas nunca más.

Así que antes de que eso pase, toma aire y se inclina lo suficiente para atrapar el labio inferior del pelinegro entre los suyos.

La respiración de Jin se paraliza y debe ir a posar sus manos en la barra atrás de Yoongi para sostenerse, pasándolas primero por su cintura. Entonces el menor siente alivio cuando éste corresponde al beso, atreviéndose tomar su rostro con ambas manos. Seokjin acaricia su labio con su lengua pidiendo permiso para probar la suya, y Yoongi no duda en permitírselo.

Por un momento, olvida que sus hijas no están muy lejos de ellos y se centra en que no es nadie más ni nadie menos que Yoongi con el que comparte ese dichoso beso, y en que también ha extrañado ese contacto físico.

Se aferra a él y no importa nada más; sólo Yoongi y sus besos.

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